Naturaleza Sagrada III

El número 4

“El cuerpo del mundo, habiendo comenzado a existir, es necesariamente visible y tangible. Es visible, luego se compone de fuego; es tangible, luego se compone de tierra. Pero dos cosas no pueden estar unidas sino mediante una tercera, que les sirve de término medio, y si estas dos cosas deben formar un sólido, no pueden estar unidas sino por dos términos medios. Fue, por lo tanto, indispensable colocar el agua y el aire entre la tierra y el fuego”.

En el diálogo del Timeo de Platón se describen los poliedros regulares convexos, que posteriormente recibirán el nombre de sólidos platónicos, y se relacionan con la creación del cosmos. Para Platón los cuatro primeros poliedros regulares, tetraedro, octaedro, icosaedro y cubo, están relacionados con los cuatro elementos que forman el cosmos, fuego, aire, agua y tierra, estos son a su vez cuerpos compuestos cuyos elementos son triángulos de una infinita pequeñez. El primer sólido platónico, el más elemental, está formado por cuatro caras que son triángulos equiláteros, se trata de una pirámide con base triangular que se puede circunscribir en una esfera. Por tanto, el volumen más elemental de los sólidos platónicos tiene 4 caras, y su símbolo es el fuego. El fuego de Prometeo, la autoafirmación, la calidez, la vitalidad, la pasión y acción transformadora, el fuego del espíritu, el fuego al que hace referencia la expresión "luz de luz, Dios de Dios", que es la porción del espíritu absoluto que se fragua en cada individuo. El número 4 está asociado al fuego y por tanto vinculado a la vida, a la explosividad, a la acción, la intensidad, la pasión, el instinto, la inspiración, el poder y la purificación.

En anteriores entradas hemos visto el simbolismo que se genera a partir del triángulo y la raíz de tres, un número inconmensurable que fue clave en la construcción de templos desde la antigüedad. Pero si desde los extremos de la base del triángulo trazamos dos perpendiculares, entonces podemos crear un cuadrado. También con dos puntos en el espacio podemos trazar una línea recta, que divide por la mitad a todo y genera la dualidad, o la separación entre buenos y malos, culpables e inocentes, blanco y negro o día y noche. La dualidad es el conflicto.

Cruz procesional del s. XIV

Pero en virtud de ese mismo número dos, si la misma línea la divido con otra línea perpendicular, entonces obtengo un centro, que es el lugar en el que se cruzan. A partir del centro se generan cuatro cosas equilibradas e iguales, el 4 es el equilibrio de dos opuestos en unión a partir de los cuales se posibilita la generación de un centro, y por tanto la posibilidad de la circunferencia y con ello el regreso a la unidad. La cruz es además el símbolo por excelencia del cuerpo humano, pues con los brazos abiertos conformamos la intersección entre un plano vertical y otro horizontal. 

El cuadrado es el símbolo del equilibrio material, de la voluntad, el cuatro es la estabilidad, la potencia, la fuerza para poder ascender, son los cuatro pilares que sostienen la bóveda celeste, los cuatro pilares que han sustentado toda la arquitectura del Románico, el Gótico o el Renacimiento. El cuatro son los cuatro jinetes del apocalipsis, los cuatro evangelistas, los cuatro ríos que salen de la fuente del paraíso, las cuatro estaciones, las cuatro edades del hombre, los cuatro puntos cardinales. El cuatro es el símbolo de la materia creada y ordenada, es el símbolo del equilibrio fruto de la duplicidad de los opuestos. Pero el centro que se genera en este encuentro no es simplemente algo estable y creado, es además ordenado, porque a partir del cuadrado ya se puede encontrar la circunferencia. El cuadrado es la materia en su orden necesario para alcanzar la trascendencia.

Los cuatro ríos del Paraíso en un manuscrito del siglo XII

En la figura del cuadrado, cuando uno de sus lados vale 1, entonces la diagonal vale raíz de dos. Habíamos visto que la familia de la raíz de tres y su simbolismo abría una vía de regreso a la unidad más relacionada con lo místico y lo contemplativo, pero a través del número cuatro se obtiene otro tipo de equilibrio. La familia del cuatro y la raíz de dos nos ofrece una vía de regreso a la unidad más terrenal y activa. Esta vía de trascendencia del número cuatro es la que está asociada al héroe y al guerrero, a la voluntad, el esfuerzo, el coraje. Es el simbolismo de la acción, el que hace, el que construye, el que camina, el que se activa, la vía terrenal, y por tanto heroica, es también la vía a la que alude el simbolismo de la peregrinación, conectado con la tradición celta. De hecho, en el encuentro entre la tradición celta y la cristiana podemos ver como confluyeron por un lado la vía simbólica del número cuatro, propia de la mitología de héroes y guerreros celtas, con la vía espiritual del número tres, propia del misticismo cristiano. Surgieron así las figuras de santos-héroes, de los cuales un ejemplo es el monje heroico Brandán, abad de Clonfert, que nació como héroe de la mitología celta y la literatura cristiana lo convirtió en monje y santo. De este encuentro podríamos decir que aparece la suma del 3 y el 4, la vía mística y la vía de la acción, el número 7.


La figura del guerrero celta derivado en el caballero medieval o monje-guerrero cristiano conecta además con la figura del Samurai japonés. A este respecto recogemos las palabras de Daniel Cologne, que nos dice lo siguiente: 

Solamente las diferencias espirituales tienen un valor absoluto y universal, pudiendo ipso facto servir como fundamentos al establecimiento de las jerarquías. A título de ejemplo, diremos que desde el punto de vista tradicional en una civilización como la medieval occidental y cristiana, la comunidad de espíritu que liga al caballero europeo a su homólogo japonés, el Samurai, es más importante, no solamente que la diferencia de raza que los separa, sino también y sobre todo que la comunidad étnica y cultural que liga a este mismo caballero con el burgués y el siervo europeos. El orden creciente de importancia: la comunidad biológica, la comunidad cultural y la comunidad de espíritu, tripartición que corresponde a la división tradicional ternaria del ser humano.

"La conquista de Oshu" de Utagawa Yoshitora. Representa la batalla en el río Kuriyagawa, que se dice que fue la batalla final del "Zenkunen no Eki" en 1062 (Kohei 5)

Justa entre caballeros, Romance del Santo Grial, biblioteca municipal, Dijon

Vayamos ahora al simbolismo del número cuatro observable en la naturaleza. Dos grupos de plantas, principalmente, son portadoras del simbolismo de la cruz y por tanto del número cuatro, las plantas labiadas y las crucíferas.


Plantas labiadas

Menta

Las plantas labiadas tienen una disposición en cruz. A partir de un tallo cuadrado que forma una cruz con sus hojas, éstas se disponen en oposición, una frente a la otra, de manera que reproducen la cruz en toda la planta. Son fundamentalmente hierbas y arbustos, entre herbáceas y semi-arbustivas, muchas son aromáticas y ricas en principios activos, lo cual las hacen muy valoradas en la cocina y también en la medicina natural. Son labiadas algunas plantas medicinales tan conocidas como el romero, la salvia, la melisa, la menta, la hierbabuena o el tomillo, también el orégano, la albahaca, el hisopo, la mejorana... Las plantas labiadas contienen muchos aceites esenciales en todas las partes de la planta (hojas, raíces, flores).

Por ejemplo, en el romero se puede observar el tallo cuadrado y la disposición de hojas opuestas enfrentadas, es la planta símbolo de resurrección de la naturaleza, florece en el equinoccio de primavera, aunque puede estar todo el año florido, la intensa floración azul del romero es a finales de marzo. Es una planta que se asocia con la celebración de la Semana Santa, con el domingo de ramos, tiene esa capacidad de transportarnos al momento en el que la naturaleza despierta del invierno. Su aroma nos recuerda al incienso, de hecho el romero está presente en las mezclas de los inciensos de las iglesias, además de la mirra, el benjuí o el propio incienso. El romero contiene el aceite esencial más rico en hidrógeno de todos los vegetales. El hidrógeno y el helio son dos componentes que están en el sol, lo cual nos da una información de que se trata de una planta fuertemente ígnea. Se relaciona con poner en marcha la voluntad, tiene alcanfor, despierta y aviva el espíritu y la memoria, activa la mente. Es una planta muy calórica, por eso su simbolismo está en estrecha relación con el espíritu y la capacidad de recordar, por tanto de volver al corazón. En el lenguaje de las flores, el romero significa recuerdo y fidelidad, tiene profundos vínculos emocionales, siendo una planta frecuentemente usada para recordar a seres queridos y para celebrar la lealtad entre amigos y familiares. Representa la durabilidad y la constancia debido a su naturaleza perenne y su capacidad para crecer en condiciones difíciles. En la mitología griega, el romero estaba consagrado a Afrodita, la diosa del amor y la belleza, y se asociaron a él propiedades purificadoras. La Edad Media vio al romero convertirse en un símbolo de protección y buena suerte. Los peregrinos llevaban ramitas de romero durante sus viajes, para mejorar su protección y concentración. Además, se tejían coronas de romero para los recién casados como un augurio de amor duradero y fidelidad.

Romero

Entre este tipo de plantas labiadas no hay ninguna tóxica, tienen la señal de la cruz, ninguna es venenosa. Son una familia de plantas que suelen crecer en lugares más lejanos a las casas, están más apartadas, crecen en lo alto de la montaña, por lo que se nutren de la luz y el calor del sol que les aporta esas cualidades relacionadas con el fuego y lo ígneo. Son plantas que aportan calor a organismos debilitados y más acuosos, muy apropiadas para procesos de enfriamiento propios de catarros y constipados.


Plantas crucíferas

Jaramagos

Las plantas crucíferas se denominan así porque los pétalos de sus flores se disponen en forma de cruz. Son las primeras pequeñas flores en aparecer en la primavera. Crecen en casi cualquier rincón, aparecen en las cunetas de las autovías en cuanto hay apenas dos días de sol seguidos. Son esas flores que llenan los campos amarillos de mostazas silvestres, de jaramagos o rabanitos (que se pueden comer), entre estas flores no hay ninguna tóxica, son todas muy curativas. Son plantas que tienen mucho que ver con los procesos depurativos del cuerpo, activando el hígado. Florecen en primavera, momento en el que las religiones tradicionales también solían hacer sus procesos depurativos como los ayunos y la cuaresma.

Son plantas crucíferas los repollos, las coles, las coliflores, las mostazas, la lombarda, el brécol, el berro, con un sabor picante, contienen mucho azufre con el que captan y ayudan a incorporar el calor en los procesos digestivos débiles. Son las grandes familias sanadoras a nivel hepático, ayudan a limpiar de tóxicos. Durante la Edad Media, las verduras crucíferas alcanzaron una gran popularidad y se volvieron comunes en toda Europa. En el siglo XVI, las verduras como la col se consideraban una cura para muchas dolencias, se popularizaron entre los alemanes y flamencos que empezaron a consumir col antes y después de las comidas para promover una mejor salud. 

Campo de grelos

El nabo silvestre es otro ejemplo de crucífera, un alimento casi tan antiguo como la humanidad, ha sido valorado tanto por su belleza como por su capacidad para adaptarse a diferentes entornos, símbolo de fuerza, resiliencia y perseverancia. Hay indicios de que incluso antes de que existiera la agricultura ya se consumían tanto las hojas como la raíz de los nabos silvestres. Los griegos y los romanos mejoraron las variedades silvestres y extendieron el cultivo por toda Europa, donde fue el alimento básico durante siglos, antes de la llegada de la patata en el siglo XVIII. Nabizas y grelos, son probablemente los productos más típicos de la gastronomía gallega, considerado como la santísima trinidad gallega, ya que del nabo se obtienen tres verduras distintas: nabo, nabiza y grelo. Las nabizas son las hojas que brotan primero, de octubre a noviembre, los grelos son las hojas que brotan justo antes de la floración (cuando la planta grela) de enero a marzo y el nabo es la raíz de la planta, que se utiliza mayoritariamente para alimentación del ganado.


El número 5

El 5 es el número vinculado con el ser humano en plenitud, símbolo de entusiasmo, de energía, de libertad y de transformación, de orden y de perfección de la voluntad divina. Tanto el simbolismo del número 3 como el del 4, hemos visto que están estrechamente relacionados con el simbolismo de la construcción de los templos. Esta progresión que se observa en la trasposición del simbolismo del templo (propiamente judío) al del cuerpo humano (propiamente cristiano) tiene su reflejo en el simbolismo del número 5, derivado del 4. La combinación 4 +1 la observamos en el cuerpo humano por ejemplo en los dedos de las manos o en las extremidades más la cabeza, que es lo que gobierna todo. Para los pitagóricos es el número nupcial, la cifra de la hierogamia, el matrimonio del espíritu manifestado con la madre-materia, la unión del cielo (3)  y la tierra (2). Fruto de ese matrimonio sagrado es el hombre, representado como un pentagrama o estrella de cinco puntas inscrita dentro de un círculo y formando una cruz.

Utilizado desde épocas remotas como talismán de protección, el pentagrama es llamado también pentáculo, pentalfa –denominación que le da A.Kircher en su “Aritmética”–, pentángulo y estrella pitagórica. Una de las características de esta estrella es que puede ser realizada de un solo trazo de líneas rectas sin levantar el lápiz del papel, lo cual también es un símbolo de continuidad, del movimiento de la vida-una. El pentágono estrellado es la construcción geométrica más íntimamente relacionada con el famoso “número de oro”.

San Bartolomé de Ucero - Rosetón

Según nos cuenta Jaime Buhigas, si en la figura del pentalfa trazamos todas sus diagonales, obtendríamos en su intersección otra pentalfa en la cual podríamos trazar de nuevo sus diagonales y seguir reproduciendo pentalfas hasta el infinito. 


La pentalfa, por tanto, se reproduce a sí misma, lleva dentro su propia reproducción a otra escala, hasta el infinito, tiene la eternidad dentro de sí. Los griegos, en herencia de los pitagóricos, observaron que en el triángulo que se forma en el interior de la pentalfa aparece el número phi, o número de oro (la divina proporción), el mismo número que aparece en todos los cánones morfológicos del cuerpo humano. El número phi es el que está en la solución más cercana al problema de la cuadratura del círculo, la aproximación más cercana que podemos hacer con escuadra y cartabón para que un cuadrado se transforme en circunferencia. La clave de la cuadratura del círculo está en el hombre de Vitruvio.

El Hombre de Vitruvio fue realizado por Leonardo da Vinci hacia 1490, se basó en los estudios previos de arquitectura y proporciones del arquitecto militar del Imperio Romano, Marco Vitruvio, en el que encontró las claves para explicar los cánones de proporción del ser humano. También en Leonardo encontramos la concepción microcosmos (hombre) y macrocosmos (arquitectura) que adoptará para muchos más campos como la circulación de la sangre o la formación del terreno.

El hombre de Vitruvio es una metáfora de la cuadratura del círculo expresada en el cuerpo humano. Dispuesto en forma de cruz, su línea horizontal sería la de los brazos abiertos con el corazón-conciencia en el centro, y su vertical la que va de la cabeza a los pies con las piernas cerradas. Si está proporcionado, la longitud de sus brazos abiertos debería ser la misma que la que va de la cabeza a los pies. Con las piernas cerradas, el hombre es un cuadrado cuyo centro estaría en los genitales, pero si abre las piernas, entonces el centro se desplaza, y pasa a ser el ombligo, y el ombligo lo circunda, eso significa que el hombre es a la vez cuadrado y círculo, es decir, el mito crístico por el cual Dios es un hombre. El número phi es la clave para pasar del cuadrado al círculo. 

Será necesario, por tanto, vivir la dualidad hasta el final, el regreso a la unidad se transita a través de la manifestación plena de la dualidad, que es vivir la línea y el cuadrado hasta su última expresión, hasta el final, que es el número 5 y el encuentro con la circunferencia, o el regreso a la unidad.

En el hombre está la clave para encontrar la relación entre la creación y lo creado. El pentágono regular guarda esta información, este secreto a gritos, que de manera natural custodia la relación entre 'uno' y phi, el pentalfa se convierte en el sello de Salomón, que no hay que confundir con la estrella de David. El pentalfa es el símbolo del hombre en su plenitud, de todas las facultades que puede desarrollar el hombre como combinación del número 4 (la naturaleza ordenada) con la presencia del espíritu pleno, el uno, que gobierna al 4. 

Según Jaime Buhigas en su libro “La divina geometría”, el pentágono es un perfecto ejemplo de una de las mayores cualidades del número phi: su utilización implica la aparición y repetición indefinida de elementos semejantes, que guardan siempre este número aúrico como razón y ley: es un número endogámico, continúa diciendo Buhigas, pues tanto su fragmentación como su desarrollo nos devuelven siempre a la misma forma. Ese principio de autosimilitud es una de las características que hicieron a Luca Pacioli calificar de “divina” a la proporción aúrea, comparándola con la omnipresencia y la invariabilidad de Dios.


Plantas
Hipérico o hierba de San Juan

Cuando se aplica a las plantas, nos encontramos con un sinfín de flores pentagonales, símbolo de vida, de plenitud, de trascendencia, equilibrio y de belleza.

Hay muchas plantas que reproducen el número 5, una de ellas es el hipérico, en su flor podemos ver 5 pétalos en disposición de giro, dando una idea de hélice dispuesta a girar que nos recuerda a las estelas celtas, símbolo del sol. El número 5 en el zodiaco corresponde al signo de leo, que coincide con el momento en que hace más calor, además se le conoce también como hierba de San Juan porque florece en el mes de junio, cuando comienza el verano, es una planta de luz muy solar. El color de esta flor nos recuerda al color del oro, y también al simbolismo del león. El aceite de hipérico atrae mucho la luz solar, la hipericina sube los niveles de serotonina en el organismo.

Pero si hay una flor especialmente relacionada con el número 5, esa es la rosa. Con sus 5 pétalos perfectos, es símbolo de perfección, armonía, equilibrio y belleza. Significa finalidad, logro absoluto y perfección. Es por ello que puede tener todas las identificaciones que coinciden con dicho significado, como centro místico, corazón, jardín de Eros, paraíso de Dante y emblema de Venus. Es el símbolo del amor, de la virtud, de la intimidad, de la confianza, de la virginidad, de la pasión y el misterio. El aroma de las rosas se dice que es el de más alta vibración.

Figuras secretas de los Rosacruces, de los siglos XVI y XVII. Extraída de

Desde el siglo V es símbolo de la pureza de la Virgen, anteriormente consagrada a Venus-Afrodita. Fue aplicado a la Virgen María el atributo de “rosa entre espinas” y entre los siglos X y XII también pasó a representar el alma de Cristo, pues así como el perfume de la flor es su alma, de tal manera el olor de la rosa se identificaba con el aliento de Dios sobre la tierra. La rosa blanca representará la pureza de la Virgen y su alegría, mientras que la roja será símbolo de sus penas y del martirio de su hijo. En el arte cristiano se repetirá la imagen de la Virgen con rosas en la mano, sentada sobre un lecho de rosas, delante de un rosal, etc

La rosa también será símbolo de sigilo o secreto, de aquello que no debe ser transmitido. En la Edad Media se extiende la expresión “sub rosa” (bajo la rosa), empleada para denotar secreto o confidencialidad. Por esta expresión, se encuentran muchos confesionarios católicos con motivos de rosas. Para los alquimistas, el proceso de transformación y transmutación psíquica se produce también “sub rosa”. Las ramas cruzadas de la rosa blanca y roja no sólo aluden a los amores y matrimonio de los opuestos sino también al silencio necesario para la naturaleza interior del trabajo y al útero o rosa en cuyos pliegues de pétalos el sí-mismo es concebido en secreto. René Guenon nos dice sobre la rosa lo siguiente:

En cuanto a la rosa, se la figura con número de pétalos variable; haremos notar solamente a este respecto que, de modo general, los números cinco y seis se refieren respectivamente al “microcosmo” y al “macrocosmo”; además, en el simbolismo alquímico, la rosa de cinco pétalos, situada en el centro de la cruz que representa el cuaternio de los elementos, es también, como lo hemos señalado en otro estudio, el símbolo de la “quintaesencia”, la cual, por lo demás, desempeña con respecto a la manifestación corporal un papel análogo al de Prákrti.

 

Dibujo de la órbita del planeta Venus en torno al Sol

Es en la rosa donde, además, podemos ver como confluyen de una manera mágica el simbolismo de la tierra con el del cielo, el de las flores con el de los astros, pues la órbita del planeta Venus en el espacio configura la forma de una rosa perfecta de 5 pétalos. Venus tarda 8 años en completar una rosa, y 18 meses en completar cada uno de sus pétalos. En el proceso de cada pétalo hay dos momentos en los que se une al sol, en el primero de esos momentos Venus nace como estrella de la mañana, y la vemos en el firmamento como la última estrella que aparece antes del amanecer, y cada mes parece que desciende acercándose a la línea del horizonte. En el segundo momento, Venus desaparece de nuestra vista, como descendiendo al inframundo o cayendo para despertar de nuevo como estrella de la noche o lucero de la tarde. La vemos entonces como la primera estrella que aparece antes del atardecer, y cada mes parece que asciende alejándose de la línea del horizonte. En el simbolismo de la rosa de venus confluyen el del Grial unido a la lanza, como también el cáliz y la espada, o el de Eva y María.

“Las estrellas son la forma y la matriz de todas las hierbas, y cada estrella del cielo no es otra cosa sino la espiritual prefiguración y representación de una hierba. Cada hierba o planta es una estrella terrestre que mira al cielo y cada estrella es una planta celeste bajo una forma espiritual y solo difiere de las terrestres por la materia. Plantas y hierbas celestes están orientadas hacia la tierra y miran directamente las hierbas que han procreado infundiéndoles alguna virtud particular según su mutua simpatía.” Paracelso


El simbolismo mariano de la rosa derivó además en un uso abstracto que se observa en la oración del Rosario, una preciosa antología de espiritualidad. Nuestra Señora del Rosario es nuestra Señora de las rosas porque estas flores son el símbolo iconográfico del saludo a la madre de Dios. El Rosario nos saluda con flores espirituales, es un modo piadosísimo de oración, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando con el flujo rítmico y abstracto de la repetición. El Rosario constaba de 15 Padrenuestros y 150 Avemarías, en recuerdo de los 150 Salmos. Ahora son 20 Padrenuestros y 200 Avemarías, al incluir los misterios de la luz.









Referencias



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