Según la Tradición Indo Oriental, el actual Ciclo Cósmico o Manvantara en el cual nos encontramos sería el séptimo (ya habrían pasado seis), por lo cual faltarían siete más para un total de 14, que conformarían un Kalpa. Un ciclo Cósmico o Manvantara estaría compuesto por 64.800 años. 14 Manvantaras equivaldrían a 1 Kalpa (1 día de Brahma), en el cual la Divinidad está «dormida» y todo lo que tiene que suceder, sucederá. Un Pralaya sería un número aún indeterminado de Kalpas. Es a su finalización cuando Brahma «despierta».
El Pralaya representa la medianoche cósmica, es el momento del «final» de los tiempos en el que el Cosmos se repliega sobre sí mismo, diluyendo de nuevo lo creado en un vacío que lo contiene todo. Hay una ley en el Universo que hace que los periodos de actividad o manifestación (Manvantaras) se alternen con periodos de inactividad o sustracción (Pralayas) en un infinito devenir de Creación de Mundos y Universos (del mismo modo en que también son necesarios los períodos de barbecho de la tierra). De otro modo, también estos períodos de inactividad o sustracción podríamos equipararlos a la pulsión de muerte, que es observable en el ser humano, tal y como Freud la definió: una tendencia a retornar al estado inanimado, concepto de difícil entendimiento. Todo en el universo tiene una función, más allá del sufrimiento que provoque en el ser humano. La pulsión de muerte tiene también una función liberadora, que invita a separarnos en aquellos procesos de unión que se vuelven un impedimento para la vida. En la pulsión de muerte se da una forma oscura de satisfacción que no busca la unión, sino la separación. Es en el fondo, una constatación de que sin separación no puede haber unión. Pero si uno se conforma en torno a lo que el otro dice, el agujero de lo real representa justamente lo que el otro no dice, es en ese lugar en donde algo de lo propio y singular puede emerger. A través de la simbolización, algo se muere en lo real, donde a rigor tenía sólo ex-sistencia (un término que Lacan toma de Heidegger), y emerge en lo simbólico, donde pasa a hacer parte de la realidad (término que, en Lacan, difiere de lo real). Ya en Freud, el acto fundador del orden simbólico está vinculado a la muerte: el asesinato del padre de la horda primitiva y su reaparición posterior como un tótem representa paradigmáticamente la muerte de la cosa que da lugar al significante.
La alternancia entre unión y separación (contracción y expansión) se aplica en los diferentes grados del Universo, tanto en el macrocosmos, como en el microcosmos, ya que «como es arriba es abajo y como es abajo es arriba». En el nivel de los manvataras, los ciclos tienen un carácter a la vez cósmico e histórico, pues conciernen más especialmente a la humanidad terrenal, estando ligados tanto a los acontecimientos que se producen en nuestro mundo como fuera de él. La idea de considerar la historia humana como aislada en cierto modo de todo lo demás es exclusivamente moderna y claramente opuesta a lo que enseñan todas las tradiciones que, por el contrario, afirman unánimemente, una correlación necesaria y constante entre los órdenes cósmico y humano.