María Trono de Sabiduría. Retablo de esmaltes en San Miguel de Aralar (Navarra)
El sabio, por excelencia, en la tradición israelí fue Salomón (1 Reyes 10:18-20). Pero el cristianismo, en el siglo XI, comenzó a utilizar la expresión “Sedes Sapientiae” como referencia a la Virgen, por cuanto en las representaciones bizantinas de la Theotokos ella figuraba a modo de trono en el que sentaba el hijo de Dios. Durante el siglo XII se incorporó a las letanías lauretanas que se recitan al finalizar el rezo del rosario.
María Trono de Sabiduría (Sedes Sapientiae). Escultura exenta de madera policromada procedente de la ermita de San Millán de Puentedura (Burgos)
María Trono de Sabiduría en una escultura del siglo XII en la Catedral de Sansepolcro (Italia)
La superación de lo que se ha llamado “pansacralidad”, vino propiciada por el progresivo reconocimiento de la relativa autonomía de los procesos terrenales y la conciencia específica de la condición humana. Esta liberación del hombre de su vinculación del cosmos comienza en el tiempo de la realeza davídico-salomónica, con un interés incipiente por las cosas tal y como son y también por la psicología del hombre, por consiguiente un mayor realismo. Estas particularidades subrayan la originalidad de la cultura israelí y el carácter específico de su experiencia religiosa, en el que la sabiduría reside en la aceptación lúcida de la condición humana, sostenida en la base del temor de Dios y los peligros de la arrogancia humana. La noción central de la literatura sapiencial es el temor de Dios, o temor del Señor. La búsqueda de sabiduría no tenía sentido en orden a la erudición, sino que el sentido último del conocimiento humano estaba ligado a la pregunta sobre su relación con Dios. Proverbios declara el propósito del libro: “entender sabiduría y doctrina, para conocer razones prudentes, para recibir el consejo de prudencia, justicia, juicio y equidad; para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura” (1,2-4). La disponibilidad hacia el misterio divino era una cualidad sustancial y primordial de la sabiduría (Prov 14, 27; 1,7; 8,13). Desde este punto de vista, el bien únicamente sería el resultado lógico y derivado del conocimiento de Dios (Prov 16, 2; Prov 28, 5). Destacar también el estrecho vínculo entre Sabiduría y poesía o sentencias artísticas, pues en el contexto del antiguo Israel, la poesía era el vehículo humano querido por Dios para transmitir el mensaje que contenía su Palabra. La poesía sería, por tanto, el lenguaje que más se acercaría a la comprensión divina. Otra de las características importantes de la sabiduría es que su lugar está en el corazón, es ahí donde Dios juega un papel decisivo, ahí está el lugar de la receptividad donde algo del saber divino se manifiesta, pues la sabiduría racional humana no es garantía de éxito, el hombre debe permanecer abierto y disponible al misterio divino, es por este motivo que el verdadero sabio no sea nunca el que se tiene por tal, pues la vanidad es incompatible con la conciencia de limitación del conocimiento humano y con la confianza en Dios (Prov 16, 1). Con respecto a los ámbitos de actuación de los sabios, tenemos que tener en cuenta que probablemente la familia y la tribu fuesen los núcleos en donde se originó y se conservó de manera oral. Con respecto a los ámbitos públicos, estaría el pueblo, la corte y la escuela. En el ámbito cortesano, la sabiduría de los reyes era un atributo muy valioso y exigido, asimismo la palabra "consejero" se puede encontrar en ocasiones como sinónimo de "sabio”.
Los libros clasificados tradicionalmente como sapienciales son: Proverbios, Job, Qohelet (o Eclesiastés), Sirácida (también llamado Ben Sira o Eclesiástico) y Sabiduría. Y los libros poéticos: Salmos, Cantar de los Cantares y Lamentaciones.
Con las motivaciones profundas del amor, la Sabiduría bíblica invita al hombre a la comunión con ella y en consecuencia exige una respuesta personal de amor. Esta comunión se describe en los versículos de Proverbios 9, con la imagen bíblica del banquete:
La Sabiduría se ha hecho una casa, ha labrado siete columnas; ha sacrificado víctimas, ha mezclado el vino y preparado la mesa. Ha enviado a sus criados a anunciar en los puntos que dominan la ciudad: “Vengan aquí los inexpertos”; y a los faltos de juicio les dice: “Venid, comed mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad las inexperiencias y viviréis, seguid el camino de la inteligencia. (Prov 9, 1-6)
La sabiduría bíblica se caracteriza por un decidido impulso hacia la formación integral del hombre, desde la conciencia de singularidad, hasta su armonización con la naturaleza, con la sociedad y con Dios. La raíz hebrea ḥkm designa la esfera “sapiencial”, es decir, la esfera de la razón, inteligencia, saber, destreza. Pero también aparece en el texto bíblico la raíz hebrea byn que recoge los significados de: entender, comprender, conocer, penetrar, percibir, distinguir, discernir. El término hakam que en hebreo significa sabio está estrechamente vinculado con el término hebreo saddiq, que significa justo. Resulta interesante comparar las diferencias entre su concepto de sabiduría y el nuestro, la sabiduría del Antiguo Israel se fundamenta, principalmente, en el temor de Dios y en el rechazo de la arrogancia humana. Vemos, por tanto, una diferencia significativa con nuestro concepto de razón que no sólo se ha creído autónoma y libre de lo "imposible de conocer" (o temor de Dios) sino que ha considerado como propios los resultados del conocimiento. En el contexto bíblico la sabiduría es a la vez un regalo de Dios y una cualidad humana que se debe adquirir mediante aprendizaje, pero ésta no llega a ser totalmente del hombre.
Si los profetas son ante todo hombres de acción, que reflexionan sobre la historia, los sabios se sitúan más bien en el plano del ser y meditan sobre la experiencia y la condición humana. Incluso la reflexión más sencilla sobre la vida, el amor, la muerte, puede ser el lugar de una palabra de Dios. Se trata de los aspectos de la condición humana que sirven de urdimbre a todas las épocas históricas, por eso es habitual que los libros sapienciales no estén enmarcados en un contexto histórico. Se trata de aquellas realidades de la vida cotidiana inmutables, que hablan sobre lo específico de la condición humana universal.
Pero además, la Biblia no idealiza tampoco a los sabios, pone al descubierto su corrupción, pues ningún ser humano está libre del pecado y la corrupción. La corrupción de los sabios da lugar al origen de los profetas. En tiempos de la monarquía unida no hay apenas diferencias entre sabios, profetas y rabinos, pero en tiempos del Primer Isaías, la lucha entre sabios y profetas es un hecho. Así, en Is 5, 21 el profeta se enfrenta a «los sabios a sus propios ojos», por eso, los oráculos de Isaías van dirigidos contra los sabios de Israel o los consejeros del faraón en Egipto.
por tanto, he aquí, volveré a hacer maravillas con este pueblo, prodigiosas maravillas;
y perecerá la sabiduría de sus sabios,
y se eclipsará el entendimiento de sus entendidos (Is 29, 14).
No son más que necios los príncipes de Zoán;
el consejo de los más sabios consejeros de Faraón se ha vuelto torpe.
¿Cómo decís a Faraón:
Yo soy hijo de los sabios, hijo de los antiguos reyes?
12 Pues bien, ¿dónde están tus sabios?
Que ellos ahora te declaren,
y te hagan saber lo que el Señor de los ejércitos
ha determinado contra Egipto.
13 Han obrado neciamente los príncipes de Zoán,
se han engañado los príncipes de Menfis;
han extraviado a Egipto
los que son la piedra angular de sus tribus.
14 El Señor ha mezclado en medio de ella un espíritu de distorsión,
y han hecho extraviar a Egipto en todas sus empresas,
como se tambalea el ebrio en su vómito.
15 Y no habrá para Egipto obra alguna
que pueda hacer su cabeza o su cola, su hoja de palmera o su junco (Is 19, 11-15).
En la motivación del profeta late un pensamiento teológico: los israelitas buscan la solución a sus problemas al margen de Dios. El punto álgido de la lucha entre profetas y sabios lo encontramos en Jeremías. En su tiempo el gobierno estaba en manos de sacerdotes, sabios (ancianos) y profetas. Jeremías luchará contra estos estamentos.
8 Entonces dijeron: Venid y urdamos planes contra Jeremías. Ciertamente la ley no le faltará al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Venid e hirámoslo con la lengua, y no hagamos caso a ninguna de sus palabras (Jer 18, 18).
”¿Cómo decís: ‘Somos sabios,
y la ley del Señor está con nosotros’?,
cuando he aquí, la ha cambiado en mentira
la pluma mentirosa de los escribas.
9 Los sabios son avergonzados,
están abatidos y atrapados;
he aquí, ellos han desechado la palabra del Señor,
¿y qué clase de sabiduría tienen? (Jer 8, 8-9)
¿Quién es el hombre sabio que entienda esto? ¿A quién ha hablado la boca del Señor que pueda declararlo? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto sin que nadie pase por él? 13 Respondió el Señor: Porque han abandonado mi ley que puse delante de ellos, y no han obedecido mi voz ni andado conforme a ella (Jer 9, 11-13)
Así dice el Señor de los ejércitos:¿No hay ya sabiduría en Temán?¿Se ha perdido el consejo de los prudentes?¿Se ha corrompido su sabiduría? (Jer 49,7)
Espada contra los caldeos —declara el Señor—
y contra los habitantes de Babilonia,
contra sus oficiales y sus sabios (Jer 50,35).