El andrógino vaga por la tierra. Los hombres sienten que su sombra les invade y ceden, dejan de aferrarse a sus convicciones y papeles masculinos tan duros y estrictos. Las mujeres despiertan a espacios nuevos, definidos con claridad y frialdad, a planos coordinados con precisión, en los que comienzan a abrirse camino con calma. Desde una perspectiva metafísica, el encuentro con el andrógino siempre ha sido inevitable. Cuando la mente se eleva sobre nombres y formas, llega a un punto en que las divisiones sexuales también se evitan. En su trayectoria hacia la trascendencia total, los místicos atraviesan experiencias alucinógenas de amor y matrimonio divinos en las que se convierten en los cónyuges enamorados del dios.
El andrógino es el símbolo de la identidad suprema en la mayoría de los sistemas religiosos. Representa el nivel del ser no manifestado, la fuente de la manifestación, que corresponde numéricamente al cero, el número más dinámico y enigmático; la suma de los dos aspectos de la Unidad: +1-1=0. El cero simboliza la androginia como el punto de comienzo de la numeración, la divisibilidad y la multiplicibilidad.
El andrógino es el símbolo de la identidad suprema en la mayoría de los sistemas religiosos. Representa el nivel del ser no manifestado, la fuente de la manifestación, que corresponde numéricamente al cero, el número más dinámico y enigmático; la suma de los dos aspectos de la Unidad: +1-1=0. El cero simboliza la androginia como el punto de comienzo de la numeración, la divisibilidad y la multiplicibilidad.
Elémire Zolla
Androginia