Hortus conclusus - simbolismo del jardín cerrado(I)


Hortus conclusus. Dierick Bouts (1420-1475)

El tema artístico del hortus conclusus dentro del arte cristiano alcanzó un lugar destacado en la producción literaria e iconográfica de la Alta Edad Media. Ampliamente representado en la pintura del Gótico internacional, el huerto hermético es el espacio ocupado por María y su hijo, en un lugar apartado, aislado y paradisíaco, un vergel en plena floración en el que pueden aparecer también otras imágenes simbólicas de la plenitud de María y extraídas del Antiguo Testamento, tales como la zarza que arde pero no se consume, la puerta cerrada de la visión de Ezequiel, el pozo de agua viva, la fuente, el rosal, el ciprés, el arca... Nuestra propuesta trazará un viaje un tanto particular de (ca)ida y vuelta, a partir del cual iremos entrelazando referencias geográficas, artísticas o literarias que nos introducirán poco a poco en el tema del hortus conclusus o jardín cerrado, siguiendo la ruta que el símbolo nos invita a trazar, a través de las equivalencias espirituales y de las categorías de la intensidad y la asociación, las cuales no siempre coinciden con el orden cronológico o histórico.

Hortus conclusus, atributo místico de la Virgen María

Santuario mariano dedicado a Nuestra Señora del Huerto

A diez kilómetros de Jerusalén y a corta distancia de Belén, existe un pequeño oasis rodeado por un árido desierto, en el lugar denominado por los árabes Urthas, que es el antiguo Etham de la Biblia, el sitio más ameno y fértil de toda Judea. Allí existe un santuario mariano dedicado a Nuestra Señora del Huerto, el lugar mismo en donde, según la tradición, el rey Salomón habría compuesto el «Cantar de los Cantares», obra que recoje por primera vez el concepto de hortus conclusus (jardín cerrado) como atributo de la amada o metáfora de la esposa, y que más tarde será aplicado a la Virgen María. En este lugar se encuentran también los famosos “estanques de Salomón”, que antiguamente proporcionaban agua a Jerusalén por medio de un acueducto. Además de los estanques, se encuentra también la fuente sellada y el huerto cerrado, cerrado materialmente por las montañas altísimas que lo circundan. Entre el jardín del Edén y la ciudad jardín de la nueva Jerusalén están las ciudades construidas por los seres humanos. La primera ciudad fue construida por el primer asesino, Caín (Gen 4,17). En el jardín de los amantes se inicia el movimiento de resistencia a las crueldades de la ciudad.
El Cantar de los cantares es una llamada a la rebelión a quienes conocen las pasiones del amor. El espacio en el que los amantes se encuentran siempre se transforma en jardín. Incluso si el encuentro acontece en el corazón de la ciudad o en el campo bajo un manzano.

Las jóvenes se preguntan por tercera vez (Cant 3,6; 6,10) “¿Quién es esta mujer que sube del desierto, 
recostada sobre su amado? 
Debajo de un manzano te desperté” (Cant 8,5).

“Yo dormía, pero mi corazón velaba. 
Es la voz de mi amado que llama: 
Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, 
Porque mi cabeza está llena de rocío, 
Mis cabellos de las gotas de la noche. 
Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? 
He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar? Mi amado metió su mano por la ventanilla, 
Y mi corazón se conmovió dentro de mí.
Yo me levanté para abrir a mi amado, 
Y mis manos gotearon mirra, 
Y mis dedos mirra, que corría 
Sobre la manecilla del cerrojo. 
5:6 Abrí yo a mi amado; 
Pero mi amado se había ido, había ya pasado; 
Y tras su hablar salió mi alma. 
Lo busqué, y no lo hallé. 
Lo llamé, y no me respondió. Me hallaron los guardas que rondan la ciudad. 
Me golpearon, me hirieron; 
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros” (Cant 5,2-7).

Miel virgen destilan tus labios, esposa mía,
Miel y leche hay debajo de tu lengua,
Y la fragancia de tus vestidos es como la fragancia del Líbano.
Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía,
Huerto cerrado, fuente sellada.
Tus renuevos son paraíso de granados,
Con frutas escogidas, alheña y nardos,
(Cant 4, 11-13)

 

Iglesia de San Bartolomé en el Monte Oliveto, en un rincón del tejido histórico de Florencia, en este lugar Leonardo da Vinci pintó "La Anunciación"

Y de un extremo a otro del Mediterráneo, nos dirigimos ahora a la iglesia de San Bartolomeo, situada en el monte Oliveto, una colina a las afueras de Florencia que debe su topónimo no a los famosos cultivos de olivos, que también los tiene, sino a su antigua vocación espiritual. Fué fundada en 1334 por un monje benedictino de la abadía del Monte Oliveto Maggiore, y es muy rica en importantes testimonios artísticos, entre ellos la Anunciación de Leonardo, pintada en su interior entre 1472-1475 y trasladada en 1866 a la Gallería degli Uffizi.


La Anunciación, Leonardo da Vinci (1472-1475)


En esta obra vemos ya plenamente incluido el motivo artístico del hortus conclusus, empleado para representar uno de los atributos místicos de la Virgen María. El ángel Gabriel llega con las alas levantadas y las rodillas dobladas para anunciar a María que quedará embarazada de Dios, posándose sobre un jardín alfombrado de flores y plantas botánicamente correctas y en plena floración. María y el ángel aparecen juntos en este jardín cerrado. Detrás del ángel y la Virgen hay un parapeto bajo y gris que encierra el jardín, el hecho de que el recinto sólo se rompa donde el ángel sostiene lirios en flor (signo de pureza) nos sugiere que el lugar cerrado se abre hacia Dios mismo. Al fondo vemos también representado otro jardín/huerto, en este caso el que corresponde a las últimas horas en las que Jesucristo enfrenta la angustia de la muerte, el huerto de Getsemaní o monte de los Olivos, lugar al que se retira a orar horas antes de ser arrestado para ser conducido a la muerte. Esta unión entre el principio y el final de la vida de Jesús hace alusión al texto bíblico de Apocalipsis 1,8:

Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha
de venir, el Todopoderoso.

La idea principal del cuadro y especialmente asociada a María como huerto cerrado, es la unión de fertilidad e inviolabilidad. El jardín es símbolo del claustro que guarda la cualidad femenina por excelencia: la virginidad. María simboliza el misterio del vaciamiento virginal unido a la plenitud del amor como madre, representa la oposición por la cual permanecer en el vacío es la clave para engendrar la plenitud, de igual manera que, desde el punto de vista espiritual, también la eternidad puede comenzar a realizarse en el tiempo.

En los textos sagrados todo aquello que no es posible desde el punto de vista físico se vuelve posible desde el espiritual. El sentido interior que simboliza la Virgen María es necesidad de unión, de metaforización, de comprensión, de transformación. Con respecto al vaciamiento interior que simboliza la virginidad, es interesante comprobar cómo también otras filosofías orientales han destacado el papel primordial del principio femenino; al establecer lazos y puentes entre unas y otras, se vuelve más compresible también nuestra propia cultura.

Treinta radios se unen en el centro;
Gracias al agujero podemos usar la rueda.
El barro se modela en forma de vasija;
Gracias al hueco puede usarse la copa.
Se levantan muros en toda la tierra;
Gracias a las puertas se puede usar la casa.
Así pues,
la riqueza proviene de lo que existe,
Pero lo valioso proviene de lo que no existe.
Mira lo interno, no mires lo externo. La cavidad interna es tu ser, la cavidad interna, el
vacío interno es tu ser.
Lao Tse

La interioridad de la que habla Lao Tse en estos textos ha sido también un eje central en todo el cristianismo, como podemos entrever por esta frase en Lc 17, 20-25:

“El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí;
porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros”.

 

La Anunciación, Fra Angelico

Anunciación (1425 - 1426) Fra Angélico (Museo del Prado de Madrid)

La Anunciación. Fresco en el Convento de San Marcos, en Florencia (1440-1445). Fra Angélico

Otra escena de la Anunciación pintada por Fra Angélico en uno de los pasillos que da acceso a las celdas del Convento de San Marcos. En esta pintura mural rompe con la iconografía anterior, acentuando el espacio cerrado sobre el jardín, de manera que se potencia el misticismo, el propicio para la contemplación, la oración y la meditación que los monjes realizaban en sus celdas. En lugar de la ploma del Espíritu Santo aparece ahora la llama ardiente sobre la cabeza del ángel.


Continuando con el tema de la Anunciación, en una de las versiones que pinta Fra Angelico podemos observar que ahora es otro el jardín que se pone en relación con la escena, en este caso se trata del jardín de Edén, de donde vemos expulsados a Adán y Eva. Esta conexión con el jardín originario hace alusión a la relación que en la mitología cristiana se ha dado tradicionalmente entre la figura de María, vista como la nueva Eva, y a Cristo como el nuevo Adán. Ambos eventos están estrechamente conectados, sin uno no puede darse el otro, de ahí que en la tradición bíblica tanto el pecado como la esclavitud sean, en realidad, no un motivo de castigo, sino la vía que conduce al conocimiento. La Virgen María tuvo parte en la obra de nuestra Redención, por ello, puede afirmarse que el género humano sujeto a la muerte por causa de una virgen (Eva), se salva también por medio de una Virgen (María). El pecado que se origina con la caída es constitutivo del ser humano, y al mismo tiempo el que enciende el anhelo de superación, simbolizado por Cristo tras su muerte y resurrección, haciendo alusión a un ciclo cósmico similar al que nos traslada el símbolo del taoísmo del yin y el yang o el ouróboros alquímico, ambos hacen alusión a la manifestación dual de la materia. Podríamos ver a Eva como la semilla de oscuridad en la luz, mientras que María simbolizaría la semilla de luz en la oscuridad. María es vista como la nueva Eva pero también como el nuevo Paraíso, pues Dios la toma para engendrar en su seno a Jesucristo, allí fue formado y alimentado durante nueve meses el nuevo Adán.




Pequeño jardín del paraíso (1410)

Pequeño jardín del paraíso. Obra anónima atribuida a un pintor alemán conocido como Maestro del Paraíso de Fráncfort o Maestro del Jardín del Paraíso (1410)

A diferencia de las otras obras, vemos en esta pintura que el tema del jardín cerrado es una tipología con entidad propia, no se trata aquí de narrar una escena bíblica, sino de representar un estado espiritual mental, no es casual que se represente siempre a la Virgen María en un momento de introspección y de lectura, la pureza que simboliza está en estrecha relación con la virginidad intelectual por la cual es posible cuidar un espacio interior que, precisamente por ser cerrado, facilita la apertura mental que da lugar a la pregunta y al cuestionamiento de la realidad. El Jardín del Paraíso es una de las primeras pinturas en la que las plantas se representan de manera realista. Todas se reconocen fácilmente y han sido objeto de estudio, algo que hemos visto que Leonardo repetirá en su pintura de la Anunciación. La rosa era la flor de la Virgen al igual que las
azucenas y las margaritas, el lirio simbolizaba la castidad, la violeta la humildad, la manzana estaba relacionada con el pecado original. Pero un detalle que no siempre se aprecia en esta obra es que incluso en el lugar más libre de pecado hay un espacio para el demonio, así aparece también representado en esta obra a los pies del arcángel Miguel un pequeño demonio negro. 

Clemente de Alejandría habla de las Escrituras Sagradas empleando los mismos atributos propios de la Virgen María:

«Así son para nosotros las Escrituras del Señor: engendran la verdad y permanecen vírgenes porque los misterios de la verdad permanecen ocultos. Ha dado a luz y no ha dado a luz, dice la Escritura, porque concibió de sí misma y no ayudada por la unión de una pareja.» (Clemente de Alejandría. Stromata VI-VIII. Vida intelectual y religiosa del cristiano).

Según nos dice Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos, el jardín es el ámbito en que la naturaleza aparece sometida, ordenada, seleccionada, cercada, por ello constituye un símbolo de la consciencia frente a la selva (inconsciente), como también la isla ante el océano. El jardín es también atributo y símbolo del cuerpo femenino, representa el lugar sensual por excelencia para las escenas amorosas en cualquier periodo histórico.


La Tebaida de los Ermitaños, Gherardo Starnina (1410)


Otra fascinante obra del gótico internacional es La Tebaida (1410), de Gherardo Starnina. Representa la vida de los primeros ermitaños cristianos que vivían en el desierto de Tebas, en Egipto. Aparece una comunidad de anacoretas en los diversos momentos de su actividad, en las que las construcciones pequeñas y exactas se convierten en un pequeño jardín cerrado, a la medida del cuerpo de cada soledad y de cada vacío interior. Las escenas se refieren a los momentos de oración, trabajo y diversas ocupaciones, sin faltar los momentos en que los monjes luchan contra las tentaciones representadas por animales y personajes varios. Todo se desarrolla en un paisaje minucioso, constituido por rocas, árboles, ermitas, ríos, y pequeñas construcciones interiores que albergaban a los eremitas, y en donde no faltaba ese espacio de huerto cerrado y fortaleza interior, con naves de velas desplegadas formando un conjunto extraño, de luz crepuscular.

Otra versión de la Anunciación de Fra Angélico en la que se potencia el misticismo de la arquitectura interior frente al espacio mítico del jardín primordial




Pero además de las referencias a la tipología propiamente clásica del hortus conclusus, nos gustaría también traer alguna referencia moderna, en la que el simbolismo se enriquece y adquiere nuevas capas de significados sin perder conexión con el origen.


Fotograma de Nostalgia (1983), Andrei Tarkovsky

En la escena final de Nostalgia también se unen, como en la pintura de la Anunciación de Leonardo, principio y final, origen y destino, pues vemos la casa de la infancia rusa en la que creció el protagonista (el propio autor) junto con las ruinas de una gran catedral italiana, lugar al que llega tras el exilio, que no es otro que la caída del paraíso original o su equivalente espiritual de la destrucción del templo de Jerusalén.

Fotograma de Un Castillo dentro de un castillo (1955), Carl Theodor Dreyer

Otro cineasta que ha tenido muy presente la necesidad de ahondar en la búsqueda trascendental es Dreyer, su cine ahonda profundamente en la búsqueda espiritual de los orígenes, en sus personajes femeninos podemos observar la más grande de las riquezas y complejidades humanas, para Dreyer el rostro humano se convierte en un paisaje de la interioridad misma. Es un cineasta que siempre ha tenido presente que una persona es una intimidad y que sólo puede ser comprendida desde dentro. Tanto en el corto dedicado a las iglesias rurales como en Un castillo dentro de un castillo, analiza, a través de las diferentes reformas o etapas constructivas esas segundas pieles, que en el caso del castillo de Kronborg se descubrió que se conservaba en su interior otro castillo anterior al siglo XV. Mediante el uso de maquetas, Dreyer desmenuza la estructura pasada y presente del castillo de una forma muy didáctica. Nos parece interesante aludir a este simbolismo de las capas que se superponen como si de numerosas pieles estuviéramos constituidos, como si la fortaleza exterior nos hablase de la fortaleza interior y en ese camino entre uno y otro no hubiera más que necesidad vital de destruir unos muros viejos para construir otros nuevos.
El escaso interés que despertó en España el cine de Dreyer da que pensar acerca de esa brecha que hoy se hace especialmente irreconciliable entre la intelectualidad y la espiritualidad modernas, como si justamente la cultura católica hubiera alejado más la experiencia de lo sagrado, como si justamente la ideología de género haya conseguido alejar más si cabe la reconciliación o el encuentro entre los dos polos opuestos, masculino y femenino.


El jardín del amor (1951), Remedios Varo

Papilla estelar (1958), Remedios Varo



En la pintura de Remedios Varo están muy presentes las arquitecturas, como refugios, fortalezas, torres de un castillo con almenas, habitaciones, laberintos, templos que albergan en su mayoría a personajes femeninos. En el recinto cerrado que aparece en "Papilla estelar" vemos como la chimenea en lugar de expulsar humo recoge el polvo de estrellas del exterior para transformarlo a través de su feminidad, simbolizada por la luna. El templo, desde un punto de vista simbólico, es la fijación de la esencia espiritual a la materia, el templo es símbolo del cuerpo, y el cuerpo/templo originario del que todo ser humano proviene es el de una mujer. 

Entonces los judíos respondieron y le dijeron: Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras? 19 Jesús respondió y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. 20 Entonces los judíos dijeron: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días? (Juan 2:18-20)