Origen y destino

En la escena final de Nostalgia (de Andrei Tarkovsky) se unen origen y destino, pues vemos la casa de la infancia rusa en la que creció el protagonista (el propio autor) junto con las ruinas de una gran catedral italiana, lugar al que llega tras el exilio, que no es otro que la caída del paraíso original o su equivalente espiritual de la destrucción del templo de Jerusalén.


Al igual que el estudio de la historia y los orígenes de un pueblo ayudan a comprender mejor su actualidad, así sucede también con la comprensión de nuestros orígenes como sujetos.

Adentrarnos en los procesos psíquicos de constitución del sujeto nos ayuda a comprender mejor muchos de los conflictos que se nos presentan de adultos e incluso también los que asolan nuestro tiempo. De alguna manera esa unión entre origen y destino de la que nos hablan los textos sagrados de todas las tradiciones, se vuelve todavía más llamativa cuando, gracias al psicoanálisis, hemos podido conocer en mayor profundidad el origen de la formación del sujeto. De nuevo recurrimos a una conferencia de Luciano Lutereau, su discurso es siempre tan preciso, comprensible y lúcido que nos ayuda enormemente a comprender dinámicas que están en el día a día de toda persona, al fin y al cabo esa es la utilidad última del psicoanálisis, comprender y dar solución a los conflictos de la psique, que están, en mayor o menor medida, presentes en el día a día de todas las personas.

Los síntomas clásicos que Freud observó en niños implicaban una ruptura o regresión de procesos que estaban ya consolidados, sin embargo y según este psicoanalista, en los síntomas modernos se observan dificultades en la constitución misma, procesos psíquicos que no llegan a desarrollarse y que ponen en cuestión el crecimiento mismo del niño. Las conclusiones con respecto a lo que Luciano observa en su clínica es que los procesos de constitución psíquica del sujeto han sufrido grandes retrocesos, en comparación con la época de Freud. El desarrollo tecnológico pareciera ser inversamente proporcional al desarrollo del sujeto.

La represión es el mecanismo psíquico que separa lo consciente de lo inconsciente, Freud considera que la pulsión es originalmente sádica y su destino es la represión, pero no siempre este destino se constituye, a veces la pulsión sádica vuelve hacia uno mismo en forma de masoquismo. Si este proceso por el que la represión separa lo consciente de lo inconsciente se dificulta, se observan casos de niños excesivamente fantasiosos que no pueden separar fantasía de realidad, que siguen viviendo en un mundo de ensoñación y que en función de eso, no pueden atender a las tareas escolares.

La constitución del sujeto tiene tres tiempos, marcados por tres complejos infantiles. El primero es el complejo del destete. El destete como tal no tiene que ver con el abandono de la lactancia, desde el punto de vista psicoanalítico podríamos incluso decir que tiene poco que ver con la lactancia. Un niño, bien puede haber dejado de mamar y eso no quiere decir que se haya destetado. El destete quiere decir otra cosa, desde el punto de vista psicoanalítico se trata de una operación subjetivante. El destete nombra una operación psíquica en la que se produce por primera vez un corte entre el niño y el otro, que podría ser la madre, o cualquier adulto que lo cuide. Tiene que ver con algo relativo a los cuidados del niño. Desde el comienzo de su vida el niño es un conjunto de pulsiones, que son fundamentalmente destructivas. Fue Melanie Klein quien dijo que la pulsión de muerte era lo primero que estaba en el cuerpo del niño y que el aprendizaje y desarrollo del niño consistía en proyectar y sacar del propio cuerpo la pulsión de muerte.

Las primeras afeccciones en niños tienen que ver con las dificultades para poder sacar fuera del cuerpo y proyectar la pulsión de muerte, de ahí que las primeras enfermedades de un niño puedan tener grandes peligros de muerte, mucho antes que hablar de términos de lactancia. Si no se da esa primera erotización del cuerpo del niño por parte de un otro, puede ser fatal. ¿Por qué un niño muere si no es cuidado?, ¿por qué su organismo fisiológico no alcanza para garantizarle la vida? La necesidad de sacar la pulsión de muerte afuera es lo que obliga al ser humano a tener que contrarrestar, más que el resto de animales, con la pulsión de eros, gracias a la cual podrá salir adelante y desarrollarse, con la posibilidad de llegar a establecer vínculos mayores. El ser humano es un ser de lenguaje, solo no sobreviviría, necesita sacar la pulsión de muerte a través de la relación con un otro.

Esta primera relación de dependencia establece la particularidad de que ese otro sea vivido de manera amenazante. La proyección de la pulsión de muerte hacia afuera implica la primera fantasía del niño y es la de que el otro puede comerlo, eso es lo que se pone en juego en el destete. El destete sería el atravesamiento de la fantasía de devoración por un otro, algo de lo que dan cuenta muchos cuentos infantiles. La angustia de ser devorado por el otro es lo propio de ese tiempo fundacional que se pone en juego con la persona que cuida al niño, habitualmente la madre. ¿Por qué esto se vincula con el destete? Inicialmente el niño establece una relación con el otro de pura incorporación, ser un lactante significa, en última instancia, ser alguien que incorpora algo del otro. Significa estar relacionado con el otro a partir de la asimilación. Pero llega un momento en que el niño rechaza al otro, ya sea porque muerde el pezón, porque aparta la cara o porque vomita. El primer paso del destete es el rechazo del alimento, es el primer gran corte a la asimilación por parte del otro. Pero en ese proceso de separación, el bebé atraviesa la fantasía del miedo a ser devorado por el otro. En la primera infancia el niño come de todo pero después del destete empieza a haber cosas que no come, y en ese rechazo se observa una relación de corte con el otro. El destete tiene esa función simbólica de inscribir en el niño que el alimento ya no solo es para comer, además también puede ser para jugar. Y el juego le sirve al niño para elaborar fantasías, tiene una función importantísima en el niño. La capacidad lúdica del niño se ha empobrecido enormemente en nuestra época, hoy los niños están entretenidos pero no juegan. 

Y es que en lo disfuncional, en lo más molesto para el adulto, es en donde se dan las pautas de crecimiento de un niño. Y eso nos tiene que hacer reflexionar a los adultos acerca de las dificultades que tenemos para soportar la subjetivación del niño. Esa subjetivación implica cortes, disfuncionalidad, desadaptación. Criar a un niño es algo muy distinto a esperar que un niño se adapte. 

El destete no siempre se produce psíquicamente, de ahí que muchas veces se pueda ver en adultos relaciones en las que se juega la fantasía de ser devorado por el otro. No son solo cosas que pasan en la temprana infancia. Hay casos en los que el análisis posibilita por primera vez en un adulto el destete de alguien. Por eso es importante señalar que el destete no tiene relación con la teta, sino con formas de relación psíquica con el otro.

Y como este proceso de atravesamiento del destete implica una gran vulnerabilidad para el niño, es necesario el atravesamiento del segundo complejo, que se llama en psicoanálisis el complejo de control de esfínteres. Y tampoco tiene que ver meramente con el control de las heces, que es un proceso fisiológico. Este complejo tiene que ver con el armado de la segunda gran fantasía de la infancia. El límite a ese peligro de devoración por parte del otro es que el niño descubra que puede dar algo, es decir, que de alguna manera pueda ofrecer algo para calmar a ese otro devorador. En última instancia, los excrementos tienen un valor simbólico muy importante, es la primera gran simbolización que se da en la infancia, sobre todo porque puede establecer con el otro una relación que parcializa la angustia de devoración. Por eso Freud decía que los excrementos tienen la simbolización psíquica del regalo: puedo darte algo a cambio para que no me comas, el niño regala sus heces a cambio de amor. Esto puede parecer sumamente retorcido y sin embargo, son prácticas que se mantienen en la vida adulta, por ejemplo cuando se va a comer a casa de alguien, es costumbre llevar algo también, puede ser el postre, puede ser un vino... El ritual de llevar algo cuando se acude de invitado a la casa de otro es precisamente para no ser devorado por el otro, pues ¿qué garantiza que no se lo vayan a comer a uno cuando lo invitan a comer? El resultado psíquico del atravesamiento del complejo del control de esfínteres es la separación entre yo y no yo. El valor de los excrementos es que una parte de mi cuerpo puede separarse de mí y no ser yo. En esta etapa se produce la consolidación del narcisismo. Pero si es en este momento en el que aparece el yo, ¿quien estaba antes de que apareciese el yo? Esta es una de las constataciones psicoanalíticas más importantes, y es que el sujeto aparece antes que el yo. El sujeto aparece primero como una negación, como una capacidad de negar, solo posteriormente esa capacidad de negar es asumida por un yo. El yo no está desde el principio, para que pueda aparecer es necesario el complejo del control de esfínteres, que facilita también la primera relación simbólica con el otro, de intercambio. Dificultad en el proceso de destete y simbolización de un otro se observa en esos niños que no pueden jugar solos, o no pueden dormir solos, o los que sienten una gran angustia de separación cuando van a la guardería. El desarrollo del complejo del control de esfínteres inscribe una segunda gran fantasía que es más bien el temor a que el otro se enoje. Se establece la posibilidad de relación con el otro a partir de una deuda, que se puede cancelar con un intercambio. Pero bien podría ser que ese intercambio no sea suficiente, que no sirva para garantizar el amor del otro, ahí se constituye la fantasía del miedo a que el otro se enoje. Es en este momento en el que aparece el primer afecto ético del niño: la culpa. La culpa aparece tempranamente en la infancia, los niños son sujetos fuertemente morales, la culpa en los niños es notable, llega a ser extrema en algunos casos, se observa en esos niños que piden compulsivamente perdón. Antes de tener la capacidad para entender que hizo algo mal, el niño ya siente culpa. El atravesamiento del complejo del control de esfínteres inscribe en el niño la posibilidad de la culpa, pero no la necesidad de un castigo. Esto es sumamente importante en el proceso de educación de un niño entre los 2 y 5 años. La capacidad para poder ser castigado es algo que requiere de un trabajo psíquico enorme. Muchas veces el niño puede quedar en una situación culpable, que incluso cuando da algo de su parte, eso no mitiga su culpa, y entonces lo que aparece es la forma compulsiva de buscar castigos, algo que se puede prolongar hasta la transgresión adolescente. Alguien que sistemáticamente busca ser castigado, es alguien cuya culpa inconsciente es muy grande, y que en todo caso busca el castigo para reducir la culpa inconsciente que siente. El problema de muchos adultos que trabajan con este tipo de niños problemáticos es que pueden llegar a reforzar todavía más esa culpa inconsciente que sienten, reforzando ese lugar de desecho en el que se pone el niño, de intratable. A menudo el niño que describen muchos padres no es en absoluto el niño que ven los analistas. Los síntomas actuales de los niños interpela a las formas de crianza, pues no son solo síntomas de los niños, implican la sintomatización de los padres. Con respecto a la crianza, y según nos dice este psicoanalista, hoy se observa a muchos padres impotentizados que acuden a la consulta porque ya no saben que hacer. Luciano nos habla del concepto de crianza, frente al de educar, la crianza va más allá de un niño cuidado, educado o adaptado a un sistema. Los niños que tienen dificultad para atravesar el complejo del control de esfínteres son esos que se vuelven muy problemáticos y buscan constantemente en el otro un límite. Pero el problema es cuando los adultos son más niños que los niños, porque el límite no es algo externo. Esta idea que se escucha tanto de que al niño hay que ponerle límites es sumamente problemática, porque refuerza la culpabilidad inconsciente. Para un niño, ser excesivamente culpabilizado es un desvalimiento muy grande.

Podríamos decir que en los 2 primeros años se juega el complejo de destete, entre los 2 y los 5 el del control de esfínteres, y el tercer complejo es el de castración o de Edipo, para el cual antes es necesario haber hecho todo un recorrido previo. Y aunque el Edipo es lo que más interés ha acaparado, sin embargo, en la mayoría de casos actuales de niños en consulta, se observan (según Luciano) más casos de los complejos anteriores al Edipo. Y esto es algo que en la época de Freud era impensable. El niño que llegó al complejo de Edipo es un niño que ya simbolizó la ausencia del otro, que ya parcializó la relación de deuda con el otro, que no vive pendiente de que el otro se enoje, que no busca límites todo el tiempo, hoy en día eso es lo más escaso, nuestra cultura contemporánea dejó de universalizar la posibilidad del complejo de Edipo. De hecho cuando hablamos de los complejos de destete y de control de esfínteres, hablamos de muchos de los síntomas de los adultos. Muchos adultos hoy día viven las relaciones amorosas de una forma totalmente oral. En muchos de los casos de femicidios no se encuentran celos edípicos, se encuentra una angustia de separación feroz con respecto al otro, que solamente pueden reducirla llegando a dar muerte a su pareja. En este punto las estructuras simbólicas se han ido derrumbando fuertemente. Para Freud pensar el psicoanálisis era pensar el Edipo, pero es que hoy el Edipo ya no es la norma, así lo habitual hoy es encontrarnos con lazos que son fuertemente orales, o que son fuertemente anales, en el sentido de la lógica del narcisismo. El complejo anal inscribe el narcisismo, establece la posibilidad de distinción entre yo y no yo, pero el problema de esto es que todo lo que no es yo es una mierda, y acaso no se puede observar por todas partes en la sociedad ese funcionamiento binario en la mayoria de produciones culturales. Cualquiera que le guste el fútbol sabe que ama a su equipo y que el otro equipo es una mierda. Cualquiera que sea fan de un partido político sabe también que el otro es una mierda. Lo que no es blanco es negro, cuantas discusiones de la vida cotidiana se basan en eso, en la imposibilidad de introducir un tercero en la lógica feroz del binarismo. El narcisismo es la lógica del amor-odio absoluto, hoy te amo absolutamente y mañana creo que eres mi principal adversario. Estas parejas que llevan varios años juntos y que desde el momento en que se separan se convierten automáticamente en el mal, es desconocer que uno estuvo años con alguien, es un acto renegatorio enorme, de una pobreza psíquica muy grande. Este tipo de cosas aparecen mucho en las consultas, algo que en la epoca de Freud sería impensable. Hoy nos encontramos muchos problemas en la constitución del sujeto. El neurótico del que hablaba Freud es hoy ya una excepción. Hablar en términos universales del Edipo no tiene sentido. Porque todo lo que tiene que haberse dado hasta llegar al Edipo es mucho, simbolizar la ausencia del otro, atravesando la fantasía de devoración, atravesar la fantasía del temor a que el otro se enoje, a partir de inscribir la culpa y la posibilidad de reducir esa culpa con un acto simbólico y por tanto tener una relación simbólica con el otro, pudiendo distinguir entre yo y no yo, y que lo que no es yo, no necesariamente sea una mierda. Todo esto podría no estar, a veces no se constituye nunca, el neurótico es un adulto que se infantilizó, hoy se habla ya de una tercera adolescencia, pero ¿por qué se prolonga hoy tanto?

El complejo de Edipo o de castración se ocupa de establecer la diferencia sexuada, la cual, como tal no es entre hombre y mujer, sino entre fálico y castrado. Para el niño la diferencia entre hombre y mujer tiene que ver con creer que si la mujer no tiene falo es porque hizo algo malo, esto es algo central. El complejo de Edipo es el que inscribe la posibilidad de representar un castigo. El niño interpreta la distinción entre hombre y mujer por la posibilidad del castigo. La etapa fálica implica la posibilidad de representar un castigo que hasta ese momento no existía, lo propio de la etapa fálica es inscribir que alguien hizo algo malo y en función de eso fue castigado. Por eso los niños, a partir de una edad, se convierten en grandes delatores, grandes soplones. En todo caso, la distinción fálico/castrado es equivalente a castigado/no castigado, que en un segundo término implica una distinción de género, distinción que además explica por qué el complejo de Edipo es misógino. La misoginia es algo constitutivo del sujeto (al menos en nuestra sociedad occidental). Y al igual que los resultados de los anteriores complejos pueden derivar en muchos casos en actitudes perversas o fanáticas que se observan en la sociedad, el complejo de Edipo puede derivar en actitudes misóginas que se ven claramente cuando se justifica la violencia hacia una mujer tan solo por como iba vestida. Estas actitudes misóginas se pueden observar en muchas personas, hombres y mujeres, que en apariencia son cultas, formadas, defensoras de los derechos, etc… ¿Por qué esta gente que, sabiendo un montón de cosas, y habiendo estudiado tanto desconocen lo más propio de su psiquismo? Ahí es donde se observa que hay en el inconsciente un saber que no se sabe, que sale a la luz incluso saltándose todos los protocolos defensivos. El psicoanálisis es la mejor herramienta para combatir la misoginia, porque la misoginia tiene un fundamento inconsciente, por más campañas y mensajes apelando a la voluntad o a la educación, eso no termina de funcionar. El saber dirigido a la consciencia no permite cambiar demasiado las cosas. Es absurdo colocarse en una posición políticamente correcta, cuando precisamente lo que más nos constituye en el inconsciente es incorrecto.