¿Qué hay que encontrar para demostrar la historicidad del Éxodo?

 

EL ÉXODO DECODIFICADO
Un documental de Simcha Jacobovici


“El Éxodo decodificado” es un documental que trata de demostrar los hechos históricos del Éxodo a partir de una labor de periodismo de investigación. La pregunta de la que parte el documental resulta, ya de primeras, un tanto reduccionista. ¿Qué hay que encontrar para demostrar la historicidad del Éxodo? El enfoque exclusivamente histórico considera que es a partir de los objetos físicos encontrados por la arqueología, la manera en la que se podría demostrar la historicidad del Éxodo. Ahora bien, el relato del Éxodo, como todos los de la Biblia, no tiene solamente un nivel de lectura, sino que además del nivel histórico y literal hay también uno individual, social, ético y teológico. El relato bíblico incluye elementos míticos, simbólicos, históricos, teológicos… Todos ellos se entrelazan para hablarnos del origen de la creación vinculado con la historia de salvación. El documental del que hemos partido para la realización de este trabajo nos ha permitido hacer un recorrido por la tradición del Éxodo vinculada a las realidades teológicas insertadas en la historia de Israel, tales como la creación, la salvación y la elección por parte de Yahvé.

“El Éxodo decodificado” está basado en una noción moderna de la historia en la que el hombre se sitúa como centro y agente de la historia, así también la Biblia nos traslada una peculiar forma de entender la teología, en conexión con la vida personal, tanto colectiva como individual. La tradición monoteísta de Israel se diferencia de todas las anteriores en que Dios no está inmerso en la naturaleza, sino que se manifiesta en los acontecimientos de la historia y la vida de los hombres. El vínculo entre la creación y la historia de salvación da comienzo desde el mismo relato del Génesis, en el que se suceden una serie de rupturas con Dios que será necesario restaurar. Desde la ruptura matrimonial entre Adán y Eva, hasta la fraternal entre Caín y Abel o la universal de la Torre de Babel. También el Éxodo será un camino plagado de rupturas e infidelidades. El recorrido que hace el Éxodo, desde la esclavitud hacia la libertad, es un camino que aún hoy seguimos recorriendo. Su sentido y significado profundo todavía se revela a los hombres que hoy persiguen la libertad. Y así como la modernidad ha desarrollado más específicamente la ciencia objetiva y el nivel literal de la realidad, también ha perdido muchas de las capacidades del hombre antiguo para leer e interpretar los fenómenos naturales y atmosféricos. Esta particularidad se observa muy bien en el documental, que trata de dar explicaciones más acordes a nuestra cosmovisión racionalista y, al hacerlo, más que llevarnos a una aceptación definitiva de tales explicaciones, lo que consigue es poner en relación dos formas diferentes de ver el mundo en torno a unos mismos sucesos. El significado que los antiguos encontraron en la observación de la naturaleza difiere considerablemente del significado que nuestra civilización es capaz de encontrar, probablemente debido a que ha dejado de convivir con ella y de necesitarla para el desarrollo de sus actividades cotidianas.

Narraciones patriarcales


Los relatos patriarcales son un reflejo de tiempos muy anteriores al momento en que Israel comienza a constituirse como pueblo, ocupan un marco preciso, unas indicaciones de tiempo y lugar. Más que historias personales narran una historia teológica, describen las experiencias de la irrupción de lo divino en la conciencia, el momento en que pasan la frontera que separa este mundo del de Dios; y estos encuentros dan una orientación inesperada a su vida, a la historia y a la progresiva conciencia de pueblo.

Al hacer convivir diferentes planos de interpretación, el texto bíblico puede trasladarnos realidades en apariencia contrapuestas, pero verdaderas. Por ejemplo, desde el plano teológico, todos los pertenecientes al pueblo de Israel son descendientes de Abraham, sin embargo, biológicamente, el origen puede ser diverso (Gn 19,30-38; Dt 26,5b “Mi padre era un arameo errante... “). Por otro lado, las narraciones patriarcales no son documentos históricos contemporáneos de los acontecimientos que se narran. Los especialistas han identificado cuatro tradiciones literarias principales, cuyos textos se entrecruzan para formar todo el tejido de la Ley. Las cuatro tradiciones (después de una transmisión oral que duró mucho tiempo) fueron fijadas por escrito en lugares diferentes y en fechas escalonadas en el tiempo. En la mezcla irregular que surge a partir del encuentro de todas ellas predomina la orientación religiosa, su sentido unificado es la revelación de Dios a los hombres a lo largo de su historia. Estas cuatro tradiciones son: Yavista (J), Elohista (E), Deutoronimista (D) y Sacerdotal (P). En función de la tradición que predomine en el texto, también podemos leer diferentes nombres que se le dan a Dios: El Sadai, El Elion, El Olam, El Roi, El Betel, El temible de Isaac (Gn 31,53), El fuerte de Jacob (Gn 49,24). Cada patriarca es portador de una experiencia única que revela a sus descendientes. De ahí la expresión: «el Dios de…». La revelación es personal, sucede en un lugar concreto, lo cual genera además una vinculación particular al lugar en el que ocurre la revelación, y a los santuarios que se originan por ello. A este proceso le corresponde la progresiva sedentarización de los clanes, que en un principio eran seminómadas. La religión de los patriarcas se distingue de la de Mesopotamia y los cultos a la fertilidad de Canaán por ser una religión que no hace sacrificios humanos (Gn 22).

Desde Noé a José


Noé es considerado por todas las religiones abrahámicas el padre de la humanidad; descendiente de Adán y Eva, es el último patriarca de los antediluvianos, todos ellos de gran longevidad. En Génesis 10 se narra la genealogía de los descendientes de Noé, conocida como la Tabla de las naciones o Generaciones de Noé. De los tres hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet) surgen una serie de pueblos que se dispersan y hablan lenguas diversas, según el relato de la Torre de Babel en Génesis 11. Israel todavía no está presente, pero irá surgiendo a partir de los pueblos semitas, descendientes de Sem, entro los cuales están árabes y judíos. Cam sería el padre de los pueblos “camitas” o africanos, y Jafet el padre de los pueblos “jafetitas” o europeos.

Abraham fue un descendiente de Sem, considerado el padre de la nación de Israel, vivió en Ur de los Caldeos. Recibe la revelación de Dios en lugares concretos, en los que construye santuarios: en la región de Siquem (Gen 12,6-7), en el encinar de Mambré, en el monte Hebrón (Gn 13,18; 18,1), o en el monte Moriáh (Gn 22,2). Dios le ordena salir de su tierra y apartarse de la familia de su padre, como también de los cultos a otros dioses (Jos 24,2). Su aventura es la de una marcha hacia lo desconocido con la única garantía de una promesa de Dios. "Sal de tu tierra... y vete al país que yo te indicaré" (Gn 12,1); también Dios le promete una descendencia tan numerosa como las estrellas de los cielos y como el polvo de la tierra (Gn 15,4-6; 13,15-16).

El relato del sacrificio de Isaac enlaza antiguos materiales narrativos con la promesa de la descendencia, lo cual da un sentido nuevo a la narración primitiva, que trataba del rescate de un niño destinado al sacrificio, sustituyéndolo por la inmolación de un animal. En este caso, la revelación tiene lugar en el monte Moriáh, la narración traslada al lector al lugar en donde se transmite la tradición. Presenta un conjunto narrativo compacto y presupone que tanto Abraham como Isaac son personajes conocidos. En el relato del sacrificio de Isaac se da una paradoja propia de los relatos bíblicos, y es que por un lado Dios le promete a Abraham una descendencia numerosa, y por otro le pide que sacrifique a dicha descendencia. El significado de la narración integra las dificultades ante acontecimientos incomprensibles para el creyente. A lo largo de la historia de Israel se repiten situaciones que ponen a prueba la confianza y la fe en un Dios trascendental (que a veces parece que nos abandona), completamente diferente a los del entorno. El Dios de Israel no quiere sacrificios humanos, sino confianza y actuar en consecuencia. A pesar de la experiencia del abandono de Dios y de su aparente ausencia, el relato apela a mirar más allá, a ir más lejos.

También Jacob tendrá que descubrir el sentido de su historia, plagada de mentiras y engaños, pero que le conducen al combate espiritual en medio de la noche (Gn 32,23-33; Gn 28,10-20). Jacob no conoce a su adversario, solo después del combate, del que sale herido en el muslo, podrá identificarlo y sacarle incluso una bendición.

El patriarca José llevará al extremo esta experiencia, ya que Dios no le hablará jamás, y tendrá que ser él sólo quien pueda encontrar el designio divino que da sentido a sus aventuras (Gn 45,5-8; 50,19-21). En definitiva, los relatos patriarcales no nos enseñan, quizá, mucho de la historia de los patriarcas, pero nos dicen cómo descubrieron el sentido de la historia, de la que Dios es el único Señor. La experiencia prevalece sobre los personajes, con los que el pueblo se puede identificar fácilmente. No se trata de héroes ni de aventuras fuera de lo común, sino de acontecimientos ligados a la vida cotidiana, y ordinariamente a la vida privada de la familia. El elemento extraordinario se ciñe al mundo de lo sagrado. No se puede decir con exactitud en qué siglos vivieron los patriarcas, aunque se podrían situar entre los siglos XVIII y XIV a.C.

Formación del pueblo de Israel (Éxodo y Alianza)

Al igual que la tradición de los patriarcas, no es fácil definir el momento en que se forma el pueblo de Israel. El hilo de la tradición bíblica sigue procesos similares, basados en experiencias de rupturas, caídas, errores o infidelidades a Dios que invitan a ser restauradas de nuevo. También el surgimiento del pueblo de Israel se explicará a través de los acontecimientos que van de la esclavitud al éxodo y a la conquista (restauración de la libertad). El Éxodo es el acontecimiento constitutivo del inicio de Israel como pueblo, es por tanto un acto creador, en cuanto que es salvífico. La liberación de Egipto se convierte en la clave para tener fe en los tiempos difíciles, uniendo así el sentido de la historia, personal y colectiva, con las dimensiones del tiempo, pasado, presente y futuro. La narración del Éxodo presenta los acontecimientos con conceptos que superan el hecho histórico como tal, va acompañado de sucesos extraordinarios que no son gratuitos, sino que se insertan en el sentido global de la historia, de acuerdo a su simbolismo y significado. No es casual, por ejemplo, que la columna de fuego proteja al pueblo en el desierto del frío durante la noche y la columna de nube lo haga a través de la sombra que protege de los rayos del sol durante el día (Ex 13, 21-22). El valor, cargado de significado, que tienen estos acontecimientos extraordinarios, resulta mucho más esclarecedor con respecto a la historia de salvación del pueblo de Israel, que con respecto a una explicación racional de unos posibles desastres naturales que los habrían originado, es esta la visión que nos ofrece el documental “El Éxodo decodificado”, y que hemos considerado un tanto reduccionista. Podríamos comparar el recorrido que han desarrollado estos acontecimientos extraordinarios, en cuanto símbolos y en cuanto “hechos literales” y comprobar cómo los primeros han tenido el maravilloso poder de fructificar y transformarse a través, por ejemplo, de la lectura que hace de ellos San Pablo: “Mas no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar y todos comieron la misma vianda espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Piedra espiritual que los seguía, y la Piedra era el Cristo” (1Cor 10,1-4). A mi modo de ver, hacer una lectura exclusivamente histórica de los relatos del Éxodo limita en gran parte su mensaje universal y profundo vinculado a la revelación divina; sin embargo, la lectura teológica integra el resto de concepciones, de manera que se vuelven incluso más verídicas e históricas que si se éstas se quisieran demostrar racionalmente.

Éxodo y Alianza

La Biblia narra cómo los hijos de Jacob, después de vivir un tiempo en Egipto, terminan esclavizados por el faraón. Será Moisés quien guiará al pueblo para sacarlo de la esclavitud y conducirlo hacia el Sinaí, donde reciben la Alianza y la Ley. Yahvé ha escogido a este pueblo, e Israel corresponde comprometiéndose en una relación que se materializa a través de la Alianza, relación que ya se había instituido en las promesas patriarcales. Tanto la Promesa de la época patriarcal como la Alianza del Sinaí son dos tradiciones independientes entre ellas pero que confluyen, en ambas es Yahvé quien toma la iniciativa. Fruto de este acuerdo surgirá la Ley, o el decálogo (Ex 20,1-17; Dt 5,6-21), que es la expresión del compromiso de vivir según las exigencias de la Alianza. El yahvismo, al pasar por Moisés, asume nuevos contenidos y da lugar al comienzo de la historia de Israel. El Sinaí se convierte en otro referente geográfico de la historia de salvación. Yahvé habita en la montaña, sin embargo, su presencia no se limita a un lugar geográfico; como tampoco la historia del pueblo se limita a sus registros documentales o arqueológicos.

Otro acontecimiento fundamental en el recorrido del Éxodo será la revelación del nombre de Yahvé (Ex 3), en donde se establece un vínculo con la historia patriarcal: «…Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (v. 6). Santificar el nombre equivale a reconocer la exclusividad de su culto, pues los paganos no conocen el nombre de Dios (Sal 79,6); solamente es revelado al pueblo de Israel. En torno a la Alianza se estructura la supervivencia y la cohesión del pueblo, uniendo experiencia histórica con decisión moral.

Otro elemento clave del Éxodo es el progresivo surgimiento del monoteísmo, proceso que intuimos no debió ser sencillo, pues todas las religiones del entorno eran politeístas, la exclusividad que reclama Yahvé era algo peculiar. La nueva manera de entender la relación con Dios supone una interacción constante entre la vida y la palabra, o viceversa (Dt 8,3).

La religión del primitivo Israel encuentra una forma de expresión en las instituciones. Las más importantes son: el santuario, las fiestas, y la ley de la Alianza. El santuario central no era un lugar exclusivo de culto, también era el lugar en donde Yahvé comunicaba su voluntad al pueblo; las peregrinaciones anuales al santuario contribuyeron a la unificación de las tribus. En el tiempo de la conquista debió haber varios santuarios (Guilgal, Siquem o Betel) que progresivamente se unificaron en uno central, el santuario oficial de la liga tribal, que la Biblia sitúa en Silo (Jos 18,1; Jue 18,31; 1Sam 1,3). También el acontecimiento del Éxodo y su profundo sentido será originario de varias de las fiestas que conmemoran su significado a lo largo del año y que contribuyen a actualizar el mensaje en cada persona (Ex 23,14-17; 34,18-24). Se trata de la fiesta de la Pascua y de los Ázimos, la fiesta de las Semanas y la de los Tabernáculos. El ritual de la Pascua está contenido en el relato de la salida de Egipto (Ex 12,1-9). Tanto su significado como el de la fiesta de los panes sin levadura adquieren la función de memorial del Éxodo y de la acción salvadora de Yahvé hacia su pueblo (Ex 12,21-13,10).







Referencias

Historia e instituciones del Antiguo Testamento (Tema 4). Apuntes del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona, 2025.

Sicre José Luis, La solidaridad en el Antiguo Testamento. Proyección 191 (1998) 273-284.

Ska Jean-Louis. Patriarcas. TEOLOGÍA FUNDAMENTAL. [en línea] https://www.mercaba.org/DicTF/TF_patriarcas.htm