Trocitos de madera

 


La alerta de alguien que me despierta en la noche, es un sueño vestido de hada madrina, me despierta y desaparece, solo me invita a observar. En su cara lleva tatuado un precioso dibujo de un bosque con hojas y ojos y preciosas ramas de colores. Lleva un collar grande y dentro hay varios insectos que parecen figuritas de plástico. Pero las figuritas empiezan a moverse y me hacen dudar acerca de si los insectos están realmente vivos. Son como pequeñas orugas, que cada vez se mueven más y saltan al suelo.

Una habitación, llena de habitaciones a su vez, muy grandes y con grandes ventanales. Hoy pienso, pasaba por aquí, tan ingenua, sin darme cuenta de la lluvia de hombres que acechaba en las ventanas.

Abro la persiana y veo, desde mi ventana, el escaparate acristalado de lo que parece ser una peluquería, situada en la intersección entre dos calles amplias. Al lado de la peluquería, en la parte más amplia de la esquina, hay una gasolinera, allí todo está en orden, todo arde. Me asusta lo que veo, pero vuelvo la vista hacia el escaparate acristalado y observo que en el interior hay personas que transportan sacos de patatas, en lugar de patatas, trozos de cuerpos, sangre por el suelo y prisas por trasladar los sacos fuera del local. Una cabeza, sillas de peluquería. Me fijo en el hombre que transporta los sacos, trato de recordar su cara. Paralizada por el miedo. La escena se repite, más adelante, mismo hombre, mismo local, misma locura, sé quién es en realidad, solo tengo que no olvidar.