La inteligencia artificial pone de manifiesto la intolerancia al error tan propia de nuestra cultura. Si algo caracteriza a la postmodernidad es su pánico al error, a la falta, al fallo, a lo que está mal. La IA trabaja para eliminar el error y que no haya equivocaciones o faltas. Sin embargo, los errores contrarían la voluntad de decir del yo, son la clave del crecimiento psicológico en el psicoanálisis. Los errores nos abren la puerta al conocimiento. El error abre el conocimiento hacia eso que no sabemos de nosotros mismos desde el plano racional, no somos dueños de todo lo que sabemos, el error nos permite enterarnos de algo que no sabíamos pero que sí sabemos en el fondo, y que solo la apariencia de error permite abrirse paso hacia la consciencia.
En relación a esta intolerancia al error que caracteriza nuestra cultura traemos un texto de Frithjof Schuon, en "De la unidad trascendente de las religiones".
En relación a esta intolerancia al error que caracteriza nuestra cultura traemos un texto de Frithjof Schuon, en "De la unidad trascendente de las religiones".
"Ahora, por lo que respecta al problema de la propia existencia del mal, el punto de vista religioso no responde a él más que de una manera indirecta y en alguna medida evasiva, afirmando que la Voluntad divina es insondable, y que de todo mal debe salir finalmente un bien; ahora bien, esta segunda proposición no explica el mal. En cuanto a la primera, decir que Dios es insondable significa que no podemos resolver cualquier apariencia de contradicción en Sus «maneras de actuar». Esotéricamente, el problema del mal se reduce a dos cuestiones: primeramente, ¿por qué lo creado implica necesariamente la imperfección?, y, en segundo lugar, ¿por qué lo creado existe? A la primera de estas cuestiones hay que responder que si no hubiese imperfección en la creación, nada distinguiría a esta última del Creador o, en otras palabras, ella no sería el efecto o la manifestación, sino la Causa o el Principio; y a la segunda cuestión responderemos que la creación o manifestación está rigurosamente implicada en la infinitud del Principio, en el sentido de que ella es como un aspecto de él o una consecuencia, lo que equivale a decir que si el mundo no existiera, lo Infinito no sería lo Infinito; porque, para ser lo que es, lo Infinito debe negarse El mismo aparente y simbólicamente, y esto es precisamente lo que tiene lugar mediante la manifestación universal. El mundo no puede no existir, puesto que es un aspecto posible, luego necesario, de la absoluta necesidad del Ser; la imperfección, tampoco ella, no puede no existir, puesto que es un aspecto de la existencia misma del mundo; la existencia del mundo se encuentra rigurosamente implicada en la infinitud del Principio divino y, por lo mismo, la existencia del mal está implicada en la existencia del mundo. Dios es Todo-Bondad y el mundo es su imagen; pero como la imagen no podría, por definición, ser lo que ella misma representa, el mundo debe ser limitado con respecto a la Bondad divina, de ahí la imperfección en la existencia; las imperfecciones no son otra cosa, por consiguiente, que especies de fisuras en la imagen de la Toda-Perfección divina, y con toda evidencia ellas no provienen de esta Perfección, sino del carácter necesariamente relativo o secundario de la imagen. La manifestación implica por definición la imperfección, como lo Infinito implica por definición la manifestación; este ternario «Infinito, manifestación, imperfección» constituye la fórmula explicativa de todo lo que el espíritu humano puede encontrar de problemático en las vicisitudes de la existencia; cuando se es capaz de ver, con el ojo del Intelecto, las causas metafísicas de toda apariencia, uno no se fija jamás en contradicciones insolubles, como forzosamente ocurre en la perspectiva exotérica, de la que el antropomorfismo no podría abarcar todos los aspectos de la Realidad universal."
De esta interconexión entre lo Infinito y lo imperfecto nos habla también el simbolismo del andrógino y la necesaria oposición que debe haber entre el modo ideal y el modo real. Un soberano debe ser siempre capaz de conectar con la oposición a su propio gobierno, siempre debe tener en cuenta que no hay nada duradero a menos que tenga algún poder que lo contrarreste. La dama celestial y el soberano implacable se integran en este simbolismo universal que se encuentra también en el Árbol de la vida de la Cábala. Lo imperfecto sólo es tal si se separa de lo Absoluto como su razón última de existencia.