Quizás la principal diferencia entre Freud y Lacan es que Freud consideró que todo se origina en el cuerpo, tanto las pulsiones de vida y muerte como las diferentes formas de satisfacción. Aunque para ambos la relación con un otro es la base, Lacan dio más relevancia al lenguaje que al cuerpo. En este punto es donde constatamos que, aún a pesar de los estragos atribuidos al cristianismo con respecto al rechazo del cuerpo, han sido todavía peores los estragos de la postmodernidad y su falso culto al cuerpo.
No se puede negar que el psicoanálisis freudiano tiene mucho más volumen y profundidad que el lacaniano, la escucha del cuerpo que propone permite ampliar el concepto de lenguaje. De hecho, si el cuerpo de un bebé no fuera tan desvalido, la necesidad de lenguaje no sería tanta. Para Melanie Klein, los bebés experimentan mucha ansiedad a causa de la pulsión de muerte interior, esta ansiedad se ve reflejada también en la ansiedad de los padres primerizos que reciben a un bebé. Quizás sea ese primer reclamo del cuerpo del bebé, tras salir al exterior y superar el trauma del parto, el que posibilita una respuesta erotizada y tranquilizadora por parte de quien lo cuida. ¿Cuántas veces en la vida adulta no se sigue apelando al desvalimiento como método para tratar de conseguir amor? Muchas tendencias narcisistas actuales son formas de reclamar los "privilegios" del bebé. El bebé no sabe nada del amor, su incapacidad para dar amor y solo recibirlo se ve compensada por su inferioridad de condiciones. Pero estas condiciones ya no sirven de excusa en un adulto.
Una comprensión similar a la de Freud estaba ya presente en los textos sagrados del cristianismo y del judaísmo. Emmanuel d’Hooghvorst expresa de esta bella forma el vínculo entre el universo contenido en las letras hebreas y la necesidad de pronunciarlas que se actualiza permanentemente:
Clemente de Alejandría habla de las Escrituras Sagradas empleando los mismos atributos propios de la Virgen María, la cual no deja de ser un símbolo del cuerpo:
Quizás, la teoría freudiana por la cual es el cuerpo el que invita a un decir, se ve constatada en el origen de estos primeros vocablos emitidos por un bebé e interpretados como "mamá" por un otro. Pero no solo la pulsión de muerte habita al bebé, también el deseo está presente, y de esto nos da cuenta también el psicoanálisis, pues sus investigaciones nos han hablado del surgimiento del yo a partir del complejo del control de esfínteres, no antes. Por tanto, antes del yo, estaba el sujeto, y el sujeto es deseo. Fué Francoise Doltó quien nos dijo que "como psicoanalistas, sabemos que la vida es el deseo mismo. Pero cuidado, el deseante de vivir no es el progenitor, sino quien ha de nacer. Con la concepción, el deseante, llamado o no, toma cuerpo".
No se puede negar que el psicoanálisis freudiano tiene mucho más volumen y profundidad que el lacaniano, la escucha del cuerpo que propone permite ampliar el concepto de lenguaje. De hecho, si el cuerpo de un bebé no fuera tan desvalido, la necesidad de lenguaje no sería tanta. Para Melanie Klein, los bebés experimentan mucha ansiedad a causa de la pulsión de muerte interior, esta ansiedad se ve reflejada también en la ansiedad de los padres primerizos que reciben a un bebé. Quizás sea ese primer reclamo del cuerpo del bebé, tras salir al exterior y superar el trauma del parto, el que posibilita una respuesta erotizada y tranquilizadora por parte de quien lo cuida. ¿Cuántas veces en la vida adulta no se sigue apelando al desvalimiento como método para tratar de conseguir amor? Muchas tendencias narcisistas actuales son formas de reclamar los "privilegios" del bebé. El bebé no sabe nada del amor, su incapacidad para dar amor y solo recibirlo se ve compensada por su inferioridad de condiciones. Pero estas condiciones ya no sirven de excusa en un adulto.
«Se ha comparado naturalmente la letra de la Escritura al hombre mismo, pues una y otro tienen un cuerpo que puede estar muerto o vivo gracias al soplo que lo anima. En el tiempo del Mesías, el texto recreado con otras vocales resucitará, al igual que el hombre. Es la creación del hombre que va a la par con la del texto».
También en la carta de San Pablo a los Corintios encontramos alusiones a la letra en relación al cuerpo.
el cual también nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu da vida. (Cor 3,6)
Por el contrario, la verdad es que los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios; (Cor 12,22)
También en el Zohar podemos leer:
«Todas las letras son como un cuerpo sin alma. Cuando vienen los puntos, que son el secreto del alma viva, he aquí que el cuerpo se endereza en su consistencia y, a propósito de esto, está escrito: Y Adán fue en alma viva (Génesis II, 7). Y todo esto ha salido de un solo punto, que es la Sabiduría de Arriba...»
Clemente de Alejandría habla de las Escrituras Sagradas empleando los mismos atributos propios de la Virgen María, la cual no deja de ser un símbolo del cuerpo:
«Así son para nosotros las Escrituras del Señor: engendran la verdad y permanecen vírgenes porque los misterios de la verdad permanecen ocultos. Ha dado a luz y no ha dado a luz, dice la Escritura, porque concibió de sí misma y no ayudada por la unión de una pareja.» (Clemente de Alejandría. Stromata VI-VIII. Vida intelectual y religiosa del cristiano).
La necesidad de sacar la pulsión de muerte afuera del cuerpo es lo que obliga al ser humano a tener que contrarrestar con la pulsión de Eros, gracias a la cual el bebé podrá salir adelante y desarrollarse. Las fijaciones infantiles adultas son en el fondo fijaciones a la pulsión de muerte. El desarrollo humano nos invita a hacer un recorrido paradójico: toda una vida para poder expulsar de nuestro cuerpo la pulsión de muerte, y así poder después morir en paz. La evolución del ser humano es por tanto un camino hacia el Amor. Pulsión de muerte y pulsión de vida son como el día y la noche, el yin y el yang, ciclos cósmicos que se transmutan el uno en el otro. Si hay un momento idóneo en nuestra vida para dar cabida a la pulsión de muerte sin que sea terriblemente destructiva esa es la infancia. No se puede negar que la sabiduría y belleza geométrica de la creación divina se revela en el ser humano de forma sublime.
Antes de que el bebé aprenda a hablar ya se comunica a través del cuerpo, y si las palabras mamá y papá resultan similares en tantos idiomas es, probablemente, por las particularidades y limitaciones del cuerpo del bebé. El estudio más importante hecho sobre las palabras “papá” y “mamá” como términos universales, lo realizó el lingüista Roman Jakobson. Jakobson explicó que las vocalizaciones más fáciles de articular para los humanos son las vocales abiertas, y la más abierta es la "a". La razón por la que los bebés pronuncian el fonema /m/ antes que /p/ o /b/, según Jakobson se debe a que /m/ es el sonido más fácil de emitir para el bebé mientras toma leche de un seno; así que la palabra “mamá” se encuentra vinculada a su fuente de alimento.
Al leer a estos psicoanalistas comprobamos que también nuestros estudios acerca del simbolismo del jardín encajan con sus investigaciones.
Desde el momento en que somos arrojados del jardín primordial, nos vemos abocados a recorrer un vector intermedio entre tres jardines: el del paraíso, el de la agonía y el de la resurrección. Ese axis mundi es el deseo mismo, que va de lo que todavía no es psíquico/espiritual (tener sed y tener hambre) a los más altos alcances psíquicos/espirituales del ser humano: el Amor. El simbolismo del jardín pone de relieve el vínculo sagrado entre interioridad y exterioridad, entre cuerpo y amor. Lugar de origen y de destino, símbolo del cuerpo femenino: vacuidad, virginidad, concepción, gestación, alumbramiento, receptividad, cualidades del artista, del profeta y del místico visionario.