Santa María de Monfero




Probablemente sea Galicia uno de los territorios, en toda Europa occidental, en donde el Císter tenga alcanzado más presencia, se fundaron 14 monasterios entre la segunda mitad del siglo XII y los primeros años del siglo XIII.

Los monasterios cistercienses son de los mejores ejemplos de arte medieval, casi siempre gótico, aunque muchos empezaron a construirse en época del románico. Resultan, para mí, especialmente valiosos por la particular forma de entender la espiritualidad de esta orden, más conectada con el simbolismo que con el dogma. La teología cisterciense es simbólica y experiencial más que intelectual. Su estilo responde al de una razón poética más que al de una razón filosófica. Su arquitectura es mayoritariamente funcional, sencilla y simbólica, sin primar lo estético sobre lo funcional, de lo cual deriva una elegancia y belleza especialmente vinculada al símbolo que resulta sublime. La belleza de la arquitectura cisterciense no produce un impacto tan grande, de primeras, como la de las catedrales plenamente góticas, sin embargo, en su sutilidad y sobriedad parece que el poder de lo divino se hace rotundamente visible. Paradógicamente más femenina, la comprensión cisterciense de la divinidad resulta sin embargo más activa, lo cual se pone de relieve en la máxima benedictina del "ora et labora". Frente a la común representación de Dios ante el cual una no podría más que dejarse extasiar pasivamente, pareciera, por otro lado, que es en el punto intermedio entre lo que a una le extasiaría o gustaría fantasiosamente que fuesen las cosas y cómo son realmente las cosas, es ahí donde mejor aparece el misterio de Dios, en ese punto entre lo anodino y lo sublime. Dejarse con-mover por este misterio es estar un poco más receptivo al vacío de lo insignificante y lo inconmensurable que se desata en el día a día del hombre, a la cavidad que se genera en ese intermedio. La arquitectura del Císter nos repliega hacia ese vacío interior que tantas veces ignoramos, y hace que resuene en todo su esplendor. 


Ábside principal de la iglesia con el cimborrio octogonal
Espectacular bóveda de cañón casetonada, sobre la nave principal.
Bóveda de cañón con casetones en el extremo izquierdo del transepto, sobre el retablo en piedra de la Virgen de la Cela

Bóveda de la girola con diferentes símbolos geométricos
Retablo pétreo en la girola con pequeño baldaquino en el que aparece el pelícano como símbolo de Cristo


En Cataluña y Galicia es donde más monasterios cistercienses se conservan, nos parece que esta herencia nos ha legado una particularidad emblemática y trascendente que además del valor como legado del pasado también resulta vital para la configuración de la identidad y la cultura del pueblo gallego. A pesar de todo, es muy común encontrar en Galicia lugares que antaño eran sagrados, convertidos a día de hoy en auténticas ruinas. 

En la parroquia de San Fiz de Monfero (monte fiero), cerca del también precioso monasterio de Caaveiro, está, desde el siglo XII, este monasterio fundado por los Bermúdez y los Osorio, primero benedictino y después cisterciense, dedicado a Santa María (también conocida como la Virgen de la Cela) venerada desde el siglo IX y celebrada en romería el primer domingo de julio. Se sitúa en un pequeño valle donde nace el río Lambruxo. Limita al norte con el río Eume, de tal manera que parte de su territorio se encuentra dentro del parque natural de las Fragas del Eume.

Acceso a través de los muros que delimitan la propiedad del cenobio

Preciosa cúpula octogonal, con ventanas en el tambor.
Vista exterior lateral con cúpula y cimborrio octogonal.

La fundación del monasterio de Santa María de Monfero se le atribuye al rey Alfonso VII a principios del siglo XII, verdadero auspiciador y promotor de la Orden del Císter en España. Es posible que sus orígenes puedan remontarse al siglo X, vinculados a la ermita de San Marcos, que el castellano Alfonso Bermúdez ordena reconstruir en 1114 para poder esconder a sus hermanos Suerio y Froila, que habían apuñalado al mayordomo de Doña Urraca. El rey Alfonso VII mandó convertir la ermita en monasterio, en colaboración con otros nobles como el ya citado Alfonso Bermúdez y el Conde Pedro Osorio. Las primeras documentaciones escritas datan del año 1135, la comunidad de aquel entonces se regía por la regla de San Benito, se había conformado con monjes procedentes del Monasterio de Santa María de Valverde del Bierzo (hoy Santa María de Carracedo). En el 1147 se acoge a la reforma cisterciense a través del Monasterio de Sobrado dos Monxes (aunque esta fecha no está del todo clara), viviendo a partir de entonces años de esplendor económico y cultural.
 Estado actual de la fachada sur. 

A lo largo de los siglos este templo ha mantenido su majestuosidad y solemnidad en armonía con la frondosidad de un enclave verdaderamente rico, incluso a pesar del estado de absoluta ruina en el que se encuentra. Si bien es cierto que la iglesia es la parte que mejor se conserva de este conjunto arquitectónico, las dependencias monacales se encuentran devastadas y consumidas por la naturaleza.

Será en el siglo XIII cuando este monasterio adquiera su mayor auge, con una particular actividad cultural que elevó la reputación de sus escribanos y códices en las más altas esferas de Galicia. La fama del templo cisterciense hizo que éste empezase a crecer gracias a las múltiples donaciones recibidas, pero también que abriese sin pretenderlo una puerta hacia la decadencia. Esta situación, junto con el declive espiritual, llevó al monasterio a una situación crítica, tras múltiples disputas entre los monjes y las pretensiones con diversas familias nobles de la época, en 1506 pasa a depender de la Congregación de Castilla, iniciándose una nueva etapa de auge que propiciará la reconstrucción de las dependencias a partir del siglo XVII.

Aunque el monasterio fue creado a partir de los fundamentos románicos de su época, a mediados del siglo XVI la comunidad monástica inició obras de renovación que se alargaron durante muchos años. El estilo barroco que hoy tiene la iglesia se lo debemos a Simón Monasterio, encargado de las obras en el año 1620, año en el que se derriba la vieja iglesia y se constituyen las trazas de la planta y el alzado de la nueva, tras la muerte de Simón en 1624, otros maestros seguirán con el proyecto. 

El siglo XIX será, como en la mayoría de los casos, el siglo de la decadencia y la ruina, la exclaustración en 1835 a partir de la desamortización de Mendizabal facilitó los saqueos y robos que acabaron con su riqueza artística. Hasta la fecha se han acometidos restauraciones parciales muy puntuales.

Iglesia

La iglesia es un enorme templo barroco construido entre 1622 y 1656, reemplazando al románico del siglo XII. Sus dimensiones son más que considerables, con una longitud de más de sesenta metros. 
Su planta es de cruz latina, una sola nave con crucero sobre la que se abre una espectacular cúpula octogonal, de influencias italianas, con ventanas en el tambor. En la cabecera hay una gran capilla mayor, rectangular, con girola, enmarcada por dos capillas rectangulares de escasa profundidad. Destacan los sepulcros góticos de la familia de los Andrade, dueños y señores de estas tierras en estos siglos, tanto Nuno (O Mao), como Pedro, Diego y Fernán (O Bo), en el altar mayor y en el crucero. 
La Portería, a la derecha de la fachada de la iglesia, lleva al claustro de la Hospedería (u occidental); fue comenzado por Juan de Herrera en 1574 y terminado hacia 1619. El primitivo era renacentista; hoy solo quedan cuatro columnas.
En el claustro de Portería u Hospedería se conservan cuatro columnas del anterior claustro renacentista; el actual (o lo que queda de él) es clasicista.

Tumba de don Nuno Freire de Andrade, o Mao, fallecido en 1431. Señor de Pontedeume, Ferrol y Vilalba. Hizo frente al levantamiento de vasallos en sus tierras, acontecimiento conocido como Irmandade Fusquenlla o primera revuelta irmandiña.
 
Imagen de la Virgen de la Cela, fuera de su retablo en el momento de la foto
Parte del retablo en piedra de la Virgen de la Cela y techo del ala norte del crucero

Así es como debería verse el retablo de la Virgen, imagen sacada de este estudio


Algunas de las características propias de las construcciones cistercienses son la ausencia de muchas figuras e imágenes, las pocas que hay tratan de concentrar su capacidad para centrar la concentración y la meditación, las paredes también están desnudas para propiciar la concentración en la oración.

En el exterior una gran riqueza volumétrica, muros con grandes piezas graníticas. Llama la atención la especial fachada principal, que muestra una sencillez de líneas muy peculiar a la par que un colosalismo en sus elementos, combina el granito con la pizarra, dando lugar a un ajedrezado precioso y muy característico, tanto que ha dado lugar a la inspiración de los diseñadores de la fábrica de cerámica de Sargadelos, en el motivo que adorna una de sus famosas vajillas: el modelo monférico. La disposición plana del muro en contraste a los tramos cóncavos y convexos más propios de otros templos barrocos le confiere una personalidad única.
Fachada barroca de la iglesia con ajedrezado de pizarra y granito. La torre que falta en el lado izquierdo fue destruida por un rayo.

Hoy en día el retablo del altar mayor se encuentra desmontado en el coro alto, con la pérdida de algunas piezas. Una gran cantidad de las piezas de este retablo podrían ser restauradas y recuperadas.

Antiguo retablo del altar principal a principios del siglo XX.
Imágenes extraídas de este estudio



SIMBOLISMO

Cuadrado
Son muchos los símbolos que están presentes en la concepción espiritual del Císter, por ejemplo la piedra es uno de ellos. Según recoge José Antonio Vázquez en su blog, dado que el trabajo espiritual se entiende como una edificación, el símbolo de la espiritualidad que nos habita es la piedra. El trabajo del camino cisterciense es el de convertir la piedra bruta en piedra pulimentada y cuadrada, precisamente para entrar en comunión con la Piedra angular que es Cristo. La piedra cisterciense, símbolo de cuaternidad, es cuadrada y desnuda, se busca la cuadratura, el equilibrio, la rectitud, la sencillez, pasar de la superficialidad y desorientación a la autenticidad y el sentido, para ello la disciplina básica es el trabajo, la oración y el estudio. La perseverancia en la disciplina rompe el corazón de piedra del hombre. 
La cuaternidad tiene que ver con la tierra, y suele ser representada como base o sostén del cielo. Cuatro son las fases de la luna, las estaciones del año, los puntos cardinales, los evangelistas, los 4 ríos que manan de la fuente del paraíso, los humores y las edades del ser humano. Nuestro mundo es cuadrado, y sobre él se asienta la esfera que es lo divino. Es un esquema que vemos habitualmente en las iglesias. 

Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras:
La piedra que desecharon los edificadores,
Ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos? (Mt 21,42)

Del cuadrado al círculo
El cuadrado, el círculo y el octógono son las tres figuras geométricas facilitadoras de todo el juego simbólico, consistente en la reunificación de los mundos. La primera figura representa generalmente el mundo terrenal y la segunda las dimensiones celestes. El octógono, por su parte, pone a las dos anteriores en relación. Pasar del cuadrado al círculo es uno de los grandes misterios de la geometría sagrada que tantos estudios ha suscitado en la Antigüedad. El círculo es la recuperación del paraíso perdido, de la armonía y la unidad, la imagen y semejanza. El cielo habla con la tierra, y de ese encuentro de cielo y tierra, en el centro de los 4 elementos de la naturaleza (aire, tierra, fuego, agua) se crea el hombre. De ese encuentro de cielo y tierra, y de la tierra de los cuatro puntos cardinales está formado el hombre. Esta representación cuaternaria está en la Edad Media por todas partes.

La vivencia de la cuaternidad desarrolla el lado femenino del monje, el monje se hace esposa del Verbo, es un intuitivo, acogedor, receptivo, previsor. La feminidad o madurez emocional del monje le hace capaz de vivir la transcendencia en la inmanencia, le hace equilibrado, en especial en las relaciones humanas.

Octógono
El octógono es el punto de encuentro entre el cuadrado (terrenal) y la cúpula (el cielo). El lugar donde la materia se espiritualiza y el espíritu se materializa. También simboliza el propio Cristo, cuyo nombre en griego tiene el valor numérico de 888, por haber sido el intermediario entre Dios y el hombre. La estrella de Navidad, que tradicionalmente tiene 8 puntas también recuerda este simbolismo, es el anuncio del nacimiento de Cristo en el cielo. En el camino hacia la salvación del alma hay que pasar por los 7 cielos de los 7 planetas hasta llegar a la octava esfera, donde moran los dioses. Por otra lado, la unión estable entre estos dos mundos, el cielo y la tierra, el tiempo y la eternidad, se representa también con el ocho tumbado, la Lemniscata.

María
María tiene una importancia fundamental en el Císter, es el modelo del monje, modelo de escucha y ternura, modelo de vivencia del amor. Dulzura-ternura en la sencillez es la experiencia del amor cisterciense, por eso todos sus monasterios están dedicados a María.

Interim
Lo característico del carisma cisterciense es que es una mística que busca vivir los misterios “escatológicos” aquí, en este tiempo intermedio de la inmanencia, en el interim. Es en la realidad secular y cotidiana donde el Misterio se encuentra mejor, en la realidad que parece pobre o fea a los ojos del ego, donde mejor podemos vivir la mística sin caer en los espejismos del narcisismo espiritual. De ahí la importancia del trabajo y de la vida secular convertida en sagrada para el místico cisterciense.


El particular vínculo de los monasterios cistercienses con el agua y su simbolismo

Fuente exterior
Fuente interior, en el claustro Reglar del siglo XVI y cerrado en el siglo XVIII. El claustro se convierte en imagen del Paraíso y de la Jerusalén celeste, como una ciudad sólidamente afincada, en la que el monje junto con sus hermanos, puede realizar su identificación interior. La fuente de agua en el centro simboliza también la fuente del paraíso y los cuatro ríos que parten de ella, que representan la verdad, la caridad, la fortaleza y la sabiduría. Se unifican, en la fuente, función simbólica y función práctica, la de servir a los monjes para lavarse las manos y la cara antes de entrar al refectorio. La fuente también tiene su modelo en el llamado "mar de bronce", la pila situada en el atrio del templo de Salomón. Foto extraída de Wikipedia




Como ya pudimos comprobar en Santa María de Carracedo, la importancia de la canalización del agua en los monasterios cistercienses es un ejemplo en el que función y símbolo se vuelven inseparables. No hemos encontrado, por ahora, ninguna explicación de las construcciones, anexas al monasterio, en las que se observa una estructura de paredes de contención, canalización de agua paralela al río que seguramente proveía de agua al recinto. 


La forma de vida de los monjes cistercienses han puesto siempre en relación la más alta vida espiritual con los más “bajos” trabajos manuales y con las tecnologías más ingeniosas. Es el caso de toda una arquitectura hidráulica que, siendo también un principio simbólico fundamental, es también el desarrollo de una técnica, que lejos de romper con la de épocas anteriores, se sirve de ella depurándola y asegurando la continuidad del conocimiento. Su esquema de organización materno-filial entre abadías facilitó que la tecnología aplicada en cualquiera de ellas, rápidamente alcanzase una gran difusión por toda Europa. Jorge Manuel López López, en su tesis doctoral “Sistemas hidráulicos en los monasterios cistercienses de la Corona de Aragón: Arquitectura y Sostenibilidad” nos muestra cómo el origen y la organización espacial de los monasterios cistercienses, van indisolublemente vinculados a la evolución de los sistemas de abastecimiento hidráulico. Nos ha parecido muy interesante e inspiradora la perspectiva de este autor sobre la profundidad de la vida monástica del Císter, sin duda el agua es una de las claves para entenderlo. Nos hemos permitido copiar aquí algunas de sus ideas extraídas de su tesis:

Otro apartado al que se ha querido dar importancia en la tesis es el concerniente al concepto actual de sostenibilidad, tomando como modelo la hidráulica cisterciense. A lo largo de la historia el abastecimiento de agua ha sido motivo de serias disputas entre territorios. Aún hoy sigue siéndolo, sólo tenemos que observar la política de trasvases en nuestro país, y los conflictos entre Comunidades Autónomas a lo largo del tiempo. Todo ello pone de manifiesto la importancia y la vigencia de la problemática del agua en nuestros días, para lo cual es necesario analizarla desde todos los puntos de vista, entre los que se debe contemplar el agua, no sólo como un recurso, sino como un componente del ecosistema, algo que siempre estuvo presente en las construcciones de los monjes cistercienses, también llamados “hijos del agua”.

Como ejemplo de lo anterior, la agricultura en la Antigüedad consistía en elegir la especie vegetal óptima según la zona climática donde se encontraba el poblado, de este modo se podía comerciar posteriormente con otras zonas, para obtener otros productos y especies diferentes. La era actual introduce con árida insistencia los conceptos de eficiencia y economía, exigiendo disponer de todo y en poco tiempo, lo cual amplifica la necesidad de explotar los recursos existentes en el ecosistema. El desarrollo cada vez se vuelve menos sostenible. 

Es por ello que al margen de lo sugestivo del tema, considero que la actualidad arquitectónica requiere de una mirada atrás. Una mirada que contemple la forma en la que los monasterios cistercienses y su espacio territorial anexo, llegaron a configurar el paisaje con su huella, conduciéndonos a una especie de utopía, un aprovechamiento directo, casi ecológico que se opone al trabajo fragmentario del mundo moderno.

La historia cisterciense provoca nuestra reflexión sobre la coherencia entre el dominio del espacio natural y la organización social que la sostiene, así como la coherencia entre la ética de la vida y la estética de las obras que produce.

Más allá del cuadrado monástico formado por la iglesia y las estancias organizadas en torno al claustro, los monasterios generaron todo un conjunto complejo capaz de estructurar un territorio a partir de un polo de vida religiosa, incorporando una serie de actividades artesanales, agrícolas e industriales al mismo.

Frente al sistema feudal, que dividía las propiedades en unidades independientes en las que los campesinos se entregaban a procedimientos primitivos, con el único fin de ofrecer rentas a su señor, el Císter organiza el territorio en auténticas unidades de producción, utilizando las últimas novedades agrícolas, y generando un sistema adecuado para controlar y explotar propiedades lejanas.

La creación de granjas transformadas en verdaderas escuelas agrícolas, hará de la Orden una institución modélica en su organización y explotación del campo en toda Europa. Sin embargo el nombre con el que pronto se conoció a los monjes de Cîteaux, labratores, ha de interpretarse en el sentido que la palabra laborator tenía en el siglo XII, que según el autor Duby, no era sino el de mejorar o perfeccionar el universo.
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Entre las múltiples aportaciones del Císter al avance de la agricultura medieval hemos de destacar las siguientes:

- El incremento del espacio agrícola por medio de la roturación, rotación y abonado de los cultivos, utilizando para ello las margas u otros fertilizantes.

- La extensión y perfeccionamiento del cultivo de la vid y la elaboración de vinos, la vitivinicultura.

- La recuperación de suelos, inservibles en un principio para la actividad agrícola, llegando a convertir desiertos inhóspitos en tierras ubérrimas.
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La búsqueda de aislamiento hizo que los monjes cistercienses estuvieran presentes en muchos de los bosques europeos, donde gestionaron la madera preservándola, mediante una política de aprovechamiento digna de admirar hoy en día. La prueba está en que pese a utilizar la madera próxima, muchos monasterios siguen hoy día rodeados de amplios bosques.

Su gestión de la madera se trasladaba a su gestión del agua, donde además de delimitar tramos de río, y gestionar la ubicación de molinos a lo largo del cauce, establecieron cotos de pesca para su alimentación. La idea que subyacía siempre fue la de utilizar los recursos circundantes pero sin explotarlos.

 

Referencias

https://rua.ua.es/dspace/handle/10045/24467

https://hemeroteca.betanzos.net/Restauro/CONTENIDOS/restauro7%20pdf/054-063_Monfero.pdf

https://www.arteguias.com/monasterio/santamariamonfero.htm

https://wwwespiritualidadcisterciense.blogspot.com/2011/01/simbolos-fundamentales-del-carisma.html

https://www.elcisteriberico.com/Paginas/galicia/elcistergalicia.html

https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/1674303

https://enfoques.gal/firmas/carlosdecastro/santa-maria-de-monfero-entre-la-ruina-la-restauracion-y-la-ensonacion/

https://cistergalicia.wixsite.com/acigal

http://patrimoniogalego.net/index.php/7932/2011/10/mosteiro-de-santa-maria-de-monfero/

https://www.albatrospontedeume.es/el-monasterio-cisterciense-santa-maria-de-monfero.html


Otras entradas sobre el Císter en Galicia

http://blog.martacuba.com/2023/03/santa-maria-de-penamaior.html

http://blog.martacuba.com/2023/10/a-lactacion-de-san-bernardo.html

http://blog.martacuba.com/2023/09/santa-maria-de-carracedo.html