Confrontación con la muerte

Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.

José Hierro

La reflexión sobre la muerte está en la base de todas las religiones y de todas las culturas que nos han precedido, la propia idea de religión surge del enfrentamiento del hombre con la muerte, lo cual plantea un conflicto que no ha dejado de generar grandes obras literarias y artísticas de todo género. Lo que caracteriza a la confrontación con la muerte es que no puede nunca darse por definitivamente comprendida y esto hace que, paradójicamente, se mantenga eternamente viva en la historia del ser humano, la muerte es una certeza y a la vez un misterio, reflexionar sobre la muerte nos invita a profundizar en las grandes preguntas, a despertar profundos sentimientos trascendentes y sagrados. En la muerte, lo indecible y lo inefable se encuentran, el filósofo francés Vladimir Jankélévitch, en su obra "La música y lo inefable", distingue dos grupos de realidades inexpresables. Por un lado, algunas experiencias —consideradas inefables— presentan tal grado de fecundidad y multiplicidad que no pueden encerrarse en una definición unívoca ni agotarse por el discurso demostrativo. Sobre este tipo de experiencias "hay de qué hablar y cantar hasta la consumación de los siglos". Por otro lado, la categoría de lo indecible se refiere a fenómenos y realidades inaprensibles e inexpresables por estériles, ininteligibles o no-experimentables. Lo inexpresable de la muerte puede ser paralizante y aterrador o por el contrario volverse inagotable e infinitamente fecundo.

Lo indecible es la noche negra de la muerte, porque es tiniebla impenetrable y el desesperante no ser, y también porque, como un muro infranqueable, nos impide acceder a su misterio. Indecible, pues, porque sobre ello no hay absolutamente nada que decir, y hace que el hombre enmudezca, postrando su razón y petrificando el discurso. Lo inefable, por el contrario, es inexpresable por ser infinito e interminable cuanto sobre ello hay que decir.

En los relatos escatológicos, lo inefable se expresa como un resultado de lo indecible, es decir como aquello que se encuentra después de la muerte, del atravesamiento infernal de ese muro infranqueable de la tiniebla, es la idea misma de resurrección. Los rituales de acompañamiento de la muerte física juegan un papel importante en todas las religiones, y sirven de guía a su vez hacia un concepto transcendental de muerte espiritual que se encuentra recogida en los relatos apocalípticos y que trascienden el concepto de tiempo para llevarnos a una eternidad inefable que se vuelve posible en el presente y en el que la fecundidad es tan inagotable que no está ya sometida a la leyes de la naturaleza.

Sin embargo, el hombre postmoderno no hace más que esforzarse en olvidar el momento de morir. Persiste en nuestra cultura un deseo de “no pensar en el tema”, que ha llegado incluso a convertir a la muerte en un tabú. Nunca antes una civilización había carecido de una infraestructura ritual, simbólica, y conceptual, para vivir y acompañar la muerte, la propia y la ajena. Es probable que esta vivencia que estamos teniendo de la muerte nos conduzca a la tan habitual característica moderna de no concluir las cosas, empezar muchas cosas y no terminar nada, nos cuesta cerrar, vivimos en un mundo de novedad, de empezar constantemente cosas nuevas y dejar muchos cabos abiertos.

Pero hagamos un repaso sobre la idea de muerte, descenso a los infiernos y lectura escatológica, presente en las diferentes religiones. Nos ha parecido interesante relacionar la capacidad de descender al inframundo con la capacidad de creación artística, desarrollo intelectual, y evolución fructífera de una civilización.

Ur, Irak 2500 a.c. Tocado y adornos encontrados en el ajuar funerario de la Reina Puabi en el Cementerio Real de Ur.


Mitología sumeria 

Los relatos más antiguos acerca del descenso a los infiernos se encuentran en la mitología sumeria. El Descenso de Inanna (conocido también como ‘Descenso de Inanna al Inframundo’) es una obra literaria sumeria referida a la muerte y narrada en base a un mito lunar, escrita originalmente en cuneiforme y grabada sobre tablillas de barro, está redactada en forma de poema. En la mitología sumeria Inanna era la diosa del amor, la belleza, el sexo, la guerra, la justicia y el poder político, y protectora de la ciudad de Uruk. Inanna recibía culto en Sumer al menos desde el período de Uruk (c. 4000 a. C. - c. 3100 a. C.), se convirtió en una de las deidades más veneradas del panteón sumerio,​ con templos en toda Mesopotamia. El culto a Inanna/Ishtar fue continuado por los pueblos de habla semítica oriental (acadios, asirios y babilonios) que sucedieron y absorbieron a los sumerios en la región mesopotámica. Los asirios la adoraban especialmente y la elevaron a la máxima deidad de su panteón, por encima de su dios nacional Assur. En la Biblia hebrea se alude a Inanna/Ishtar, que influyó posteriormente en la fenicia Astarté y en la griega Afrodita. ​El relato de su descenso a los infiernos ha seguido vigente en las historias que posteriormente se crearon en Grecia, Fenicia y el Antiguo Testamento, a través del cual también ha llegado al cristianismo. A nadie escapa el mensaje del núcleo esencial de la parte final del texto: el hecho de que en él se sentaron las bases y se abordó, por vez primera en la historia y de forma clara, el tema de la muerte y la resurrección de una divinidad. 

El Descenso de Inanna nos cuenta la historia del viaje de la diosa, que abandona su lugar como ‘Reina del cielo’ para descender al Inframundo y visitar y desafiar el poder de su hermana Ereshkigal, que había enviudado recientemente. Empieza con los siguientes versos: 
“Desde el gran cielo Ella puso sus ojos en el gran infierno. Desde el gran cielo la diosa puso sus ojos en el gran infierno. Desde el gran cielo Inanna puso sus ojos en el gran infierno. Mi señora dejó el cielo, dejó la tierra y descendió al inframundo.”
Inanna esperaba poder extender el alcance de su poder hasta esos dominios, cuya reina era su propia hermana, Ereshkigal. Cuando Inanna llega a las puertas del Inframundo, informa al portero y guardián Neti de que ha acudido para asistir a los ritos funerarios de Gugalanna, el Toro Celestial, quien era además esposo de Ereshkigal. Cuando la noticia llega a oídos de Ereshkigal, ésta no se alegra lo más mínimo de la visita, más bien todo lo contrario, y ordena que se cierren y aseguren las siete puertas del Inframundo para impedir la entrada de su hermana. De este modo, solo se permite a Inanna traspasar las puertas de una en una, y antes de cruzar cada una de ellas debe desprenderse de alguna de sus regias vestiduras.

La Reina de la Noche (relieve), posible representación de Inanna en el Museo Británico

Se trata de un mito originario del viaje interior del alma, que arranca con la conciencia de separación que se simboliza en ese desprendimiento progresivo de sus ornatos regios, de todos esos elementos que en el mundo de los vivos le daban su identidad. El descenso es un desprendimiento del ego, dado que se trata de una tarea dolorosa, se alzarán resistencias que adoptarán la forma de guardianes terribles. Con cada paso hacia un nuevo umbral, el yo tendrá que afrontar una nueva pérdida de lo que consideraba suyo. Finalmente, atraviesa los siete umbrales, y se queda completamente desnuda e indefensa, ante Ereshkigal. Su propia hermana dicta sentencia: Inanna debía ser colgada de un gancho hasta que su cuerpo se pudriese. Tras su muerte, ningún ser en la Tierra tuvo deseo de aparearse, ni hombres ni animales. A los tres días de su muerte, Enki crea a unas criaturas sin género que engañan a Ereshkigal consiguiendo que les entregue el cadáver de la diosa al que aplican el "agua de la vida". Así Inanna revive, pero tiene que encontrar un sustituto que ocupe su lugar en el inframundo. Al volver a la Tierra encuentra que su esposo Dumuzi le ha usurpado su puesto, por lo cual es a él a quien envía al inframundo.

Este relato del descenso a los infiernos siguió presente entre los pueblos de habla semítica que sucedieron a los sumerios en Mesopotamia, tales como los acadios, asirios, babilonios o caldeos. No parece descabellado relacionar estos relatos con la fecundidad artística de estas civilizaciones, y con el enorme conocimiento que desarrollaron sus pueblos. Nos preguntamos hasta qué punto las culturas que más hondamente han descendido al inframundo son también las que más alto han dirigido su mirada a los cielos, nos atreveríamos a decir que estas dos facetas están estrechamente ligadas. 

El propio esquema cósmico de la Divina Comedia dibuja un recorrido que comienza con el descenso a los infiernos y a medida que recorre los diferentes niveles y llega al purgatorio, entonces, el embudo se invierte, y en lugar de descender asciende.

El mapa del Infierno de Botticelli
Explicación del mapa del infierno de Boticcelli



Pero comprobemos la fecundidad creadora y ascensional de estos pueblos, que vivieron en Mesopotamia impregnados por la mitología sumeria.

Caldeos, asirios y babilonios 

Los sabios caldeos fueron una aristocracia superior a los demás pueblos de la zona, famosos por sus conocimientos de astrología y matemáticas. Los caldeos eran una tribu semítica que se asentó en Mesopotamia, en el extremo sur de las cuencas del Éufrates y Tigris, alrededor del 1000 a.C. En sus escuelas se enseñaba la ciencia acumulada desde la época de los sumerios. Observaron el movimiento de las estrellas con paciencia infatigable y muchos de sus conocimientos aún siguen hoy día aplicándose. A ellos les debemos el uso de la medida angular y el sistema de 360º con fracciones sexagesimales, un sistema que nos ha dado la actual división en 60 de horas, minutos y segundos. Tablillas que se remontan al periodo babilónico antiguo documentan la aplicación de las matemáticas al cálculo de la variación de la luz del día durante un año solar. La astronomía surgida en Babilonia fue la base de muchas de las tradiciones astronómicas desarrolladas posteriormente por griegos y helenos, pero también por la astronomía clásica de la India, por la de los imperios sasánida, bizantino y sirio, así como por la astronomía islámica medieval y la europea occidental. 

Tanto los asirios como los caldeos fueron politeístas. Adoraban al Sol, la Luna, la Tierra, a los demás astros, al agua y a las tempestades. Sepultaban a los muertos en su propia casa, junto con las joyas, las armas y las provisiones. Fueron dos pueblos que alcanzaron un alto grado de desarrollo en Mesopotamia. Los asirios se establecieron al norte, la ciudad más importante y capital de la civilización asiria fue Nínive, ubicada en la orilla oriental del río Tigris. 


Nínive es una de las joyas arqueológicas más fascinantes del mundo. El soberano Manishtushu, introdujo en la ciudad el culto a Ishtar (Innana), para la cual fundó un templo en su honor. Bajo esta diosa, Nínive floreció rápidamente, ya que su culto alcanzó fama “internacional”. El templo de Ishtar se fue ampliando con el paso del tiempo, lo que a su vez supuso que los sucesivos reyes asirios fueran implementando en Nínive nuevas edificaciones y palacios estivales de forma permanente. Nínive alcanzó su apogeo durante el reinado del rey Senaquerib en el siglo VII a.C., cuando se convirtió en la capital del Imperio Asirio. Senaquerib transformó Nínive en una ciudad espléndida, con magníficos palacios y jardines colgantes que rivalizaban con los de Babilonia. Construyó una serie de canales para llevar agua a la ciudad desde las montañas cercanas, una hazaña de ingeniería que permitió a Nínive prosperar en medio del árido paisaje mesopotámico. El palacio de Senaquerib, conocido como “el Palacio sin Rival”, era un complejo de edificios y jardines que cubría un área de más de 12 hectáreas.

Pero como los asirios habían dominado los reinos de Israel y Judá, la imagen de Nínive en la Biblia fue negativa. Los libros de Nahum y Sofonías profetizan y describen su destrucción​. El Libro de Jonás está ambientado en Nínive, Jonás consigue, muy a su pesar, que esta gran ciudad de pecadores haga penitencia. La historia de Jonás en Nínive tuvo un gran éxito, repitiéndose en los Evangelios de Mateo y Lucas; se convirtió en el texto con el que más se asocia Nínive en la tradición judía, cristiana y luego musulmana.



La puerta de Ishtar en el Museo de Pérgamo, en Berlín.

Maqueta de la Avenida Procesional de la antigua Babilonia, que conducía hasta la Puerta de Ishtar, una de las entradas monumentales a la ciudad. Extraída de aquí.


También la legendaria Babilonia fue una de las mayores urbes de la antigua Mesopotamia, la más grande en el siglo VI a.C. La ciudad estaba rodeada por imponentes murallas, y en su interior se erguían altos templos y fastuosos palacios. Pero tal vez lo más impresionante de todo era una de las principales puertas de entrada a la ciudad: la espectacular puerta de Ishtar. Construida por Nabucodonosor II, la magnifica puerta, revestida de azulejos de un intenso color azul que contrastaba con los tonos dorados y rojizos de los edificios. 

Otros ejemplos del impresionante desarrollo artístico y cultural que se dio en Mesopotamia:

La "Cacería de leones de Asurbanipal" es una famosa obra del arte asirio compuesta por un grupo de bajorrelieves, originariamente ubicados en el "Palacio Norte" de Nínive y ahora expuestos en la Sala 10 del Museo Británico, considerados en conjunto una de las obras maestras de la producción artística de este pueblo mesopotámico.
Relieves del Palacio de Sargon II. Dur Sharrukin, antigua Asiria (Actual Khorsabad en Irak). 713-716 a. C. Siglo VIII a. C. Museo del Louvre. París.


Los marfiles de Nimrud son un gran grupo de pequeñas placas y figuras de marfil talladas que datan de los siglos IX al VII a. C. Fueron excavadas en la ciudad asiria de Nimrud (en la moderna Ninawa en Irak ) durante los siglos XIX y XX. La mayoría son fragmentos de las formas originales. Hay más de 1000 piezas significativas, y muchos otros fragmentos muy pequeños.
La Tablilla de Shamash (también conocida como la Tablilla del Dios Sol) es una estela recuperada de la antigua ciudad babilónica de Sippar en el sur de Irak en 1881; una pieza importante de la colección antigua de Medio Oriente del Museo Británico. Data del reinado del rey Nabu-apla-iddina 888 – 855 a. C. 1

Tanto Nínive como Babilonia se convertirían en ciudades-símbolo, fascinantes tanto por asociación con la belleza más sublime como por su asociación con el mal y el pecado. En el Antiguo Testamento leemos que los babilonios conquistaron el reino de Judá y llevaron cautivos a Babilonia a muchos israelitas. Los habitantes de la ciudad, que eran muy ricos, hacían gala de sus riquezas con sus edificios y ropa fastuosos y sus diversiones. También adoraban ídolos. Por motivo de lo mundano de Babilonia, y porque fue el lugar al que llevaron cautivos a los hijos de Israel, el Señor suele emplear el nombre Babilonia en las Escrituras para representar el pecado, la influencia del diablo sobre la tierra y el cautiverio espiritual que proviene de esas cosas. Babilonia es lo contrario de Sión, que representa en la Biblia tanto la ciudad de David como la ciudad de Dios. En la palabra Sion se experimenta la transición entre una ciudad física y una ciudad espiritual. La destrucción de Babilonia se describe con lenguaje simbólico en el Apocalipsis de San Juan.


8 Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
9 Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, 10 él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; 11 y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen (Ap 14,8-13).

Resulta imposible no asociar a estas dos ciudades un maravilloso esplendor de creación artística y desarrollo intelectual, ambas parecen también trasladarnos a la descripción que Juan de Patmos hace de la Jerusalén Celestial, símbolo por excelencia de lo indecible transformado en inefable.

Me llevó en el Espíritu a una montaña grande y elevada, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios. 11 Resplandecía con la gloria de Dios y su brillo era como el de una piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe transparente. 12 Tenía una muralla grande y alta, y doce puertas custodiadas por doce ángeles en las que estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. 13 Tres puertas daban al este, tres al norte, tres al sur y tres al oeste. 14 La muralla de la ciudad tenía doce cimientos en los que estaban los nombres de los doce apóstoles del Cordero.

15 El ángel que hablaba conmigo llevaba una vara de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla. 16 La ciudad era cuadrada; medía lo mismo de largo que de ancho. El ángel midió la ciudad con la vara y midió doce mil estadios: su longitud, su anchura y su altura eran iguales. 17 Midió también la muralla que tenía ciento cuarenta y cuatro codos, según las medidas humanas que el ángel empleaba. 18 La muralla estaba hecha de jaspe y la ciudad era de oro puro, semejante a cristal pulido. 19 Los cimientos de la muralla de la ciudad estaban decorados con toda clase de piedras preciosas: el primero con jaspe, el segundo con zafiro, el tercero con ágata, el cuarto con esmeralda, 20 el quinto con ónice, el sexto con rubí, el séptimo con crisólito, el octavo con berilo, el noveno con topacio, el décimo con crisoprasa, el undécimo con jacinto y el duodécimo con amatista. 21 Las doce puertas eran doce perlas y cada puerta estaba hecha de una sola perla. La calle principal de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente (Ap 21,10-21).

Antes de que Juan de Patmos describiera el suntuoso lujo de los muros de la Jerusalén Celestial, ya estas ciudades de Nínive y Babilonia, herederas de los mitos sumerios del descenso al inframundo de Inanna, se habían ocupado de ilustrarla y recrearla maravillosamente en sus construcciones, pero cuidado, porque los lujos terrenales representan un peligro si no van asociados a una verdadera transformación espiritual.

Mitología egipcia

La Duat (también llamada Amenti, Jert-Neter o Necher-Jertet) era el inframundo de la mitología egipcia, el lugar donde se celebraba el juicio de Osiris, y donde el espíritu del difunto debía deambular, sorteando malignos seres y otros peligros, según se narra en el Libro de los Muertos, y pasar por una serie de puertas en diferentes etapas del viaje, descritas en el Libro de las Puertas.

Representación de la Duat en la tumba KV35 del Valle de los Reyes.

Hay que atravesar la noche para llegar a la luz del día nuevo. De este camino hacia la luz hablaron los egipcios en el Libro de los muertos, cuya traducción auténtica es Libro para salir a la luz del día. El valor de este texto para los egipcios era incalculable, compuesto por fórmulas mágicas, oraciones y sortilegios para ayudar al difunto a superar los distintos trances, obstáculos y situaciones adversas con las que se podía encontrar tras la muerte y conseguir llegar a la Duat o Más Allá. Nos habla de lo que puede ocurrir como consecuencia de la psicostasis, el famoso juicio en el que se valora en una balanza el equilibrio de las almas tras la muerte. El origen de ese mito en el que se valora lo ocurrido en vida y se calibra en un momento relacionado con la muerte, tiene su origen en Egipto, tampoco es una innovación cristiana. 

Pesaje de las almas (psicostasis). Papiro de un Libro de los Muertos. Turín, Museo Egipcio


En la Duat, el espíritu del fallecido era guiado por el dios Anubis ante el tribunal de Osiris. Anubis extraía mágicamente el Ib (el corazón) y lo depositaba sobre uno de los dos platillos de una balanza. El Ib era contrapesado con la pluma de Maat, símbolo de la verdad y la armonía, situada en el otro platillo. Lo que se mide en este juicio es una de las nueve partes del alma del difunto, el Ib, que es lo que guarda la memoria de sensaciones y pensamientos, si estos están equilibrados con la armonía del universo, la personalidad y la identidad podrían seguir viviendo de una manera perpetua. Para los egipcios, la mayor parte de los componentes del alma son inmortales y van a continuar tras la muerte, lo único que, con más probabilidad, no continúe sea el ego, o sí, en el caso de que estén equilibrados. El infierno, para los egipcios, no es el castigo, sino el olvido. Si el corazón pesa más que la pluma, entonces ese corazón que es el recuerdo de las emociones y pensamientos, se lo dan a comer a un animal espantoso que se lo come y con él desaparece la identidad, por tanto el ego. Es fascinante comprobar como los egipcios ya eran conscientes de que no somos solo lo que pensamos, sino que la identidad es solo una pequeñísima parte de nuestra esencia. Ni que decir tiene el gran despliegue artístico y constructivo que esta civilización desarrolló, especialmente vinculada, precisamente, al descenso de los muertos al inframundo. 

Mitología griega

El mundo griego también ha desarrollado ampliamente el proceso de descenso a los infiernos, pero sin embargo, su visión de la muerte no es del todo positiva, en el mundo clásico cualquier difunto es infinitamente más infeliz y está mucho más amargado que un vivo, al margen de los padecimientos o sufrimientos del vivo, es decir, el mundo clásico considera que lo de después es peor. Lo sabemos porque los grandes héroes greco-latinos tanto Odiseo como Eneas, cuando descienden al inframundo y hablan con los difuntos que allí se encuentran, todos dicen que echan de menos la vida y no quieren vivir en el mundo de las sombras. En el mundo griego también hay un juicio, aunque no se miden las almas, sino la heroicidad del personaje según las virtudes griegas. El hades aparece jerarquizado y profusamente detallado, ciertamente la descripción del mapa del inframundo griego es verdaderamente rica, la profusión de nombres que designan las diferentes áreas distribuidas y jerarquizadas invitan a adentrarse en él y conocer hasta su último rincón.
El Hades es la zona del inframundo donde los muertos deben pasar toda la eternidad, siendo enviados al lugar para el cual hayan sido juzgados. El Hades está dividido en tres subsecciones: los Prados Asfódelos, el Erebo y el Tártaro. Los Campos de Asfódelos eran el lugar donde reposaban las almas de aquellos que tuvieron una vida equilibrada. Era una llanura de flores asfódelas, que también era la comida favorita de los muertos. Se describe como un lugar fantasmal, mucho más precario a la vida en la Tierra. El Érebo es la primera entrada de los muertos al inframundo. Caronte ayudaba a los muertos a cruzar la laguna Estigia llegando así al Tártaro.

Dicen que Perséfone se consolaba en el inframundo paseando por la Pradera o Llanura de los Asfódelos, al que van la ánimas de los difuntos después de que Caronte las hubiese llevado en su barca cruzando la laguna Estigia. Cuando las almas retornaban a encarnarse en una nueva vida humana solían beber en las aguas de una fuente o río, el Lete o Leteo, y con ello olvidaban su estancia y aprendizaje en el Más Allá. En cambio, los iniciados en los misterios de Eleusis enseñados por Deméter, bebían en las aguas de Mnemósine que les permitía recordar cuando retornaban a una nueva vida humana.

El paso de la laguna Estigia, Joachim Patinir

Mapa con las 6 islas afortunadas. Cosmographia Claudii Ptolomaei Alexandrini, 1467. 
En la mitología griega las Islas Afortunadas o Islas de los Bienaventurados son el lugar donde las almas virtuosas gozaban de un reposo perfecto después de su muerte, equivalente al Paraíso de otras tradiciones escatológicas


“Pues si las almas transportaran con ellas hasta el cuerpo el recuerdo de las cosas divinas, de las cuales tenían conocimiento en el cielo, no habría ningún desacuerdo entre los hombres a propósito de la divinidad; pero lo cierto es que todas, al descender, beben el olvido, si bien, unas más, otras menos. En consecuencia, aunque en la tierra la verdad no es evidente para todo el mundo, todo el mundo, sin embargo, tiene una opinión, porque la falta de memoria es el origen de la opinión. Ahora bien, quienes bebieron menos del olvido, descubren mejor la verdad, porque recuerdan fácilmente lo que previamente conocieron allá arriba. He aquí por qué lo que en latín se llama “lectura”, en griego se llama “conocimiento recuperado”, porque cuando estamos aprendiendo la verdad, reconocemos aquellas cosas que naturalmente sabíamos antes de que la afluencia de materia embriagara a las almas cuando llegan a sus cuerpos.”

Cicerón, "Comentario al sueño de Escipión"

 
Mitología judía 

Abraham era de Ur de los Caldeos, y después se va a la tierra de Canáan, los dioses cananitas provienen de un entorno sumerio, por tanto el peso de la mitología sumeria en el judaísmo también es relevante. La cultura abrahámica era mesopotámica, heredera de la mitología sumeria, aunque el Génesis nos habla también de que en un momento dado, los patriarcas del pueblo judío bajan a Egipto y por lo tanto también se empaparán de esta cultura. Para el egipcio todo lo bueno empieza cuando te mueres, la gran aventura es después, consideran la vida solo como un entrenamiento. Entre la vida y la muerte, los egipcios lo dirigen todo a la muerte, al revés que los griegos, que son vitalistas, y todo lo dirigen a la vida. El mundo judío parece que bebe de estas fuentes egipcias pero curiosamente reaccionará de una manera opuesta a los egipcios. Si atendemos al Tanaj o Antiguo Testamento las referencias a lo que pasa después de la muerte son muy pocas, casi no existen, empiezan a aparecer en el Talmud, es decir, en las interpretaciones de los textos que ya son posteriores. La idea de desarrollar una cultura de muerte, influidas por otras culturas, será un cambio que se dará en el judaísmo a partir del siglo I y II con el paso del judaísmo sacerdotal al judaísmo rabínico heredero del fariseísmo. Al desaparecer el templo en el año 70 d.C. desaparece también todo el culto asociado al templo, los saduceos y el judaísmo sacerdotal, se desarrolla entonces el judaísmo rabínico que es fariseo. La creencia en la resurrección distinguía a los fariseos de los saduceos (Hech 23,8 ). Pero aún a pesar de que fue una idea originalmente judía, con los años se ha ido asociando más al cristianismo, lo cual ha ido motivando su rechazo en el judaísmo, precisamente para evitar cualquier relación con éste.
El fariseísmo aceptó el desarrollo de una idea y una cultura de muerte, pues ya se había dejado influir por otras religiones, en especial el helenismo, ahí es cuando en el Talmud y otras obras empieza a haber comentarios que hacen referencia a un juicio que establecerá el Mesías. La literatura escatológica que desarrolló el judaísmo rabínico se sostiene en la esperanza de la llegada del Mesías, o era mesiánica, que traerá el Reino de Dios a este mundo de la materia y terminará con la agonía de la historia. Aunque esta propuesta judía es parca, no muy elaborada, tardía y sobre todo muy influida por otras religiones. La vida después de la muerte es llamada, en las fuentes tradicionales judías, Olam Habá o el Mundo Venidero. El mismo término, Olam Habá, también es utilizado para referirse a la utópica renovación del mundo del futuro, por tanto la idea de Mundo Venidero en el judaísmo no se asocia particularmente con la muerte, sino a la renovación espiritual en la propia vida. 

Con respecto a los rituales judíos de acompañamiento a la muerte podemos decir que son prácticamente nulos. Los judíos consideran a los muertos impuros, llevan a las tumbas piedras, no quieren saber nada ni de cánticos, ni de flores ni de festejos en los funerales. Un judío desprecia todo este tipo de manifestaciones, considera impuro un cementerio. Esa idea de sencillez, de simplicidad, de falta de ornato, de lejanía del difunto, es lo que justifica que hayan desaparecido tantos cementerios judíos. En la Biblia tampoco se dice nada de qué pasó cuando murió Abraham, o cuando murió Moisés. Esta actitud tan pragmática ante la muerte parece incluso haber derivado en una actitud vital también poco dada a los delirios del arte arquitectónico, pictórico o escultórico. El nivel artístico literario tan excelso de sus textos parece una fuente inagotable para los artistas, sin embargo, el judaísmo no ha generado grandes obras de arte como sí resulta evidente en el caso de la enorme producción artística derivada del cristianismo y el islam (por más que tampoco este último permitiera representaciones de la divinidad). El judaísmo, más que derivar en grandes obras de arte derivó en grandes religiones, lo cual podría ser incluso considerado el arte más sublime de todos, esta capacidad de la religión judía para haber engendrado a su vez a la cristiana y a la islámica siempre me ha parecido fascinante. 
El judaísmo no es una religión fácil de practicar ni de entender desde fuera, a menudo se dice de ella que es elitista, pues no está abierta a cualquiera, para poder convertirse al judaísmo es necesario estudiar mucho y tener una convicción espiritual muy fuerte, el judaísmo se basa en una identidad de accionar espiritual, que, incluso naciendo judío, no todos tienen, esta identidad es un designio para servir a los pueblos no judíos. El ser judío implica ayudar a las 70 naciones a elevar sus conciencias y otorgarles los secretos del cielo, ser luz para las naciones y guía espiritual de todos los pueblos, es entregarle los secretos del cielo, ser un canal de comunicación. Quizás ahí esté la clave de que el judaísmo, cumpliendo con su función en el mundo, haya sido la madre de dos de las religiones más grandes del mundo. Desde luego, capacidad creadora no le faltó.


Mitología cristiana

El Juicio Final de Fra Angélico con Cristo sentado al centro en el trono.

Paraíso e infierno en un icono de la iglesia ortodoxa

Si buscamos escatología en los cuatro Evangelios cristianos, sobre todo la vamos a encontrar en Mateo, que es curiosamente el más judío de todos, San Mateo hace muchas referencias al mundo judío, pues lo que hace mayoritariamente en su evangelio es tratar de convertir judíos a esa alteración del judaísmo que fue la propuesta cristiana. San Pablo aporta una idea de una religión salvífica, esta idea de salvarse está lógicamente en relación a la idea de una condena en el infierno, pero lo que propone San Pablo va más allá, pues indica el procedimiento para salvarse, que es la fé en Cristo. La idea de una posibilidad de condena está también en el Evangelio, no solo en San Pablo. Este relato de Mateo es uno de los más conocidos.

31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 46 E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna (Mt 25,31-46).

En la primera carta a los Tesalonicenses San Pablo nos dice:

Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, 7 y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder (2Tes 1,6-9)

Para el cristianismo todo lo que se hace aquí se medirá en la vida en el Más Allá en función de la ley de la caridad, de la compasión. Los que van al infierno arderán en el fuego eterno, lo cual es la descripción metafórica de estar alejado de la presencia de Dios.

Pero para la comprensión de la construcción de la Iglesia Católica, debemos introducirnos además en una civilización más, porque Roma es consecuencia, además del mundo clásico griego, también de otra civilización que es propia de su zona geográfica, y no es otra que la mitología etrusca.

Etruria, la mitología etrusca es la gran civilización mediterránea de la muerte, solo equiparable a Egipto. Roma, heredado de Etruria, del mundo etrusco, va a asimilar un grado de cultura con respecto a la presencia de los muertos, importantísima, los etruscos han sido una civilización de muerte, por la muerte y para los muertos, tanto es así que les construían ciudades enteras, con casas, ornamentos, vasijas, con comida, con estancias, habitaciones y camas, es decir, lo de ahora es una inversión para lo de después, de una manera distinta al mundo egipcio, pero claramente lo que importa es lo de después. La cultura romana estará muy influida también por el mundo clásico griego, el cual, contrariamente a los etruscos, no le interesaba para nada la otra vida, por tanto, el mundo romano tiene esa especie de dualidad que también herederá el cristianismo. El primitivo cristianismo que después será católico se gesta en Roma y en la cultura romana, pues curiosamente, hay una gran influencia simbólica en la concepción de la muerte de Etruria, en la concepción del más allá en el mundo cristiano. 

 La necrópolis de Banditaccia, situada en las cercanías de la localidad de Cerveteri, posee miles de tumbas cuya disposición está organizada en función de un trazado análogo al plan urbanístico de una ciudad, con sus barrios, calles y plazuelas. Las necrópolis etruscas de Cerveteri y Tarquinia son testigos de los distintos ritos funerarios practicados por los etruscos desde los siglos IX a I a.C. y son uno de los mejores testimonios de la cultura de este pueblo, creador de la primera civilización urbana del norte del Mediterráneo. Algunas de sus tumbas, excavadas en la roca y rematadas por túmulos impresionantes, son grandiosas. Muchas de ellas están ornadas con bajorrelieves o pinturas murales de calidad excepcional. Fuente

La necrópolis de Monterozzi, a 89 kilómetros de Roma, resulta impresionante por la decoración de sus tumbas. Está ubicada en Tarquinia, ciudad principal etrusca. De esta necrópolis se conocen seis mil tumbas, de las cuales doscientas conservan pinturas murales en un asombroso estado de conservación, uno de los grandes atractivos de la necrópolis. Una de las más significativas es la “Tumba de los Leopardos” (473 a. C.).


Resulta verdaderamente interesante comprobar estas diferencias en los enfoques que las diferentes civilizaciones o culturas emplearon en la comprensión de la muerte, la cultura gallega cristiana parece tener bastantes cosas en común con esta manera de los etruscos de integrar a los muertos y la vida de después de la muerte con la propia vida cotidiana, de manera que las fronteras se vuelven muy difusas. La concepción cristiana de la muerte integra la visión positiva de la vida tras la muerte de los etruscos y egipcios con la visión fatídica y terrible de los griegos, pues los castigos y las torturas reservadas para el infierno son, a menudo, bastante más espeluznantes que las griegas. La idea del juicio final será la base de la comprensión cultural de toda nuestra civilización durante muchísimos siglos, allí donde haya habido una cultura cristiana en la Edad Media, todo se basará en la lectura escatológica de la muerte, y de la salvación, la tradición cristiana posee un libro de extraordinario valor que es el Apocalipsis, un relato que codifica a través de un texto profético, todas las cuestiones que hacen referencia a la vida más allá de la muerte. La historia del arte será ingente en torno a este libro y el Juicio Final uno de los temas más representados en la iconografía medieval.