Juicio final
La pregunta clave para el psicoanálisis es: ¿Has actuado en conformidad con el deseo que te habita? Es la pregunta en la que no caben medias tintas ni complacencias. Esta pregunta es equiparable a un juicio final porque todas las veces que no pueda responderse con un sí, será un no. No hay ambigüedad posible en este terreno. La pregunta por el deseo es excluyente, si no has actuado conforme a tu deseo, eso conduce a la muerte, a la condena. Si has actuado conforme a tu deseo, entonces eso es sinónimo de vida y salvación, no hay camino medio posible. En el resto de cosas de la vida puede haber muchas incoherencias y ambigüedades, pero no en el deseo, porque es la energía vital que nos permite hacer frente a la pulsión de muerte, ambas fuerzas son proporcionales entre sí, cuanta más fuerza haya de un lado, menos habrá del otro lado. De ahí que disminuir la pulsión de vida es lo mismo que dar cabida a la pulsión de muerte. Las fuerzas dicotómicas entre cielo e infierno son las mismas que entre pulsión de vida y pulsión de muerte, del combate entre ambas surge el crecimiento de todo ser humano.
San Agustín dice que después del Juicio la creación tomará una forma nueva y gloriosa, en consonancia con los cuerpos gloriosos de los salvados. La Sagrada Escritura nos habla de “cielos nuevos y tierra nueva” como resultado de la transformación que sucederá al final.
“Llegará el día del Señor como un ladrón. Entonces los cielos se disolverán con gran ruido... Los cielos incendiados se disolverán y los elementos ardientes se derretirán. Nosotros esperamos según la promesa de Dios, cielos nuevos y tierra nueva, un mundo en que reinará la justicia.” (1a. Pedro 3, 10-13).
También San Agustín alude a la metáfora de las dos ciudades para hacer referencia a las dos fuerzas de oposición que representan el cielo y el infierno.
“que dos ciudades, mezcladas mientras tanto en el cuerpo, pero separadas en el corazón, corren por este transcurso de los siglos hasta el final, lo habéis oído y lo sabéis: una, cuyo fin es la paz eterna, y se llama Jerusalén, la otra, cuyo gozo es la paz temporal, y se llama Babilonia.”
Para Lacan lo único ético es la realización del deseo, lo cual es un tipo de justicia que conecta con el concepto de paz eterna, pues lo que caracteriza el deseo es que es eterno e imposible de satisfacer. Se trataría de una ética no estática, no anclada en el deseo de reconocimiento (o en el deseo del Otro), sino con base en el reconocimiento del deseo. En ese sentido, conviene diferenciar a qué se refiere el psicoanálisis con el concepto de deseo, pues es posible que conecte más con el concepto de deseo que aparece descrito en la Biblia que con el concepto de deseo que tiene nuestra sociedad postmoderna. Nuestra época se caracteriza por ser una época de «seducción», en la medida en que el imperativo actual se ha vuelto hacia el goce. Lo que hoy a veces se confunde con deseo es más bien el hedonismo, el individualismo, la cosificación, la ausencia de saber, la idolatría, el fanatismo, la necesidad de sentirse gustado, la homogeneización, son todos ellos síntomas actuales que ponen en entredicho la función de la ética. La postmodernidad, al oponerse al deseo, se opone también a la ética y a la justicia. Otro de los conceptos propiamente modernos que complican y enturbian mucho la comprensión del deseo es la necesidad imperiosa de éxito.
El éxito no exisitió siempre, es un criterio plenamente moderno; para una sociedad en la que las personas tienen crisis de identidad, cuando ya no se conocen a sí mismas y precisan hacerlo desde acciones exteriores. Estas últimas no son realizaciones, en el éxito el sujeto no se vuelve real para sí mismo, sino una imagen para otro; el exitoso es quien adquiere la forma de lo que otros quisieran; se es exitoso a imagen y semejanza del deseo de los demás. Por otro lado, el éxito supone un sujeto-causa de un efecto-exitoso; otro nombre del éxito es "logro". Según su estrategia para alcanzar ese lugar, el exitoso puede decir que no sabe cómo logró lo que logró (falsa humildad) pero pocas veces dirá que no lo merece. Dedicarse a conocer el éxito puede ser un modo de vivir, pero el éxito no es un medio de vida. El éxito hace perder mucho tiempo y, como dice la canción, "confunde las estrellas con las luces de neón".
Luciano Lutereau
La comprensión psicoanalítica del deseo lo conecta más bien con la idea de vacío. Pues el deseo nunca puede ser llenado (satisfecho). El deseo es deseo de otro deseo, es vacío dirigido a un vacío, vacío en circulación permanente. El deseo rechaza el ser dado, por la búsqueda de la transformación hacia lo no-dado.
«Para llegar a un exacto conocimiento del proceso psíquico es condición imprescindible dar a la consciencia su verdadero valor, tan distinto del que se ha venido atribuyéndosele con exageración manifiesta. En lo inconsciente tenemos que ver, como afirma Lipps, la base general de la vida psíquica. Lo inconsciente es el círculo más amplio en el que se haya inscrito el de lo consciente. Todo lo consciente tiene un grado preeliminar inconsciente, mientras que lo inconsciente puede permanecer en este grado y aspirar, sin embargo al valor completo de una función psíquica. Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real: su naturaleza interna nos es tan desconocida como la realidad del mundo exterior y nos es dado por el testimonio de nuestra consciencia tan incompletamente como el mundo exterior por el de nuestros órganos sensoriales»
Alianza
Lo que caracterizó a la modernidad y a la postmodernidad es el hecho de haberse quedado en el nivel más superficial y literal de la comprensión del mundo, por eso la tarea compleja que el psicoanálisis sacó a la luz fue la de establecer una alianza entre el deseo inconsciente y el querer consciente, conseguir unir o religar estas dos instancias. Trabajar esa unión no es una tarea sencilla, se trata de un ejercicio que permite unir el ojo físico (el del querer consciente) con el ojo interior (lo que los antiguos denominaron ojo del corazón, y que no es otra cosa que el inconsciente). Para ello es necesario poner palabras, ensayar y comprobar muchas veces, pues lo cierto es que sólo retrospectivamente podemos saber si hemos actuado conforme a nuestro deseo.
Lacan plantea que el deseo emerge de la palabra, en el entramado del lenguaje y en su encarnación simbólica. El deseo, entonces, no es independiente del orden significante, sino que nace en su articulación. En este sentido, deseo y ley (del lenguaje) van de la mano.
“Es siempre en el empalme de la palabra, a nivel de su aparición, de su emergencia, de su surgescencia, donde se produce la manifestación del deseo. El deseo surge en el momento de encarnarse en una palabra, surge con el simbolismo.”
Si en un principio el deseo está investido por el discurso de nuestros padres, de la sociedad, de los tutores, de los docentes, de las leyes, de la economía, de la lógica del sistema entre otros, esta dificultad no es del todo un impedimento para partir hacia cierta ruptura con respecto al deseo del Otro y poder encontrarnos con nuestro propio deseo. Sin duda, para llegar a ello se tendrá que realizar un camino sinuoso, en el cual nos encontraremos con la angustia, con nuestro propio ser reflejado en aquello que no queremos afrontar, y será a partir de estas pequeñas subversiones como podemos tener encuentros fugaces con el deseo. Del lado del querer se juega el deseo, la posición de amo o sujeto. Del lado del deber se juega la posición de esclavo u objeto. La ética está justamente en salir de la posición de objeto para convertirse en dueño y amo de uno mismo, para no traicionarse a uno mismo.
A ese proceso de unión o de alianza Lacan también lo definió como un viaje.
“El psicoanálisis se propuso como una experiencia de viaje, de aproximación constante y no tensa, a las raras y tozudas señales de lo incomprensible de uno. Es una experiencia moral, de discernimiento. Es una experiencia ética propia y común.”
El pacto que se sella en múltiples ocasiones en la Biblia, como es el caso de la Alianza con Noé sellada por el arco iris, también establece una conexión entre el Viejo y el Nuevo mundo, entre el mundo-dado y el mundo por inventar, entre lo mismo y lo nuevo. El viejo mundo debe morir primero para dar paso al nuevo. La muerte de Jesucristo instaura el tránsito del concepto de Alianza a Testamento. La muerte es el símbolo por el cual la ley se inscribe en el corazón de manera interna, es decir en el cuerpo, sin necesidad de pactos externos y no resulta casual que el proceso de sellar la Alianza divina se designara en hebreo con la palabra "cortar". La castración es también renunciar al primitivo objeto placentero, es una pequeña muerte que no siempre el psiquismo está dispuesto a soportar. Para renacer es necesario morir primero y lo que el psicoanálisis nos reveló es que este proceso se va constituyendo en nuestro psiquismo desde que nacemos, no depende de nuestra voluntad consciente, sino que el inconsciente nos da cuenta de las grietas ocasionadas en el psiquismo, como fruto de estos procesos.
Pecado original
La situación actual del mundo muestra cómo el ser humano cada vez se ha ido deshumanizando, su dignidad es desconocida o ultrajada, sus necesidades insatisfechas y sus derechos negados. En el mundo actual, por efecto del afán de bienes materiales, la preocupación por el "tener", la publicidad, los medios, entre otros, producen el fortalecimiento del narcisismo propiciando el individualismo, el egoísmo y la indiferencia. En el mundo actual, las circunstancias concretas que se producen en el trabajo, producen la pérdida del sentido y conducen a la utilización de las personas como simples objetos materiales.
Y esta base del psicoanálisis en la falta conecta a su vez con la idea de “pecado original” propiamente cristiana, pues esa falta que motiva la expulsión del paraíso es constitutiva de todo ser humano. Así es como se comprenden también las palabras de Jesucristo cuando dice:
«Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso su propia vida, no puede ser mi discípulo» (Lc., XIV, 26)
En esta frase, queda claro que la falta es constitutiva de deseo, sin ella nadie puede dirigirse hacia el amor, hacia el deseo, hacia Jesucristo.
La ética del deseo, en psicoanálisis, es la ética de la relación con el otro porque el deseo no es individual, no es algo aislado, no habría deseo si no hubiera vínculo. En sus principios éticos más básicos está la idea misma de la transferencia como lazo de deseo entre analista y paciente, como aquello que es el resorte fundamental de la cura o del tratamiento. ¿Qué es lo que cura en un análisis? Lo que cura es el lazo, lo que cura es el vínculo.
Luciano Lutereau
Oración
A través de la demanda es como se puede ir articulando el deseo en la consciencia. De otra manera también Jesucristo lo expresó cuando dijo:
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá. (Mt 7, 7-8)
Pedir algo es empezar a ser quien de recibirlo. Pero conviene diferenciar dos tipos de demanda, que se generaron como fruto de una cierta corrupción del concepto original. En el contexto cristiano más puritano, la noción de oración estaba relacionada con la idea de pedir algo y sentarse a esperar a recibirlo, como si la petición fuese a un ente externo que nada tiene que ver con nosotros. Es el concepto de demanda que hoy perpetúa el capitalismo independientemente de que la religión ya no tenga poder. Se cree haber superado las corrupciones propias de la Iglesia y en verdad solo se le han dado continuidad con otros nombres. La concepción errónea de la oración es pedir a una fuerza superior que nos ayude con algo de lo que nosotros no queremos hacernos cargo. Pero no fue así como Jesús lo entendió, su noción de oración era bien diferente, lo deja claro en esta frase:
Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis. (Mt 21,22)
Para Jesús, pedir algo no es pedirlo y a continuación quedarse a la espera de que llegue. El que pide creyendo que ya lo tiene es quien puede recibirlo. Tener la disposición para recibirlo es estar a la altura de nuestro deseo, es respetarnos a nosotros mismos, de lo cual se deriva siempre el respeto por los otros.
Tu tarea no es buscar el amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras que has construido dentro de ti para protegerte de él.
Rumi