El libro de Job es un relato feminista



El Libro de Job es un relato feminista.

Puede parecer una afirmación osada, desde luego no encajaría en ninguno de los conceptos de feminismo actuales, por lo cual sería mejor matizar y afirmar que el Libro de Job es un relato feminista de verdad. Su lectura es desoladora, personalmente me ha afectado en profundidad. Así como la gran mayoría de textos bíblicos suelen producir en mí un efecto de alegría y espíritu renovado que me llenan de vitalidad, el Libro de Job es terriblemente duro, y produce una enorme tristeza, puede que haya tocado uno de mis puntos débiles, aunque ahora sé que ese punto débil no era exactamente tan “mío”, sino que lo era de un núcleo familiar enquistado y patológicamente enfermizo en torno al problema de lo femenino.

El Libro de Job nos pone sobre la mesa una cuestión que todo ser humano ha transitado en su desarrollo psicológico inconsciente en la infancia, y es la conclusión a la que llega nuestro psiquismo para dar una respuesta a la explicación de la diferencia sexual. La primera respuesta a la pregunta por la diferencia sexual se resuelve con una conclusión dramática y es que, todo aquel que no posee el falo es porque ha hecho algo mal. Todo el relato de Job gira en torno a la pregunta de por qué sufre alguien que no le ha hecho mal a nadie, esta es quizás la pregunta por antonomasia de la condición de “castrado” (aunque también la de quien sufre por la posibilidad de perder el falo). Mejor utilizaremos esta palabra, pues el psiquismo establece la diferencia sexual entre fálico y castrado, no entre hombre y mujer. La manera inconsciente en la que el ser humano simboliza la diferencia sexual es dando por hecho que la ausencia o pérdida del falo es fruto de un pecado por el que hay que pagar. Esta deuda a pagar puede transmitirse de generación en generación hasta que el síntoma aparece y grita desde lo más profundo del dolor inconsciente, para tratar de ser escuchado.

1 ¡Ya estoy cansado de vivir!
Voy a desahogarme con mis quejas;
daré rienda suelta a mi amargura.a
2 ¡Oh Dios, no me declares culpable!
¡Dime de qué me acusas!
3 Siendo así que tú mismo me creaste,
¿te parece bien maltratarme y despreciarme,
y mostrarte favorable a los planes de los malos?
4 ¿Acaso ves las cosas como las ven los hombres?
5 ¿Acaso es tu vida tan corta como la de un mortal?
6 Entonces, ¿por qué andas
buscándome faltas y pecados,
7 cuando sabes que no soy culpable
y que nadie me puede salvar de tu poder?
8 Tú me formaste con tus propias manos,
¡y ahora me quieres destruir!
9 Recuerda que me hiciste del barro:
¿vas ahora de nuevo a convertirme en polvo?
10 Hiciste que mi cuerpo se formara
como se forma el queso al cuajarse la leche;
11 me revestiste de carne y de piel,
entretejiste mis huesos y tendones;
12 me diste vida y me brindaste amor;
¡con tus cuidados has mantenido mi vida!
13 Pero ahora veo que allá en tu corazón
tenías una intención secreta:
14 me estabas observando, para ver si yo pecaba
y poder condenarme por mi falta.
15 Si soy culpable, estoy perdido;
si soy inocente, de poco puedo alegrarme,
pues me tienes humillado y afligido.
16 Si me muestro arrogante, tú, como un león, me persigues,
y hasta haces milagros para destruirme.
17 Nunca te faltan testigos contra mí;
contra mí, tu ira va en aumento.
¡Como un ejército, me atacas sin cesar!

18 ¿Por qué me dejaste nacer?
Debí morir antes que nadie pudiera verme.
19 Habría pasado del seno de mi madre a la tumba;
sería como si nunca hubiera existido.
20 Ya que mi vida es corta, ¡déjame en paz!
Déjame tener un poco de alegría
21 antes de irme al viaje sin regreso,b
al país oscuro y tenebroso,
22 al país de las sombras y la confusión,
donde la luz misma es igual a las más profundas tinieblas (Job 10,1-21).

Lo que descubrió el psicoanálisis y que también el texto bíblico nos había adelantado es que la culpa es anterior al delito, nos sentimos culpables y entonces es que tratamos de darle una explicación lógica mediante la idea de retribución. Si te han castigado es porque has hecho algo mal, esto es lo que de hecho, le responden a Job todos sus supuestos amigos. Como un muro se cierran en torno a Job para negarle la verdad de su inocencia. Reconocer la inocencia de Job, sería para ellos, constatar que el mundo de apariencia en el que viven no les garantizará la salvación. Los amigos de Job, al igual que tantas mujeres que hoy se dicen feministas, entienden que el sufrimiento es un castigo por causa del pecado (de no poseer el falo) y por eso no le apoyan y niegan su reclamo de inocencia ante sus protestas. Job empieza a creer que Dios no le ama y pierde la confianza en él. El peligro de Job es precisamente el de lo femenino: caer en el masoquismo.

Job maldice el día en que nació y se lamenta de no haber perecido al nacer para luego concluir: “Lo que temo, eso me viene”. Con esto vemos que no decide un “No” a lo que le viene dado, lo cual le permitiría salir de su posición masoquista, sino que se empecina en preservar sus síntomas y ahí se muestra el síntoma como la respuesta activa que contrarresta a la posición pasiva objetal del fantasma en relación al Otro.

Pero Job no decae, Dios es su último recurso y ante él conseguirá razonar su causa. A menudo se nos ha trasladado, desde una visión puritana del cristianismo, la idea de que Dios castiga a los malos y premia a los buenos, sin embargo el relato de Job da comienzo precisamente al revés. El relato de Job empieza dándonos una información de la que Job carece: el ángel de Satán quiere tentar a Job para comprobar si su temor de Dios es desinteresado o si, por el contrario, podría mantener su fe si las cosas le fueran mal. ¿Acaso no acabaría maldiciendo a Dios si no tuviera nada que perder? Es una propuesta de Satán pero Dios la acepta, de manera que la participación de Dios en la historia también aquí es decisiva para llegar a integrar la Ley de la castración.

Y es que la verdadera razón de la prueba de Satán hacia Job se encuentra en Dios mismo. Pues Dios sería impotente para hacerse amar gratuitamente al no conceder favores, demostrándose así que si la perfección de un ser está en Amar, su gloria está en Ser amado. Al reducir la piedad de Job, el propósito de Satán es herir a Dios, así que Job deberá defender el honor de Dios y a la vez salvar la dignidad del hombre, que no se negocia por favores. Cuando un hombre elige la vía del mal es porque no ha sido capaz de afrontar la privación del amor.

Satán quiere saber, y ciertamente este querer saber suele acarrear sufrimiento, lo que quiere saber es si la fe de Job es verdadera o solo es fruto del interés para obtener algún beneficio a cambio. Pero la noción de retribución, en todo caso sería un pecado humano, no divino. Dios nos pone a prueba precisamente para que no hagamos razonamientos tan ingenuos y carentes de profundidad. 

¿Cómo no convertirte en un interrogante viviente cuando tu vida es destrozada por el sufrimiento?

Y lo cierto es que una de las consecuencias de no aceptar la Ley de la castración es precisamente hacer las cosas únicamente motivado por recibir una retribución, es decir, un aplauso o una aceptación ajena que sea la prueba que verifique la pertenencia al club de los “buenos”, o podríamos decir, los fálicos. Los amigos declaran que Job no debería alegar inocencia, sino confesar sus faltas, asumen que detrás de su sufrimiento hay algo indebido, sus palabras de consuelo empiezan como admoniciones generales pero pronto se convierten en críticas atroces. Mientras se ceden unos a otros la palabra, Job se defiende de los reproches de sus amigos y clama a Dios para que juzgue su caso.

Job es un hombre, pero representa la lucha interna de una mujer verdaderamente libre ante la constatación de su condición de castrada. Job, a pesar de todo el rechazo y desprecio que recibe de sus amigos y de su mujer (todos fálicos) no cede a sus presiones a pesar de experimentar la ausencia de amor en su círculo más directo y cercano. Job, desde la más profunda soledad, defiende su inocencia hasta el final. Job sufre, pero no cede ante las acusaciones de culpabilidad. Job alza la voz para gritarle al mundo que él no es culpable, busca desesperado la palabra de Dios, y porque la busca la encuentra. Sin embargo, los amigos que tanto decían entender y defender a Dios, no saben nada de Él, porque viven creyendo que el sufrimiento es para los “malos”, para los “defectuosos” o “perdedores”, y que ellos están a salvo. Job busca la respuesta de Dios porque es evidente que la humana es bien torpe y mezquina.

La pregunta que se abre en este Libro ya no es ¿por qué sufro?, sino ¿con qué actitud debo sufrir? Cuando Job ya no es capaz de asumir el mal, se queja con toda la amargura de su alma, grita su protesta y su angustia. Sólo inquirir sobre la causa le aportó consuelo ante las penalidades, ya que a Job ningún amigo lo tranquilizó. El lugar de la pregunta abre el lugar del sujeto, ya que el sujeto del deseo de saber es sujeto del deseo y por ello es capaz de producir un nuevo saber. Job no calla, la palabra es lo que le ayuda a ir más allá de la tiranía del falo, para salir de su fantasía alienante. Una de las enseñanzas que aporta este libro es la de que Job no tuvo una fe ciega, propia del libreto masoquista, ya que ni eliminó sus preguntas ni se sometió sin comprender nada. El sufrimiento aparece como un medio de enseñanza, y nunca se sale de una prueba de este estilo tal y como se entró. Job es un hombre que no anula sus emociones estoicamente y cree que la victoria no está en la negación de una parte de su humanidad, sino que considera que ésta es también un don de Dios. Este libro nos da una pequeña idea de lo que ocurre detrás del velo.

Hay tal lirismo en la obra que para algunos es “el poema más grandioso de todos los tiempos”. En ella aparecen muchas de las respuestas que el ser humano, a lo largo de los siglos, ha dado a sus preguntas y todas las que Dios, o el goce ligado al sufrimiento, ha dado en su revelación. Hay una fuerza en el saber esperar y ser constante que no es del orden del Ideal ni del Super Yo, sino una fuerza fundamental de la pulsión que tiene tanto que ver con la historia como con la revelación. En este libro no hay desarrollos teóricos sino reflexiones integradas en una experiencia vivida, llena de sentimientos y pasiones, por un hombre sumido en un sufrimiento terrible. Se ha tendido a utilizar como principal atributo de Job el de la paciencia, pero los exégetas modernos cuestionan esa supuesta virtud. A su vez, Job se pregunta: ¿cuál es mi fuerza, para que aún espere? El que Job siguiera “firme en su entereza” ante la tragedia que lo agobiaba no parecía deberse tanto a su paciencia como a su tenacidad y a su fé ligada a la razón.