como la almendra en la corteza.
Agazapado suavemente,
circulando cálidamente.
Y era preciso detenerlo,
paralizarlo y congelarlo,
encadenarlo en líneas, ritmos,
desarraigarlo de su tránsito,
darle bulto, darle reposo,
encerrarlo en unas figuras
que no sean hija ni madre,
sino materia de amor,
sino parpadeo de estrella
que no se extingue nunca. Llama
salvada de su acabamiento,
hecha presente para siempre.
José Hierro
Con toda diligencia guarda tu corazón,
Porque de él brotan los manantiales de la vida. (Prov 4, 23)
“Allí donde el amor despierta, muere el yo, déspota, sombrío” (Freud, Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia, 1910)