Escatología

 

No os fijéis en que soy morena,
porque el sol me ha quemado.
Los hijos de mi madre se enojaron conmigo;
me pusieron a guardar las viñas,
y mi propia viña no guardé (Cant 1,6)


Siempre me ha inquietado un poco esa confluencia de significados que se da en la palabra escatología, inquietud que nunca me había llevado a indagar lo suficiente, supongo que porque un prejuicio mental se interponía en mi mente para tratar de zanjar rápido un asunto en el que todavía no tenía suficiente interés o valor para adentrarme en él. Pero lo cierto es que en mi último sueño la mierda se ha hecho presente, pareciera que mi inconsciente me está queriendo decir algo, así que la indagación no se ha hecho de rogar, y lo que he descubierto es fascinante, pues, como siempre hace el símbolo, se conecta con el resto de contenidos en los que venía trabajando, sin intuir apenas su posible relación.

Y para todos los asuntos incómodos no hay como recurrir a Freud, nuestro mayor referente en lo que a valentía se refiere. Desde luego equiparar de manera antitética las heces fecales con el oro no es algo que nuestra sociedad racionalista acepte más allá que como un tipo de simbolismo jocoso e inútil para la vida. No es el caso de la visión tradicional, que para esto demostró también ser mucho menos prejuiciosa, no por casualidad Freud cita una frase oriental que dice: "El oro es el excremento del inframundo". La sustancia más despreciada por el hombre y la más preciada unidas indisociablemente en nuestros orígenes como sujetos, pues antes de la represión, las heces son, según Freud, una sustancia valiosa que cuando empieza a ser retenida, el individuo muestra indicios de actitud narcisista (quedarse para uno el oro del inframundo). En la etapa anal, las heces se convierten en la moneda de cambio entre el hijo y los padres, etapa en la que el placer erótico está focalizado en el ano. Así, entregar las heces podía ser un regalo erótico del hijo a la madre, y la fijación anal puede estar relacionada con fantasías de omnipotencia, sensación de grandeza y falta de empatía. Los individuos con fijación anal pueden creer que tienen el poder de controlar todo en su entorno. En el erotismo anal, el sadismo tiene un lugar principal y directriz, se trata de una dinámica que se constituye en un juego de poder. Entre el retener y el expulsar hay una cuestión de dominio. O bien el niño entrega obediente la caca (por amor), o bien la retiene para su satisfacción autoerótica o para colocar su voluntad. Se trata de una pelea entre el amor y el narcisismo del niño, y con la decisión de colocar su voluntad, se constituye la terquedad característica de este tiempo en ciertos niños. Del erotismo anal surge el desafío; primero con el significado de regalo, y luego mediante su equiparación al dinero. En el varón hay un elemento más, pues cuando descubre en la mujer la falta de pene, este pasa a ser considerado algo separable del cuerpo. El pene, entonces es equiparable a la caca, el primer trozo al que tuvo que renunciar. El desafío anal de este tiempo (entregar la caca o no entregarla) entra en la constitución del complejo de castración. Un recorrido de la pulsión que si no logra ser reprimida o sublimada se quedará del lado del autoerotismo, intensificándose la organización del carácter pregenital sádido-anal. Una de las grandes ventajas del psicoanálisis es que te permite conocer, a partir de como habla una persona, cómo se va a comportar en la cama, lo cual ayuda a prevenir muchos disgustos.

Seguramente esta etapa anal narcisista sea también la misma en la que se encuentra fijada nuestra sociedad actual, observable ya no solo en la tendencia a producir tele-basura en ingentes cantidades, también en la inclinación masiva a comprar papel higiénico ante cada nueva amenaza impuesta por "papá-estado".

Por otro lado, en la alquimia occidental, siempre se ha visto a una cierta materia negra similar al abono, llamada nigredo, como el principio del proceso de transformación de la materia en oro. La nigredo se lleva a cabo en varias etapas, comienza con la "calcificación", donde los materiales son calentados y vidriados hasta que se convierten en polvo, simbolizando la disolución de la personalidad y el ego, una especie de purgatorio en el que las llamas del fuego van pulverizando el material. 
Este acto de destrucción es fundamental, ya que sin él, la pureza necesaria para la siguiente fase no puede alcanzarse. Después de la calcificación, la materia entra en un estado de "putrefacción", que simboliza la descomposición y la transformación. A medida que el material se desintegra, se produce un cambio culminante que abre las puertas a la creación de algo nuevo. Aquí es donde el alquimista enfrenta sus propios demonios, provocando un proceso de introspección que resulta crucial para el progreso personal. En la etapa de la "conjugación", se unen las partes disueltas, una analogía de la reconstrucción del yo, para dar vida a lo que antes había muerto y descompuesto. Es un paso hacia la integración de la sabiduría adquirida durante la fase de nigredo. 

Y aunque la gran obra alquímica parece ser destinada únicamente a los adultos, lo que descubrió Freud, y seguramente lo más transgresor y valiente de toda su teoría, es haber dado a los niños un valor que tan solo antes Jesucristo y las Sagradas Escrituras se habían atrevido. Es habitual que nos encontremos hoy con numerosas publicaciones que nos hablen sobre los beneficios de la filosofía alquímica aplicada a la psicología, a las cuales, la teoría de Jung ha contribuido enormemente, pero que sin embargo, flaco favor ha hecho a los verdaderos procesos de transformación, pues más bien lo que ha conseguido es una mayor racionalización de un proceso que debiera ser todo lo contrario. Pero lo que demostró Freud es que ese proceso alquímico que nuestros grandes sabios de la tradición también recogieron, es que la alquimia comienza desde que nacemos, desde nuestra más tierna infancia, la mente ya trabaja con estos materiales, por eso el trabajo no es tanto fomentar ciertas transformaciones actuales y vistosas, más bien sería aprender a respetar, escuchar y entender el trabajo que nuestro yo del pasado ha venido haciendo de manera muy silenciosa. En palabras de la psicoanalista Francoise Doltó (extraídas de su maravilloso libro "La causa de los niños"): Para el adulto, es un escándalo que el ser humano en estado de infancia sea su igual. Y nosotros añadimos, no solo es un escándalo para un adulto con respecto de un infante, lo es también para un adulto en relación con su propio niño pasado, tanto es así, que muchos adultos no llegan nunca a superar el punto al que el niño fue capaz de llegar con sus limitados recursos, la gran mayoría se quedan estancados ahí.

El psicólogo James Hillman interpreta de manera poética el significado del excremento en la psique y particularmente en los sueños (extraído de este artículo):

El gran bloque de ideas interpretativas de las heces [fecales], lo que la mierda supuestamente significa (la esencia de la mierda): el regalo de amor a uno de los padres; la expresión creativa que empieza con manchar y colorear; el control de la sabiduría y el origen de la autoconciencia; la muerte dentro del nacimiento del no-yo, haciendo posible la separación de la objetividad; el sí mismo negativo de valores ocultos en lo más vil y rechazado; la sombra que lo sigue a uno, por detrás; así como todos los ritos escatológicos de todas las naciones, y la inagotabilidad del humor de fuera de casa -todo esto es una vergüenza de riquezas-. Sólo esto sugiere un fondo arquetípico en las riquezas de Hades, en la afluencia de Plutón. Por supuesto, el inframundo también está hecho de excrementos, puesto que son una riqueza para una continuidad de imágenes de fantasía. Desde esta perspectiva, las heces no son traducibles a otro término. Como residuo de residuos, las heces sugieren una esencia permanentemente presente y continuamente volviéndose a formar. Su apariencia en los sueños refleja un inframundo al cual diariamente nos postramos en homenaje, para nunca deshacernos de él.

La sustancia liminal que conforma el lodo o especie de limo que constituye la región oscura del inframundo es también el residuo a partir del cual florece la más excelsa de las flores, la flor de loto, cuyo simbolismo oriental es equiparable al de la rosa en occidente. Esa región del Hades cubierta de lodo a la que descendemos en sueños, podría asimilarse también al residuo psíquico o excremento del que la mente anhela deshacerse en una forma de purgarnos internamente sin necesidad de hacerlo externamente. Hillman juega con la idea de que Plutón, el dios del inframundo, de lo más bajo, también es el dios de la riqueza (de ahí palabras como "plutocracia"). Hay una gran riqueza en la mierda, en el excremento, en aquello que desechamos porque hemos sido capaces de identificarlo como tal. Lo escatológico es lo que tiene que ver con la defecación, el excremento y la suciedad, pero también lo que tiene que ver con la salvación, con los mundos ulteriores y con la vida renovada tras la muerte. Para el ser humano, la salvación, el cielo, pasa por el inframundo, el hades, el purgatorio o el infierno, pasa por hacernos responsables de nuestra propia mierda y encontrar las joyas ocultas del interior de la tierra.