"Si usted ha comprendido seguramente está equivocado."
Jacques Lacan
De alguna manera, el psicoanálisis ha devuelto el misterio a la vida moderna, se trata de ese enigma propio del núcleo esotérico de todas las ciencias tradicionales. Es el no entendimiento lo que guarda en su interior más energía vital que toda posible comprensión.
A este respecto, hoy traemos las palabras de la psicoanalista Virginia Valdominos:
La comprensión es una trampa. Lo inteligible, una ilusión.
Porque lo que se puede comprender pertenece al orden de lo ya dicho, de lo ya sabido. El sujeto que cree comprender está preso de su Yo, satisfecho con explicaciones que no modifican su deseo, con teorías que no rozan su goce.
Y sin embargo, vivimos en la era de la comprensión. Se nos exige comprender a nuestros padres, a nuestras parejas, a los políticos, a nuestros hijos. Como si comprender bastara para transformar. Como si entender el origen del mal fuera lo mismo que desear otra cosa.
Pero en psicoanálisis lo sabemos: no se cambia porque se comprende, sino porque se produce un corte en la repetición del goce. Y eso casi siempre, duele. (No es el cambio lo que duele, es lo que hay que soltar para que el cambio sea posible. Pero cuando hay deseo, el cambio puede ser incluso un alivio. Una ligereza).
Freud ya lo había advertido: “el paciente no recuerda, actúa”. Y aún más: actúa lo que no comprende. Porque lo que verdaderamente lo determina no es lo que puede explicar, sino lo que lo habita sin permiso: el inconsciente.
Y lo inconsciente, por definición, no es comprensible. Es interpretable. No se deja atrapar por la lógica del Yo, sino que se desliza en los equívocos, en los síntomas, en los sueños, en el chiste.
Cuando alguien dice en sesión: “ahora lo entiendo”, el analista debería sospechar. Porque muchas veces, ese “entender” es el modo más elegante que tiene el sujeto de evitar una transformación. De evitar perder algo. De seguir igual.
Creer en lo que se puede comprender es aferrarse al síntoma como quien abraza su condena.
Es preferible el no-saber, la grieta, el tropiezo, la pregunta que insiste.
Es preferible no comprender, pero seguir hablando. Porque el inconsciente no se entrega al saber teórico, sino a la transferencia, a la experiencia, al trabajo de una palabra que, al ser dicha, se transforma en otra cosa.
En psicoanálisis no creemos en lo que se comprende, sino en lo que se resiste.
No en la claridad, sino en el deseo.
No en las explicaciones, sino en los actos.
Porque ahí donde el Yo se siente cómodo, el sujeto está dormido.
Y hay que despertar.
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