Matar al hermano



La lectura psicoanalítica más profunda, a nivel del inconsciente, que está en el trasfondo de la historia de Caín y Abel, nos enseña que la función de la Ley paterna, representada por Dios en el relato, lleva a Caín a matar a Abel. Si Dios no hubiera intervenido, prefiriendo los dones de Abel, Caín habría quedado atado al deseo incestuoso de la madre. Desde el plano del inconsciente, al matar, simbólicamente a Abel, Caín puede empezar a ver al hermano, ya no como a un rival con respecto al amor de la madre, sino como a un verdadero hermano. La intervención de Dios en la historia, sería, por tanto el equivalente de la Ley que vela para que los hijos no sean devorados por la madre. Desde esta comprensión psicoanalítica, la muerte de Abel es precisamente el acceso al deseo de Caín. El concepto de matar al padre, como el de matar al hermano, en este caso serían equiparables, pues al no ejercer la función paterna Adán, la competencia por el amor materno la encarna más vivamente el hermano. Caín, al matar simbólicamente a Abel, puede hacer el duelo por la idea inconsciente de que el hermano representa un rival frente al amor de la madre. Si la madre vive a todos sus hijos de manera incestuosa, los rivales, en lugar de ser el padre, serán los hermanos.

La Ley de Dios, por tanto, es la que marca el trágico desenlace. La muerte simbólica de Abel, desde el punto de vista del “atravesamiento” del Edipo, sería, a nivel inconsciente, la que marca la entrada en el deseo.