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domingo, 27 de diciembre de 2020
Ojas
lunes, 7 de diciembre de 2020
Estampación calcográfica + bordado
Estampación calcográfica sobre tela + bordado hecho a mano. Experimentos realizados en el máster de grabado contemporáneo de la Fundación CIEC, Betanzos, A Coruña.
Bruja deleuziana
Es, entonces, a este plegamiento continuum de la termodinámica de la realidad, lo que caracteriza a esta pragmática anormal: “[…] la captación o el conocimiento de la naturaleza (su pragmática) está en manos de los brujos, ya que estos trabajan en las lindes de los reinos, en el pulso mismo de los devenires, sin pretensiones cartesianas de disipar el claroscuro de la nebulosa mediante una lente clara y distinta”
domingo, 1 de noviembre de 2020
Quebrantamiento
Sin la negatividad de la muerte, la vida se anquilosa en lo muerto...
La negatividad es la fuerza vivificante de la vida. Constituye también la esencia de lo bello. Inherente a lo bello es una debilidad, una fragilidad, un quebrantamiento. Es a esta negatividad a lo que lo bello tiene que agradecerle su fuerza de seducción.
Byung-Chul Han.
La soledad organizada
Reproduzco tal cual el pensamiento de Gustavo Dessal, en estos momentos en los que la impostura científica, el abuso del lenguaje, la confusión de las palabras y el fraude intelectual nos acorralan hasta la muerte.
"LA SOLEDAD ORGANIZADA
¿Alguien recuerda la edad dorada del confinamiento, cuando la humanidad se creyó Una en el amor universal? Muchos vieron el augurio de una redención, la promesa de una enmienda histórica: renaceríamos mejores y más buenos. Aquel sueño no duró mucho, porque muy pronto mudó en pesadilla y volvieron los zombies, las criaturas funestas que dormían en el mismo fango del que provenimos. Si el virus es ya una desgracia que se desparrama por la tierra, cada nueva oleada arrastra consigo los rebrotes del mal. La pandemia y las ideologías más oscuras han sellado una poderosa alianza, dando vida a viejos símbolos y ritos que celebran el odio y la muerte. ¿Por qué la repetición demoníaca prospera en la pandemia y enseña de nuevo la mueca del totalitarismo? Tal vez el arcaico temor cósmico que nos envuelve se ha agitado ante la acción de un enemigo invisible que envenena los cuerpos y las naciones. Hannah Arendt (“Ideology and terror”) formuló la tesis de que el fundamento del totalitarismo consiste en la capacidad del pensamiento ideológico para encerrar a los individuos en una soledad organizada. Cuando la existencia se quiebra ante un acontecimiento que nos despoja del poco de sentido al que nos aferramos para perdurar, el terror y la vulnerabilidad nos hace alzar la mirada hacia el sol negro del pensamiento ideológico, buscando allí una respuesta. Para Arendt, el totalitarismo se implanta mediante la organización calculada de la soledad, destruyendo los lazos que vinculan a los sujetos entre sí y a éstos con la experiencia individual de la realidad. El totalitarismo sustituye el marco individual del fantasma, el escenario donde cada sujeto construye su experiencia singular de la realidad, por un molde donde las singularidades mueren aplastadas bajo el peso del espanto colectivo. La ideología es ese espanto aún mayor que el terror que se apodera de nosotros cuando debemos enfrentarnos al abismo de nuestro inconsciente. Entonces preferimos refugiarnos en la soledad de la masa y convertirnos en autómatas salvajes, desprovistos de toda solidaridad humana, prestos a seguir el camino que nos señalan los profetas salvadores. El pensamiento ideológico inocula el sentimiento de que más allá de la experiencia singular de cada sujeto existe una realidad más real que nadie ha sabido ver, una realidad oculta a la percepción pero que nos es revelada por el discurso totalitario. “El sujeto ideal del mandato totalitario no es el nazi o el comunista convencidos, sino la gente para quien la distinción entre el hecho y la ficción, la diferencia entre lo verdadero y lo falso, ya no existe más”, escribe Arendt en la obra citada. Las llamadas “redes sociales” pueden convertirse en el instrumento perfecto para la desocialización, el vehículo más idóneo para deslizarnos hacia la pendiente de la fabulación paranoica. En un notable ensayo sobre la distinción entre soledad y aislamiento, Samantha Rose Hill destaca que en uno de sus diarios la filósofa alemana se pregunta si acaso existe un modo de pensamiento que no sea tiránico, y cuál es la razón por la que los seres humanos son presa fácil de las fórmulas más horrendas. Concluye que los hombres prefieren la esclavitud antes que la posibilidad de pensar por sí mismos. Seguramente el psicoanálisis, al introducir la dimensión del inconsciente, puede llevar incluso más lejos esa terrible pregunta y su posible respuesta. El lenguaje constituye la primera tiranía de la que no podemos escapar, y es probable que en esa inevitable captura surja el germen de todos los mandatos ulteriores. A diferencia de lo que la gran Arendt creía, para el psicoanálisis la libertad no consiste solo en la facultad de pensar por fuera de la ideología, sino en la imposibilidad de la palabra para organizar toda la experiencia singular de cada sujeto. Mediante ese resto inasimilable al Todo y que se refugia en el síntoma, algo consigue escapar a la institución del lenguaje y su poder doctrinario. Es por esa razón que el síntoma es lo primero que un sistema totalitario habrá de eliminar. Los alemanes lo comprendieron perfectamente: el Uno solamente puede reinar sobre las cenizas de los síntomas. No llegaron a tiempo para eliminarlos a todos, pero sus nuevos émulos diseminados por el mundo, y mejor pertrechados para organizar la soledad, quieren volver y completar la tarea."
https://www.facebook.com/gustavo.dessal.18/posts/684349682491859
domingo, 4 de octubre de 2020
Espesura
"¡Sirenas, doncellas aladas, vírgenes hijas de la Tierra, ojalá pudiesen venir a
acompañar mis gemidos con la flauta libia o las siringas o las fórminges, uniéndose
con lágrimas a mis deplorables males, con aflicciones a mis aflicciones, con cantos
a mis cantos, simultáneamente con lamentaciones musicales; que venga Perséfone
sanguinaria para que acepte como retribución el precio de mis lágrimas, allá en su
palacio nocturno el peán que es dedicado a los muertos desdichados."
lunes, 21 de septiembre de 2020
jueves, 10 de septiembre de 2020
Perplejidad
Sí, el asunto de la religión es sólo perplejidad.
Vende tu inteligencia y compra perplejidad;
la inteligencia es mera opinión, la perplejidad intuición.
Vende tu inteligencia y compra perplejidad;
la inteligencia es mera opinión, la perplejidad intuición.
Rumi
sábado, 5 de septiembre de 2020
Floresta encantadora
Cypris...............
Ven, desciende pronto
de las alturas del cielo
hacia aquí, hacia mí, donde otrora los cretenses construyeron el templo,
el sagrado, donde hay para ti una floresta encantadora
de manzanos y altares
que humean de incienso
y dentro susurra el agua fresca a través de las ramas de manzanos.
Todo el lugar está sombreado de rosas
y de las hojas temblorosas
fluye un sueño liviano.
En la pradera que alimenta los caballos
florece la hierba flamígera y el anís respira
melosamente, y.......
lotos melifluos
¡Allí vierte ahora el jarrón Cypris,
y obsequiando con alegría el néctar
en los vasos de oro,
sirve el vino!
Safo
miércoles, 2 de septiembre de 2020
Círcula
O xoves 3 de setembro estrenamos Círcula no festival HerDanza Compostela.
Ás 19:00 da tarde no parque de Bonaval.
domingo, 23 de agosto de 2020
domingo, 12 de julio de 2020
Frutos de oro
¿Pretendéis que me apacigüe? Que domine
este amor ardiente y gozoso, este impulso
hacia la verdad suprema? ¿Que cante
mi canto del cisne al borde del sepulcro
donde os complacéis en encerrarnos vivos?
¡Perdonadme!, mas no obstante el poderoso impulso que lo arrastra
el oleaje surgente de la vida
hierve impaciente en su angosto lecho
hasta el día en que descansar! en su mar natal.
La viña desdeña los frescos valles,
los afortunados jardines de la Hesperia
solo dan frutos de oro bajo el ardor del relámpago
que penetra como flecha el corazón de la tierra.
¿Por qué moderar el fuego de mi alma
que se abrasa bajo el yugo de esta edad de bronce?
¿Por qué, débiles corazones, querer sacarme
mi elemento de fuego, a mí que solo puedo vivir en el combate?
La vida no está dedicada a la muerte,
ni al letargo el dios que nos inflama.
El sublime genio que nos llega del Éter
no nació para el yugo.
Baja hacia nosotros, se sumerge, se baña
en el torrente del siglo; y dichosa, la náyade
arrastra por un momento al nadador,
que muy pronto emerge, su cabeza ceñida de luces.
F. Hölderlin
Ni
A los dioses amad, pensad en los mortales.
Ni ebriedad ni frialdad, ni descripción
ni lección; si os asusta algún maestro,
pedid sólo consejo a la naturaleza.
F. Hölderlin
sábado, 11 de julio de 2020
Entre las flores
Me crió la melodía
del bosque susurrante,
y aprendí a querer
entre las flores.
Tú, que cuando me venía abajo en la encrucijada
me mostrabas consoladora una mayor belleza,
tú, que me enseñaste con quieto entusiasmo a ver
lo grande.
Transcríbelo por triplicado
y, con todo, seguirá indecible,
tal como es, inocente.
Friedrich Hölderlin
sábado, 4 de julio de 2020
Camiño inglés
Somos tempo e tempo é ademáis o que se require para poder chegar camiñando a pobos, aldeas e cidades. A vida moderna imponnos ritmos bastante incompatibles con isto pero o certo é que practicalo de vez en cando axuda a invertir por completo as prioridades e as perspectivas. No caso de pobos e aldeas aumenta considerablemente a súa beleza e tamén a receptividade tanto do que chega como do que recibe, no caso das cidades é o revés, as proporcións superan con creces a medida dun corpo, e resulta necesario compensar a falta con outras cousas, ou con outras persoas convertidas en cousas.
Cando usamos o coche sucede simbólicamente algo parecido nas nosas mentes, crecémonos un pouco e os escasos centímetros que nos separan do chan fan que os pés e a cabeza deixen de estar na terra, sepárannos tamén do territorio e os seus vínculos co lugar, os porqués da sua existencia. Xa non digamos cando imos en avión, a pesar de ser un dos medios de transporte máis incómodos, e con todo o cómodo que resulta chegar antes aos sitios. Os lugares aparecen diante dunha como aparece tamén o bric do leite cando abrimos a nevera, ou como aparecen as diferentes canles no televisor, por arte de maxia e non polo arte de atravesar un territorio ou un cortello das vacas para ir munxir o leite. É curioso que cantas máis cousas facemos por arte de maxia máis pensamos que a maxia é inutil. Do mesmo xeito aprendimos na escola as materias, de xeito instantáneo memorizamos datos que aparecen e desaparecen a demanda, sen vínculos que poidan establecer relacións entre ximnasia e matemáticas ou entre Betanzos e Vilalba. É moi difícil aprender o nome das árbores sen telas vivido en directo, sen camiñar ao seu lado ou durmir baixo a súa sombra, un saber que require do tempo, coma todos os saberes, pero quizáis no mundo vexetal, máis discreto e reservado, isto seña ainda máis evidente.
Cando chegamos, por exemplo, a Betanzos en coche, é habitual pararse nun deses cafés elegantes a tomar un refrigerio, máis por aquelo de mirar e deixarse mirar que por retomar forzas esgotadas na viaxe. Pola contra, cando chegas a pé, o último lugar ao que queres ir son esas terrazas de postureo que invaden as prazas, e tratas de atopar xustamente o sitio ao que non irías nunca se chegases de visita en coche. Unha taberna cero hipster e con cero encanto, atendida por un señor sen dentes pero con ganas de conversa. Un lugar oscuro e frecuentado por traballadores humildes, dispostos a falar cunha forasteira que non trae consigo a fieles conversadores. O que necesitas é un descanso de verdade, sen miradas escudriñantes. Cando chegas andando descobres todos eses lugares que dende o coche parecían tugurios, porque o coche é unha desas cousas coas que compensar a desproporción, un fetiche e un arma contra o outro que reforza a nosa fantasía de pertenza a unha identidade na que non cabe o pobre, o mendigo, o derrotado, o infeliz ou o tolo, dende a que escudriñar e saborear o poder baseado na negación do outro. As historias que escoitas neste tipo de tugurios da a casualidade que sempre están conectadas co territorio, e que unha vez retomas o camiño, haste atopar con elas dunha ou doutra forma, collen corpo e sentido.
Chegar a pé fainos tamén máis conscientes de todo o baleiro necesario que hai entre un pobo e outro, da vida necesaria que habita neses espacios e tempos mortos que deixan de existir ata que un día temos algo que ir buscar a eles.
Cando usamos o coche sucede simbólicamente algo parecido nas nosas mentes, crecémonos un pouco e os escasos centímetros que nos separan do chan fan que os pés e a cabeza deixen de estar na terra, sepárannos tamén do territorio e os seus vínculos co lugar, os porqués da sua existencia. Xa non digamos cando imos en avión, a pesar de ser un dos medios de transporte máis incómodos, e con todo o cómodo que resulta chegar antes aos sitios. Os lugares aparecen diante dunha como aparece tamén o bric do leite cando abrimos a nevera, ou como aparecen as diferentes canles no televisor, por arte de maxia e non polo arte de atravesar un territorio ou un cortello das vacas para ir munxir o leite. É curioso que cantas máis cousas facemos por arte de maxia máis pensamos que a maxia é inutil. Do mesmo xeito aprendimos na escola as materias, de xeito instantáneo memorizamos datos que aparecen e desaparecen a demanda, sen vínculos que poidan establecer relacións entre ximnasia e matemáticas ou entre Betanzos e Vilalba. É moi difícil aprender o nome das árbores sen telas vivido en directo, sen camiñar ao seu lado ou durmir baixo a súa sombra, un saber que require do tempo, coma todos os saberes, pero quizáis no mundo vexetal, máis discreto e reservado, isto seña ainda máis evidente.
Cando chegamos, por exemplo, a Betanzos en coche, é habitual pararse nun deses cafés elegantes a tomar un refrigerio, máis por aquelo de mirar e deixarse mirar que por retomar forzas esgotadas na viaxe. Pola contra, cando chegas a pé, o último lugar ao que queres ir son esas terrazas de postureo que invaden as prazas, e tratas de atopar xustamente o sitio ao que non irías nunca se chegases de visita en coche. Unha taberna cero hipster e con cero encanto, atendida por un señor sen dentes pero con ganas de conversa. Un lugar oscuro e frecuentado por traballadores humildes, dispostos a falar cunha forasteira que non trae consigo a fieles conversadores. O que necesitas é un descanso de verdade, sen miradas escudriñantes. Cando chegas andando descobres todos eses lugares que dende o coche parecían tugurios, porque o coche é unha desas cousas coas que compensar a desproporción, un fetiche e un arma contra o outro que reforza a nosa fantasía de pertenza a unha identidade na que non cabe o pobre, o mendigo, o derrotado, o infeliz ou o tolo, dende a que escudriñar e saborear o poder baseado na negación do outro. As historias que escoitas neste tipo de tugurios da a casualidade que sempre están conectadas co territorio, e que unha vez retomas o camiño, haste atopar con elas dunha ou doutra forma, collen corpo e sentido.
Chegar a pé fainos tamén máis conscientes de todo o baleiro necesario que hai entre un pobo e outro, da vida necesaria que habita neses espacios e tempos mortos que deixan de existir ata que un día temos algo que ir buscar a eles.
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