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domingo, 14 de agosto de 2022

Saturno





En los días de mucho calor, las noches son un verdadero paraíso donde poder respirar y dejarse envolver por la suave oscuridad. Salir a caminar, a observar cómo la gran luna que vemos estos días en los cielos es también ella observadora, un poco celosa, de la danza de Perseidas que transcurre en el extrarradio nocturno del cielo, es en realidad un camino de puertas abiertas hacia el asombro. No en vano la luna trata de afearles el espectáculo robándoles protagonismo a las Perseidas y de paso también un poco de luz al sol, para abrirnos paso entre las sombras de la noche. Pero es que Perseo, constelación que has de buscar en el cielo para orientar tu mirada y situarte en primera fila del espectáculo, es el caballero nacido de la lluvia de oro, él es el fruto del encuentro entre el espíritu y la materia, lo sutil y lo corpóreo; nadie como él sabe mejor de dónde vienen y a donde se dirigen estas lágrimas de agosto y de San Lorenzo que parecen caer sobre nuestras cabezas, para quien tenga el valor de dejarse tocar por ellas.

Noche de viernes 12 y madrugada de sábado 13, todo parece conducir hacia el 'monte do Cristo', tras un intento fracasado de acudir a una montaña más alta, el destino quiso traernos al lado de casa, para mostrarnos algo bien diferente de lo que yo pensaba encontrar. Podrían describirse como ángeles caídos del cielo, aunque para el común de los mortales, serían solo dos incautos más, acudiendo a la tenue llamada de las estrellas. 

Allí nos dirigimos Pepe (otro de mis ángeles de la guarda en Doncos), Barri (su perro) y yo, a una mesa que él mismo construyó a partir de una antigua lápida sobre grandes troncos de castaño. Una gran extensión cubierta de retamas, que se abre a la luz del manto y majestuoso celeste, la mesa marca el punto de encuentro, de confluencia y de reunión. A ella acudimos los convocados, el primero en llegar, tumbado sobre la mesa y mirando al cielo, nos asusta tanto como nosotros a él, pues llegamos sin linternas, y lo que parecía que sería una bestia negra encaramada en la mesa era en realidad un hombre tumbado mirando al cielo. Grata sorpresa, sobre todo después de los fallidos intentos de convencer a otros incautos para acompañarnos. Él es Tomás y en lugar de física, le hubiera gustado estudiar astrofísica (en ésta, como en el resto de ciencias, los límites no están claros), algo en su interior lo empuja cada noche a este monte para observar los astros sin los cuales la física no existiría, porque la física sin astros no es nada, como tampoco lo es la tierra sin el cielo. Nos unimos a él, tumbándonos en el silencio del suelo, interrumpido de vez en cuando por una cálida conversación de miradas al cielo. El canto de los grillos y el gozo de Barri tratan de contagiarnos algo de su felicidad plena.

Contentos por haber pescado alguna que otra fugaz y sutil estrella, aparece después de un rato el cuarto convocado. Carmelo, amante de los pájaros y cargado con un telescopio que suele usar para observarlos, llega dispuesto a descubrir si ese planeta que tanto brilla en el cielo es (como nosotros creímos) Venus o es en realidad Júpiter. Después de montar rápidamente el instrumento de la magia, se dispone a apuntar, en prioridad de cercanía, a la luna primero (no vaya a ser que se moleste) y después directamente a Venus, que resulta ser finalmente Júpiter, lo reconocemos por sus cuatro lunas (visibles para nosotros, aunque sabemos que tiene más). De los llamados planetas exteriores o gigantes gaseosos, Júpiter es el que está más cerca del Sol, por eso y por su enorme tamaño es que lo podemos ver como uno de los más brillantes en el cielo. El siguiente objetivo será ese otro puntito pequeño que se ve a lo lejos, cerca de la luna y que no produce destellos como el resto de estrellas. 



Es así como, siguiendo el rastro de las Perseidas, me encontré con la maravillosa imagen de los anillos de Saturno, grabada ya a fuego para siempre en mis pupilas. El padre de todos los mitos, gran mago de la oscuridad, sol negro, resplandor púrpura. Algo me dice que siguen hablando, los oigo charlar sobre diferentes temas de actualidad, sin substancia. Temas vacíos, para así poder dejar espacio en la mente al infinito de Saturno.

Son muchas las mitologías ancestrales que nos hablan de Saturno como nuestro primer y anterior sol, ciclo previo de creación y destrucción, simiente de la nueva vida. Cuando no existía el día ni la noche, hubo un tiempo en el que la Tierra formaba un pequeño sistema en movimiento espiral junto con Venus y Marte, alrededor de Saturno. Tras un gran impacto entre Saturno y el Sol los tres planetas pasarían a formar parte del nuevo sistema regido por el nuevo Sol, nacimiento de la Edad Dorada. Se le solía representar con una hoz o guadaña, que usó como arma para castrar y destronar a su padre, Urano. En Atenas se celebraba el duodécimo día de cada mes una fiesta llamada Cronia en honor a Crono, para celebrar la cosecha, sugiriendo que, como resultado de su relación con la virtuosa Edad Dorada, seguía presidiendo las cosechas como patrón.

Es el dios original, Saturno para los romanos, Baal para los fenicios, Shamash para los acadios, Osiris para los egipcios, Cronos para los griegos, Él para los cananeos, Brahma en la India, Marduc para los babilonios…

Las saturnales se celebraban en el Imperio romano en honor al dios Saturno, durante el solsticio de invierno, coincidiendo con las fiestas de la embriaguez de Babilonia, rito de celebración del renacimiento del nuevo año, las casas se decoraban con vegetación, se encendían velas, y se permitía la subversión de los órdenes habituales, en un ambiente carnavalesco.

Como nos explica Raimon Arola en la revista de arte y simbolismo ARSGRAVIS:

En los prolegómenos del mito de sucesión, la santa mitología de los griegos narra un pasaje cruel e incomprensible en el que Saturno castra a su padre, Cielo, y que éste, a su vez, es castrado por su hijo, Júpiter, siendo su miembro reproductor arrojado a la tierra. En los libros alquímicos se explica el significado de este relato fantástico; es un modo de enseñar cómo se trasmite la semilla divina a la tierra de los hombres o, dicho de otro modo, cómo el espíritu de los mundos busca fijarse y condensarse en un lugar, el «lugar terrible» que Jacob conoció gracias a su experiencia iniciática.

La leyenda del rey egipcio Osiris se refiere al mismo misterio. El hermano de Osiris, Tifón, cuyo corazón desbordaba envidia, decidió matar al rey para ocupar su lugar. Mediante un engaño lo encerró en un ataúd, es decir, dio medida a lo inconmensurable, encerrando al alma del mundo en las tinieblas de la muerte. Cuando Basilio Valentín titula a la serie de grabados que analizamos, «La operación del misterio filosófico», se refiere a dónde y cómo puede encontrarse la semilla del oro celeste, enterrada en la estrechez y angustia del mundo caído a fin de que resucite y pueda, a su vez, ayudar a sus hermanos.

«Cuando nació Osiris una luz gritó por toda la tierra: El Señor de todo sale a la luz. Y una mujer se llenó de inspiración divina y salió corriendo, gritando: Ha nacido el rey Osiris.» Versión de M. A. Murray de la leyenda de Isis y Osiris. En la Biblioteca de Cuentos Maravillosos de la editorial Olañeta.


El Saturno Mitológico se exiló en Roma, y el poeta Ovidio escribió en “Fasti” 1-235-238:

“(…) En esta tierra Saturno fue recibido, cuando fue expulsado por Júpiter del ámbito celestial; por esto el nombre del pueblo Saturnino, usada durante mucho tiempo por nuestra gente, y también esta tierra se llamó Latium, porque aquí el dios se escondió.”

Ciertamente, de acuerdo con la etimología Antigua la misma palabra Latium (moderno Lazio, de ahí Latin, etc.) viene de latere, “estar escondido”, y se refiere a Saturno.

Capítulo 28 del libro The Bright Side of Saturn, de Carlos Cardoso Aveline, traducción del teósofo Juan Pedro Bercial.

 

Saturno es el sexto planeta desde el Sol, su día - el 'Saturn-day' - o sábado, es el sexto día de la semana. Es un planeta único, no solo por sus anillos, también por un extraordinario hexágono en su polo norte que muta de color con el cambio de las estaciones y gira en sentido antihorario, una misteriosa perturbación atmosférica de 30.000 km. de longitud conocida desde 1981, pero que parece confluir con el significado que nuestros antepasados le dieron a este planeta. El hexágono es la figura geométrica que tiene 6 lados, 6 ángulos y 6 triángulos en su interior, por lo que se la asocia con el número de la Bestia, el 666. Las abejas (sagradas para los egipcios y presentes en simbología masónica) construyen celdas hexagonales en sus colmenas, geometría sagrada. Acaso todos los átomos del Universo no están conectados y es por eso que resonamos a través de los símbolos. También a Saturno se le representa como un cubo negro, pues la silueta de un cubo en perspectiva es un hexágono.


Hexágono ubicado en el polo norte de Saturno

En alquimia, el sol negro o sol de medianoche es visto como sinónimo de la nigredo, la primera de tres fases, previa al albedo y a la rubedo en la transmutación de la materia.

El cuerpo debe disolverse en el aire medio más sutil: el cuerpo también se disuelve por su propio calor y humedad; donde el alma, la naturaleza media, sostiene el principado en el color de la negrura, todo en el cristal: esa negrura de la naturaleza que los antiguos filósofos llamaban cabeza de cuervo o sol negro.
 
Marsilius Ficinus, "Liber de Arte Chemica"

 

Glifo alquímico, utilizado para representar el sol 


 Asociada a la putrefacción, involucra a la disolución de la materia prima, para la generación de otra superior (solve et coagula), como por ejemplo el oro. Saturno, en astrología es alquímicamente interpretado como el negro, incluso es conocido como el niger solis, y tiene doble naturaleza, como sustancia arcana, siendo negra por fuera y blanca por dentro. El sol negro es la energía potencial pura, el material preelemental en el que consiste el otro mundo, y del cual nuestro universo está hecho mediante el reflejo.

Sol invicto, viejo rey, sol negro, señor de los anillos. 


Maestro de la concentración, Saturno tiene un papel importante que jugar en la escalera al cielo enseñada en los Misterios Mitraicos de la Roma Antigua. Se dice que esta escalera tiene siete peldaños. El primero se corresponde al “cielo de Saturno”, esto es, el espíritu de ese planeta. [6] En cualquier escalera sagrada, el primer paso hacia arriba preside sobre la transición entre el suelo inferior y el camino al cielo. El primer paso nos hace enfrentarnos a la línea divisoria entre las dimensiones materiales y divinas de la vida. Por lo tanto, astronómicamente, Saturno es el planeta de los anillos y establece el límite entre las secciones “domésticas” y “galácticas” de nuestro sistema solar. 

Mitológicamente, este planeta-espíritu también se corresponde con el dios Judeo-Cristiano Jehová. Cronos/Saturno, el severo Dios en el Paraíso de la Edad Dorada, intenta preservar la vida espiritual impidiendo al ego personal separarse prematuramente, al final de las primeras razas. “Devora” a sus hijos (esto es, egos personales) hacia una unidad no diferenciada, hasta que llegue el momento apropiado para seguir adelante. Cuando la separación/diferenciación vence finalmente, hay una severa y solemne advertencia por parte del Señor saturniano, que expulsa a Adán (la tercera raza-raíz) del Jardín y lo envía para el mundo difícil de la vida dualista (Génesis, 3).

Capítulo 28 del libro The Bright Side of Saturn, de Carlos Cardoso Aveline, traducción del teósofo Juan Pedro Bercial.

 







 

miércoles, 10 de agosto de 2022

O pan das flores e o trono Real




La edad del símbolo, de Raimon Arola




E chegou o trono por fin. 
Como tamén foi nun principio, o trono é sempre Real, 
e como él, detona e aturde, desata e arrinca. 
Así é o trono e así o respetan aquí.






viernes, 5 de agosto de 2022

Notas


Resulta casi inevitable que en los tiempos que corren, alguien no se haya sentido en algún momento interpelado por el pensamiento de Jung. No solo porque sus frases pululan por las redes y se comparten masivamente a modo de recetas rápidas, sino porque ha sabido retratar muy bien las inquietudes existenciales del ser humano de nuestro tiempo.

Atreviéndonos a hacer una afirmación tan controvertida como que no puede haber ciencia sin esoterismo, creemos que en el caso de que no lo haya, al menos ésta no debería invadir su terreno, y esto es justamente lo que hace la psicología profunda de Jung. Veamos algunos ejemplos.

Ante la concepción junguiana del instinto religioso como una función propia de la psique humana, tan básica como la necesidad de refugio o de alimento, por una parte pareciera que podría conectar con la visión neoplatónica del alma por la cual todo ser humano tendría en su alma una conexión con la divinidad, conservaría una porción primera e inmediata del Ser supremo cuya importancia rectora podría asimilarse a la del Sí mismo de Jung.

Plotino lo expresa así en la Enéada IV:

«Este es, pues, el sentido del enigma divinamente formulado: de la fusión de ambas esencias, de la que es indivisible y se mantiene siempre invariable y de la que se hace divisible en los cuerpos, sacó una especie tercera de esencia. El alma es, pues, una y múltiple al modo dicho; las formas inmanentes en los cuerpos son múltiples y unas; los cuerpos, solamente múltiples, y el Ser supremo, solamente uno.»

También la explicación junguiana de la orientación extrovertida e introvertida de la psique humana, parece coincidir con algunas comprensiones tradicionales esotéricas, como por ejemplo esta explicación de Frithjof Schuon acerca del árbol de la Ciencia y de la Vida.

«El árbol de la ciencia del Bien y del Mal representa la Potencia manifestadora o cosmogónica, luego exteriorizadora, con el conocimiento aislador y contrastante que la exteriorización exige; y el árbol de la Vida representa por el contrario la Potencia reintegradora, luego interiorizadora, con el conocimiento participativo o unitivo que la interiorización exige.»

También René Guénon en Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada nos explica que:

«la idea del corazón como centro del ser es común a todas las tradiciones antiguas, procedentes de esa tradición primordial cuyos vestigios se encuentran aún en todas partes para quien sabe verlos. Advertirán también la idea de la caída que rechaza al hombre lejos de su centro original e interrumpe para él la comunicación directa con el “Corazón del mundo”, tal como estaba establecida en modo normal y permanente en el estadio edénico.»
«En el hombre, la fuerza centrífuga tiene por órgano el Cerebro, la fuerza centrípeta, el Corazón. El Corazón, sede y conservador del movimiento inicial, está representado en el organismo corpóreo por el movimiento de diástole y de sístole que devuelve continuamente a su propulsor la sangre generadora de vida física y la rechaza para irrigar el campo de su acción. Pero el Corazón es además otra cosa. Como el sol, que, a la vez que difunde los efluvios de la vida, guarda el secreto de su realeza mística, el Corazón reviste funciones sutiles, no discernibles para quien no se ha inclinado hacia la vida profunda y no ha concentrado su atención en el reino interior del cual él es el Tabernáculo… El Corazón es, en nuestra opinión, la sede y el conservador de la vida cósmica. Las religiones lo sabían, cuando hicieron del Corazón el símbolo sagrado, y también los constructores de catedrales que erigieron el lugar santo en el corazón del Templo. Lo sabían también aquellos que en las tradiciones más antiguas, en los ritos más secretos, hacían abstracción de la inteligencia discursiva, imponían silencio a sus cerebros para entrar en el Santuario y elevarse más allá de su ser relativo hasta el Ser del ser. Este paralelismo del Templo y el Corazón nos reconduce al doble modo de movimiento, que, por una parte (modo vertical), eleva al hombre más allá de sí mismo y lo desprende del proceso propio de la manifestación, y por otra parte (modo horizontal o circular), le hace participar de esa manifestación íntegra.»

Estas afirmaciones nos conectan con la explicación que Jung da acerca del mito del héroe como la lucha que todo ser humano vive en su interior si inicia el camino de ampliar su consciencia.

«No le bastaba al hombre primitivo con ver la salida del sol, sino que esta observación exterior debería de ser al mismo tiempo un acontecer psíquico. Esto es, que el curso del sol debería representar el destino humano de un dios, de un héroe que no vive sino en el alma del hombre».

Y sin embargo, esta porción de lo divino que Jung parece percibir en todo ser humano termina por clasificarla como irracional, arquetípica (inconsciente) e incluso fantasiosa (para Jung Dios es una imagen psíquica) colocándola por debajo de la razón, en oposición a la concepción esotérica que René Guénon denomina ‘intuición intelectual’. El arquetipo junguiano, frente a la concepción freudiana del inconsciente como algo individual, se define como fenómeno colectivo, es por esto que parece complicado encontrar una posibilidad de Objetividad, de Intelección, o capacidad de Absoluto en su concepto de arquetipo, ya que el arquetipo entendido a la manera junguiana está compuesto de imágenes y éstas solo pueden ser fruto de la fantasía, no del Intelecto o el conocimiento del Corazón.

En este sentido resultan interesantes estas palabras recogidas en su autobiografía y que rescato del documento Una aproximación al fenómeno religioso en la obra de CG Jung, de Néstor E. Costa.

«Que la divinidad actúa sobre nosotros, sólo podemos comprobarlo por medio de la psique, en lo que, sin embargo, no nos es dado distinguir si estas influencias proceden de Dios o de lo inconsciente, es decir, no puede decirse si la divinidad y lo inconsciente son dos dimensiones distintas. Ambas cosas son nociones límites de contenidos trascendentales.»

Recojo a continuación algunas frases de Jung extraídas del siguiente artículo de Gabino Tabossi:


«Los Padres [de la Iglesia] que han elaborado el dogma de la Trinidad no lo han hecho consciente y voluntariamente, sino bajo la influencia inconsciente del arquetipo que, en otras épocas y en otras civilizaciones, ha dado lugar a otras expresiones simbólicas de forma triádica.»

 

«Para mí [Dios] es la energía psíquica en general, la líbido quien crea la imagen de la divinidad utilizando los modelos arquetípicos, y el hombre en consecuencia rinde honor a la fuerza activa en él. Llegamos así a la conclusión de que la imagen de Dios sería ciertamente un fenómeno real, pero en primer lugar subjetivo.»

 

«La figura de Dios es en primer lugar una imagen psíquica, un complejo representativo de naturaleza arquetípica que la fe identifica con un ‘ens’ metafísico.»
«Toda imagen de Dios es más o menos antropomórfica.»

“… Jung rechaza esta noción de mal porque dice que si hablamos judicialmente de algo como bueno significa que también deberíamos hacerlo, en un mismo plano óntico, al referirnos a lo malo como tal. Si el bien es acto el mal también lo es. De lo contrario la oposición mal-bien es una concesión lingüística abusiva al colocar los términos del binomio en un mismo nivel ontólogico, siendo que, según tradicionalmente se ha enseñado –dice críticamente Jung- el bien posee mucha más realidad óntica. Para hacer justicia al uso de las palabras y a la certeza de los juicios al hablar de cosas “malas” lo mismo que de las “buenas”, el psicoanalista propone conferir sustancialidad metafísica al mal, lo mismo que hacemos respecto del bien. Es decir, que si el bien es sustancial también lo debe ser el mal. De lo contrario

«el bien se tornaría fantástico puesto que no se defendería contra un adversario real, sino solamente contra una sombra, contra una ‘privatio boni’.»

 

“ El Diablo es bueno, porque el Diablo en definitiva no es otro que una imagen o rostro de Dios, de su misma categoría.

«Esto conducirá directamente a ciertas concepciones gnósticas según las cuales el Diablo o Satanás sería el primer hijo de Dios, mientras que Cristo sería el segundo. Como otra consecuencia lógica, tendríamos la supresión de la fórmula trinitaria que sería reemplazada por una cuaternidad.»

Por tanto la idea que Jung nos traslada de Dios, lógicamente en relación con la experiencia que él observa en la clínica, nos revela mayoritariamente una manifestación psicológica e inconsciente que pareciera tener más relación con lo satánico que con lo Divino. La concepción divina entroncada con lo inconsciente que propone Jung se parece más a la definición de ideología, ésta sí es específicamente inconsciente y se camufla a través de los diferentes ídolos que cada época ofrece a las personas, si en alguna época se le ha llamado Dios a este ídolo no significa que debamos confundirlo. Ciertamente, como Jung expone, la función 'ideologizante' que en otras épocas ejercieron instituciones eclesiásticas, hoy la ejercen de igual manera otro tipo de instituciones como la escuela, el hospital, los medios de comunicación, etc... 
El historiador español José Luis Rodríguez Jiménez define ideología como «un universo de valores o conjunto de ideas que reflejan una concepción del mundo, codificados en un cuerpo doctrinal, con el objetivo de establecer canales de influencia y de justificación de sus intereses (del grupo social o político que la sostiene)». Derivada de esta confusión con respecto a lo Divino, es lógico que Jung termine por darle sustancialidad metafísica al mal. A veces resulta menos confuso, para hablar de este aspecto divino en el hombre, utilizar la palabra Humano, pues llegar a desarrollar lo más específicamente humano que hay en nosotros pasa precisamente por no reprimir la porción del Ser supremo que habita en el alma. Al hablar de libido proyectada y de energía psíquica, Jung habla de un Dios antropomorfizado, es decir, de una fantasía de Dios, no del centro del que emana dicha energía al que se refiere el esoterismo. Pensamos que es una cuestión que no debería ser ignorada si se trabaja con la psique. Al menos la concepción esotérica del Bien Supremo, lo Absoluto, o lo Divino nos dice otra cosa, como ejemplo algunas frases de Frithjof Schuon extraídas de “El esoterismo como principio y como vía”.

“Mientras que el exoterismo se encierra en el mundo de lo accidental y de ello se enorgullece con gusto cuando quiere marcar su sentido de lo real frente a lo que se le aparecen como nubes, el esoterismo tiene conciencia de la transparencia de las cosas y de la Substancia subyacente, cuyas manifestaciones son la Revelación, el Hombre-Logos, el Símbolo doctrinal y sacramental, y también, en el microcosmo humano, la Intelección, el Corazón-Intelecto, el Símbolo vivido. Ahora bien “manifestar” es “ser”, el Nombre y lo Nombrado son misteriosamente idénticos. El santo y, con mayor razón el Hombre-Logos es, por una parte, Manifestación de la Substancia en lo accidental y, por otra, Reintegración del accidente en la Substancia”.

“Decir que la prerrogativa del estado humano es la capacidad de ser objetivo, equivale a reconocer que el contenido quintaesencial y la última razón de ser de esta capacidad es el Absoluto: porque la inteligencia es objetiva en la medida en que registra, no solamente lo que es, sino también todo lo que es. Una inteligencia que rehusa el Absoluto no da cuenta de lo Real total al que está proporcionada; no es ya humana, y al no poder ser animal puesto que de hecho pertenece al hombre, no tiene otra alternativa que ser satánica.”

“En el Avatâra hay, con toda evidencia, separación entre lo humano y lo divino _o entre el accidente y la Substancia_. Y después, mezcla, no entre el accidente humano y la Substancia divina, sino entre lo humano y el reflejo directo de la Substancia en el accidente cósmico; se puede calificar de “divino” a este reflejo en relación con lo humano, a condición de no reducir de ningún modo la Causa al efecto.”

“El hombre es racional porque posee el Intelecto, que por definición es capaz de absoluto y por consiguiente de sentido de lo relativo como tal; y posee el Intelecto porque está hecho “a imagen de Dios”(...) Sin apertura hacia la trascendencia, la inteligencia humana sería un lujo tan inexplicable como inútil.”

“Pero el paso de la inocencia primordial al “conocimiento del bien y del mal” y a la experiencia de las posibilidades centrífugas no es presentado siempre como un primer pecado y una caída: según diversas mitologías, en efecto, el hombre fue destinado a priori a este pleno desarrollo de su personalidad que es la entrada en el mundo de la contingencia oposicional y en movimiento; era preciso que fuese testigo, en nombre de Dios, de las vicisitudes de la exterioridad cósmica. Desde este punto de vista, la Felix culpa de San Agustín se explica y se justifica, no sólo por el advenimiento de Cristo, sino por la necesidad del pleno desarrollo humano; Cristo y la Virgen _nuevo Adán y nueva Eva_ aparecen entonces, menos como una compensación imprevista que como la prueba de esta necesidad paradójica de la posibilidad humana: de esta necesidad de caer para poder llevar la conciencia de lo Divino a los confines de lo que es humanamente posible.”

En el arduo camino de la pasión al deseo, el ser humano vive sumergido y por tanto subvertido.

En el alma