Entre trabajo y deseo


" El oro circula porque tiene valor, el papel moneda tiene valor porque circula " 

En esta frase de Marx tan concentrada se resumen muy bien las cuestiones que definen las prioridades del mundo moderno.

Durante la mayor parte de la historia el dinero tuvo valor intrínseco, de tal forma que la moneda te daba derecho a una parte del oro que se custodiaba en las reservas. Originalmente los bancos emitían billetes cuidándose de mantener un equilibrio entre el dinero que habían emitido y las reservas de oro que tenían en sus cajas fuertes, dado que, en caso contrario, perderían la confianza de los clientes. Pero en la actualidad utilizamos un sistema fiduciario, es decir, un sistema basado en la confianza o fe en la valoración de las monedas y billetes. Por tanto todo nuestro sistema se sustenta sobre la fe, y probablemente la fe más ciega que hayamos tenido en toda nuestra historia.

Aunque pueda parecer que se ha dejado atrás el fantasma de Dios, entendido éste como aquello que rige el sentido último de nuestras vidas, como bien constató Jung, únicamente han cambiado las palabras o los objetos sobre los que hoy recae este concepto. Con el capitalismo, el centro último que rige el sentido de todas nuestras vidas viene definido por algo tan vacío e inútil de por sí como es el papel moneda. Y es que el capitalismo no llegó solo, vino acompañado de muchos cambios fundamentales en la cosmovisión y el pensamiento religioso.

La misma inversión de los valores que se hizo efectiva definitivamente con el abandono del patrón oro, podemos encontrarla también en los cambios que promovió la Reforma Protestante, pues las doctrinas de Lutero y Calvino acentuaban la impotencia del hombre ante las circunstancias de la vida y lo ponían en una posición en que todo esfuerzo por llevar una vida virtuosa carecía de sentido. No había en esta doctrina una relación directa entre la virtud y la salvación, por lo tanto no dependía de las buenas acciones, sólo se podía lograr un lugar junto a Dios si se tenía fe, en ese proceso debía eliminarse la voluntad individual y convertirse en meros instrumentos de Dios (o del Dinero, como efectivamente sucedió con el capitalismo). Para Lutero la lista de los justos y por tanto de los salvados estaba escrita desde el principio de los tiempos y ningún comportamiento humano podría modificarla. Por tanto la única posibilidad que tenía el hombre en esta vida era la humillación, liquidando su voluntad y su orgullo personal, sólo por ese camino y con la más absoluta sumisión podía obtener la gracia de Dios, en definitiva para llegar a Dios había que carecer de personalidad.

Siguiendo la misma lógica de la frase de Marx, con la Reforma Protestante pasábamos de tener valor por llevar una vida virtuosa, a tratar de aparentar ese valor que ya no podíamos conseguir mediante la vida virtuosa. Y con el capitalismo todos los valores que antes servían para alcanzar una vida virtuosa tales como el amor, la ética, el trabajo o la salud, se vieron empujados y corrompidos por el dinero, pues en última instancia (aunque mediante las apariencias se finja otra cosa) es éste el que rige los movimientos de nuestro mundo y el que se ha colado en el puesto número uno de la jerarquía de valores. Esta jerarquía, a pesar de toda la propaganda con la que se sostienen las apariencias, ha quedado especialmente desenmascarada a raíz de la pandemia. Las declaraciones de la ejecutiva de Pfizer en el Parlamento Europeo nos han dejado muy claro lo que para muchos fue una evidencia, las vacunas respondieron a una necesidad de mercado, no de salud, por eso no fueron testadas para saber si impedían la transmisión. Las palabras de esta mujer expresan de otra manera lo mismo que las palabras de Marx: "Teníamos que movernos a la velocidad de la ciencia para entender lo que estaba ocurriendo en el mercado de las vacunas". Fue la circulación del dólar la que definió la prioridad de la ciencia, no la salud de los ciudadanos ni el conocimiento (como cabría esperar de la Ciencia en un mundo en el que el Conocimiento ocupara el primer puesto de la jerarquía de valores). La prioridad fue hacer que el dólar circulase (secundariamente podría haber muchas otras prioridades que podemos creer o no), pero a la gente se le coaccionó, manipuló y obligó a aceptar restricciones y tratamientos médicos no testados utilizando el relato de que servían para frenar la transmisión y por ello debían sacrificar, si hacía falta, sus negocios, su libertad o incluso su salud. En lugar de ese relato que hoy ya está completamente esfumado, tenemos otro invadiendo todos los medios de propaganda (ya poco les queda de comunicación) que también sirve para justificar la destrucción, la muerte y la guerra. Cuando el poder se sustenta sobre la ficción no importan todas las mentiras que sean necesarias para mantenerlo; el poder de los gobiernos y el de los individuos; pues, como nos recuerda Marie Louise von Franz, 
"la pulsión demoníaca de dominar mediante el conocimiento, es más fuerte que los intereses objetivos de descubrir alguna verdad", por tanto, desterrados estos objetivos (simbolizados por el oro y su dificultad de conseguirlo), al hombre de nuestro tiempo se le compra fácilmente con una pequeña dosis de poder a partir de la cual dominar a quien tiene más cerca.

Ninguno de los relatos con los que hoy se trata de aparentar valores tiene una equivalencia con un valor Real, todos ellos están sometidos al único valor que establece la jerarquía, de manera que incluso el significado de las palabras se ha visto sometido y modificado. No es casual que el simbolismo propio del Oro vinculado a la Luz, al Conocimiento y a la Verdad se haya roto y hayamos prescindido de él. Las limitaciones a las que el ser humano se ve abocado por el hecho de nacer no desaparecen tan fácilmente como quisimos creer mediante la supresión de las jerarquías sociales. Para librarnos de la esclavitud (no exclusivamente la que nos imponen otros desde fuera, sino la interior, que es la más difícil) hace falta mucho más.

Victoria Cirlot, en sus estudios sobre la poética del Grial, nos habla de que el Mundo Antiguo, incluyendo también a la Edad Media, está todo él dominado por la idea de ejercicio, frente al mundo moderno, que está dominado por la idea de trabajo. El ejercicio se sitúa en la tensión verticalizante, la cual responde a una idea sagrada del universo, en donde, de lo que se trata siempre es de mejorar, frente a un mundo regido por el trabajo, en donde de lo que se trata es de producir.


La equivalencia (rota) entre el papel moneda y el oro viene a ser un símbolo de la equivalencia entre trabajo y ejercicio, o lo que es lo mismo, entre trabajo y deseo (de mejorar). Conviene, por tanto, recordar el motivo por el cual el Oro (y el Grial) sí tiene valor.




"EL CUIDADO DE SÍ EN LA POÉTICA DEL GRIAL" con Victoria Cirlot - 2014