Simbolismo xacobeo: Jacob/Viaje iniciático/Celtismo/Galicia

La palabra peregrino proviene del latín peregrinus, que significa 'ir por los agros' o 'el que va por el jardín'. Asimismo, peregrinus también significa 'que viene del extranjero o que va al extranjero'. Se aplicó especialmente durante la Edad Media al Camino de Santiago de Compostela, para otros caminos de peregrinación se utilizaron otras palabras, tales como los romeros para aquellos que acudían a Roma, o los palmeros para los que iban a Jerusalén. De modo que los peregrinos propiamente dichos fueron los de Compostela, también conocidos como los concheros. Por otro lado, aunque hoy el Camino de Santiago haya adquirido una cierta dimensión bucólica y turística, no debemos olvidar que durante sus años de apogeo y consolidación en la Edad Media, no llegaban vivos a Compostela más que un 30% de los que lo empezaban, era un camino peligroso, largo, complejo, con muchas dificultades y en ningún caso se hacía por placer. Si tantas personas estaban dispuestas a jugarse la vida es que el motivo para hacerlo era muy grande, tan grande como su propia vida, como la vida eterna que se alcanzaba precisamente en la 'Costa da morte' o el 'Finis-terrae' del mundo, era por tanto, una verdadera y radical apuesta de salvación.

Santiago el Mayor
Santiago y Juan son ambos hijos del Zebedeo, apodados por Jesús como los Boanerges, o hijos del trueno, por su carácter impetuoso y visceral. Con estas palabras que se incluyen en la Leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine, describe Beda la profundidad de las palabras del Apóstol Juan, aplicables también a Santiago:

Su voz resonaba tan fuertemente que llegaba a los últimos confines; de haber levantado un poco más el tono, el mundo hubiese sido incapaz de contener la resonancia dentro de sus propios límites.

Juan, el discípulo amado de Jesús, Pedro y Santiago son, de entre los 12 discípulos, los más cercanos y preferidos de Jesús. Son varios los momentos cruciales en la vida de Jesús en los que estos 3 discípulos están presentes, pero así como de Juan y Pedro tenemos más información sobre su posterior desarrollo, de Santiago, sin embargo, sabemos muy poco. La primera referencia evangélica lo sitúa, ya desde el principio, en una barca, junto con su padre y su hermano Juan.

Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron (Mt 4, 21-22).

El personaje histórico de Santiago se habría criado y vivido en torno al mar de Galilea, el lago de Generaset, en donde llevaba a cabo su actividad de pescador. La importancia del simbolismo de la barca, junto con el de la navegación se mantendrán también en la leyenda jacobea. Otro de los episodios en torno a Santiago y su hermano Juan lo protagoniza su madre María Salomé, una de las célebres “tres Marías”, las acompañantes de Jesús durante su calvario y su enterramiento. Salomé, enorgullecida de sus hijos, se postró ante Jesús para hacerle una petición:

Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda (Mt 20, 20).

Desde el siglo XII la Iglesia de Santiago fue pionera en la cristiandad en promover el culto a María Salomé. El arzobispo Gelmirez dispuso la construcción de un templo en honor a la madre del Apóstol, iglesia que está actualmente presidiendo la entrada de la calle Nova, en Compostela. En el crucero de la catedral se encuentra una imagen sedente de Salomé, o en la sede del rectorado de la Universidad, en la plaza del Obradoiro. También en Bastavales hay una pequeña imagen de María Salomé con un cofre con ungüentos para embalsamar el cadáver del Maestro.

Pero estos tres apóstoles favorecidos y más próximos a Jesús protagonizan además 3 escenas de las más importantes en su vida. La resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,35-43), el retiro de oración en el huerto de los olivos (Mt 26,36-46) y la escena de la transfiguración en el monte Tabor (Mc 9, 2-8; Mt 17, 1-9; Lc 9, 28-36), momento iniciático y especialmente esotérico.

Santiago el Menor
Por otro lado, el centro espiritual de Santiago de Compostela no puede explicarse sin comprender su derivación del centro Primordial que es Jerusalén, hablamos siempre desde un punto de vista espiritual, no político. Es significativo que la tradición cristiana asigne la predicación de Jerusalén a Santiago el Menor, y de Hispania a Santiago el Mayor. Aunque algunos lo niegan, la Tradición Jacobea subyace también en la patrística visigoda, que diferencia un Santiago en Hispania y un Santiago en Jerusalén. El propio relato de la traslatio es un camino que une ambos centros, de este a oeste, como el recorrido del sol en el cielo, y de la Vía Láctea en la noche.

Hijo de Alfeo, es apodado 'el Menor' para distinguirlo del otro Santiago, hijo de Zebedeo y hermano de Juan. Aparece en noveno lugar en todas las listas de los apóstoles (Mt 10, 3; Mc 3,18; Lc 6,14; Hch 1, 13). La tradición lo ha identificado con el 'hermano del Señor' (Mc 6,3), pues se le parecía tanto que fue por eso que Judas tuvo que darle un beso al Señor para que sus captores lo reconocieran. Conocido también como el ‘Justo’, tomó las riendas de la Iglesia de Jerusalén, siendo el primer obispo de dicha ciudad, ya que Pedro, Santiago el Mayor y Pablo estaban por el mundo anunciando la buena noticia. Es el autor de la carta del Nuevo Testamento que lleva su nombre. Por otro lado, no deja de ser significativo que las leyendas de ambos Santiagos intercambien cuerpo y cabeza de manera refleja, entre Jerusalén y Santiago de Compostela. Aunque las leyendas son muy intrincadas y entrecruzadas, se ha dicho que en Compostela estarían el cuerpo de Santiago el Mayor y la cabeza de Santiago el Menor. De manera inversa, en Jerusalén se encontraría la cabeza de Santiago el Mayor y el cuerpo de Santiago el Menor.

Retablo de las Reliquias en Santiago de Compostela

Busto Relicario que contiene la cabeza de Santiago el Menor


Jacob
Si no olvidamos que los Evangelios están escritos plenamente inmersos en la tradición judía, y nunca en oposición a esta, comprobamos que también todas las referencias a Jacob del Nuevo Testamento tienen algo del patriarca judío. Que en este entorno en el que nace el cristianismo, dos de sus apóstoles se hubieran llamado Jacob no es algo meramente anecdótico. Sabemos que el hebreo es una lengua sagrada y de lo cual carece el cristianismo, por tanto el valor que el judaísmo le da a la profunda significación de las palabras y de los nombres es ciertamente relevante. Toda la historia de la formación de la leyenda como de la posterior relevancia que fue consiguiendo el Camino de peregrinación se encuentran ya encerradas en los orígenes del nombre del Apóstol. Comprender el origen de las palabras, como de los nombres, es llegar también al origen de nuestra historia, tal como los latinos lo expresaron: nomem omen, el nombre es un presagio; conocer las palabras es conocer la historia. Quizás la clave de mayor historicidad y veracidad de la leyenda jacobea se encuentra precisamente en su inverosimilitud.

El nombre de Jacob proviene de la palabra para talón en hebreo (ya’aqôb/âqab), pues este recibió su nombre porque nació agarrado del calcañar de su hermano, implica el significado de un "agarrador de talones", "usurpador" o "uno que engaña". Las Escrituras ciertamente ilustran la tendencia de Dios a cambiar las cosas y a obrar de la manera más inesperada. Esto es evidente cuando Jacob, el hermano menor, logra robar la primogenitura de su hermano Esaú y recibir la bendición de su padre Isaac, con el apoyo de su madre Rebeca. Jacob no debería haber tenido éxito en ninguna de estas empresas, pero desafió la estructura social de la época y se convirtió en el antepasado de Jesús. En el entorno judío más arameo, Jacob significa "el favorecido", el privilegiado. Génesis 25 es una encarnación perfecta del dicho cristiano tan repetido: los caminos de Dios no son nuestros caminos. Además, es caminando como Jacob se pasa el tiempo en los relatos del Antiguo Testamento, ya desde el momento en que tiene que huir por haberle robado la primogenitura a su hermano. Será en el camino en donde protagonizará dos de las escenas más importantes del judaísmo, ambas relacionadas con procesos iniciáticos y transformadores, temática que por cierto seguirá muy presente en la tradición jacobea de peregrinación.


Escalera de Jacob
Jacob se ve obligado a huir de su hermano Esaú, abandonando la casa de sus padres en la tierra de Israel para ir a la casa de su tío Labán en Mesopotamia. En el camino, Jacob se detiene durante la noche y se duerme en el suelo, bajo las estrellas, Jacob coloca una piedra que le sirve como cabecera y se acuesta a dormir. Después soñó, pero el suyo no fue un sueño común, vio una gran escalera de piedra que se extendía hasta el cielo, unos ángeles subían y otros bajaban. En medio de los ángeles estaba el Señor mismo. Él bajó por la escalera y después llegó y se paró sobre Jacob.
— Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abrahán y el Dios de Isaac; yo te daré a ti y a tu descendencia la tierra sobre la que estás acostado. Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra: te extenderás a oriente y a occidente, al norte y al sur. Por ti y tu descendencia todos los pueblos de la tierra serán benditos. Yo estoy contigo; te protegeré adondequiera que vayas y te traeré de vuelta a esta tierra, porque no te abandonaré hasta que haya cumplido lo que te he prometido.
Al despertar Jacob de su sueño, pensó:
— ¡Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía!
Y añadió aterrorizado:
— ¡Qué lugar más temible es este! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo!
A la mañana siguiente Jacob se levantó temprano, tomó la piedra que había usado de cabezal, la erigió como piedra votiva y la consagró ungiéndola con aceite. 19 Y llamó a aquel lugar Betel —es decir, Casa de Dios—. El nombre que anteriormente tenía la ciudad era Luz, pero Jacob le cambió este nombre por el de Betel.
Después Jacob hizo esta promesa:
— Si Dios me acompaña y me protege en este viaje que acabo de emprender, si me proporciona alimento para sustentarme y vestido con que cubrirme, 21 y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, 22 esta piedra votiva que he erigido será casa de Dios y le daré el diezmo de todo lo que me dé (Gen 28,13-22).

Jacob había sido el elegido por el Señor para llevar a cabo la misión de poblar las regiones a las que llegara, de él nacerían las 12 tribus de Israel, que constituirán el pueblo elegido de Dios. La escalera es un símbolo del axis mundi o eje del mundo, la conexión entre el Cielo y la Tierra, y el progresivo ascenso, paso a paso, desde la oscuridad a la luz, desde lo material a lo espiritual, desde la ignorancia al conocimiento, la escalera es también el puente o pacto que une al pueblo judío con Dios. Sobre esta piedra en la que Jacob tiene el sueño, la tradición judía atribuirá el lugar en el que será construido el templo de Jerusalén.

La Escalera de Jacob representada en la fachada oeste de la Abadía de Bath, en Inglaterra.

Maravillosas pinturas de la Escalera del Paraíso en el Monasterio de Sucevita, en Rumanía

El sueño de Jacob en Bethel, Fresco de Rafael en el Palacio del Vaticano (1483-1520).
Son muchas las representaciones que se han hecho de este pasaje en el arte.


La lucha contra el ángel
El episodio de Jacob luchando contra el ángel también tiene lugar en el camino. La víspera de encontrarse con su hermano Esaú, sabiendo que éste quería matarlo, quiere ir igualmente a enfrentarse con su hermano y a pedirle perdón. Jacob teme por su vida y se angustia, ora a Yahwe para que lo libere de la mano de Esaú. Más tarde, cruza un río (el río Jaboc "río torcido") y allí despliega su tienda para pasar la noche. En ese lugar, un ser desconocido lo incita a luchar, Jacob lucha y no se deja caer, a lo que el desconocido le pregunta por su nombre, me llamo Jacob, lo que el desconocido replica: ya no será más tu nombre.
Ahora será Israel, por que tienes poder con Elohim, con los hombres y prevaleces.​ Entonces Jacob le dijo: ahora te toca decirme cómo te llamas, el desconocido respondió:¡Pues ya debieras saberlo! El desconocido bendice a Jacob y se marcha. Jacob llamó a ese lugar Penu-Ēl (Rostro de Ēl), pues dijo: «¡He visto a Elohim cara a cara, y todavía sigo con vida! (Gén 32,28-30).

Oseas interpretará este nombre como «el que lucha con Elohim Yahweh».
Disputa tiene Yahveh con Judá para castigar a Jacob por sus acciones; va a darle su merecido por sus hechos. En el seno materno agarró a su hermano por el talón, y cuando creció luchó con un ángel y logró vencerlo. Luego lloró, y cuando lo encontró en Bethel le rogó. Allí él habló con nosotros. Yahveh es el Elohim de los ejércitos, su nombre es Yahveh, por lo tanto, vuelve a tu Elohim (Os 12,4).


Jacob protagoniza dos de los pasajes bíblicos del Antiguo Testamento más complejos y místicos, las lecturas cabalísticas de estos pasajes son muy profundas y verdaderamente ricas. Jacob se abre camino allí donde menos posibilidades había, es un poco el que lo hace mal pero le sale bien, el indigno al que se le favorece todo el rato, es llevado por numerosos caminos para recibir mensajes importantes y revelaciones de Dios. Al tercero de sus hijos le dará el símbolo del león, de donde proviene el león de Judá, la tribu de la que nacerá Jesús.

En relación con esta tendencia usurpadora del patriarca judío Jacob, podemos hablar también de una de las características más esenciales de la leyenda del Apóstol Santiago: su carácter inverosímil, conjetural, incomprensible y hasta osado y desvergonzado. Cómo es posible que un lugar tan desconocido e insignificante del extremo opuesto del mundo haya podido osar equipararse a Roma y Jerusalén, alinearse con los grandes centros espirituales del mundo. Incluso los más aparentes defensores de Galicia se muestran molestos e incómodos frente a tal osadía, que consideran falsa y fruto de los intereses espurios de unos cuantos poderosos apartados de las verdaderas necesidades del pueblo. Un silencio de más de seis siglos, entre la decapitación de Santiago en Jerusalén y el surgimiento de la leyenda de la predicación en España, así como uno de 8 siglos en lo referente a la no menos hipotética y fantasiosa leyenda de la traslatio.


Viaje iniciático
Pero a menudo se olvida que esta leyenda no ha sido forjada por historiadores modernos, no hace referencia a hechos sino a tradiciones, lo que debemos buscar son precisamente las ramas de la tradición que el cristianismo rescata con ella, pues es así como toda tradición verdadera se acomoda a los tiempos, manteniendo todo lo que debe ser conservado de la anterior. Es probable que las leyendas sobre la marcha iniciática hacia el Oeste a lo largo del camino de las estrellas hayan tenido un origen mucho más lejano en el tiempo. El Camino Francés está marcado por la indicación nocturna de la Vía Láctea, una referencia que había sido utilizada por antiguos y peregrinos para guiarse en su camino, transcurre coincidiendo casi a la perfección con el paralelo 42 N. Este, aparte de ser uno de los círculos imaginarios perpendiculares al eje de la tierra, es considerado desde la Antigüedad como uno de los paralelos más energéticos del globo terráqueo, aunando enclaves religiosos de importante relevancia como Santiago de Compostela, su camino Francés, la región de Roma, los montes Kuen Lun y el desierto del Gobi, los montes sagrados de la Hélade y la zona donde los mongoles y los tibetanos sitúan el Agharta.

La ruta del Camino Francés sigue el Camino de las Estrellas y desemboca en la constelación del "Can Mayor", en donde se halla la estrella "Sirius", la más brillante del Universo, y que algunas veces emite reflejos iridiscentes, verdosos o rojizos. El Camino Francés pudo coincidir, por tanto, con un antiguo camino céltico que guiaba a los iniciados druidas continentales que querían mejorar o ampliar sus conocimientos en las Islas Británicas, centros que salvaguardaban el conocimiento druídico más elevado. Este centro sería visto también como un lugar relacionado con el Otro Mundo al que también se accedía por mar y estaba compuesto por islas maravillosas situadas al norte o al oeste y al que se llegaba siguiendo el Camino de las Estrellas o Camino de la Oca, un mapa escrito en el cielo que los antiguos recorrieron hacia el “Finis Terrae”, finalizando siempre en el mar, el último rincón occidental del mundo y el lugar donde empezaba el país de los muertos. ¿Acaso suponía entrar en el Océano de los Muertos para regresar a la Vida? El desarrollo geográfico de esta ruta transcurre, en gran parte, por territorios celtas, quienes denominaban a la Vía Láctea: "el Arco Iris del Dios Lug". Lug, representado con frecuencia como un lobo o un perro, también se ha relacionado con la leyenda de la reina Lupa y la traslación del cuerpo de Santiago desde Palestina hasta Galicia. También se le ha citado en algunos lugares de Europa como dios asociado al conocimiento y al juego de la oca. Con Lug se vinculan también numerosos topónimos, como los de las ciudades de Lugo y Lyon.


Según la mitología irlandesa, Lug es un dios de la guerra, pero sobre todo es el maestro de todas las artes. Su función es la de dirigir a los guerreros al combate, pero también inspirar a los artesanos en la técnica. Se le asocia con los cuervos y los lobos y a veces con el jabalí, como símbolo de realeza entre los galos. Julio César lo equipara a Mercurio. Dice de él que los galos prestan mayor culto a este dios que a ninguno otro… «de este dios son las imágenes que abundan más; lo consideran como inventor de todas las artes; es para ellos el guía de las rutas y caminos, al que consideran que tiene el máximo poder para ganar dinero y proteger el comercio». De Bello Gallico

El Mercurio galo (Lug) se asocia con el número 3: a veces tiene tres caras, a veces tres falos, lo que puede explicar las dedicatorias plurales (Texto y foto extraídos de aquí)


Celtismo
Lo último que recogen los Hechos de los Apóstoles sobre Santiago es su decapitación en Jerusalén, por la espada, no sabemos nada más de él a través de los Evangelios. El desarrollo teológico de este tercer discípulo más importante de Jesús fue tardío, la importancia teológica de Santiago se desarrolló en la Edad Media, pues fue en ese momento en el que el cristianismo confluyó con una rama espiritual de la tradición a la altura de las que habían recogido ya sus compañeros apóstoles, Juan y Pedro.

Las leyendas cristianas jacobeas de la Edad Media nacen en los conventos benedictinos, especialmente después de la fusión, realizada por Witiza (abad de Aniano), de los monjes de san Benito con los de san Columbano, como si el tesoro legendario hubiera sido confiado a la custodia de estos últimos y entregado así a la cristiandad. San Columbano había sido un monje misionero irlandés de los más distinguidos que había llegado a la Galia a finales del s. VI junto con 12 discípulos. Difundió entre los francos la regla monacal céltica y fundó varios monasterios en Francia, Suiza e Italia, llevando a cabo una intensa labor misionera. Es en este momento en el que se produce la asimilación con una importante rama tradicional en la que confluían las tradiciones celtas de Occidente, y que se encontraba ya en decadencia. Así como Juan había recogido la tradición gnóstica oriental, o Pedro la tradición greco-romana pagana, Santiago recogerá una importante rama iniciática, de la cual nos habla René Guénon en estos términos:


Clavelle ha tenido perfectamente razón en decir que, mientras que San Juan corresponde al punto de vista puramente metafísico de la Tradición, Santiago correspondería más bien al punto de vista de las "ciencias tradicionales"; e incluso sin evocar el paralelo -sin embargo asaz probable- con el "maestre Santiago" del "Compañerazgo" diversos indicios concordantes llevarían a comprobar que dicha correspondencia se encuentra efectivamente justificada. Precisamente a este ámbito, que podemos llamar "intermediario", se refiere en efecto todo lo que se ha propagado a través del canal de los peregrinajes, así como las tradiciones del "Compañerazgo" y aquellas de los gitanos. El conocimiento de los "pequeños misterios", que corresponde al conocimiento de las leyes del "devenir", se adquiere recorriendo la "rueda de las cosas"; pero el conocimiento de los "grandes misterios", siendo el conocimiento de los principios inmutables, exige la contemplación inmóvil en la "gran soledad", en ese punto fijo que es el centro de la rueda, el polo invariable a cuyo alrededor se cumplen, sin que él participe, las revoluciones del Universo manifestado.

La última conexión con el druidismo antiguo se había dado en Irlanda hasta el siglo VI, cuando se completó la conversión de la isla al cristianismo y muchos de los saberes druídicos continuaron vivos en los monasterios cristianos, con la asimilación del cristianismo comenzó también la escritura, algo que la tradición celta tenía prohibido, sus conocimientos se transmitían exclusivamente de manera oral y vivencial. Irlanda se había hecho profundamente cristiana en parte gracias a la fuerte base espiritual heredera de la tradición celta, la evangelización iniciada allí por San Patricio arraigó de manera profunda, y a principios del siglo VI numerosos monjes abandonan la isla para ir a evangelizar a los pueblos bárbaros de la naciente Europa. El monacato irlandés hizo de puente entre el Imperio romano que desaparecía y el nuevo mundo que se construía, en ese nuevo mundo surgió progresivamente y con fuerza la leyenda jacobea. No debe extrañarnos que la tradición jacobea no haya tenido origen en los Evangelios, tampoco la tradición mariana tiene orígenes evangélicos, y esto no contradice ninguno de sus contenidos espirituales, sino que nos habla del enorme desarrollo y fructificación que tuvo el cristianismo a lo largo de la Edad Media, en este desarrollo Galicia jugó un importante papel.


Galicia
Que la Gallaecia romana haya sido una de las provincias menos romanizadas favoreció el hecho de que fuera a su vez una de las primeras cristianizadas. Tras la invasión de las tropas romanas, las comunicaciones terrestres no habían sido suficientes para que la romanización se expandiera en profundidad, pues el interés del Imperio Romano en esta provincia había sido principalmente el de los recursos mineros (particularidad que aún hoy día sigue siendo bastante actual). Sin embargo hay constancia de que las comunicaciones marítimas con las Islas Británicas era habitual, también tuvieron un papel importante en la ruta del estaño seguida por los fenicios y que puso en contacto a oriente con este punto del extremo occidental del mundo. Seguramente el asentamiento de monjes evangelizadores llegados directamente desde Irlanda y las Islas Británicas a Galicia en el s.V estuvo influido por una especial particularidad que los unía, y era su condición de tierras que vivían frente al mar, particularidad que se encuentra presente a lo largo de toda la leyenda jacobea. 

En la antigüedad, se consideraba que el fin de la tierra se hallaba en el extremo de la Galia e Hispania, que se creían más cercanos entre sí de lo que realmente están. Según el De ortu et obitu patrum de Isidoro de Sevilla, Santiago fue sepultado en “Acha o Achi Marmarica”, y según el Breviario Apostolorum, en “Achaia Marmarica”, en la punta de la Armórica, donde se hallaba uno de los finisterres occidentales. Cabe reflejar la variabilidad de términos al referirse al lugar de sepultura del apóstol Santiago: Achaia Marmarica, Achaia armarica; Achaia marmorica; Achaia armorica; Marmaria Achaiae; Marinarica achaiae; Acha Marmarica; Aca Marca; Acha Marumrica; Achatica; Arca Marmarica; Arca Marmorica; Aci Marmarica; Achi Marmarica; Acinar Marica; Acimarinacari; Aci Marmari, y otras muchas formas que aparecen en la literatura medieval.

El nombre Armórica es una forma latinizada del topónimo galo Aremorica, que literalmente significa "lugar frente al mar". Los habitantes de la región fueron llamados Aremorici. En su Historia Natural, Plinio el Viejo afirma que Armórica es el antiguo nombre de Aquitania y menciona que los Pirineos son como el borde austral de la región. Teniendo en cuenta el origen galo del nombre, esta afirmación tiene sentido si se considera que Armórica no describe un país específico, sino una región geográfica cuya característica es estar frente al mar. Por otro lado, también la etimología del nombre de Pelayo, el ermitaño que descubre el sepulcro del Apóstol alertado por unas extrañas luminarias en el cielo, proviene del griego pelagios y del latín pelagius, y ambos significan «marino», «hombre de mar».

La descripción del lugar de enterramiento del Apóstol Santiago está estrechamente ligado a los lugares frente al mar, los "Finis terrae", 
y el Occidente. En ese rincón del mundo occidental existía desde antiguo una tradición fuerte y además digna de ser conservada, que en esos momentos llegaba a su fin. El simbolismo del peregrinaje propio de la tradición jacobea recoge la herencia de una tradición iniciática que ya existía en este lugar, y que podía traducirse tanto en etapas de un viaje terrestre como en el de una navegación, como también en el de un viaje celeste (por el camino de las estrellas). Si el cristianismo consideró necesario “recoger” ese eje representado por el Camino Francés, es porque la tradición no lo había perdido desde los tiempos prehistóricos. La tradición de la marcha hacia el Oeste a lo largo del camino de las estrellas no había sido abandonada, y si no había sido abandonada era porque tenía su utilidad, una utilidad que aún hoy se evidencia, a pesar incluso de su degeneración espiritual.

Julio Cesar nos habla acerca del origen britano de las enseñanzas druidas, probablemente porque los celtas continentales que emigraron a las islas fueron los que más tarde trajeron el druidismo a su regreso (posteriormente al s. III a.C.) en base a lo cual, los druidas continentales deberían viajar allí si querían mejorar o ampliar sus conocimientos druídicos, pues sería visto también como un lugar relacionado con el Otro Mundo al que también se accedía por mar y estaba compuesto por islas maravillosas situadas al norte o al oeste. Este supuesto origen del saber druídico estaría cargado de simbolismo relacionado, no con que su saber proviniera de Britania, sino con que este se enraizaría con lo mítico, según René Guenon un vínculo con la tradición hiperborea.

Pero en el siglo V una de las vías de entrada de la influencia cristiano-celta en Europa fue claramente la Bretaña francesa, pero otra no menos importante fue la Bretoña gallega. Los bretones de Hispania fueron un grupo étnico de origen celto-británico que se asentó en el noroeste de la península ibérica durante los siglos V y VI. Su lugar de origen fue la provincia romana de Britania, y aunque en un principio pudiera entenderse su asentamiento en el noroeste peninsular como resultado de una huida de las invasiones germánicas, sin embargo los asentados en la Bretaña francesa (Armórica) ya habían encontrado un lugar seguro, y más cercano a los insulares. Por eso cabe preguntarse por el motivo que los llevó a desplazarse a un lugar tan lejano, quizá eran tierras ya conocidas por ellos, por cuyas antiguas rutas de peregrinación celta ya se habían conducido en otras ocasiones. Hay autores que consideran que quizás los bretones habrían firmado algún tipo de pacto o «foedus» con los suevos, para reforzar la retaguardia sueva. Es posible que el factor militar y el religioso estuvieran unidos, pues la función de la guerra exterior en conexión con la guerra interior es una manera simbólica propia de la Antigüedad de comprender la función sagrada de la guerra.

Los bretones parecen haberse concentrado en el tercio norte de la actual provincia de Lugo, el norte de A Coruña y el Occidente asturiano. Llegaron incluso a fundar un obispado, el de Britonia (en la actualidad, Santa María de Bretoña, en Pastoriza) y el monasterio de Máximo, que podría haber sido la Basílica de San Martín de Mondoñedo, situado en la circunscripción de Foz. Esta sede fue mencionada por primera vez por las actas del primer concilio de Braga, celebrado en 561, donde se cita la presencia de un obispo denominado Maliosus, y por los documentos del Concilio de Braga (572), donde aparece el mismo obispo, cuyo nombre se transcribe esta vez como Maeloc o Mahiloc. Los monjes irlandeses exportaron una fórmula híbrida conocida como abadía-obispado. Este modelo rompía totalmente con la regla romana, formando un cristianismo nuevo que mezclaba el mundo celta y el cristiano. Como nos dice Pedro Rey-Alvite, es posible que el obispado de britonia en sus primeros años mantuviera una estructura propiamente celta, como se puede ver en el hecho de que el “Obispado Britonorum” no estuviese dividido en parroquias, o que se dirigiese la sede episcopal desde un monasterio. Del mismo modo en el Segundo Concilio de Braga los postulados que parece defender Maeloc también apunta en la misma dirección; como el hecho de decidir las fechas de la Pascua. Sin embargo ya en el S VII, según las conclusiones de Carlos Andrés González Paz, es posible que la confluencia de dinámicas endógenas (basadas en la evolución interna y en la relación de influencia mutua) y dinámicas exógenas, como la actividad de Martiño de Dumio, derivara en una única autoridad episcopal plenamente inserta en la estructura sueva que extendía su potestad sobre las comunidades establecida en un marco geográfico septentrional (ártabro y cantábrico) y entre cuyas características destaca la ausencia de enclaves urbanos rectores.
La basílica de San Martín de Mondoñedo, en el municipio de Foz, está considerada como la catedral más antigua de España. El obispado de Bretoña llegó a tener una gran influencia, participó con regularidad en los Concilios de Braga y de Toledo. Hay documentos que confirman que en el año 716 Bretoña fue arrasada por los árabes. Más adelante, en el siglo IX, el obispo de San Martín de Dumio, Sabarico, tuvo que huir con algunos de sus monjes de su sede en San Martín de Dumio (muy cerquita de Braga) porque los árabes estaban devastando Portugal. Se cree que se refugiaron en el Monasterio Maximi y se afirma que en el territorio que tenía Britonia se creó un nuevo obispado que se acabará llamando de Mondoñedo.

San Martin de Mondoñedo fue sede de dos obispados del reino de Galicia: uno trasladado desde Dumio y otro trasladado desde Bretoña, en la provincia de Lugo.​ 

Para Louis Duchesne, sacerdote francés e historiador, la evangelización de Galicia fue llevada a cabo por Martín de Dumio a mediados del siglo VI.
 También es muy probable que la población indígena gozara anteriormente de una fuerte raíz cristiana ya que hay pruebas de que en Galleicia existía una organización eclesiástica importante. 

Por tanto, en este lugar estratégico de la Bretoña gallega confluyeron, por una parte, la evangelización celto-cristiana y por otra la evangelización oriental que trajo San Martín de Dumio, considerado por san Isidoro de Sevilla y san Gregorio de Tours como el hombre letrado más importante de su tiempo, el último escritor de la Antigüedad en España. No es de extrañar que, en efecto, Galicia, como lugar de asentamiento de las primeras abadías celtas, y como refugio de numerosos místicos y eremitas huidos de las limitaciones que imponía el islam en la meseta, como también centro de la evangelización oriental traída por San Martín de Dumio, se hubiera convertido en lugar de apertura de la vía de iniciación a los bárbaros que ocupaban el Occidente hispanorromano, si además tenemos en cuenta que también aquí se desarrolló el primer reino cristiano de la península.

Si la evangelización irlandesa se propagó a través de dos vías fundamentales, tales como la Bretaña francesa y la Bretoña gallega, no resulta extraño tampoco que hayan sido dos las ramificaciones fundamentales del relato de la leyenda jacobea, estas son la leyenda de Carlomagno, más propiamente francesa y otra, la del ermitaño Pelayo generada en Galicia, sin duda las dos variantes de la leyenda nos hablan de dos realidades históricas bien distintas, el poderío institucional de Carlomagno en el territorio francés, y las peculiaridades de una tierra como la gallega tan propicia para el asentamiento de místicos y ermitaños habitando entre las cuevas. En el año 812 Alfonso II traslada la diócesis desde Britonia a Oviedo. Será este rey el principal impulsor de los orígenes de la leyenda del Apóstol Santiago, y también el primero en realizar el camino, hoy día conocido como Primitivo, por ser precisamente el primero. Alfonso el Casto visita el sepulcro de Santiago en Compostela y dona tres millas en derredor de la primera iglesia allí construida, ya había pretendido crear en Oviedo un importante centro de peregrinación, con reliquias incluso más importantes que las del Apóstol (el sudario de Cristo). Alfonso el Casto pone el germen de la peregrinación en estas dos ciudades, Oviedo y Compostela que estarán hermanadas en un futuro. Pero Compostela no era ni siquiera una ciudad, su rápido crecimiento y esplendor en torno al descubrimiento del sepulcro fue un hecho extraordinario.


La confluencia de estas dos versiones de la leyenda es además otra evidencia de que su gestación y su necesidad discurrió al margen de los intereses políticos, lo cual no quita que también éstos últimos hubieran influido en su expansión y alcance. 


Referencias

Charpentier, Louis (1976). El misterio de Compostela. Plaza & Janes
Sharkey John (1975). Misterios celtas. Debate
Apuntes del curso impartido por Jaime Buhigas sobre el Camino de Santiago.