Goce vs Deseo


La pulsión es una fuerza que trata de descargarse, es limítrofe entre el cuerpo y la psique. Pertenece al campo del entrecruzamiento de lo simbólico con lo real. La satisfacción de la pulsión corre por cauces no racionales, está organizada por los significantes de la demanda inconsciente, pues lo racional sería que la pulsión obtuviera satisfacción mediante el placer, sin embargo también se satisface mediante el displacer. Es lo que Freud descubrió cuando supo mirar más allá del principio del placer, es decir, más allá de lo que parecería lógico. Pues en verdad, resulta complicado entender por qué alguien buscaría dañarse a sí mismo, o al otro. La producción de goce a partir de la pulsión se debe a la operación del significante, que produce un efecto particular en el cuerpo por el cual “genera satisfacción”. La satisfacción es del orden del goce pulsional y la realización del orden del deseo. Los conceptos de goce y deseo definen el estatuto ético del inconsciente. Lacan nos dice que el estatuto del inconsciente se vincula con la forma de satisfacción en el caso de la pulsión, y de la realización en el caso del deseo.

Detrás de los impulsos destructivos está siempre el goce pulsional. El goce pulsional desmedido apunta a la muerte, al exterminio y la destrucción del otro. Por el contrario, el amor acota esa tendencia destructiva. El amor hace que el goce se anude al deseo, es la única fuerza capaz de contrarrestar la tendencia destructiva del goce. El goce es lo que el sujeto no puede impedir que lo satisfaga. Es una satisfacción inconsciente más allá del principio de placer y más allá de lo útil para sobrevivir o para reproducirse. El goce es un efecto del significante operando sobre el cuerpo, apresándolo, produciendo una forma de satisfacción que está muy alejada de la satisfacción de la necesidad. Deja al sujeto por fuera del campo de la necesidad. El goce se vincula a lo que Lacan denominó "objeto a", y Freud objeto perdido, aquello que el sujeto se niega a perder. Desde el inicio, uno es hablado, deseado y también gozado por el otro, es el tipo de aprendizaje que no va por los cauces de los discursos o de la "corrección". Provocar goce pulsional en otro, desde la perspectiva psicoanalítica, implica la manipulación o explotación de la pulsión para generar una satisfacción del otro que va más allá del placer y que, a menudo, se sitúa en el ámbito de lo real y lo inconsciente, el goce transgrede la ley simbólica, pretende un ideal imaginario de completud que es imposible. Un ejemplo de esta dinámica se encuentra en la manipulación del otro para su propio goce, o en el uso de sustancias tóxicas para «anestesiar» el goce intrusivo, las tendencias sádicas que en el fondo se entrelazan con las masoquistas, pues el desprecio del otro revierte siempre en uno mismo.

Lacan utilizó la frase “sólo el amor permite al goce condescender al deseo” para decirnos que el amor, entendido como una fuerza simbólica, posibilita transformar el goce (la satisfacción pulsional autoerótica, a menudo ligada a la repetición y al exceso) en deseo, el impulso de vida que busca la satisfacción pero que se articula en la dialéctica con el otro. El amor hace que el goce se someta al deseo, pues en términos de goce, q
uien goza es gozado y quien es gozado goza, no se sabe bien donde queda ahí el sujeto, al no haber sujeto se vuelve todo un mar de pasiones caóticas y sin forma.
Para ganar en impulso de vida hay que estar dispuesto a perder satisfacción del goce pulsional, pues uno ocupa el lugar del otro. Cuanto más goce, menos deseo. Cuanto menos goce, más deseo. Y el deseo apunta a lo más genuino y único de cada uno, lo cual entra en conexión directa con lo espiritual. Pues lo espiritual tiene que ver con aquello que es más propiamente singular y específico del sujeto. El deseo es propio del sujeto, implica la integración de la falta, mientras que el goce apunta a la completud, a la negación de la falta.