Hortus conclusus - simbolismo del jardín cerrado (II)

A un hombre le pareció una vez en un sueño de vigilia que estaba preñado de la nada, como una mujer lo está de un niño, y en esa nada había nacido Dios. (Maestro Eckhart)

El Maestro Eckhart dijo algunas cosas que resultaron escandalosas para el poder eclesiástico de la época, al igual que le sucedió a Jesucristo. Para este teólogo y filósofo alemán Dios se ha vaciado en la creación y solo quedan fragmentos dispersos en los corazones de los que viven.

En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. (Ef 2,22)

Para seguir el camino que el símbolo nos invita a recorrer, estableceremos algunas relaciones con otras tradiciones en las que el principio femenino simbolizado por el jardín cerrado encuentra sus paralelismos y sus metáforas propias. La palabra en griego para morada en el versículo de la carta a los Efesios significa "una residencia permanente." El simbolismo del jardín cerrado es a la vez el del lugar en donde Dios tiene su residencia, su habitación o su vasija humana. Ese es también el sentido de la expresión "Dios vive en cada uno de nosotros".
El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y vendremos a él, y haremos con él morada. (Jn 14,20-23).

La Shekinah es una palabra hebrea que significa «morar» o «habitar». Se refiere a la presencia de Dios en el mundo; y allí donde más se concentra son esos lugares de recogimiento como el Tabernáculo, el Templo de Jerusalén, las sinagogas y los hogares o lugares donde se estudia la Torá. Así como la idea de morar, en el judaísmo se utilizó en un principio refiriéndose a la Presencia de Dios en el Tabernáculo y posteriormente al Templo de Jerusalén o las construcciones arquitectónicas como la sinagoga; en el cristianismo dicho simbolismo fue trasladado al cuerpo, de ahí que la combinación de los conceptos "jardín" y "cerrado" conecte las características propias de un espacio arquitectónico con las de un lugar paradisíaco y primordial como el jardín. Por ello, cabe mencionar la relación que podría tener el simbolismo mariano del jardín cerrado como lugar de estudio y recogimiento, con la Shekinah judía, también intermediaria celeste y morada de Dios. 

En la tradición judía existen varios relatos o historias en las que se advierte la alusión a la divina “Presencia”, el aspecto femenino de Dios, o la divina Sabiduría que acompaña al hombre en el exilio para ayudarle en su retorno a la tierra prometida. Luisa Vert hace un estudio sobre algunos aspectos simbólicos de esta figura básica en la tradición cabalística que se recogen en la revista Arsgravis.

Al igual que la tradición mariana en el cristianismo, la palabra Shekinah no aparece en la Biblia, pero la raíz škn aparece no sólo en el verbo «habitar», sino también en el sustantivo miškān («morada», «tabernáculo»). La promesa de que Dios moraría con la humanidad se remonta a la bendición de Noé:

¡Que Dios extienda el territorio de Jafet ¡Que habite Jafet en los campamentos de Sem y que Canaán sea su esclavo! (Gn 9,27)

El arameo Tg Onkelos traduce este versículo: «Hará que su Shekinah habite en la morada de Sem». Se trató de un esfuerzo interpretativo para tender un puente entre el cielo como lugar de residencia eterna de Dios y la tierra como lugar de su actividad real, especialmente su implicación en la historia de Israel. Muchos pasajes del Pentateuco afirman que el Señor vino a morar entre su pueblo Israel. Primero reveló su nube gloriosa (Ex 13,21), que representaba su presencia y protección en el desierto. La nube se posó en el monte Sinaí y formó un dosel para Moisés mientras comulgaba con Yahvé y recibía los mandamientos (Ex 24,15-18). Así, el Tabernáculo era la garantía de que Israel pudiera ser bendecido por la presencia divina en medio de él

«Y que hagan un santuario, para que yo habite en medio de ellos. Conforme a todo lo que te muestre sobre el modelo del tabernáculo y todo su mobiliario, así lo harás» (Ex 25,8-9).

Cuando se completó el «tabernáculo» (miškān) del Señor, se coronó con el descenso de la nube de gloria. El Pentateuco subraya que todo Israel vio la nube que cubría el tabernáculo como prueba de la presencia de la gloria del Señor. Israel creía que la presencia divina estaba particularmente asociada con el Lugar Santísimo, donde Yahvé moraba entre los querubines sobre el arca. 

The Phillip Medhurst Picture Torah 371. La columna de fuego. Ex 13, 21-22. Sedlezki


Una de las características de la Shekinah es su capacidad de moverse por el espacio: en el Edén habló con Adán, la serpiente y los peces, durante el Éxodo cuidó de Moisés cuando estaba en la canasta, en el Arca se posó sobre los querubines, de los querubines sobre otros querubines, luego al Templo, a la corte sacerdotal, al altar, al tejado del Templo, a la ciudad de Jerusalén, al monte de los Olivos y de ahí el desierto. Acompañó al pueblo dondequiera que fue, Egipto, Babilonia y Roma (Edom) y permanecerá con los hijos de Israel hasta la redención. Su cuidado es similar a la custodia y auxilio de las vírgenes cristianas. 

Virgen del Apocalipsis (1853) Anónimo

Virgen del Pilar. Cuenta la tradición que se apareció sobre una columna de jaspe al Apóstol Santiago en Zaragoza, para darle ánimos en su predicación. Los paralelismos con la columna de fuego en el Sinaí son apreciables.

Después de la destrucción del segundo templo, habitó diferentes sinagogas, y su presencia fué audible y visible. La Shekinah es también el brillo de Dios. Se dice que es jerárquicamente superior a los ángeles, su esplendor alimenta a los ángeles ministeriales. Su irradiación es tan grande que estos deben taparse la cara con sus alas para protegerse los ojos. Del Tetragrámaton, YHWH, se considera que la segunda H es una mención de la Shekinah: la mística emanación femenina de H, identificada con la sabiduría, la brillantez en la meditación, la cual “ha labrado los Siete Pilares de la verdadera Creación” y de la cual deriva la “Paz que confiere la mutua comprensión”.

La Torá 505 de Phillip Medhurst. Santificando el Tabernáculo. Éxodo 40,12-27. Gaspar Luyken


Y así como la Shekinah judía está en relación con la regeneración del Templo de Jersusalén, también podríamos decir que el jardín como atributo de María está en relación con el anhelo de regreso al Paraíso original. Tras hacer un pequeño viaje por la columna de fuego y el resplandor de la Shekinah regresamos al motivo del que habíamos partido, el hortus conlusus

La Virgen en la fuente (1439), Jan van Eyck

En esta pintura de Jan Van Eyck se observa a la Virgen de pie, con el Niño en sus brazos y organizando la composición en torno a un eje principal vertical. Toda la composición sugiere una forma de columna descendente del cielo y conducida por los ángeles, en la que también se alude a la idea de trono real, como si de una tienda de campaña improvisada se tratara, un tabernáculo extendido por los propios ángeles en el interior del jardín. La verticalidad de la fuente gótica situada a su lado acentúa la composición tipo pilar. El pequeño muro de ladrillos que aparece de fondo nos traslada a las arquitecturas que hemos visto en otras versiones, vinculadas con la noción de fortaleza y espacio cerrado. En esta versión del hortus conclusus confluyen de alguna manera la arquitectura del espacio interior, con la naturaleza domesticada del jardín y la fuente de la que mana el agua de vida, en alusión al jardín primordial del Edén, de donde fluyen los cuatro ríos que riegan toda la tierra.

Desde que comenzamos este particular viaje, las premisas para dejarnos guiar fueron más bien las de la intensidad y la asociación, por encima de las pautas más normativas y academicistas. Lo propio del símbolo es esa red que establece conexiones sin necesidad de encontrar acomodo en los territorios, las fechas, los autores o las escuelas. Por esta razón, damos ahora un salto a otra obra de Jan van Eyck que nos devuelve al comienzo del viaje, se trata del tema de la Anunciación. Nos ha parecido interesante detenernos en otro de los atributo místicos de la Virgen María, para comprobar como un mismo tema puede ser tratado desde diferentes atributos virginales, en esta ocasión “el espejo sin mancha”.

Díptico de la Anunciación, Jan van Eyck (1435-1441)

La obra nos traslada a un ilusionismo pictórico en el que nada es lo que parece. Las figuras, que simulan estatuas de piedra, están colocadas en sendos nichos sobre un fondo negro como ‘piedra de toque’ (la utilizada por los orfebres para comprobar la calidad de los metales nobles). El fondo negro de los nichos contrasta con el color claro, que imita a la piedra, y refleja las sombras de éstas como si de un espejo se tratara, aludiendo a la pureza de María: speculum sine macula. Este concepto proviene del conocimiento hermético y de la teoría medieval de los espejos reverberantes, en donde los cristales dejan atravesar la luz divina sin refractarla. Por otro lado, no es casual que sea precisamente la paloma, flotante en el aire, símbolo del Espíritu, la que nos guíe hacia otro orden de realidad más allá del material, por si en un principio habíamos creído que se trataba de una escultura.

Las referencias a los espejos eran frecuentes en los textos medievales tanto teológicos como literarios, y sus significados han sido abundantemente estudiados. Los escritores medievales se inspiraron principalmente en la famosa metáfora de San Pablo en su Primera Carta a los Corintios 13,12-13:

“Ahora sólo vemos reflejos desconcertantes en un espejo, pero entonces veremos
cara a cara. Mi conocimiento ahora es parcial; entonces será completo, como el conocimiento que Dios tiene de mí. En una palabra, hay tres cosas que duran para
siempre: la fe, la esperanza y el amor; pero el mayor de todos es el amor”.

El simbolismo mariano nos guía hacia esa indiferenciación por la cual no somos más que un receptáculo de la luz permitiendo que actúe en nosotros y nos atraviese, sin ser proyectada.

Una vidriera atravesada por la luz sin romperla, sería similar, espiritualmente, a la concepción de María sin la pérdida de su virginidad.


No hay noche que no tenga luz, pero está oculta. El sol brilla también en la noche, pero está oculto. Durante el día brilla y oculta la luz de las estrellas. Del mismo modo actúa la luz divina, que oculta las otras luces. Lo que buscamos en las criaturas es todo noche. Maestro Eckhart, "El fruto de la nada"