No hay mansión más bella

Desde mi última visita a San Martiño de Mondoñedo y mi encuentro con este fabuloso mundo del celtismo de la Bretoña gallega una pregunta no ha dejado de rondar en mi cabeza: ¿cual fue la razón que motivó el asentamiento de un grupo de bretones llegado desde las islas británicas en el siglo V/VI a Galicia? Llevo unos meses investigando, y en verdad no he encontrado respuestas muy satisfactorias entre los estudios de historiadores, es una pena que la historia no se involucre un poco en comprender otras ciencias como la teología (más todavía si se estudia un período como la Edad Media), la mitología o sencillamente la psicología.

El caso es que... Bendito interenet! No se qué haría yo sin ti! Leyendo y leyendo me encontré con una fabulosa publicación de la revista electrónica Historias del Orbis Terrarum, ahora me fijo que en la descripción de lo que hacen ya incluyen el interés por los estudios interdisciplinarios apoyados en otras áreas de estudio como la literatura, la filosofía y el arte, con el fin de obtener miradas más amplias y mayores perspectivas de análisis.

Ciertamente esto lo acabo de buscar porque en verdad casi nunca miro ni quien escribe ni de donde viene, solo me interesa si aporta algo o no lo que tiene para decir, y vaya si aportó. Pero no nos desviemos del tema porque, a riesgo de parecer un poco loca (no pasa nada, lo tengo asumido) el asunto me ha dejado impresionada, además, viendo el panorama creo que cualquier gallego que se considere un poco loco, me parece que no le va a llegar ni a la suela de los zapatos a la locura irlandesa, voy a copiar y pegar el texto de Exequiel Monge Allen y lo comprobaréis. El estudio completo está aquí.

El rasgo penitencial de estos viajes no puede dejar de sorprendernos. ¿Por qué sólo en Irlanda se dio este fenómeno tan peculiar? ¿Por qué los monjes de Irlanda, los santos de Irlanda, decidieron renunciar también a aquello que los demás monjes del mundo, tan santos como eran, no renunciaron? Seguramente la respuesta la encontremos en este otro poema monástico del siglo IX: “No hay mansión más bella / que mi pequeño oratorio / de ordenadas estrellas. // Dios urdió como un jardín / su techumbre de paja seca / y en él no siento la lluvia / ni los bullicios de afuera. // Mi pequeño oratorio brilla / sin que lo cubra la hiedra.” Los irlandeses vivían un aprecio por su tierra, por su hogar, por el lugar de su pertenencia, que era muy intenso. La poesía monástica irlandesa está llena de ternura por los detalles de la naturaleza, del paisaje, de la topografía: nada parecido se advierte en la solemne literatura de los padres del desierto. Así pues, existía un vínculo, un afecto mundano, un yugo terrenal que levantar aún después de abrazar la obediencia, la pobreza y la virginidad. Había que renunciar a Irlanda. “Ojos azules que volvéis la vista atrás, a las gentes de Irlanda nunca más verán”: es imprudente hablar de nacionalismo o de patriotismo en un período tan temprano, pero no se puede negar que en esta poesía se advierte un tierno amor por aquella tierra y sus cosas. Así pues, viajar para no volver, es quizás el más arduo sacrificio. Por eso fueron pocos los santos que llegaron a esta altura, a este nivel de libertad, y fueron los más grandes santos de Irlanda: San Columba – cuya fama era tal que su nombre fue invocado por los representantes del “partido” céltico en el sínodo de Whitby, y comparado con la autoridad de los Apóstoles– abandonó su natal Ulster para viajar a Escocia, donde fundó el monasterio de Iona, llevó a cabo la evangelización de los pictos, y murió lejos de Irlanda. San Columbano partió de la compañía de su maestro san Congall, en Bangor, para dejar los huesos en la lejana Italia, donde descansan hasta hoy en el monasterio de Bobbio.


La ascesis de los monjes irlandeses no solo consistió en renunciar a placeres mundanos a través de la obediencia, la castidad y la pobreza, no contentos con eso, decidieron que era necesario renunciar a uno de los mayores placeres que quizás también podría entorpecer su camino a la libertad, ¡ese placer era vivir en un paraíso natural como Irlanda!

Salir de Irlanda para no volver nunca más, cómo no entender ahora el motivo por el cual estos monjes pudieron sobrellevar tamaño sufrimiento, si no era en este rincón del occidente peninsular, cuya visión profunda podía fácilmente trasladerles al sueño de su bendita tierra camuflada ahora por la hiedra y la bruma. Esto es celtismo y que se quite todo lo demás, por Dios! 



Ahora entiendo que el puto Aphex Twin sea irlandés!!