La cueva es símbolo del seno materno, lugar oscuro e interno donde se gesta la vida, es también el núcleo donde se gesta la iniciación a una renovación y transformación espiritual, útero de Dios. Pero la caverna también es para Platón lugar de ignorancia, sufrimiento y castigo. La caverna, como también la materia, con sus sombras y sus luces engañosas, representa el mundo de apariencias que nos rodea y nos encandila a la vez que nos encadena e inmoviliza. En ese sentido conecta con la función de ese gran Otro que para todo ser humano representa la madre, y los peligros del estrago materno de los que habló Lacan o del pre-Edipo del que habló Freud. La caverna es el lugar que se atraviesa para poder llegar al mundo y es al mismo tiempo, el mundo que es necesario trascender para renacer de nuevo.
De alguna manera estos dos aspectos del simbolismo de la caverna nos conducen también a ese par de opuestos que el cristianismo enfrentó a partir de la Virgen María, vista como la nueva Eva y Jesucristo visto como el Nuevo Adán, la Navidad es también un nuevo Génesis. El género humano sujeto a la muerte por causa de una virgen (Eva), se salva también por medio de una Virgen (María). El pecado que se origina con la caída es redimido por Cristo tras su muerte y resurrección, haciendo alusión a un ciclo cósmico similar al que nos traslada el símbolo del taoísmo del yin y el yang o el ouróboros alquímico, ambos hacen alusión a la manifestación dual de la materia. Poríamos ver a Eva como la semilla de oscuridad en la luz, mientras que María simbolizaría la semilla de luz en la oscuridad. María es vista como la nueva Eva pero también como el nuevo Paraíso, pues Dios la toma para engendrar en su seno a Jesucristo, allí fue formado y alimentado durante nueve meses el nuevo Adán. Tanto Eva como María podrían conectar con la alusión al cuerpo, pues nuestro cuerpo se origina siempre en otro cuerpo, que es el de la madre (materia). Reproduciendo las palabras de Luciano Lutereau, el cuerpo es eso de nuestra sensibilidad respecto de lo cual solo podemos ser pasivos, nunca logramos apropiarnos del cuerpo. Al igual que la Virgen María, que engendra y permanece virgen, está llena y a la vez vacía, ha dado a luz y no ha dado a luz.