Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón (He 4,12)
Tomad también el YELMO DE LA SALVACION, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios (Ef 6,17)
En la introducción a su obra Mishné Torá escribe RaMBaM: «Todas las mitzvot le fueron dadas a Moisés en el monte Sinaí, con su correspondiente significado, como está escrito: «Y te doy las tablas de piedra, la Torá y la mitzvá; la Torá es la Ley escrita y la mitzvá es la Ley oral». Antes de su muerte Moisés puso por escrito toda la Torá. Le dio un libro a cada una de las tribus, y otro libro fue puesto en el Arca para todo tiempo… No puso por escrito la mitzvá, que es la explicación de la Torá, pero la enseñó a los ancianos, a Iehoshúa y a todo Israel».
En la tradición judía no es posible separar la Torá escrita de la Torá oral. En hebreo, literalmente, Torá oral quiere decir: "la ley que está sobre la boca", ambas son objeto de la revelación de Dios en el monte Sinaí. La exégesis judía distingue sin separarlas, la Torá oral y la Torá escrita, la primera es la explicación de la segunda. Está fundamentada en las aclaraciones de cada uno de los preceptos que se le comunicaron oralmente a Moisés en el Sinaí y continúa con las explicaciones que dieron los sabios de Israel a los preceptos de la Torá a lo largo de todas las generaciones. La Mishná es la recopilación que han hecho los judíos sobre el profundo desarrollo de la tradición oral de interpretación de la Torá. Esta tradición fue escrita y canonizada a comienzos del siglo III d.C. por el Rabino Yehudá Hanasí, el líder de la Asamblea judía, pues en aquel momento se temía que la tradición se perdiera. La Mishná se considera una fuente de autoridad legal religiosa, solo precedida por la Torá. Empieza diciendo así: "Moisés recibió la interpretación de la Torá de la misma boca de Dios, y Moisés la transmitió a Josué. Este la transmitió a los ancianos del pueblo, quienes a su vez la legaron a los profetas, quienes la hicieron llegar hasta los hombres de la Gran Asamblea. Ellos emitieron estos tres principios: Sed circunspectos en vuestros juicios, formad muchos alumnos y erigid una valla para salvaguardar la Torá."
La lección escrita no puede, por sí misma, presentar la substancia de un modo totalmente carente de ambigüedad, ni puede agotar efectivamente todas las posibilidades que ofrece la explicación oral. Una ley, como por ejemplo la de "ojo por ojo y diente por diente" debe ser matizada a la luz de la comprensión oral, y los diferentes casos de su posible aplicación, pues no puede ser tomada de forma literal. La Ley es dada al pueblo del modo más efectivo, combinando los preceptos escritos con una amplia y detallada explicación oral tendiente a ilustrar la implementación de los preceptos en uso.
Es tan importante la Torá en la tradición judía que entre las 7 cosas creadas antes de completar la creación del mundo ya estaba la Torá, también la Teshuvá (la conversión, es decir, antes de la Caída, Dios ya había creado la posibilidad de retornar), el jardín del Edén, el Gehinom (el lago de fuego, cf. Isaías 30:33), el trono de Dios, el Templo y el Nombre del Mesías.
En el primer siglo de nuestra era, la Torá escrita no era un texto desnudo, sino que ya estaba revestida de todos los adornos de la Torá oral, es decir, la tradición de la interpretación oral. Por poner un ejemplo, en la sinagoga era obligatorio proclamar la escritura en hebreo, lengua sagrada. Pero en esos tiempos en Palestina se hablaba el arameo, por lo que hubo necesidad de traducir al arameo los libros de la Biblia. Estas traducciones arameas se llamaban "Targumim". Targum equivale a traducción, versión. La traducción se hacía verbalmente, versículo por versículo. El lector del hebreo leía un versículo y el traductor arameo, meturgeman, lo traducía, ni demasiado literalmente ni excesivamente libre. El traductor no tenía que repetir literalmente el versículo bíblico, sino que podía hacer paráfrasis, breves comentarios, notas, frases para despertar la atención, etc... Entonces, lector, y traductor debían ser dos personas diferentes. El primero debía leer y no recitar de memoria, el segundo, debía recitar de memoria en arameo y no leer. La relación entre las funciones del lector y del traductor son ambas representativas de la distinción entre Torá escrita y Torá oral. También los católicos, en continuidad con el judaísmo, interpretan la Escritura a la luz de la tradición oral, como dice el documento Dei Verbum:
Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin.
Los Padres y los Rabinos están unidos en la convicción de que hay un más allá del versículo que siempre hay que investigar, desentrañar, escudriñar, sacar el profundo sentido espiritual del texto. Cuando Dios entrega a Moisés, en el monte Sinaí, la Torá escrita, entrega también la Torá oral, es decir, su interpretación, ambas salieron de la boca de Dios. En la mañana Dios le daba la ley escrita a Moisés y en la noche le daba el significado de la ley escrita, de forma oral. Esto significa que la tradición debe transmitirse de boca a boca, primero de Dios a Moisés, y después de Moisés al pueblo, y también de maestro a discípulo. La Torá oral era llamada Torá que está en la boca, es interesante que, en la Escritura, el término hebreo peh (boca) tiene relación con la espada, pues en la Biblia cuando se usa le expresión "espada de dos filos" significa literalmente espada de dos bocas, precisamente porque se trata de las dos leyes salidas por la misma boca de Dios, la Torá escrita y la Torá oral. La palabra de Dios es una espada de dos bocas, que sale de la misma boca de Dios, así también sucede en el Cristo del Apocalipsis, en continuidad con la tradición bíblica judía. Según la tradición judía, los mandamientos de Dios eran como besos divinos dados por la boca de Dios, de hecho también la tradición vincula el regalo de la Torá en el monte Sinaí con el versículo del Cantar de los Cantares que dice "que me bese con los besos de su boca". La Torá es un misterio insondable que sale de la boca de Dios. En el caso del Nuevo Testamento, en el texto escrito en griego la frase «de dos filos» se toma de la palabra griega distomos y es una de las palabras más extrañas de todo el Nuevo Testamento, pues es un compuesto de la palabra di, que significa dos, y la palabra stomos, que es la palabra griega para la boca. Por lo tanto, cuando estas dos palabras se componen en una (distomos), describen algo que se relaciona con un objeto de dos bocas.
En Su mano derecha tenía siete estrellas, y de Su boca salía una espada aguda de dos filos. Su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza (Ap 1,16).
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La primera imagen del Cristo apocalíptico está en la cripta de la Catedral de Anagni, pertenece al Románico del siglo XII. La segunda corresponda al tapiz de Angers, tejido a finales del siglo XIV (el tapiz historiado más antiguo del mundo). La tercera es una pintura mural en el interior de la iglesia de San Fiz de Donis (en la provincia de Lugo) y junto con la cuarta, del altar de Ohmenhausen, y la quinta, en la iglesia de San Nicolás de Burgos, pertenecen todas al siglo XVI. En todas estas pinturas se conserva bastante bien el sentido y la fidelidad al significado del símbolo original de la aspada vinculada a la boca, aunque es indudable que con el paso de los siglos se ha ido perdiendo, y como vemos en San Fiz de Donis, es posible que sus autores hayan perdido el significado de la espada sobre la boca, y les haya parecido más natural acercársela a la mano, sin llegar a estar del todo empuñada. Las interpretaciones que más a menudo nos han llegado sobre la espada y la flor de lis representadas en el Cristo Apocalíptico hacen alusión a ambos aspectos del rigor y el juicio por un lado (espada), y la misericordia y la gracia por otro (flor de lis). Sin embargo, el vínculo con el origen del símbolo de la espada, en la tradición hebrea, de la que deriva la cristiana, no siempre ha llegado a nosotros, las imágenes más fieles al modelo sirven de garantes de dicha tradición.
La espada en la mano no es lo mismo que la espada en la boca, pues la espada en la boca es la que corta hasta la profundidad, penetra profundamente en el corazón y mente del ser humano. No hay, ni habrá, ideología que dé soluciones tan acertadas a nuestra condición humana como las de la Palabra de Dios. La Palabra es una espada porque, cuando da donde tiene que dar, nos hiere. Estar bajo la Palabra es la única posición sana para el ser humano, pero también es estar en una situación incómoda. Si no fuera por la Palabra, probablemente muchos de nosotros viviríamos más cómodamente. Pero nos llega la Palabra, nos denuncia, nos perturba, revela cosas escondidas en nosotros que no son agradables, nos dice de lo que somos capaces, ofende nuestro orgullo, nos quebranta como aquel martillo del que habla Jeremías. Si atendemos debidamente a la Palabra, indudablemente nos dolerá.
Pero además, la doble boca de la espada es también la posibilidad de que la palabra que salió primero de la boca de Dios, salga también por nuestra boca. Solo cuando pasa de una a otra boca podemos heredar el Reino de Dios.