Inicios del cristianismo
Hoy estamos muy acostumbrados a una comprensión de la identidad del pueblo gallego que ha dado preponderancia al celtismo frente a la época medieval, promovido por una comprensión de la identidad gallega que prefirió rechazar el papel del cristianismo y su papel activo en nuestra historia, lo cual a veces resulta un impedimento para comprender hasta qué punto la herencia celta fue transmitida por el cristianismo y también reintegrada en éste. Resulta ya una evidencia que la comunidad de monjes-celtas asentados en el norte de la península resultó clave en la difusión del cristianismo en territorio gallego. De hecho, si atendemos a la propia “receltización” que se produjo en Bretaña, a partir de los bretones venidos desde Gran Bretaña en los siglos V y VI podremos encontrar alguna similitud, salvando las grandes distancias que evidencian el hecho de que en Bretaña se hayan conservado lenguas celtas y en Galicia no. Esta “receltización” tanto de Bretaña como de la Bretoña gallega vino de la mano de monjes celtas cristianos. La gran capacidad movilizadora de la sociedad medieval, durante mucho tiempo ha estado olvidada por el peso del celtismo y su mito nacionalizador, acompañado de los castros como metáfora, frente a la riqueza que los templos cristianos nos han legado. De ahí la relevancia que otorgamos a este templo cristiano, heredero de una tradición que no puede ser considerada plenamente celta, ya que sus impulsores fueron monjes cristianos, pero que sin embargo nos deja constancia de un proceso de asentamiento del cristianismo que durante la Alta Media en Galicia, nos revela un territorio muy dinámico y conectado con otros grandes centros del momento como la Europa mediterránea, Oriente, Bizancio, o la cultura atlántica de las Islas Británicas y la Bretaña francesa.
Una particularidad del cristianismo que después se seguirá reproduciendo durante los años de su expansión es que surgió a partir de los fundamentos de una tradición anterior, la fe de los judíos testimoniada en la Biblia no es para los cristianos otra religión, sino el fundamento de su propia fe. Así sucederá también con otras tradiciones como la griega/romana o la celta, de cuyo encuentro surge un cristianismo modificado y enriquecido. Desde sus orígenes, el cristianismo se nutrió de anteriores tradiciones, asimilándolas a partir de una tendencia a contrarrestar los momentos de decadencia que atravesaban. Es así como podemos constatar la importancia de Galicia (comunicada con los Finisterres atlánticos tanto de Bretaña como de las Islas Británicas) y su tradición espiritual, reflejada en la transformación que en el interior del cristianismo dio lugar al mito del Apóstol Santiago.
Hoy sabemos que probablemente a comienzos del siglo IV aún no se había producido de facto la escisión entre judíos y cristianos en la Península Ibérica, y que las relaciones entre ambas comunidades eran estrechas y tenían prácticas litúrgicas comunes. Según nos dice Rafael Sánchez Domingo en su estudio titulado "El rito hispano-visigótico o mozárabe: del ordo tradicional al canon romano" se ha apuntado también como factor decisivo de la cristianización de la Península, a la existencia de ricas comunidades judías antiguas, probablemente llegadas a las costas españolas en tiempos de la colonización fenicia, que fueron ampliadas tras el exilio de los judíos de Roma (bajo el emperador Claudio) y la diáspora producida con motivo de las guerras judaicas de los siglos I y II. Así mismo, otro factor decisivo fue la pronta conversión al catolicismo de los suevos (que fundan el primer reino independiente católico) en Gallaecia, ya en el siglo VI con San Martín de Braga, durante el reinado del rey suevo Teodomiro.
"Se sabe, por ejemplo, que la enseñanza de los Druidas permaneció siempre exclusivamente oral, aún en una época en que los Galos conocían con seguridad la escritura, puesto que se servían corrientemente de un alfabeto griego en sus relaciones comerciales; de modo que la enseñanza druídica no dejó ninguna huella auténtica, y como mucho se pueden reconstruir con más o menos exactitud algunos fragmentos muy limitados.."
"No nos parece dudoso que los orígenes de la leyenda del Grial deban remitirse a la transmisión de elementos tradicionales, de orden iniciático, del Druidismo al Cristianismo; habiendo sido esta transmisión operada con regularidad, y cualesquiera hayan sido por lo demás sus modalidades, esos elementos formaron desde entonces parte integrante del esoterismo cristiano."
"La leyenda, por otra parte, no dice dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la época de Cristo, ni cómo se aseguró su transmisión; pero el origen céltico que se le reconoce debe probablemente dejar comprender que los Druidas tuvieron una parte de ello y deben contarse entre los conservadores regulares de la tradición primordial. Por otra parte, en lo que a los celtas se refiere, hemos cuidado recordar qué precauciones se imponen cuando quiere hablarse de ellos, en ausencia de toda documentación escrita "
Diócesis bretona
El obispado de britonia en Galicia, en sus primeros años, había tenido una estructura propia de la iglesia celta, esto se puede ver en el hecho de que el “Obispado Britonorum” no estuviese dividido en parroquias, o que se dirigiese la sede episcopal desde un monasterio. El asentamiento de Britonia en la Península Ibérica abarcaría territorios del norte de la actual Galicia y Asturias, y la presencia de topónimos que así lo acreditan es constante en ambas regiones. De esta unión que se dió entre Galicia y Asturias a través del asentamiento celta-bretón ha quedado constancia en el propio origen del mito xacobeo, impulsado por el rey asturiano Alfonso II en el siglo IX, algunos años después de que desapareciera la sede del Obispado Britonorum.
Una característica propia de los monjes irlandeses de esta época fue precisamente dejar sus tierras para fundar monasterios lejos de su lugar de origen, así comprendieron el sentido del viaje penitencial, con una clara intención purificadora, pero también evangelizadora y guerrera. De hecho, no es descartable que los celto-británicos se hubiesen asentado mediante el uso de la violencia, también así había sucedido en sus asentamientos en Bretaña. De las particularidades propias del cristianismo celta ha quedado constancia también en el hecho de que estos monjes-celtas bretones realizaban la tonsura o rasurado de pelo diferente al común romano. La diócesis bretona aparece citada en el Parochiale suevorum, un documento que muestra la organización eclesiástica de la Galicia de la época del Reino suevo, que se data entre 572 y 573. Aparece citada como Sedem Britonorum, es decir, sede de los bretones (una de las 13 diócesis del Reino suevo), indicando que le pertenecen las iglesias del interior de los bretones, el monasterio Maximi, y las iglesias sitas en Asturias. Esta sede fue identificada por algunos autores como Díaz y Díaz con la basílica medieval de San Martiño de Mondoñedo, donde se encuentran restos de los siglos V-VI d. C, aunque otros autores la identificaron con los restos arqueológicos sobre los que se construyó la actual iglesia de Bretoña.
La diócesis bretona es mencionada en el Concilio de Braga del 561, para acabar con la doctrina prisciliana, siendo papa Juan III. También la nombrarán en el Concilio de Braga del 572. Posteriormente se hablará de la misma en algunos de los Concilios de Toledo como los de los años 633, presidido por San Isidoro de Sevilla, y en los del 646 y 656. El nombre de sus líderes espirituales trascendieron en el tiempo. En el documento de Braga del 572 hablan del obispo Maliosus, que conoceremos también como Maeloc o Mahiloc. Le seguirán nombres de obispos como Emerico (589), Metopio (633) y Sonna (653). Durante los siglos VII y VIII los celto-britones fueron diluyéndose e integrándose en el territorio. Se ha apuntado a menudo, como motivo de la desaparición de los celto-britones, la llegada de las incursiones musulmanas en el s VIII. Y en lo que respecta a la localidad de Bretoña hay pruebas evidentes de que la localidad fue destruida por Abd-el Aziz, hijo de Muza, en algún momento entre el año 716 y el 750. Esto no implicaría una total desaparición de la comunidad celto-británica, ya que podrían haber sobrevivido, y de hecho aparecen menciones posteriores a pequeños grupos celto-británicos, tanto en Asturias como en Galicia. Lo que sí parece cierto es que la llegada de los ejércitos musulmanes pone fin a este período celto-británico en las tierras del Norte de Galicia y Asturias, y los supervivientes a este momento histórico habrían sufrido un proceso de adaptación, diluyéndose así entre las comunidades emergentes locales. No resulta raro que fruto de la herencia de este pasado bretón, tan vinculado a un espíritu guerrero que estaba inmerso en las propias funciones de los monjes, se hubiese desarrollado la leyenda de la batalla de Clavijo, en el Reino galaico-astur heredado por Ramiro I en el 842. Cuenta la leyenda que fue este rey quien aumentó la política belicista contra el invasor sarraceno debido a su negativa de seguir sufragando el “Tributo de las cien doncellas” impuesto por el Emirato Omeya de Córdoba. En el municipio riojano de Clavijo tuvo lugar el enfrentamiento entre las tropas cristianas de Ramiro I y las moras de Abderramán II. Pese a la apabullante inferioridad numérica de los astures, el Rey Ramiro se alzó victorioso gracias a la aparición milagrosa del Apóstol Santiago. El Santo, subido a un caballo blanco y portando una espada envuelta en llamas, sembró el terror entre los sarracenos que huyeron despavoridos. Podríamos incluso ver en esta leyenda una relación con la propia tradición de los bardos celtas, cuya misión era exaltar las proezas heroicas y guerreras, como los triunfos en las batallas, encargados de amenizar fiestas y celebraciones, recitando, en prosa o en verso los logros de los guerreros como también las alabanzas a los dioses.
Martín de Dumio con el rey Miro de Galicia, en el libro 'De las cuatro virtudes'.
Biblioteca Nacional de Austria
Martín de Dumio
Por otro lado, conviene mencionar la importancia de la figura de San Martín de Dumio que resultó clave para la conversión al catolicismo del Reino suevo y cuya influencia también es recogida en esta sede episcopal britonense. La historiografía actual sitúa la llegada de Martín de Braga a la Gallaecia en el reinado de Chariarico (550-558/559) y relaciona su conversión al catolicismo con la creciente influencia en el Reino suevo de los francos merovingios y de los bizantinos, enemigos de los visigodos. Por ello destacan que, antes de ir a Galicia, Martín de Braga había estado en el Oriente bizantino y que su llegada al reino suevo coincide con el desembarco de los bizantinos en el sur de la península, donde fundaron la provincia de Spania. Por otro lado, la influencia merovingia —que habría llegado a Gallaecia por la vía comercial marítima que unía la zona de Burdeos con las costas del noroeste de la península— se manifestaría en la muy extendida veneración que existía entre los católicos galaicorromanos por San Martín de Tours, quien según Gregorio de Tours tuvo un papel destacado en la conversión sueva al catolicismo.
De las conexiones entre el obispado de Dumio fundado por San Martín de Braga, y la sede episcopal britonense queda constancia también en este templo, que no por casualidad recibió el nombre de San Martín. En el siglo IX, el obispo de Dumio, Sabarico I llega desde Braga a este enclave del norte para refugiarse de las invasiones sarracenas, acompañado de sus monjes. Es en este momento (año 867) en el que el rey Alfonso III el Grande de Asturias (impulsor y financiador del segundo templo construido en Compostela), funda un nuevo monasterio, conocido como San Martiño de Mondoñedo integrando en él a la diócesis que abarcaba la antigua sede de Britonia, pero excluyendo ya los territorios asturianos, quedando integrada así, solo la parte gallega. A partir de este momento comienza la serie de obispos de Mondoñedo, que durante más de un siglo llevarán indistintamente el doble título de obispos Dumiensis o Sancti Martini Minduniensis. El obispo Sabarico I fue sucedido por Rosendo I, Sabarico II y San Rosendo, quien edificó un nuevo edificio sobre el anterior hacia el 925.
Réplica de la cruz donada por los reyes astures Alfonso III y Jimena a la catedral compostelana en el año 874 y desaparecida en 1906. La más antigua ofrenda al Apóstol y similar a la cruz de los Ángeles de Oviedo
Edificio románico
Y si por alguna razón el edificio de San Martiño de Mondoñedo es ampliamente conocido es por haber sido considerado una de las primeras construcciones románicas de Galicia, y no solamente fue una de las primeras, también una de las más ambiciosas. El aspecto que luce hoy el templo se lo debemos al obispo Gonzalo (1071-1108), quien acomete una profunda transformación al edificio basilical del siglo X, atribuible a la actividad de Rosendo.
Con toda probabilidad el citado prelado contrató mano de obra especializada foránea para acometer dichos trabajos, en los que primaba una idea: amplificar la iglesia reaprovechando lo viejo. Muy probablemente en la década de 1090 se contrató una cuadrilla de constructores pirenaicos para elevar un nuevo edificio, pero con el encargo de reaprovechar los muros prerrománicos y someterlos a algunas transformaciones. Así, las paredes se elevaron en altura para abrir amplias ventanas y se reforzó, desde el interior, el grosor de los muros. Además, la planta se amplió hacia el Este, con la consiguiente destrucción de la cabecera prerrománica, y la elevación de un diáfano tramo de transepto, coronado por un alto cimborrio y tres nuevos ábsides en estilo románico. Dichas obras fueron probablemente realizadas bajo el gobierno del obispo D. Gonzalo, principal impulsor de la ambiciosa obra románica de San Martiño de Mondoñedo. Los restos de este obispo permanecen en un sarcófago pétreo situado en el interior del templo adosado al muro sur. Del mismo se extrajeron su báculo, anillo ("No quiero ser regalado ni vendido") y fragmentos textiles. De esta inscripción en el anillo se puede extraer una comprensión del sentido profundo que estuvo detrás, no sólo de esta construcción románica, sino también de cualquier otro templo románico en la Edad Media. Los artífices de los templos en el período de la Edad Media concibieron la iglesia románica como una ofrenda integral a Dios mismo en la que, tanto el edificio como el programa iconográfico de sus pinturas y los tesoros del templo fueron diseñados y comprendidos como un todo inseparable, y de lo cual nos deja constancia esta inscripción grabada en el anillo del obispo Gonzalo. La obra de arte románica se pertenece a sí misma, algo que seguramente para la actual sociedad de los derechos de autor resulte incomprensible, pero lo cierto es que detrás del anonimato de las obras de arte tradicional hay algo mucho más profundo que una simple falta de reconocimiento al artista.
Por otro lado, no resulta casual que el pueblo haya atribuido a este obispo, hechos milagrosos como el naufragio de una flota normanda que amenazaba la costa próxima a Mondoñedo o la milagrosa aparición de una fuente al lado del templo que hizo brotar con su zapatilla ("fonte de a zapata") y que además conecta con la propia tradición que la Biblia recoge acerca de la visión de Ezequiel y las aguas que brotaron del lateral del templo (luego asimilado al costado de Cristo durante su crucifixión). La leyenda no deja de ser una forma de traducir el reconocimiento a una figura que bien puede ser considerada impulsora de milagros, pues todo edificio románico es en el fondo un milagro.
La iglesia de San Martiño perdió la dignidad episcopal en el 1113, en el concilio de Palencia, un hecho que ratificó la reina Urraca a través de una donación fechada el 1 de marzo de 1117. Ello sucedió durante la prelacía de Nuño Alfonso (1112-1136), antiguo tesorero de la catedral de Santiago, estrecho colaborador de Diego Gelmírez y uno de los redactores de la Historia Compostelana. Pero el traslado de sede no implicó, ni mucho menos, el abandono del templo, todo lo contrario. De hecho, este siguió teniendo un uso importante, ya que allí se instaló una comunidad de canónigos regulares de San Agustín, según confirma una bula del papa Adriano IV en 1155. Es además, también en este momento, cuando se llevan a cabo el completo programa iconográfico de las pinturas románicas en su interior, las cuales nos dejan constancia de la continuidad del proyecto de Gonzalo y del esplendor e importancia que todavía conservaba este templo. Es así que todavía seguía siendo utilizado por el obispo y la curia mindoniense, lo cual explica, quizás, el epígrafe pintado con el verso –Assumpta est Maria in coelum–, una antífona del oficio de la Virgen María que se cantaba desde el siglo XII en muchas canónicas europeas.
Por otro lado, no resulta casual que el pueblo haya atribuido a este obispo, hechos milagrosos como el naufragio de una flota normanda que amenazaba la costa próxima a Mondoñedo o la milagrosa aparición de una fuente al lado del templo que hizo brotar con su zapatilla ("fonte de a zapata") y que además conecta con la propia tradición que la Biblia recoge acerca de la visión de Ezequiel y las aguas que brotaron del lateral del templo (luego asimilado al costado de Cristo durante su crucifixión). La leyenda no deja de ser una forma de traducir el reconocimiento a una figura que bien puede ser considerada impulsora de milagros, pues todo edificio románico es en el fondo un milagro.
La iglesia de San Martiño perdió la dignidad episcopal en el 1113, en el concilio de Palencia, un hecho que ratificó la reina Urraca a través de una donación fechada el 1 de marzo de 1117. Ello sucedió durante la prelacía de Nuño Alfonso (1112-1136), antiguo tesorero de la catedral de Santiago, estrecho colaborador de Diego Gelmírez y uno de los redactores de la Historia Compostelana. Pero el traslado de sede no implicó, ni mucho menos, el abandono del templo, todo lo contrario. De hecho, este siguió teniendo un uso importante, ya que allí se instaló una comunidad de canónigos regulares de San Agustín, según confirma una bula del papa Adriano IV en 1155. Es además, también en este momento, cuando se llevan a cabo el completo programa iconográfico de las pinturas románicas en su interior, las cuales nos dejan constancia de la continuidad del proyecto de Gonzalo y del esplendor e importancia que todavía conservaba este templo. Es así que todavía seguía siendo utilizado por el obispo y la curia mindoniense, lo cual explica, quizás, el epígrafe pintado con el verso –Assumpta est Maria in coelum–, una antífona del oficio de la Virgen María que se cantaba desde el siglo XII en muchas canónicas europeas.
Pintura mural en la bóveda del brazo sur del transepto en San Martiño de Mondoñedo con la representación de la Asunción de la Virgen a los cielos.
Acerca de la filiación del ciclo de Mondoñedo con la primera fase del Tumbo A (1129-1134) nos dice Manuel Castiñeiras que parece corroborarse por la figuración, en la sección oriental de la bóveda, de una figura de un sacerdote junto al epígrafe: (Berna)RDVS : SCVL/PSIT : INMAGIN (es) (…). Traducido: “Bernardo grabó estas imágenes”. Podría tratarse, tanto por el uso de los términos sculpsit como immagines de un retrato de Bernardo, el célebre tesorero homónimo de la Iglesia compostelana, director de la Obra de la catedral de Santiago desde 1118 y del proyecto del cartulario del Tumbo A desde 1129. Cabe recordar que este es el mismo que grabó (sculpsit) con orgullo su nombre un 11 de abril de 1122 en la fuente del Paraíso de la Porta Francígena de la catedral compostelana. Bernardo fue transferido a Mondoñedo entre 1133 y 1134, bajo la custodia de Nuño Alfonso, y quizás con su llegada, este gran promotor de las artes, conocedor como nadie de la obra de la catedral de Santiago y del proyecto del Tumbo A, dirigió su último proyecto –la decoración de la iglesia de San Martiño de Mondoñedo– con algunos de sus antiguos colaboradores compostelanos. De esta manera, Mondoñedo se convierte no solo en el más antiguo conjunto de pintura mural románica conservado en Galicia, sino también en un testimonio excepcional de lo que pudo ser la decoración pintada de la catedral románica de Santiago de Compostela en tiempos de Diego Gelmírez (1100-1140).
Referencias