Marta y María de Betania


Según la definición que nos da Raimon Panikkar: Dios es aquello que rompiendo tu aislamiento respeta tu soledad. Aislamiento estaría pues en relación con la contemplación interior, y respetar la soledad con encarnar la contemplación para salir al exterior, nada puede nacer fuera de una envoltura puesto que si abres una semilla ya nunca germinará. El útero es el espacio donde nos preparamos para germinar, salir de él es salir a la vida, pero hacerlo antes de tiempo o demorarse sería también equivalente a la muerte.

Los textos bíblicos son el fundamento desde el cual se establece un diálogo en el que prima el aprendizaje fruto de un proceso de reflexión y conocimiento interior. En la interpretación que el Maestro Eckhart (místico alemán del S. XIII) hace sobre el pasaje de la Biblia en el que Marta y María de Betania reciben a Jesús en su casa (Lc 10,38-40), Marta simbolizaría un estado de superación de la contemplación pasiva en la que se encuentra María. 

El Maestro Eckhart derrumba la lógica con la que se acostumbraba explicar dicho texto y en la que se ponía a María como la mujer modelo de escucha y de contemplación. Aquí la lógica consiste en que quien se sienta a los pies de Jesús a escuchar la Palabra es quien más necesita aprender y captar internamente su mensaje. Eckhart indica que a María la movían tres cosas que la hacían ocuparse de ella misma: la bondad de Dios que había abrazado su alma; el deseo de escuchar a su Maestro, aunque no sabía qué deseaba aprender; y el dulce consuelo y felicidad que encontraba en las palabras de Jesús. En cambio, Marta es el modelo de la mujer que ha logrado su madurez espiritual, porque tiene una edad adulta y un fondo bien ejercitado, una sabia comprensión para ordenar bien la acción interior hasta el máximo que el amor exige y el conocimiento del alto rango del amado huésped.
La capacidad con la que el Maestro Eckhart hace alegoría del texto bíblico, para que podamos comprender que si María ha escogido la mejor parte y no le será quitada es porque ella va a llegar a ser como Marta, quien posee completamente lo que una criatura debe poseer. Por eso, cuando Jesús le dice a Marta: “Te preocupas por tantas cosas”, es porque en realidad a ella no le falta nada de lo que es necesario para la salvación eterna. Solo le pide a Marta que comprenda y respete a María en el proceso de aprendizaje que esta debe hacer para llegar a la contemplación en la vida cotidiana.
Eckhart pone el acento en el aprendizaje que se deriva de haber recibido algo, pasarlo por la reflexión y hacerlo propio: “…de acuerdo con la nobleza de su natura, toda criatura se brinda tanto más hacia fuera, cuanto más se asienta en sí misma”.

Podrían incluso simbolizar ambas los componentes de un mismo principio femenino. Componente dual del Mercurio, que es activamente pasivo y tiene a la Luna y al Sol en su símbolo. María, inclinada sobre los pies de Cristo estaría más cerca de la tierra, y por tanto del principio pasivo contemplativo, más cerca del útero o envoltura previa necesaria para salir a la luz, Marta habría superado esa etapa y estaría en la maduración espiritual.

Además, el vínculo profundamente amistoso que tiene Cristo con estas dos mujeres, especialmente con María, podría hacer referencia, según nos cuenta José Miguel Cavas López, al simbolismo esponsal entre Cristo y la Iglesia, a través de las conexiones de los textos del cuarto evangelio con el libro del Cantar de los Cantares, con el que parece haber una vinculación especial.

Realizando esta doble acción de ungir y secar, María se declara disponible a su amor y reconoce en Él a su señor, estableciéndose así entre ellos una conexión nueva. María participa ahora corporalmente, a través de su pelo, del mismo perfume de Jesús, un perfume penetrante que hace que las doncellas le amen (cf Cant 1,3). El perfume empezó siendo “una emanación del amor intenso de María […] y los cabellos, orgullo de la mujer, se enriquecen con el tacto y con este perfume que, donado, ha comenzado a pertenecerle a Él Imaginamos que, para secar bien los pies, María llevaría el pelo suelto y, en aquel tiempo, una mujer con el pelo así delante de algún hombre que no fuera su marido, podría conllevar el divorcio78. De este modo, parecería que María tiene un propósito romántico frente a Jesús en su ungir y secar los pies, lo cual sería un escándalo para los presentes en la escena. Sin embargo, nadie ve su acto como algo negativo; es más, Jesús lo alaba (v. 7). Así, de manera simbólica, aunque expresado en el plano de la realidad del encuentro, Jesús y María tendrían una relación íntima hasta el punto de que no se vea mal su gesto; esta podría ser, incluso, una relación esponsal79, puesto que esta libertad frente a Jesús solamente una esposa podría tenerla. El texto tiene, por tanto, una clara connotación esponsal, pues ofrece un verdadero gesto de intimidad nupcial.
A esta afirmación ayuda realizar de nuevo una conexión con el Cant, especialmente con el tema del cabello: en Cant 4,1; 6,5, el esposo manifiesta la belleza de la esposa, comenzando por los ojos y por el cabello; en 5,11, la esposa, alabando al esposo, habla de su cabeza como el oro; y en 7,6, el esposo vuelve a hablar de la belleza de la esposa, esta vez empezando por los pies, y llegando hasta la cabeza y el pelo. Quizá simplemente se trata de un contacto lexical, pero no deja de ser significativo.
José Miguel Cavas López


 

Pero también aquí ‒frente a estos dos misterios‒ existen las opciones divergentes de aquellos que hacen de toda complementariedad una alternativa: unos creen que todo debe caer del Cielo; los otros, por el contrario, creen que todo puede y debe venir de nuestros propios esfuerzos. Ahora bien, la inteligencia humana, puesto que es teomorfa, posee en principio un poder sobrenatural; pero sean cuales sean las prerrogativas de nuestra naturaleza, nada podemos hacer sin ayuda de Dios: porque es Él quien nos hace partícipes del Conocimiento que tiene de Sí mismo.
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Por una parte, hay que ver a Dios en Él mismo, más allá del mundo, en el Vacío de la Trascendencia; por otra parte e ipso facto, hay que ver a Dios en todas partes: ante todo en la milagrosa existencia de las cosas, y después en sus cualidades positivas y teomorfas; una vez comprendida la Trascendencia, se revela por sí misma la Inmanencia. 

Frithjof Schuon

 

 


Imagen de «El libro de Abraham el judío» de Nicolas Flamel


Icono del sábado de Lázaro, en la tradición bizantina


Referencias: