El tema artístico del hortus conclusus dentro del arte cristiano alcanzó un lugar destacado en la producción literaria e iconográfica de la Alta Edad Media. Ampliamente representado en la pintura del Gótico internacional, el huerto hermético es el espacio ocupado por María y su hijo, en un lugar apartado, aislado y paradisíaco, un vergel en plena floración en el que pueden aparecer también otras imágenes simbólicas de la plenitud de María y extraídas del Antiguo Testamento, tales como la zarza que arde pero no se consume, la puerta cerrada de la visión de Ezequiel, el pozo de agua viva, la fuente, el rosal, el ciprés, el arca... Nuestra propuesta trazará un viaje un tanto particular de (ca)ida y vuelta, a partir del cual iremos entrelazando referencias geográficas, artísticas o literarias que nos introducirán poco a poco en el tema del hortus conclusus o jardín cerrado, siguiendo la ruta que el símbolo nos invita a trazar, a través de las equivalencias espirituales y de las categorías de la intensidad y la asociación, las cuales no siempre coinciden con el orden cronológico o histórico.
“¿Quién es esta mujer que sube del desierto, recostada sobre su amado? Debajo de un manzano te desperté” (Cant 8,5).
“Yo dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, Porque mi cabeza está llena de rocío, Mis cabellos de las gotas de la noche. Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar? Mi amado metió su mano por la ventanilla, Y mi corazón se conmovió dentro de mí. Yo me levanté para abrir a mi amado, Y mis manos gotearon mirra, Y mis dedos mirra, que corría Sobre la manecilla del cerrojo. 5:6 Abrí yo a mi amado; Pero mi amado se había ido, había ya pasado; Y tras su hablar salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé. Lo llamé, y no me respondió. Me hallaron los guardas que rondan la ciudad. Me golpearon, me hirieron; Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros” (Cant 5,2-7).
Miel virgen destilan tus labios, esposa mía,Miel y leche hay debajo de tu lengua,Y la fragancia de tus vestidos es como la fragancia del Líbano.Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía,Huerto cerrado, fuente sellada.Tus renuevos son paraíso de granados,Con frutas escogidas, alheña y nardos,(Cant 4, 11-13)
La Anunciación, Leonardo da Vinci (1472-1475)
En esta obra vemos ya plenamente incluido el motivo artístico del hortus conclusus, empleado para representar uno de los atributos místicos de la Virgen María. El ángel Gabriel llega con las alas levantadas y las rodillas dobladas para anunciar a María que quedará embarazada de Dios, posándose sobre un jardín alfombrado de flores y plantas botánicamente correctas y en plena floración. María y el ángel aparecen juntos en este jardín cerrado. Detrás del ángel y la Virgen hay un parapeto bajo y gris que encierra el jardín, el hecho de que el recinto sólo se rompa donde el ángel sostiene lirios en flor (signo de pureza) nos sugiere que el lugar cerrado se abre hacia Dios mismo. Al fondo vemos también representado otro jardín/huerto, en este caso el que corresponde a las últimas horas en las que Jesucristo enfrenta la angustia de la muerte, el huerto de Getsemaní o monte de los Olivos, lugar al que se retira a orar horas antes de ser arrestado para ser conducido a la muerte. Esta unión entre el principio y el final de la vida de Jesús hace alusión al texto bíblico de Apocalipsis 1,8:
Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que hade venir, el Todopoderoso.
Treinta radios se unen en el centro;Gracias al agujero podemos usar la rueda.El barro se modela en forma de vasija;Gracias al hueco puede usarse la copa.Se levantan muros en toda la tierra;Gracias a las puertas se puede usar la casa.Así pues,la riqueza proviene de lo que existe,Pero lo valioso proviene de lo que no existe.Mira lo interno, no mires lo externo. La cavidad interna es tu ser, la cavidad interna, elvacío interno es tu ser.Lao Tse
“El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí;porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros”.
Continuando con el tema de la Anunciación, en una de las versiones que pinta Fra Angelico podemos observar que ahora es otro el jardín que se pone en relación con la escena, en este caso se trata del jardín de Edén, de donde vemos expulsados a Adán y Eva. Esta conexión con el jardín originario hace alusión a la relación que en la mitología cristiana se ha dado tradicionalmente entre la figura de María, vista como la nueva Eva, y a Cristo como el nuevo Adán. Ambos eventos están estrechamente conectados, sin uno no puede darse el otro, de ahí que en la tradición bíblica tanto el pecado como la esclavitud sean, en realidad, no un motivo de castigo, sino la vía que conduce al conocimiento. La Virgen María tuvo parte en la obra de nuestra Redención, por ello, puede afirmarse que el género humano sujeto a la muerte por causa de una virgen (Eva), se salva también por medio de una Virgen (María). El pecado que se origina con la caída es constitutivo del ser humano, y al mismo tiempo el que enciende el anhelo de superación, simbolizado por Cristo tras su muerte y resurrección, haciendo alusión a un ciclo cósmico similar al que nos traslada el símbolo del taoísmo del yin y el yang o el ouróboros alquímico, ambos hacen alusión a la manifestación dual de la materia. Podríamos ver a Eva como la semilla de oscuridad en la luz, mientras que María simbolizaría la semilla de luz en la oscuridad. María es vista como la nueva Eva pero también como el nuevo Paraíso, pues Dios la toma para engendrar en su seno a Jesucristo, allí fue formado y alimentado durante nueve meses el nuevo Adán.
«Así son para nosotros las Escrituras del Señor: engendran la verdad y permanecen vírgenes porque los misterios de la verdad permanecen ocultos. Ha dado a luz y no ha dado a luz, dice la Escritura, porque concibió de sí misma y no ayudada por la unión de una pareja.» (Clemente de Alejandría. Stromata VI-VIII. Vida intelectual y religiosa del cristiano).
El Jardín del Paraíso es una de las primeras pinturas en la que las plantas se representan de manera realista. Todas se reconocen fácilmente y han sido objeto de estudio (aguileña, verónica, Fragaria, Alchemilla, Bellis perennis, alhelí del campo, hierba doncella, trébol, lirios, leucojum vernum, Convallaria majalis, malva, margarita, dianthus, Paeonia officinalis, rosa, hierba centella, iris, mostaza, ortiga roja, violeta, plantago, crisantemo, aster, Hypericum, Matthiola), algo que hemos visto que Leonardo repetirá en su pintura de la Anunciación. La rosa era la flor de la Virgen al igual que las azucenas y las margaritas, el lirio simbolizaba la castidad, la violeta la humildad, la manzana estaba relacionada con el pecado original. Pero un detalle que no siempre se aprecia en esta obra es que incluso en el lugar más libre de pecado hay un espacio para el demonio, así aparece también representado en esta obra a los pies del arcángel Miguel un pequeño demonio negro. Si bien la fuente bibliográfica probablemente haya sido, como hemos comentado en otras entradas, “El Cantar de los Cantares”, no podemos dejar de hacer mención a una obra cuya influencia en la época debió ser notable. Se trata de otro jardín medieval, el “Hortus Deliciarum” de Herrada de Landsberg, una monja alsaciana del siglo XII que llegó a ser madre abadesa de la abadía de Hohenburg o del monte Saint Odile en la región de los Vosgos. Este “Jardín de las delicias” (primera enciclopedia de la que se tiene noticia escrita por una mujer) se convirtió en uno de los manuscritos iluminados más célebres de su época ofreciendo, no solo a las pupilas de abadías y conventos de Centroeuropa sino también a artistas de toda condición, un precioso inventario de imágenes y significados del concepto de “paraíso terrenal”.
Otra fascinante obra del gótico internacional es La Tebaida (1410), de Gherardo Starnina. Representa la vida de los primeros ermitaños cristianos que vivían en el desierto de Tebas, en Egipto. Aparece una comunidad de anacoretas en los diversos momentos de su actividad, en las que las construcciones pequeñas y exactas se convierten en un pequeño jardín cerrado, a la medida del cuerpo de cada soledad y de cada vacío interior. Las escenas se refieren a los momentos de oración, trabajo y diversas ocupaciones, sin faltar los momentos en que los monjes luchan contra las tentaciones representadas por animales y personajes varios. Todo se desarrolla en un paisaje minucioso, constituido por rocas, árboles, ermitas, ríos, y pequeñas construcciones interiores que albergaban a los eremitas, y en donde no faltaba ese espacio de huerto cerrado y fortaleza interior, con naves de velas desplegadas formando un conjunto extraño, de luz crepuscular.
En la escena final de Nostalgia también se unen, como en la pintura de la Anunciación de Leonardo, principio y final, origen y destino, pues vemos la casa de la infancia rusa en la que creció el protagonista (el propio autor) junto con las ruinas de una gran catedral italiana, lugar al que llega tras el exilio, que no es otro que la caída del paraíso original o su equivalente espiritual de la destrucción del templo de Jerusalén.
Otro cineasta que ha tenido muy presente la necesidad de ahondar en la búsqueda trascendental es Dreyer, su cine ahonda profundamente en la búsqueda espiritual de los orígenes, en sus personajes femeninos podemos observar la más grande de las riquezas y complejidades humanas, para Dreyer el rostro humano se convierte en un paisaje de la interioridad misma. Es un cineasta que siempre ha tenido presente que una persona es una intimidad y que sólo puede ser comprendida desde dentro. Tanto en el corto dedicado a las iglesias rurales como en Un castillo dentro de un castillo, analiza, a través de las diferentes reformas o etapas constructivas esas segundas pieles, que en el caso del castillo de Kronborg se descubrió que se conservaba en su interior otro castillo anterior al siglo XV. Mediante el uso de maquetas, Dreyer desmenuza la estructura pasada y presente del castillo de una forma muy didáctica. Nos parece interesante aludir a este simbolismo de las capas que se superponen como si de numerosas pieles estuviéramos constituidos, como si la fortaleza exterior nos hablase de la fortaleza interior y en ese camino entre uno y otro no hubiera más que necesidad vital de destruir unos muros viejos para construir otros nuevos.
El escaso interés que despertó en España el cine de Dreyer da que pensar acerca de esa brecha que hoy se hace especialmente irreconciliable entre la intelectualidad y la espiritualidad modernas, como si justamente la cultura católica hubiera alejado más la experiencia de lo sagrado, como si justamente la ideología de género haya conseguido alejar más si cabe la reconciliación o el encuentro entre los dos polos opuestos, masculino y femenino.
Entonces los judíos respondieron y le dijeron: Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras? 19 Jesús respondió y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. 20 Entonces los judíos dijeron: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días? (Juan 2:18-20)