Traición



Aunque ciertamente no pienso perder tiempo de mi vida viendo la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, igualmente las imágenes me han llegado, la polémica también, y es que me resulta tremendamente aburrido y pueril asistir a esas retóricas del "yo no fui" a las que la actualidad nos tiene tan acostumbrados, que si unos ofendidos por un lado y otros inventando justificaciones y pidiendo disculpas de forma hipócrita y falsa. El caso es que es indiscutible la relación simbólica entre las imágenes de la inauguración y la pintura de la Última Cena de Leonardo da Vinci, como también la Fiesta de los Dioses (de Jan van Bijlert) hace alusión a la obra de da Vinci, desde que lo pintó no ha dejado de inspirar a cientos de personas, esto es lo que tienen el Arte con mayúsculas, importa poco lo que digan los autores acerca de sus intenciones, hoy cualquier escena o pintura u obra que ponga una mesa en primer plano con más o menos personajes tras ella está dialogando con la obra de Leonardo, o nos atreveríamos a decir al revés, es da Vinci el que sigue dialogando con cada obra, porque el verdadero arte trasciende las intenciones personalistas y las tendencias de moda de cada época.

Por otro lado, la Pintura y la Escultura han bebido de las Metamorfosis de Ovidio y de la Biblia durante siglos, no creo que Leonardo tuviera ningún problema en reconocer las huellas de la tradición en su obra, pues fue esa tradición lo que hizo de él un grandísimo artista. Hoy es al revés, los artistas se empeñan en negar influencias innegables, seguro que hasta muchos se atreven a presumir de no conocer el pasaje bíblico representado en la pintura de da Vinci.

20 Al atardecer, estaba Él sentado a la mesa con los doce discípulos. 21 Y mientras comían, dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará. 22 Y ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor? 23 Respondiendo Él, dijo: El que metió la mano conmigo en el plato, ese me entregará. 24 El Hijo del Hombre se va, según está escrito de Él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido (Mt 26,20-24).

El simbolismo tiene la capacidad de hablar por sí solo, no necesita traductores, y ciertamente parece ser un cuadro bien escogido para hablar de lo que esta escena, en la inauguración de los Juegos Olímpicos, representa. Además del componente religioso (que por cierto, también parece cegar a muchos) la escena de la pintura mural de da Vinci retrata el momento en que los apóstoles reaccionan al anuncio de Jesús de que alguien lo traicionará, es una verdadera puesta en escena de la complejidad emocional del ser humano y la traición.

Al pintar esta escena de traición entre 1495 y 1498, da Vinci tuvo una intuición con respecto a la época que se avecinaba, una época ciertamente de traición a la espiritualidad y al ser Humano con mayúsculas, y esto es lo que ha hecho que tantas y tantas obras en la modernidad se hayan visto reflejadas en ella, la modernidad es en sí misma una grandísima última cena en la que podemos asistir a las cada vez más variadas y diferentes formas de traición a la esencia espiritual del hombre. Por cierto, da Vinci no cobró ni un céntimo por su trabajo, lo hizo por pura vocación artística, esto además parece ser también toda una bofetada en las narices al espíritu capitalista. Que el director artístico se empeñe en desligarse de cualquier vínculo con la obra de da Vinci tiene su lógica, pues es evidente que no es él quien dialoga con ella, tampoco puede darse cuenta de que es da Vinci el que sigue dialogando con él, a pesar del paso de los siglos.

Aunque muchos ven una ofensa al cristianismo en esta recreación en movimiento del cuadro, yo creo que más bien es una ofensa a la cultura grego-latina y pagana y al espíritu original de los Juegos Olímpicos (que estuvo en conexión directa con lo religioso y espiritual), es en toda regla una traición a la tradición humanista. Lo curioso es que no es la primera vez que esta obra de da Vinci sirve de escenario para ejemplificar una gran traición: durante la Revolución francesa, las tropas de Napoleón utilizaron la pared del refectorio en donde se encuentra esta obra pintada, (en el antiguo convento dominico de Santa Maria delle Grazie, en Milán) para realizar prácticas de tiro. También durante la segunda guerra mundial, en 1943, los bombardeos lograron arrancar el techo del antiguo comedor dominico dejando la pintura a la intemperie durante varios años.

Como tampoco me he parado mucho a profundizar en el tema, prefiero copiar aquí parte de un artículo que me ha llegado a través del facebook de Beatriz Calvo Villoria  y que por cierto no he conseguido encontrar completo. El artículo es de Matias Desmet:

Esta mañana vi fragmentos de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos. Las imágenes eran, digamos, alucinantes. Presentaban, entre otras cosas, una parodia grotesca de la Última Cena de Da Vinci. En el lugar de Cristo estaba sentada una mujer corpulenta con los pechos medio descubiertos; los apóstoles fueron reemplazados por un grupo heterogéneo de transexuales y otras figuras del gabinete de curiosidades sexuales. Entre este grupo, también había una niña, símbolo de la inocencia y la pureza infantiles.
La interpretación de la escena, que ha sido muy discutida, ha suscitado cierto debate. ¿Se trata de una parodia de La última cena? El director artístico explicó que el espectáculo representaba a Dioniso en una fiesta pagana. No cabe duda de que Dioniso estaba representado. Pero que la presentación formal del grupo evocara asociaciones directas con la composición de Da Vinci no cambia mucho la explicación del director artístico. Y el hecho de que los productores de París 2024 contradijeran explícitamente al director artístico y confirmaran que la escena estaba inspirada en La última cena tampoco añade credibilidad a las afirmaciones del director.
(... el cuadro al que se alude no es El banquete de los dioses de Bellini, sino El banquete de los dioses olímpicos de Jan van Bijlert . La composición de ese cuadro coincide con la puesta en escena de la ceremonia de París. Uno podría decir: ¿qué es lo que pasa? ¿Qué importa qué cuadro era? No se trataba de La última cena, por lo que el teatro no se está burlando del cristianismo.
Por supuesto que importa. Simplemente porque: Jan van Bijlert pintó su Festín de los Dioses Olímpicos alrededor de 1635, unos ciento cincuenta años después de que Da Vinci pintara La Última Cena. Y el cuadro de Van Bijlert es claramente una variante pagana del cuadro de Da Vinci . En otras palabras: no importa si la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos se burló directamente de La Última Cena de Da Vinci o lo hizo a través de una imitación paródica del cuadro de Van Bijlert, lo que sucedió en la ceremonia de apertura fue, en efecto, una burla a La Última Cena y, por lo tanto, a los principios éticos y religiosos, en particular al cristianismo. Punto.)
La parodia de La Última Cena no fue el único elemento llamativo de la ceremonia. Entre otras cosas, se presentó un jinete encapuchado sobre un caballo blanco, que fue interpretado por muchos críticos como el cuarto jinete del Apocalipsis: la Muerte sobre un caballo pálido. También en este caso era difícil saberlo con certeza: ¿se trataba realmente de una figura apocalíptica? ¿O el caballo alado representaba más bien a Pegaso, un símbolo de fuerza y ​​coraje?
Se puede debatir la interpretación del lenguaje simbólico utilizado, pero el estilo de la ceremonia tenía un matiz profundamente macabro y decadente que no se puede negar. La ceremonia estaba llena de un fuerte simbolismo, cuya conexión con los Juegos Olímpicos –un evento deportivo– era difícil de ver. La pregunta era difícil de suprimir: ¿qué mensaje está impregnado de ese fuerte simbolismo?
Una gran parte de la población consideró impresionante la ceremonia: el culmen del espectáculo, una celebración de la libertad, el triunfo del humanismo, la inclusión y la "equidad". Al menos, eso es lo que sugieren los medios de comunicación convencionales. Lo ven como algo bueno: no más prejuicios contra las personas con una sexualidad que no sigue la norma. Y esa burla al cristianismo: ¿acaso los cristianos no pueden soportarla? ¿Se están volviendo tan sensibles como los musulmanes? ¿Ya no hay lugar para Charlie Hebdo en nuestra cultura para ellos tampoco? Cualquiera que critique la cultura progresista es fácilmente etiquetado como un nuevo tipo de extremista que recurre a valores ultraconservadores en tiempos culturales difíciles.
La madurez cultural se manifiesta cuando hay apertura y espacio para las peculiaridades en cuanto a la sexualidad, un espacio donde una persona puede realizarse como un ser sexual singular. Pero el espectáculo progresista que vimos en la ceremonia de apertura tiene poco que ver con eso. En su exhibición intrusiva y su deriva sin fundamento hacia formas cada vez más grotescas de sexualidad, no muestra la fusión del impulso sexual con el amor y la ternura que es el sello distintivo de la madurez humana y cultural; en su fanatismo, ya no es un liberador, sino un tirano, una ideología militante y extremista que lleva la sexualidad no a su apogeo sino a su completo declive.
Se nutre de la ilusión del ser humano maleable, de la persona que no se somete a Dios ni a ningún mandamiento, que se crea y se realiza a sí misma, que intenta borrar del texto de su vida la tarea de ser hombre o mujer que nuestro cuerpo nos impone con cirugías y tratamientos hormonales.
La ceremonia de apertura tampoco tiene nada que ver con la madurez cultural, que puede relativizarse a todos los niveles, incluido el religioso. La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos no es un discurso presentado en un periódico satírico como Charlie Hebdo. Una ceremonia de apertura es un ritual, en este caso, el ritual del evento más grande y más significativo de nuestro nuevo orden mundial globalista. Y aún más: una ceremonia de este tipo muestra con qué se identifica una sociedad, representa la esencia del modelo social que la organiza. Lo problemático, en otras palabras, no es que una sociedad sea tolerante con tipos exóticos y en algunos casos perversos de sexualidad y moralidad; lo problemático es que ese tipo de moralidad represente su esencia. Es por eso que el mal gusto que se muestra no es algo que simplemente se pueda ignorar y pasar por alto; es, de hecho, algo significativo.
(...)
Los seres humanos siempre han sido seres mentirosos y engañosos que a menudo confunden la apariencia con la realidad, pero el auge de la tradición de la Ilustración estuvo acompañado por el reinado de un nuevo tipo de mentira, una mentira fundada teóricamente (basada en teorías científicas sobre la psicología de masas), justificada ideológicamente y producida industrialmente: la propaganda. El orden contemporáneo (globalista) se mantiene y se impone a través de la propaganda: el arte de manipular al ser humano; la práctica de privar al ser humano de la libertad espiritual.
Nuestra cultura se acerca a su apoteosis, el momento en que se quitan las máscaras y se revelan las fuerzas que la determinan. El momento también en que los humanos ven su verdadera condición. El ser humano racionalista no está a punto de convertirse en Dios. Tampoco está a punto de conquistar su libertad absoluta, sexual y de otro tipo. Por el contrario, está al borde de ser completamente esclavizado. Y la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos nos muestra más claramente que nunca quién será su Amo.
Matias Desmet.