Tradición de Juan Evangelista


Deesis en la iglesia románica de San Miguel de Eiré (Ribeira Sacra). La deesis designa una representación de Cristo, generalmente entronizado (Cristo Pantocrator o en Majestad) y flanqueado por la Virgen María y San Juan, propia del arte bizantino, que después se trasladaría al Románico y al Gótico. Simbolizaba el juicio final y el papel de Reino de Dios propio de la Iglesia, de María y de Juan (el que está en el seno de Cristo) que admiten en su seno a los bienaventurados, no en vano el propio Evangelio de Juan hace alusión al simbolismo de la puerta, también aplicado a María: “Yo soy la puerta, si uno entra por mí se salvará” (Jn 10, 9).


Evangelio de Juan

Son muchas las teorías que han surgido acerca de los orígenes del Cuarto Evangelio y la procedencia de su ideario, marcadamente diferente al resto. La tradición que recoge tanto la autoría del Cuarto Evangelio como de tres epístolas y el libro del Apocalipsis, representada por Juan Evangelista, es sin duda la más rica de la tradición cristiana y la que más obras de arte ha inspirado en el mundo occidental. De todos los discípulos de Cristo, Juan, un pescador judío hijo de Zebedeo y de Salomé y hermano de Santiago el Mayor es llamado “el Discípulo Amado”. Es precisamente Juan, después de María Magdalena, el primero de sus apóstoles en creer en la resurrección de Cristo, no en vano se le suele representar junto a las Tres Marías en el momento de la crucifixión, el único que, además de las mujeres, no abandonó a su Maestro en el momento de su muerte. La tradición del Discípulo Amado ha sido encarnada por Juan, como también por María Magdalena, pues en ambos confluye el simbolismo de lo femenino. Juan el Evangelista era discípulo de Juan el Bautista, y cuando este último llamó a Cristo “el Cordero de Dios”, el Evangelista comenzó a seguirlo. Ahora que venimos de celebrar el solsticio de verano que conmemora precisamente a Juan el Bautista, conviene rescatar la enorme riqueza que se encierra en estos dos arquetipos encontrados en el simbolismo de los dos San Juan.

¿Qué es lo que hace que el Evangelio de Juan destaque sobre los otros tres evangelios llamados “sinópticos”? El Evangelio de Juan utiliza un lenguaje poético de elevada altura, allí donde los textos de Mateo, Marcos y Lucas solamente tratan de narrar los acontecimientos de la vida de Cristo, Juan invita a la vivencia de la revelación del Verbo de Dios hecho carne, invita a una contemplación mística de la vida de Jesús. Según algunos escritores antiguos, Juan pretendió escribir un Evangelio espiritual con idea de completar los tres Evangelios sinópticos. El Apocalipsis relata la revelación de Dios a San Juan mediante un género literario muy similar a algunos textos proféticos del Antiguo Testamento. Al revés de lo que mayoritariamente se ha trasladado en nuestra visión actual del mundo, el término  “Apocalipsis” no hace alusión a la destrucción, sino a la revelación. Es por esto que el Apocalipsis puede ser considerado un libro profético. Según la tradición, Juan escribe el Apocalipsis en la isla griega de Patmos, anteriormente había sido enviado a Roma donde lo sumergieron en aceite hirviendo y sobrevivió de forma milagrosa, siendo el único de los apóstoles que no muere martirizado. Finalmente, regresó a Éfeso donde murió.



Gnosticismo

A pesar del contexto plenamente judío en el que se desarrolló el cristianismo y la inclusión del Antiguo Testamento en su canon bíblico, a menudo se ha extendido una mayor vinculación del texto de Juan con el gnosticismo que con el judaísmo palestino. Sin embargo, cabe apuntar que el gnosticismo clásico que nos ha llegado a través de los comentarios hostiles de los Padres, pertenece al siglo II, momento en el que el Evangelio ya estaba escrito. La hipótesis gnóstica para explicar el Evangelio de Juan resulta hoy frágil e innecesaria, ya que en el propio judaísmo palestino del siglo I es posible encontrar su base vital. Y, en todo caso, para hablar de influencias gnósticas, cabría hablar de un pre-gnosticismo judío. Los hallazgos, en 1945, de los manuscritos coptos del siglo II, denominados Biblioteca de Nag Hamaddi, nos dan cuenta de una biblioteca de escritos gnósticos que contiene 51 obras de las que 6 eran copias de obras conocidas, 6 eran duplicados dentro de la misma colección y 41 eran obras nuevas, no conocidas anteriormente. El hallazgo incluía el Evangelio de Tomás, el Evangelio de la Verdad, un Tratado sobre la Resurrección, el Evangelio de Felipe, La Sabiduría de Jesucristo, el Apocalipsis de Santiago, Carta de Pedro a Felipe, Sobre el Origen del Mundo, y otros escritos. En este ambiente cultural gnóstico, el Evangelio de Juan estaría ya totalmente fuera de lugar, de hecho la mayoría de los gnósticos veían al enemigo de su gnosis en el Dios de los judíos, y consecuentemente, rechazaban su libro, el Antiguo Testamento.

Según Bultmann, las fuentes utilizadas por el evangelista (por ejemplo los Discursos de Revelación) pertenecerían a un autor gnóstico, y serían posteriormente cristianizadas por Juan. Este autor trata de reconstruir la fuente gnóstica antes de su cristianización, encontrando en ella un cierto dualismo, así como el mito del redentor, un camino de salvación concebido como gnosis o conocimiento. Bultmann pretendía haber encontrado trazas de este gnosticismo en las Odas de Salomón y en los escritos mandeos, una secta bautista que aún pervive en Mesopotamia. Aunque puede ser que esta secta haya tenido sus orígenes en Palestina en el siglo I, sin embargo el gnosticismo, más que un antecedente del cristianismo, es un fenómeno surgido en el seno del cristianismo.


Helenismo

Por otro lado, uno de los datos que en el ideario popular se olvida al hablar de la Biblia, es que los textos del Nuevo Testamento están escritos en griego. Resulta evidente, por tanto, que el cristianismo nace de padres judíos y griegos. Confluyen en él, por un lado la lengua hebrea y aramea propia del judaísmo y por otro lado, la lengua griega del helenismo que tan profundamente había penetrado en el mundo palestino ya en época de Jesús. Toda la literatura intertestamentaria, así como la literatura de Qumrán, está fuertemente teñida de helenismo. Este helenismo ambiental de Palestina ha influido sin duda en el vocabulario y las ideas de Juan, como ya había influido anteriormente en las ideas y el vocabulario del propio Jesús. Siendo judío palestino es muy probable que el evangelista estuviera familiarizado con el pensamiento platónico, tal como también se expresa en el filósofo judío Filón de Alejandría. El propio prólogo del Evangelio de Juan que arranca con un marco teológico poderoso en el que presenta a Jesús como la Palabra (Logos) encarnada, coeterna con Dios y fuente de toda creación, utiliza precisamente un concepto que integra ideas tanto de la filosofía griega como de la teología judía.

En el contexto palestino del siglo I, el hervidero de movimientos escatológicos (orientados a la salvación) fue muy grande, y entre ellos, el cristianismo fue uno más. En este contexto, la cultura griega se universaliza, y es esta influencia griega la que aparece tanto en el cristianismo como en las incipientes herejías gnósticas. Sin, embargo, la gnosis “cristiana” es antibíblica y anticristiana. En el Evangelio de Tomás leemos: “Jesús dijo: El que ha conocido al mundo, ha encontrado un cadáver…” (Logion 56). Al revés de la gnosis, la Biblia ve en la creación buena un camino que lleve al descubrimiento de Dios (Sa 13,1-9; Ro 1,19-25; Jn 1:10). Y no cabe duda de que también el cristianismo adquirió una "somatofobia" o miedo o aversión al propio cuerpo o a sensaciones corporales, por influencia directa del dualismo gnóstico y no por insinuación bíblica. Pero, al contrario del gnosticismo, el cristianismo recupera la importancia del cuerpo al formular su doctrina de la "resurrección de la carne", heredera de la tradición judía. La enseñanza griega de la antropología órfico-pitagórica afirmaba que: "el cuerpo es la tumba del alma". Sôma está relacionado con el verbo sōizō, que originalmente significaba “cadáver”. Ese dualismo proveniente de los cultos mistéricos y gnósticos –a pesar de la fuerte oposición que le presentaron teólogos como Atanasio de Alejandría y Agustín de Hipona– se infiltró en amplios sectores del cristianismo, causando severas consecuencias sobre el entendimiento del cuerpo, lo que incluye una antipatía hacia la vida y un sentimiento contra la sexualidad humana, que se observaría sobre todo en el cristianismo de los últimos siglos, no así en el de la Edad Media.

Judaísmo

Aunque el surgimiento del cristianismo como religión haya provocado, tanto en judíos como cristianos, un esfuerzo marcado por diferenciarse y separarse, es importante conocer las hondas raíces judías sobre las que se asienta el cristianismo, sobre todo cuando lo que interesa (como es nuestro caso) es la comprensión esotérica y profunda de sus textos. Las 19 citas explícitas al Antiguo Testamento y las continuas alusiones insinuadas a personajes y realidades del AT nos dan un trasfondo netamente judío para el Cuarto Evangelio. Juan muestra un gran interés en presentar a Jesús como el Mesías prometido en la Escritura (1,45; 5,39.46; 7,42; 12, 13.15). Encontramos en Juan una clara herencia del judaísmo rabínico ortodoxo sumado al judaísmo heterodoxo de Qumrán, sobre todo los dualismos: luz-tinieblas, verdad-mentira, espíritu-carne. En cambio no aparece en Qumrán el dualismo joánico entre vida y muerte o abajo y arriba. En conjunto hay estrechos puntos de contacto entre el Cuarto Evangelio y Qumrán, pero es difícil probar un préstamo directo de ideas qumránicas. Basta decir que ambos nacen en un humus cultural y espiritual semejante.

Crucifixión con la Virgen, san Juan Bautista y María Magdalena a los pies de la cruz es la tabla central de un retablo de Fra Angélico, datado entre 1419 y 1424.
El tema de la Virgen María y San Juan al pie de la cruz es una representación artística común en el cristianismo, que muestra el dolor de la Virgen y el consuelo que ofrece San Juan, el Discípulo Amado, a Jesús en el momento de su crucifixión, no es casual tampoco que se represente a María Magdalena, pues también a ella se le ha relacionado con la misteriosa identidad del Discípulo Amado.



Destinatarios del Evangelio de Juan

Distinción frente a los partidarios del Bautista

Aún teniendo en cuenta el respeto profundo por la figura de Juan el Bautista en el texto de Juan, autores como Baldensperger señalan un especial interés por remarcar la jerarquía y las diferencias entre quien es mayor y quien es menor, sin que esto desvalorice al Bautista, pero con una clara intención de refutar a los partidarios de reconocer al Bautista como Mesías antes que a Jesús.“No era él la luz” (1,8-9); Jesús existía antes que él y era mayor (1,30); Juan no era el Mesías (1,20; 3,28); Juan no realizó ningún milagro (10,41). Los bautismos de Jesús no se situaban en el mismo nivel que los de Juan (4,2). Juan tenía que menguar en presencia de Jesús (3,30). Los datos relativos a los partidarios del Bautista son muy escasos. En Hch 18,5-19,7 se nos habla de unos discípulos del Bautista afincados en Éfeso. Según esto, el movimiento bautista no sólo seguiría vivo en los años cincuenta, sino que incluso había desbordado el solar palestino y se había establecido también en la diáspora. Las Recognitiones pseudoclementinas del siglo III critican también las pretensiones de estos discípulos del Bautista que predicaban que su maestro y no Jesús había sido el verdadero Mesías.

Controversia con los judíos

En el Evangelio de Juan se habla de los judíos con mucha frecuencia, según los estudios del Padre Juan Francesco Voltaggio (al que invitamos a escuchar en sus múltiples conferencias en la red), el término ‘judíos’ se menciona 71 veces en el Evangelio de Juan, superadas sólo por las 80 menciones en los Hechos de los Apóstoles, mientras que en el resto del Nuevo testamento los judíos aparecen mencionados menos de 30 veces.

La preponderancia del término ‘judíos’ tanto en Hechos de los Apóstoles como en Juan nos da cuenta del progresivo establecimiento de una diferenciación clara entre los discípulos de Jesús y los judíos, lo cual no se encuentra tan diferenciado en el caso de los Evangelios sinópticos. Los pasajes dedicados a los judíos tienen en el Cuarto Evangelio un tono polémico y en ocasiones la polémica reviste una gran aspereza (8.44-47.54-55). Sin embargo no debemos olvidar que tanto Jesús como sus discípulos pertenecían, no sólo a la etnia judía, también a la religión judía, lo cual nos obliga a hacer un esfuerzo para comprender el sentido del calificativo de judío en un contexto en el que precisamente pareciera innecesario dicho calificativo. Tanto Jesús como el evangelista y muchos miembros de la comunidad joánica son étnicamente y religiosamente judíos, sin embargo, existe una confrontación clara en la manera de comprender la tradición de sus maestros. Dicha confrontación viene derivada de una comprensión de la ley excesivamente legalista, que había provocado en éstos un alejamiento de Dios en el plano esotérico. Jesús desafía la interpretación legalista de los fariseos, enfatizando el amor y la misericordia sobre la observancia rígida de la ley. Critica la forma en que los fariseos interpretan la ley, acusándolos de hipocresía y de poner cargas pesadas sobre la gente, mientras que ellos mismos no las cumplen. Jesús enfatiza que el amor al prójimo y la misericordia son el núcleo de la ley, y que su práctica es más importante que la mera observancia de los rituales. Es por este motivo por el que dice que los judíos no son de Dios (8,47), tienen otro padre que es el diablo (8,44), o son de este mundo(8,23). Según el Cuarto Evangelio la institución judía ha perdido su razón de ser, porque es un judaísmo fallido. Han abandonado al Dios vivo y han dejado de ser Israel. Cuando admitieron por rey al César para librarse de Jesús (19,15) contradijeron los valores más profundos del judaísmo (1 S 8,7; Is 26,13).

El uso de la palabra ‘judíos’ en el Evangelio de Juan no es uniforme, sino que su significado varía en relación al contexto, éste es un factor clave en el texto de Juan, caracterizado por un vocabulario relativamente pobre pero rico en profundidad de significados. Si partimos de que el propio Evangelio de Juan comienza diciéndonos que en el principio fue el Verbo, el logos o la razón, ya tenemos algunas claves para entender que cualquier palabra que encontremos en el texto no puede ser entendida con un significado unívoco, sino que debe ser comprendida dentro de su contexto, y aunque esta particularidad del lenguaje sea universal y aplicable a cualquier redacción como a cualquier expresión oral, no resulta baladí que se ponga especial énfasis a la hora de no olvidar las jerarquías. No es superfluo recordar que ninguna palabra tiene un significado independiente y único, y por tanto no se puede permitir el lujo de prescindir de su relación con el resto de palabras.

El evangelista enmarca los principales eventos de la vida de Jesús en las festividades judías, centrando especialmente su atención en la fiesta más sentida e importante de su tiempo, la fiesta de Sucot, de las Tiendas o de los Tabernáculos. La tradición joánica es decididamente israelí, pues utiliza muchos términos en hebreo y en arameo, los estudiosos nos hablan de que esta tradición debió haberse desarrollado antes del año 70 (en el que tuvo lugar la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén), aunque la redacción misma del Evangelio pudo haber tenido lugar en esos años. El autor del Cuarto Evangelio demuestra conocer bien la topografía de Jerusalén antes del 70, así como las fiestas y el culto en el templo o las reglas de pureza judía (Jn 2,6). El evangelista conoce el tiempo judío en tiempos de Jesús, pues tambien lo sitúa acudiendo en peregrinación a Jerusalén para celebrar las fiestas, es allí donde se encuentra con los máximos representantes del poder judío. 

Los tiempos y los lugares sagrados para el judaísmo tienen un papel muy importante dentro del Evangelio de Juan, la tradición joánica es plenamente heredera del judaísmo, pertenece al pueblo de los patriarcas (8,37; 4,12), considerados los depositarios de la ley (5,39; 7,51-52) y de las Escrituras, que son para ellos fuente de vida (5,39). A los judíos les pertenece también el shabbat y la circuncisión (7,22-23; 5,18; 9,14), saben que Dios les habla a través de Moisés (9,29), conocen cómo será el Mesías (7,25-31; 12,34), tienen sus ordenaciones y criterios concretos (8,13-19; 11,47-50). La cristología de Juan se desarrolla recurriendo a las figuras del Siervo de Dios (Jn 15,15), el Hijo del Hombre (Jn 12,34), el Mesías (1,41; 4,25; 9,22) y otros temas muy presentes como el Espíritu, el Pastor, el Pueblo de Dios, el Testimonio o la Hora, todos ellos herederos de la tradición judía. No cabe duda de que el autor del evangelio es un judío, aunque ciertamente no escribe únicamente para judíos, y esto lo demuestra el hecho de que traduce expresiones muy conocidas en hebreo, como ‘rabí’ o ‘mesías’, palabras que no sería necesario traducir si sus destinatarios fueran exclusivamente judíos. Por ejemplo, en Juan 1,19 leemos:

Y éste es el testimonio de Juan, cuando los Judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y Levitas, que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

En estas palabras, la mención a los judíos podría entenderse como un grupo amenazante que quiere poner a prueba a Juan el Bautista, pero si tenemos en cuenta que el evangelista escribe también para gentiles no judíos, puede entenderse esta inclusión de la palabra judíos para indicar de donde proceden los sacerdotes. La necesidad de utilizar el calificativo de judíos es comprensilbe si el autor del texto tiene en mente a destinatarios que, además de judíos, son gentiles o paganos, lo cual no impide confirmar que el autor es indudablemente judío, y un judío bien versado en las Escrituras. 

Los principios de Juan son también los del judaísmo

El hecho de que el comienzo del Evangelio de Juan arranque con las mismas palabras con las que se inicia el Génesis: «En el principio», traducción de la palabra hebrea Bereshit, nos da cuenta de una marcada intención del autor, no solo como continuador de la tradición hebrea, sino también con una intención de completar o coronar dicha tradición. Los manuscritos arameos del evangelio de Juan también comienzan con esa palabra Bereshit que en griego se traduce como Arché. De esta manera, parece que lo que el apóstol Juan nos quiere comunicar es que este principio en el que Dios creó los cielos y la tierra es el Verbo de Dios.

Génesis 1,1-5

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.


Juan 1,1-5

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no la comprehendieron.

Podemos interpretar las palabras del Génesis referidas a la creación del mundo o macrocosmos, como también a la creación del hombre o microcosmos. La relación directa entre macro y microcosmos; entre el hombre y el universo, nos permite aceptar como válidas ambas interpretaciones, pues la una no es sino el reflejo exterior de la otra, siendo ambas la manifestación en distintos planos de una misma realidad. Así también, las palabras del Evangelio de Juan aluden a la creación, sin contradicción con las palabras del Génesis, pero apuntando a una Nueva Creación actualizada en el interior de cada uno, en el microcosmos en conexión con el macrocosmos. Así, la historia y los acontecimientos que atravesará la creación exterior son también la manifestación de la historia y los acontecimientos que han de atravesar las almas hasta dar a luz a Cristo. La relación directa entre el hombre y el universo es la causa de que nuestras obras y nuestro estado interior repercutan sobre todo el universo. Así, quien pronuncia el nombre de Jesucristo en su interior de alguna manera lo pronuncia sobre toda la creación y quien se acerca al Verbo y se une con Él acerca y une también a todos y a todo lo demás, y devuelve la creación al reposo del Sabbath. En el texto de Juan, la revelación de Jesucristo hace alusión, por tanto, a una interpretación interior que se ha calificado como «el sentido espiritual de la escritura hebrea, o el sentido esotérico».


Mezcla impura de judíos y gentiles

Los encuentros que tiene Jesús en el Cuarto Evangelio refieren precisamente la capacidad de quienes son considerados impuros por los judíos para creer en Él y reconocerlo como mesías y rey de los judíos. Resulta particularmente irónico que sean precisamente los impuros judíos quienes más dispuestos están a considerarlo rey de los judíos. Desde el principio en el Evangelio de Juan, Jesús es reconocido por Natanael como el rey de Israel, es este personaje también quien nos informa de un prejuicio expresado en sus palabras cuando dice: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”. Este detalle nos informa de que la ciudad de origen de Jesús tenía mala reputación, una ciudad al norte de Palestina que no figuraba en las profecías del Antiguo Testamento. Era una ciudad con una mezcla impura de judíos y gentiles. Sus habitantes eran vistos con desprecio, posiblemente porque además, en el lugar había una guarnición del ejército romano. Será también un líder romano quien, irónicamente, reconozca de manera definitiva e imborrable a Jesús como rey de los judíos, el propio Poncio Pilato:

Entonces los principales sacerdotes se opusieron y le dijeron a Pilato:
—Cambia la inscripción “El Rey de los judíos” por una que diga “Él dijo: ‘Yo soy el Rey de los judíos’”.
 —No—respondió Pilato—. Lo que he escrito, escrito está y así quedará (Jn 19,21-22).


También en el diálogo con la samaritana, una judía considerada hereje por el judaísmo oficial, Jesús le dirige estas palabras:

Vosotros adoráis lo que no conoceis; nosotros adoramos lo que conocemos: porque la salvación viene de los Judíos (Jn 4,22).

En este caso no deja de resultar polémico que un judío que se llama 'Jeshua' (pronunciación similar a la de la palabra salvación en hebreo) le diga a una samaritana (hereje del judaísmo oficial) que la salvación (jeshuá) viene de los judíos. Obviamente, el evangelio de Juan no está exento de polémica, pues la polémica era, en el contexto judío, una forma de estudio en la que se implicaba el contraste de diferentes opiniones y puntos de vista. La polémica se entendía como un debate y análisis profundo de las escrituras y la tradición, un motor para la comprensión y la interpretación de los textos sagrados. Es evidente que en el Evangelio de Juan, la fuerza polémica de ciertas expresiones hacia sus interlocutores no se puede ni se debe atenuar. Jesús dice frases muy fuertes contra los judíos. Desde el principio, el discurso de Jesús desató la perplejidad entre los líderes judíos, para algunos comentaristas como Wahlde los judíos son en el Cuarto Evangelio las autoridades religiosas, sobre todo las de Jerusalén, que se muestran hostiles a Jesús. La palabra judíos designa especialmente a las autoridades judías, poniendo de manifiesto la notable valentía de Jesús al dirigirse a una clase social alta y con poder, esta valentía es una característica clave en lo que respecta a su diferenciación de otras sectas del judaísmo.

Para otros autores como Lowe o Thyen el término “judíos” se refiere a los “judíos de Judea”, es decir los habitantes de Judea, en cuanto opuestos a los judíos de Galilea. Se trata de una referencia geográfica y no sería aplicable a todo el pueblo judío en general. La polémica de nuevo está servida, así leemos en Juan 7, 40-42:

Entonces algunos de la multitud, cuando oyeron estas palabras, decían: Verdaderamente este es el Profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Pero otros decían: ¿Acaso el Cristo ha de venir de Galilea? ¿No ha dicho la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David, y de Belén, la aldea de donde era David?

El texto de Juan es profundamente irónico, ironía que se trasluce también en estas palabras polémicas en las que de nuevo se desentiende de la potestad de la ley:

Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero (Jn 8,17).

Después dirá que sus testigos o testimonios son Él mismo y el Padre (Jn 8,18-19), de manera que uno de sus testigos se vuelve en realidad no verificable por la vista y los sentidos, pero sí por el Espíritu. Constantemente, Jesús apela a los judíos para que comprueben en el Texto Sagrado la veracidad de lo que dice, poniendo a prueba su capacidad para mirar más allá de las palabras, pues su padre es invisible, pero son los signos que Jesús hace los que testifican que es el Padre quien obra en él. Los judíos excesivamente cegados por la literalidad del texto son incapaces de ver con el corazón, y por eso constantemente les interpela a leer el texto y a escudriñar en él su verdadero sentido.

El Evangelio de Juan no pretende convertir a los judíos que considera irrecuperables, pero se dirige a los judeocristianos que estaban atravesando en esos momentos una crisis muy fuerte. Probablemente se trata de judeocristianos que viven en la diáspora y se ven amenazados con la expulsión de la sinagoga. Tienen que optar entre sus exigencias de fe en Jesús y su deseo natural de no abandonar el judaísmo. Juan menciona varias veces la expulsión de la sinagoga (12,42; 16,2). La intencionalidad última del evangelio es confirmar a los creyentes en la fe, ya se trate de judíos o de paganos. No está orientado a la conversión de los incrédulos, sino al apoyo de las crisis de la Iglesia creyente.

En 7,35 se afirma irónicamente que Jesús se va a ir a la diáspora a predicar a los griegos. El ministerio llega a su culmen en 12,20-21 con los griegos que se acercan a Jesús antes de la Pascua. Los samaritanos proclaman a Jesús salvador del mundo (4,32) y se describen como campo maduro para la cosecha (4,35). En 10,16 Jesús habla de otras ovejas que no son de ese redil, y estas palabras se refieren a la conversión de los gentiles, pues Jesús murió no sólo por la nación judía, sino para recoger a los hijos de Dios dispersos (11,52). Quizás las burlas romanas a Jesús tratándolo como rey signifiquen en el contexto de la ironía joánica una anticipación del día en que los romanos creerán en Jesús como rey.

Pero más que paganos o judíos en concreto, el evangelio de Juan se dirige a todos, a todo hombre que más allá de apariencias es capaz de ver con el corazón y no con la falsa legalidad (1,9; 12,32). La intencionalidad última del evangelio de Juan no está orientada a la conversión de los incrédulos, sino al apoyo de los creyentes, ya sean judíos o paganos.



Beato de Saint-Sever, folio 108 verso-109 recto, tercer cuarto del siglo XI, BNF, Paris

Yo, Juan, vuestro hermano, que por amor de Jesús comparto con vosotros la tribulación, me encontraba desterrado en la isla de Patmos por haber anunciado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. Caí en éxtasis un domingo y oí detrás de mí una voz potente, como de trompeta, que decía: Escribe en un libro lo que veas y mándalo a las siete iglesias: a Éfeso, a Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea (Ap 1, 9-11).