La mitología nos habla de estas dos fuentes de luz, las cuales son en sí un primer eslabón de un encadenamiento infinito de fuentes de luz, porque son muchas las apariencias de realidad que nos conducen a otra realidad más allá y que nuevamente vuelven a convertirse en apariencia de realidad. El camino de entrelazamiento de estas dos fuentes de luz es infinito, el discernimiento entre fantasía y realidad no termina nunca, como tampoco termina el entrelazamiento del día y la noche. Este camino entre una y otra fuente de luz es esencialmente el símbolo, aquello que pone en relación los reflejos, o las ausencias de luz, es decir las sombras, que son confundidas con la realidad, el símbolo es la capacidad de ver en el exterior todo lo que sucede en el interior, el conocimiento interior se convierte además en la mejor herramienta para conocer al otro, ese que en apariencia es exterior, ajeno a nosotros. El símbolo nos traslada desde esa sombra de un pájaro en la caverna hacia nuestras ansias de volar y por tanto de ser libres, la sombra del pájaro nos guía hacia el anhelo de nuestra libertad, así como a la libertad del otro (sin la cual, tampoco la nuestra es posible) y a la Libertad en abstracto. Ver lo que se tiene delante y saber interpretarlo exige reflexión y un esfuerzo constante, pues, aunque omnipresente, lo obvio se hace invisible a nuestros ojos.
Pero el último orden de existencia con el que nos conecta el símbolo es inefable, no se puede explicar, por eso las palabras no son suficientes, es un orden de realidad que pertenece a la experiencia, y eso nos conduce de nuevo al plano inferior, se puede comulgar con el infinito de diferentes formas a través de lo inexpresable, pero todas se traducen de una forma u otra en la experiencia, en el plano de la manifestación. Que la tradición bíblica comience explicándonos el mundo a través del mito y termine con el Apocalipsis no es una casualidad, pues si el mito es la herramienta que mejor nos traslada al dualismo existencial, la escatología es la que mejor nos conduce a una ruptura absoluta del dualismo en un futuro total que se vuelve posible aquí y ahora, en una eternidad que comienza a realizarse en el tiempo. La tradición veterotestamentaria ha sido la que más ha acercado los dos órdenes de realidad, haciendo que lo trascendente sea inseparable de lo inmanente, de lo corporal y de lo histórico. Al descender al plano más inferior, que es el más doloroso, también la posibilidad de alcanzar niveles superiores es mayor. La oposición no sería tanta entre inmanencia y trascendencia, pues a medida que vamos subiendo en los niveles de trascendencia los opuestos por sí mismos van perdiendo conflictividad. Entre el árbol del Conocimiento y el árbol de la Vida no hay tanta oposición como la oposición o dualidad que hay en el interior del árbol del Conocimiento (bien/mal), esta primera consciencia de dualidad es la más peligrosa, en ella entran en juego la culpa o la vergüenza, emociones muy conflictivas que si para las religiones clásicas se convirtieron en un exceso fuera de lugar, para las tendencias espiritualistas modernas se han convertido también en un defecto fuera de lugar. Esta primera consciencia de dualidad, por ser más peligrosa es también la que motiva la prohibición divina, prohibición que en el fondo marca el camino a seguir, pues no hay otro posible. Los peligros del árbol del Conocimiento han sido maravillosamente desentrañados por el psicoanálisis, los descubrimientos de Freud sacaron a la luz unos conocimientos acerca del funcionamiento de la psique en los que pudimos comprobar que también en ella los ordenes de realidad están nuevamente divididos e invertidos, y como en una sala de espejos, descubrimos que aquello que la consciencia experimenta como displacentero, a nivel inconsciente sería en realidad placentero, por eso es tan complicado salir de la distorsión. Si la verdad, la libertad, o el amor fueran plenamente placenteros no habría ningún problema en el camino, pero lo cierto es que todos ellos tienen un componente displacentero, doloroso.
Sin embargo Dios no establece ninguna prohibición sobre el árbol de la Vida, a medida que subimos en los planos de consciencia, la dualidad que en principio podía ser considerada un peligro, se va convirtiendo en un guía del camino. Aunque todo en los planos inferiores funciona como un reflejo y como el único camino posible hacia los planos superiores, el más inferior de los planos es el que más fuerza tiene de arrastrarnos a la fantasía, a la mentira o a la destrucción, es como un imán que tira hacia abajo, lo que en el hinduismo y budismo se conoce como tamas, la más pesada de las 3 gunas. Los hindúes creen que todo lo que existe está hecho de tres gunas. Tamas es la más baja, la más pesada, la más lenta y la más bruta (por ejemplo, una piedra o un bloque de tierra). Está desprovista de la energía de rayas (la pasión creativa) y el brillo de sattwa (la iluminación). Tamas solo puede contrarrestarse por medio de rayas (la acción) para posteriormente llegar a sattwa; siendo muy difícil saltar directamente de tamas a sattwa.
El símbolo es la capacidad para entrelazar la pesadez de tamas con la infinitud de sattwa, es la pasión creativa de rayas. De la capacidad de ponerse en relación con el infinito también nos hablan los mal llamados números "irracionales", a los que Pitágoras prefirió llamar "inconmensurables", en ellos está también esa imposibilidad de ser expresados, pues sus decimales son infinitos. Pero en éstos números se da una paradoja muy interesante, pues si lo pretendemos expresar en cifras, el número irracional es imposible de expresar, pero, si por el contrario lo queremos dibujar (a través de la geometría) entonces sí es posible expresarlo. Resulta curioso que sea precisamente el número (paradigma de lo racional) un lugar en el que poder descubrir que la razón tiene un límite muy concreto a partir de la cual el mundo se queda muy pequeño. El número, en su aspecto cuantitativo (cifras, datos) tiene menos capacidad para representar la realidad que el número en su aspecto simbólico.
El símbolo es precisamente ese camino que se abre paso desde la cantidad hacia la cualidad, y desde la diversidad a la unidad.
El drama de la dualidad está en absolutamente todo, lo que es tiene también que parecer, no pueden separarse. La experiencia de la dualidad se vuelve una experiencia fundamental, uno no puede comenzar ningún camino sin una meta concreta, de la misma manera que también es cierto que lo importante es el camino, allí donde todo se vuelve más prosaico, más vulgar o insulso, es ahí donde, cuando menos te lo esperas, sucede lo trascendental. Debe haber una excusa para hacer las cosas, una excusa importante, por supuesto, pero sin embargo el verdadero resultado es lo que pasa mientras lo persigues, es ahí donde tiene lugar la transformación.
Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; 12 y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. 13 Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo. 14 Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin (Mt 24, 11-14).
Relato apocalíptico en el Evangelio de Mateo