Edom fue una región del Levante mediterráneo ubicada al sur de Judá y del mar Muerto, habitada por el pueblo semita de los edomitas. Para contextualizar al pueblo de los edomitas debemos hablar de la tradición sobre la hermandad entre Jacob y Esaú, antepasados epónimos de Israel y Edom, respectivamente. Estos dos hermanos que después fueron dos naciones, pertenecían a la familia de Abraham, aunque los edomitas no eran de la casa de Israel. Pero la relación entre Judá y Edom era conflictiva y cada nación veía a la otra como un enemigo. Esta relación de opuestos se remonta, además, a los relatos del Génesis, en donde se narra la historia del nacimiento de los gemelos (Gn 25). Estos dos bebés estaban en conflicto entre sí incluso antes de que nacieran. Durante su embarazo, su madre Rebeca, sintió la batalla de los niños. Angustiada, buscó respuestas de Dios, quien le reveló que: “Dos naciones hay en tu vientre, y dos pueblos dentro de ti serán separados; un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor”. Está claro, incluso desde el comienzo de la historia, que estos dos hermanos son polos opuestos. Además, los nombres de Jacob y Esaú están cargados de simbolismo, en las Escrituras, como en la vida, los nombres son importantes, no solo revelan las circunstancias del nacimiento de uno, sino que a menudo también son proféticos, anticipando en quién se convertirá el niño en el futuro. Esaú, el hermano mayor, se convirtió en un gran cazador y hombre del campo, fue llamado así porque era excepcionalmente peludo cuando nació, es descrito además como un personaje rojizo, quizás por su carácter irascible, enérgico, fuerte. Pero esta misma palabra pasa después a designar el color del plato de lentejas por el cual Esaú vende su primogenitura, adom es rojo en hebreo, pero además la palabra dam significa sangre, como también la palabra Adam, que hace alusión al polvo, a la tierra roja de la que está hecho el primer hombre.
El nombre de Jacob proviene de la palabra para talón en hebreo (ya’aqôb/âqab), pues este recibió su nombre porque nació agarrado del calcañar de su hermano, implica el significado de un "agarrador de talones", "usurpador" o "uno que engaña". Las Escrituras ciertamente ilustran la tendencia de Dios a cambiar las cosas y a obrar de la manera más inesperada. Esto es evidente cuando Jacob, el hermano menor, logra robar la primogenitura de su hermano y recibir la bendición de su padre. Jacob no debería haber tenido éxito en ninguna de estas empresas, pero desafió la estructura social de la época y se convirtió en el antepasado de Jesús. Génesis 25 es una encarnación perfecta del dicho cristiano tan repetido: los caminos de Dios no son nuestros caminos. Y así como Esaú encarna el prototipo de masculinidad clásica: un hombre al que le gusta salir a cazar, es enérgico, con mucho pelo y fuerte; sin embargo Jacob, el cual encarna al futuro pueblo elegido de Dios, a él le gustaba quedarse en casa y cocinar, contraponiendo el estereotipo de masculinidad. Resulta curioso que incluso en los orígenes de estos personajes patriarcales se encuentre también la ruptura con los estereotipos de género, tampoco en esto la modernidad ha sido muy original.
Y al igual que Dios le había cambiado el nombre a Abram para convertirse en Abraham, también se lo cambia a Esaú, que pasa a ser Edom (rojo), y a Jacob que se convierte en Israel (el que lucha con Dios). Este proceso de cambio de nombre que en latín se denominó “nomem omen” (el nombre es un presagio) fue muy común en la antigüedad y también en la Biblia. Pero la historia de estos dos hermanos en el Génesis, a pesar de que nacieron y continuaron enfrentados durante un tiempo y Esaú deseó matar a Jacob, finalmente termina con la reconciliación.
El vínculo entre estos dos pueblos tendrá por tanto unas características particulares, en la propia redacción de la ley de Israel se hace solo una excepción ante la prohibición de casarse con extranjeros y ésta alude a Edom, “que es tu hermano”. La excepción se hace con Edom, porque existe esa tradición incluso legislativa, en la que queda reflejado, a lo largo de los siglos, que Edom es hermano de Israel. Pero sin embargo, esa tradición con respecto a Edom fue transformándose poco a poco, pasando de ser visto como el ingenuo hermano de Jacob a ser acusado de tener sangre en sus manos, al traicionar a su hermano en su hora más oscura. En el oráculo antiedomita de Abdías se observa esta hostilidad hacia los edomitas, una hostilidad que estaba también en materiales previos (Gn 27,39-40; Am 1,11-12; Jr 49,7-22) pero que se acentuó a partir del trágico suceso de la destrucción de Jerusalén e influyó en los oráculos antiedomitas del periodo exílico y postexílico. El contenido de las prohibiciones del oráculo de Abdías es muy específico, podemos ver incluso que todas estas prohibiciones tienen relación con algo que ya ha hecho el pueblo de Edom, estas prohibiciones están basadas en la profunda convicción del rol primordial de Edom en la caída de Judá y la destrucción de Jerusalén y su templo.
En el momento en el que Jesús se encuentra rezando en el huerto de Getsemaní, pocas horas antes de morir, le dice a Dios si es posible que aparte de Él el cáliz. Un cáliz que ya habían perdido Adán y Eva en la caída, al ser expulsados del paraíso. Pero también aparece momentos después cuando llega Judas a apresar a Jesús y Simón sale a defenderlo, también Jesús responde “acaso no voy a beber el cáliz que he de beber”. En otro momento en que los discípulos Juan y Santiago quieren sentarse a la derecha e izquierda de Jesús, les responde “acaso podéis beber del cáliz que yo he de beber”. Esta bebida es el cáliz de la destrucción, es la sangre real (Grial), símbolo del sacrificio y la muerte sobre la que se sella la Vieja y la Nueva Alianza. Pero que los textos sagrados no dulcifiquen las ansias y deseos de violencia no significa que éstos sean compatibles con Dios, de hecho, las composiciones clásicas de los oráculos contra las naciones terminan siempre con un regreso a Dios, un día en el que volveremos al monte de Sion y en el que el templo de Jerusalén será restaurado, en el día del Señor no existirá el mal, ni habrá más violencia o destrucción, ese día está en el interior de cada uno, y solo es posible a partir de la muerte de algo simbólico, por eso en ninguna cultura tradicional se prescinde de la representación del infierno, el mal o la violencia.
El nombre de Jacob proviene de la palabra para talón en hebreo (ya’aqôb/âqab), pues este recibió su nombre porque nació agarrado del calcañar de su hermano, implica el significado de un "agarrador de talones", "usurpador" o "uno que engaña". Las Escrituras ciertamente ilustran la tendencia de Dios a cambiar las cosas y a obrar de la manera más inesperada. Esto es evidente cuando Jacob, el hermano menor, logra robar la primogenitura de su hermano y recibir la bendición de su padre. Jacob no debería haber tenido éxito en ninguna de estas empresas, pero desafió la estructura social de la época y se convirtió en el antepasado de Jesús. Génesis 25 es una encarnación perfecta del dicho cristiano tan repetido: los caminos de Dios no son nuestros caminos. Y así como Esaú encarna el prototipo de masculinidad clásica: un hombre al que le gusta salir a cazar, es enérgico, con mucho pelo y fuerte; sin embargo Jacob, el cual encarna al futuro pueblo elegido de Dios, a él le gustaba quedarse en casa y cocinar, contraponiendo el estereotipo de masculinidad. Resulta curioso que incluso en los orígenes de estos personajes patriarcales se encuentre también la ruptura con los estereotipos de género, tampoco en esto la modernidad ha sido muy original.
Y al igual que Dios le había cambiado el nombre a Abram para convertirse en Abraham, también se lo cambia a Esaú, que pasa a ser Edom (rojo), y a Jacob que se convierte en Israel (el que lucha con Dios). Este proceso de cambio de nombre que en latín se denominó “nomem omen” (el nombre es un presagio) fue muy común en la antigüedad y también en la Biblia. Pero la historia de estos dos hermanos en el Génesis, a pesar de que nacieron y continuaron enfrentados durante un tiempo y Esaú deseó matar a Jacob, finalmente termina con la reconciliación.
Petra, antigua capital de Edom
El territorio de Edom era extremadamente montañoso, de manera que facilitó la construcción de fortificaciones incrustadas en las rocas contra los adversarios, esto los hizo muy arrogantes. Tampoco es casualidad el color rojizo que caracteriza la tierra de este lugar, que además era muy fértil y producía alimentos de forma autosuficiente.
La soberbia de tu corazón te ha engañado,
Tú que habitas en las hendiduras de la peña,
En las alturas de tu morada;
Que dices en tu corazón:
“¿Quién me derribará por tierra?”.
Aunque te remontes como el águila,
Y aunque entre las estrellas pongas tu nido,
De allí te derribaré», declara el Señor.
(Ab 1,3-4)
El vínculo entre estos dos pueblos tendrá por tanto unas características particulares, en la propia redacción de la ley de Israel se hace solo una excepción ante la prohibición de casarse con extranjeros y ésta alude a Edom, “que es tu hermano”. La excepción se hace con Edom, porque existe esa tradición incluso legislativa, en la que queda reflejado, a lo largo de los siglos, que Edom es hermano de Israel. Pero sin embargo, esa tradición con respecto a Edom fue transformándose poco a poco, pasando de ser visto como el ingenuo hermano de Jacob a ser acusado de tener sangre en sus manos, al traicionar a su hermano en su hora más oscura. En el oráculo antiedomita de Abdías se observa esta hostilidad hacia los edomitas, una hostilidad que estaba también en materiales previos (Gn 27,39-40; Am 1,11-12; Jr 49,7-22) pero que se acentuó a partir del trágico suceso de la destrucción de Jerusalén e influyó en los oráculos antiedomitas del periodo exílico y postexílico. El contenido de las prohibiciones del oráculo de Abdías es muy específico, podemos ver incluso que todas estas prohibiciones tienen relación con algo que ya ha hecho el pueblo de Edom, estas prohibiciones están basadas en la profunda convicción del rol primordial de Edom en la caída de Judá y la destrucción de Jerusalén y su templo.
No te alegres en el día de tu hermano,
en el día de su exterminio;
no te alegres de los hijos de Judá
en el día de su destrucción;
sí, no te jactes
en el día de su angustia.
13 No entres por la puerta de mi pueblo
en el día de su ruina.
Sí, no te alegres tú de su desgracia
en el día de su ruina;
no te apoderes de sus riquezas
en el día de su ruina.
14 No te apostes en la encrucijada
para exterminar a sus fugitivos,
y no entregues a sus sobrevivientes
en el día de su angustia.
(Ab 1,12-14)
Las pocas evidencias de las que disponemos indican que los edomitas sobrevivieron a la calamidad durante el reinado de Nabucodonosor. La población judía que retornó a Yehud, la pequeña provincia babilónica que se formó tras la caída del Reino de Judá, debe haber visto la presencia de grupos edomitas en el territorio de la antigua Judá, y esto no hacía sino reforzar la idea de que los edomitas eran un pueblo traidor que había dado una “puñalada por la espalda” a Judá en su momento de mayor debilidad.
En el salmo 137, los exiliados en Babilonia recuerdan con nostalgia y emoción a Jerusalén. Pero Jerusalén es algo más que una ciudad, es el símbolo de todas aquellas dimensiones de donde debe proceder la paz. Apartarse de Jerusalén significa tanto como olvidar el orden moral del que depende, de modo absoluto, la existencia misma de las sociedades. Jerusalén es mucho más que un suelo, Jerusalén es además un sueño.
En el versículo 7 continua el salmo, pero de pronto cambia el tono, y se refleja una reacción violenta en la que se alude al deseo de estampar a Edom contra las piedras, se combinan en este salmo la expresión de un amor profundo y un odio amargo, es curioso que además se lean solo los 6 primeros versículos en la liturgia cristiana, dejando fuera estos versículos más violentos. De hecho, los textos más violentos de la Biblia están muchas veces en relación con Edom. No resulta extraño que también en la actualidad se eliminen los contenidos violentos de los cuentos infantiles, tratando de falsificarlos y dulcificarlos, consiguiendo con ello lo contrario de lo que, en apariencia, se pretende, que es que anide con más fuerza todavía los deseos de violencia en el corazón de las personas. Pero el uso que hace Abdías del personaje de Esaú/Edom no es trivial ni casual, ni prescindible, con él consigue poner de relieve la importancia de la fraternidad, pues el peor caso de odio que existe no es el del enemigo, sino el del hermano, con quien a menudo el odio es más violento, por estar éste en estrecha relación con el amor. La expresión tan directa y clara sobre los deseos de violencia y sangre que simbolizan Edom/Esaú conectan con una referencia que es clave:
En el salmo 137, los exiliados en Babilonia recuerdan con nostalgia y emoción a Jerusalén. Pero Jerusalén es algo más que una ciudad, es el símbolo de todas aquellas dimensiones de donde debe proceder la paz. Apartarse de Jerusalén significa tanto como olvidar el orden moral del que depende, de modo absoluto, la existencia misma de las sociedades. Jerusalén es mucho más que un suelo, Jerusalén es además un sueño.
¡Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti,
si no te pongo, Jerusalén, por encima de mi propia alegría!
Salmo 137
Como vosotros bebisteis en mi santo monte, así beberán continuamente todas las naciones. Beberán y tragarán, y serán como si no hubieran sido.
Este vínculo con el cáliz y el furor divino lo vemos en otras referencias bíblicas y nos conduce directamente al cáliz de Cristo en el Nuevo Testamento.
Porque así me ha dicho el SEÑOR, Dios de Israel: Toma de mi mano esta copa del vino del furor, y haz que beban de ella todas las naciones a las cuales yo te envío. Y beberán y se tambalearán y enloquecerán a causa de la espada que enviaré entre ellas. (Jer 25, 15-16)
Entonces los siguió otro ángel, el tercero, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe una marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino del furor de Dios, que está preparado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y en presencia del Cordero. (Ap 14,9-10)
Porque hay un cáliz en la mano del SEÑOR, y el vino fermenta, lleno de mixtura, y de éste El sirve; ciertamente lo sorberán hasta las heces y lo beberán todos los impíos de la tierra.(Salmo 75,8)
»Beberás la copa de tu hermana,
una copa grande y profunda.
Llena está de burla y escarnio,
33 llena de embriaguez y dolor.
Es la copa de ruina y destrucción;
¡es la copa de tu hermana Samaria!
34 La beberás hasta la última gota,
la romperás en mil pedazos
y te desgarrarás los pechos,
porque yo lo he dicho, (Ez 23, 32-34)
Entonces Jesús llegó con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a Sus discípulos: «Siéntense aquí mientras Yo voy allá y oro». 37 Y tomando con Él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. 38 Entonces les dijo: «Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quédense aquí y velen junto a Mí». 39 Y adelantándose un poco, cayó sobre Su rostro, orando y diciendo: «Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras». (Mt 26, 36-42)
Agonía en el huerto, temple sobre tabla de Andrea Mantegna (1455)
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento
pero, al entregar su vida como expiación,
tendrá un linaje, prolongará sus años,
y la voluntad del Señor prosperará por su mano.
El justo se saciará de conocimiento,
y verá la luz por los trabajos de su alma.
(Is 53,10)
“He sido aniquilado (por el amor). Sólo queda Dios” (mártir sufi Al Hallah)
Iluminado por la verdadera Gnosis, que es puro discernimiento espiritual, pura consciencia auto-consciente y no por cierto un saber libresco o erudito, el Amor produce esa aniquilación, no del ser, sino de su egoísmo ignorante, de su ego separativo y diferenciador.
Vamos
a echar nuevas raíces
por campos y veredas,
para poder andar
tiempos
que traigan en su entraña
esa gran utopía
que es la fraternidad.
Somos
igual que nuestra tierra
suaves como la arcilla
duros del roquedal.
Hemos
atravesado el tiempo
dejando en los secanos
nuestra lucha total.
Vamos
a hacer con el futuro
un canto a la esperanza
y poder encontrar
tiempos
cubiertos con las manos
los rostros y los labios
que sueñan libertad.
Somos
como esos viejos árboles.
J. A. Labordeta