Subió a la montaña, fue llamando a los que él quiso y se fueron con él. Nombró a doce, a quienes llamó apóstoles, para que convivieran con él y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios. Nombró, pues, a los Doce. A Simón lo llamó Pedro; a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, a quienes llamó Boanerges, que significa: Hijos del trueno; a Andrés y Felipe; a Bartolomé y Mateo; a Tomás, Santiago de Alfeo y Tadeo; a Simón el zelota y a Judas Iscariote, el que incluso le traicionó.
Marcos 3:13-19
El peregrino que va, ya en Compostela, en pos de la Tumba del Apóstol ha de aprender un recorrido en dirección contraria a la de la Historia. Ha de desnudar a la ciudad de su ruidosa envoltura moderna, después de su discreta romántica, de la silenciosa neoclásica, de la aparatosa barroca, de la satisfecha renacentista, de la semioculta gótica hasta llegar así a la románica que describe el Códice Calixtino. (1)
En el borde
Lo terrible es el borde, no el abismo.En el bordehay un ángel de luz del lado izquierdo,un largo río oscuro del derechoy un estruendo de trenes que abandonan los rielesy van hacia el silencio.Todocuanto tiembla en el borde es nacimiento.Y solo desde el borde se ve la luz primerael blanco-blancoque nos crece en el pecho.Nunca somos más hombresque cuando el borde quema nuestras plantas desnudas.Nunca estamos más solos.Nunca somos más huérfanos. (2)
Pero el borde no puede existir sin centro, y si el borde es silencio, el centro es resonancia. Resonancia es la palabra perfecta para describir el lugar al que te conduce Compostela, ese lugar en el que las apariencias ocultan realidades subvertidas, pues no eres tú el que hace el camino, sino el camino el que te hace a ti, y la resonancia la que te permite salir del silencio, que no es otro que multitud de capas y capas de ruido.
Su voz resonaba tan fuertemente que llegaba a los últimos confines; de haber levantado un poco más el tono, el mundo hubiese sido incapaz de contener la resonancia dentro de sus propios límites. (3)
Con estas palabras que se incluyen en la Leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine, describe Beda la profundidad de las palabras del Apóstol Juan, aplicables también a Santiago, ambos apodados por Cristo como los Boanerges, hijos del trueno.
El centro es por tanto reverberación, es un sonido ancestral que entra a través del corazón y cuya esencia es la quietud, como una piedra, inmóvil, así viajó la tumba del Apóstol Santiago hasta Galicia, por mar, en una barca sin timón.
se apoderaron del cuerpo del apóstol y llevándoselo consigo se embarcaron en una nave; pero, como esta carecía de gobernalle, pidieron a Dios que los guiara con su providencia y los condujera a donde él quisiese que aquellos venerables restos fuesen sepultados (3)
Transepto norte de la Catedral de Lérida.
Aún no hemos terminado de indicar todas las significaciones del Centro: si primeramente es un punto de partida, es también un punto de llegada; todo ha salido de él, todo debe a él finalmente retornar. Puesto que todas las cosas solo existen por el Principio, sin el cual no podrían subsistir, debe haber entre ellas y él un vínculo permanente, figurado por los radios que unen con el centro todos los puntos de la circunferencia; pero estos radios pueden recorrerse en dos sentidos opuestos: primero del centro a la circunferencia, después retornando desde la circunferencia hacia el centro. Son como dos fases complementarias, la primera de las cuales está representada por un movimiento centrífugo y la segunda por un movimiento centrípeto; estas dos fases pueden compararse a las de la respiración, según un simbolismo al cual se refieren a menudo las doctrinas hindúes; y, por otra parte, hay también una analogía no menos notable con la función fisiológica del corazón. En efecto, la sangre parte del corazón, se difunde por todo el organismo, vivificándolo, y después retorna; el papel del corazón como centro orgánico es, pues, verdaderamente completo y corresponde por entero a la idea que, de modo general, debemos formarnos del Centro en la plenitud de su significación.
(…)Debemos agregar que si el árbol es uno de los símbolos principales del ‘Eje del Mundo’, no es el único: la montaña también lo es, y común a muchas tradiciones diferentes; el árbol y la montaña están también a veces asociados entre sí. La piedra misma (que por lo demás puede tomarse como una representación reducida de la montaña, aunque no sea únicamente eso) desempeña igualmente el mismo papel en ciertos casos; y este símbolo de la piedra, como el del árbol, está muy a menudo en relación con la serpiente. (4)
Esta cualidad pétrea de la barca-tumba del Apóstol conecta a la perfección con una conciencia múltiple de gradación de la existencia propias de un tiempo y una cultura específicamente gallegos, en la cual los vivos se confundían con los muertos, la comunidad y la libertad se encontraban con el sufrimiento y la necesidad, el ethos del vivir y el pathos de la muerte integrados poéticamente en la piedra viva, pero también muerta, que resucita con el mito, la leyenda, la literatura oral y los ritos. Piedra y agua resultaron, sin duda alguna, los grandes referentes simbólicos de esta cultura. Son muchos los ejemplos con los que ilustrar este universo de alfabetos mentales intuitivos, fronterizos, 'psicopompos', imaginativos, enmarcados dentro de una cosmovisión propia a la vez que universal. Pero el caso de Santa Marta de Ribarteme, en As Neves, es quizás uno de los más impactantes.
De las más antiguas de Galicia, la de Santa Marta de Ribarteme (Pontevedra) es una romería de féretros en la que se aprecia el enorme simbolismo de la inmovilidad, estatuas vivas donde la piedra se convierte en cuerpo y el cuerpo en piedra. Los no-muertos son cargados en procesión por los no-vivos. Un acto de profunda fe con el que los devotos buscan cumplir la promesa que contrajeron con Santa Marta, de agradecimiento por seguir vivos tras sufrir una experiencia cercana a la muerte. A su paso, acompañados por el redoblar de los tambores y el repicar constante de las campanas, los que van en procesión cantan: "Virgen de Santa Marta, Estrella del Norte, te traemos a los que vieron la muerte". En Santa Mariña de Augas Santas (Ourense), las tumbas se extienden por las calles y se pueden ver los sepulcros junto a las paredes de las casas, la convivencia con los muertos está presente en todo el territorio de Galicia, desde la "Costa da morte" hasta la "illa dos mortos" en Areoso, ¿es acaso una casualidad que Santiago viajara desde Palestina, Tierra de los vivos, a Galicia, Tierra de los muertos?
Debemos añadir ahora que el simbolismo de la "Tierra Santa" tiene un doble sentido: ya se refiera al Centro supremo o a un centro subordinado, representa no solo a este centro mismo sino también, por una asociación por lo demás muy natural, a la tradición que de él emana o que en él se conserva, es decir, en el primer caso, a la tradición primordial, y en el segundo, a determinada forma de tradición particular. Este doble sentido se encuentra análogamente, y de modo muy neto, en el simbolismo del "Santo Graal", que es a la vez un vaso (grasale) y un libro (gradale o graduale); este último aspecto designa manifiestamente la tradición, mientras que el primero concierne más directamente al estado correspondiente a la posesión efectiva de esa tradición, vale decir al "estado edénico", si se trata de la tradición primordial; y quien ha llegado a tal estado está, por eso mismo, reintegrado al Pardés, de suerte que puede decirse que su morada se encuentra en adelante en el "Centro del Mundo"
Se levantó entonces Set y dijo: «Aquel que se eche en este cofre y sea de su medida, a ese se lo daré». Sus palabras eran dulces como la miel, pero en su corazón había la amargura del mal.
Uno tras otro, los conspiradores se fueron echando en el cofre con bromas y risas, pues para uno era demasiado largo, para otro demasiado corto, y para otro demasiado ancho, y para otro demasiado estrecho. Llegó entonces el turno a Osiris, y sin sospechar nada, se acostó en el cofre. De inmediato los conspiradores tomaron la tapa y la cerraron ruidosamente. Unos la clavaron firmemente, mientras que otros pusieron plomo fundido por todas las rendijas para que no pudiese respirar y seguir viviendo. Así murió el gran Osiris, aquel que es llamado Unnefer, el Triunfante, y con su muerte entró en la Duat y se convirtió en el Rey de los Muertos y el Gobernante de los que están al Oeste.
Los conspiradores levantaron el cofre, aunque ahora era un ataúd, y lo llevaron a la orilla del río. Lo lanzaron adentro del agua, y Hapy, el dios del Nilo, lo tomó y lo llevó en su corriente hasta el mar; las Grandes Aguas verdes lo recibieron y las olas lo transportaron a Biblos y lo alzaron sobre un tamarisco que crecía en la orilla. Y entonces el árbol echó grandes ramas, echó hojas y flores para hacer un lugar adecuado de reposo para el dios, y la fama de la belleza de aquel árbol se difundió por todo el país. (5)
Al igual que Isis peregrina recogiendo los trozos del cuerpo descuartizado de Osiris, la leyenda de la translatio hace referencia al traslado del cuerpo del Apóstol Santiago desde Jerusalén al Puerto de Iria Flavia, en Padrón. Desde el mismo siglo IX una serie de relatos sucesivos pretenden resolver el enigma de por qué, si Santiago es martirizado en Jerusalén su sepultura se encuentra en la remota Galicia. Los textos dan respuesta a dos preguntas inseparables: la forma en que se traslada su cuerpo (translatio) y como se deposita y entierra en el lugar de destino (depositio). Por desgracia, no hemos conservado el texto original de la Translatio Sancti Jacobi pero podemos conocerlo a través de otras fuentes literarias del siglo IX como la Carta del Papa León, los Martirologios de Floro de Lion y d’Adon o la Translatio Magna de Fleury-sur-Loire (s. XI), serán la base para todos los que vinieron después. A partir del siglo XII aparece una nueva literatura jacobea, liderada por la Historia Compostelana y el Códice Calixtino, estas obras darán a conocer los numerosos milagros, post mortem, realizados por Santiago así como los principales caminos que conducen al templo compostelano. A partir de este momento el relato de la translatio es ampliamente difundido por toda Europa, principalmente por el francés Jean Béleth (finales del siglo XII) y por la Leyenda dorada, del italiano Jacobo de la Vorágine (s. XIII). Los textos serán pues, la base de cimentación sobre la que se asentará el culto compostelano.
Extraemos a continuación una parte de la translatio relatada por Santiago de la Vorágine en la Leyenda dorada.El maestro Juan Beleth escribió un cuidadoso e interesante relato del hecho de la traslación. Según ese relato, poco después de que el santo fuese degollado, una noche algunos de sus discípulos, tomando las debidas precauciones para no ser vistos de los judíos, se apoderaron del cuerpo del apóstol y llevándoselo consigo se embarcaron en una nave; pero, como esta carecía de gobernalle, pidieron a Dios que los guiara con su providencia y los condujera a donde él quisiese que aquellos venerables restos fuesen sepultados. Conducida por un ángel del Señor la barca comenzó a navegar y navegando continuo hasta arribar a las costas de Galicia, región de España, que por aquel tiempo estaba gobernada por una mujer justamente llamada Loba, puesto que como loba se comportaba en el ejercicio de su gobierno.
Al llegar a tierra desembarcaron el cuerpo y lo colocaron sobre una inmensa piedra, la cual, como si fuese de cera, repentinamente adoptó la forma de un ataúd y se convirtió milagrosamente en el sarcófago del santo. Seguidamente los discípulos del apóstol fueron a ver a la reina Lupa o Loba y le dijeron: —Nuestro Señor Jesucristo te envía el cuerpo del apóstol Santiago, porque quiere que acojas muerto y con benevolencia al que no quisiste escuchar cuando estaba vivo. A continuación le refirieron el gran prodigio de haber llegado hasta allí a través de la mar, en un barco sin gobernalle, y le pidieron que tuviese a bien indicarles donde podrían enterrar decentemente el cuerpo del santo. Cuando terminaron de hablar, la reina, que era muy astuta, disimulando sus pérfidas intenciones, pusoles en contacto con un hombre sumamente cruel.
Esto dice Juan Beleth; pero, según otros autores, la reina les aconsejó que fuesen a ver al rey de España y que le expusieran todo aquel asunto, asegurándoles que él estaba en mejores condiciones que ella para dar una respuesta conveniente a su demanda. Estos mismos autores añaden lo siguiente: el rey, tras de oír a sus visitantes, los detuvo y los encarceló; pero una noche, mientas el rey dormía, un ángel del Señor abrió las puertas de la prisión a los prisioneros y les ordenó que huyeran. A la mañana siguiente, el rey, enterado de que los presos se habían fugado, mando a sus soldados que salieran inmediatamente en su persecución y que viesen el modo de capturarlos. Al pasar los soldados por un puente, este se derrumbó, ellos cayeron al rio y se ahogaron. El rey, al conocer este contratiempo, se llenó de miedo y, temiendo que pudieran ocurrir nuevos infortunios para él o para sus súbditos, se arrepintió de su anterior modo de proceder y mandó a otros soldados en busca de los fugitivos con el encargo de que, si los hallaban, les dijeran que regresaran sin temor alguno, que se presentasen ante él y le pidiesen con absoluta confianza cuanto quisiesen. Los discípulos del apóstol comparecieron nuevamente ante el rey, que los recibió muy benignamente y les dio licencia para que predicasen libremente en las tierras de su reino la doctrina cristiana.
Los discípulos de Santiago comenzaron a predicar, y al cabo de poco tiempo convirtieron a la fe de Cristo a todos los habitantes de la ciudad en que el rey vivía. De todo esto se enteró Lupa, y por cierto con gran disgusto, y como era soberbia y mala, cuando los discípulos la visitaron de nuevo y le comunicaron las amplias facultades que el rey les había concedido, arteramente les dijo: —Elegid en las tierras de mi reino el lugar que mejor os pareciere para enterrar a vuestro apóstol. En un monte cercano tengo muchos bueyes. Tomad los que preciséis, enganchadlos a una carreta que por orden mía se os proporcionará y transportad en ella el cuerpo de Santiago hasta el sitio en que hayáis de sepultarlo. Bajo estas apariencias de generosidad ocultaba Lupa sus intenciones de auténtica loba: los bueyes que tenía en el monte eran indómitos y salvajes y, en cuanto trataran de aproximarse a un ganado tan bravo, aquellos hombres —pensaba la reina— saldrían muy malparados; y si lograban acercarse a los toros y hacerse con algunos de ellos y unirlos a la carreta y colocar sobre ella el cuerpo del santo, tan pronto como intentasen iniciar el traslado, los bueyes, dada su naturaleza fiera, saldrían disparados sin rumbo fijo, se precipitarían locamente monte abajo, y carro, muerto y acompañantes saltarían hechos pedazos por entre aquellas fragosidades. Eso era lo que la reina deseaba y esperaba que sucediera; pero de nada sirven contra Dios los más habilidosos cálculos.
Los discípulos, sin sospechar lo que la loba Lupa tramaba, fueron al monte en busca de los bueyes. En un lugar del camino salioles al paso un enorme dragón vomitando por su boca enormes llamas de fuego. Al ver que aquel feroz monstruo trataba de atacarles, hicieron la señal de la cruz y la imponente bestia reventó aparatosamente. Continuaron su marcha. Al llegar al sitio en que estaba la ganadería advirtieron que se trataba de reses bravas, hicieron nuevamente la misma santa señal, y los toros se tornaron repentinamente mansos como corderos. Sin dificultad alguna tomaron dos de aquellos bueyes, los condujeron hasta donde aguardaba el carro, los engancharon a él, en él colocaron el cuerpo del apóstol alojado en el sarcófago de piedra, y, en cuanto el cuerpo estuvo dentro del carro, los bueyes, sin necesidad de que nadie los guiara, se pusieron en marcha y por si mismos se dirigieron hasta el palacio de Lupa, pasaron por el zaguán al gran patio central de la regia mansión y en medio del mismo se pararon. La reina, al ver esto, quedo estupefacta, se arrepintió de sus perversos propósitos y de su mala conducta anterior, se convirtió, se hizo cristiana, concedió a los discípulos del santo cuanto quisieron pedirle y les regaló el palacio para que instalasen en él una iglesia dedicada al apóstol. (3)Jaime Cobreros analiza el rico simbolismo de la inmovilidad de la Tumba en esta leyenda.
La leyenda-mito del Apóstol Santiago es muy sugerente por su riqueza simbólica. La idea fundamental que de ella se desprende es la de la inmovilidad de la Tumba Apostólica. Son los bueyes los que eligen el punto en que han de ser depositados los restos de Santiago, gozando en lo sucesivo de una inviolabilidad permanente(...)
Al buen obispo Teodomiro, descubridor de la Tumba en el siglo IX, le resultará imposible remover el sarcófago para la reestructuración de la basílica que piensa levantar. Siglo y medio después le sucede algo parecido a Almanzor que llega a abrevar su caballo en las benditeras de la Catedral pero tiene que respetar forzosamente la Tumba Apostólica.(1)
En otras versiones populares se cuenta que el Apóstol Santiago fue degollado en Jerusalén y su cuerpo cortado en añicos que fueron echados fuera de las murallas de la ciudad para que los perros salvajes y las alimañas lo devoraran. No obstante, por la noche, sus discípulos recogieron los añicos y condujeron el cuerpo a Haffa, donde encontraron una barca dispuesta para trasladar el Cuerpo Sagrado. La barca cruzó el Mar Mediterráneo y llegó hasta la Ría de Arousa, por cuyo curso navegó hasta llegar al Río Ulla y de ahí a su afluente el Sar, donde se detuvo en el Puerto de Iria Flavia para buscar ya por tierra un buen refugio para el cuerpo. La tradición habla de que la barca que recorría el itinerario desde el puerto de Haffa hasta el puerto de Murgadán en Iria Flavia y que portaba el cuerpo del Apóstol, custodiado por sus discípulos Atanasio y Teodoro fue amarrada a un milario romano. Éste se encuentra hoy bajo el altar mayor de la Iglesia de Santiago en Padrón, y es conocido popularmente con el nombre de Pedrón, del que deriva el topónimo de Padrón.
Pero si la piedra es símbolo de inmutabilidad, el agua lo es de todo lo contrario. Titus Burckhardt en "Espejo del intelecto" nos habla del simbolismo del agua y nos dice que:
Francisco de Asís glorifica a Dios por los cuatro elementos, uno detrás de otro, en su famoso «Cántico al Sol». En lo que respecta al agua, escribe: «Alabado seas, Señor, por la Hermana Agua, que es muy útil y humilde, y preciosa y casta» (Laudato si, o Signore, per sor acqua, la quale e molto utile ed umile e preziosa e casta). Se podría tomar este verso por una simple alegoría poética, pero de hecho su sentido es mucho más profundo: la humildad y la castidad describen bien la cualidad del agua, que, en un río, se adapta a cualquier forma, sin por ello perder nada de su pureza. También aquí se encuentra una imagen del alma, que puede recibir toda clase de impresiones y plegarse a todas las formas al tiempo que permanece fiel a su esencia propia e indivisa. «El alma humana se parece al agua», pudo escribir Goethe, retornando así una analogía que se encuentra tanto en las Escrituras sagradas del Próximo Oriente como en las del Extremo Oriente. (6)
Escudo de la villa de Noia, en la capilla de San Lázaro, donde se representa el arca navegando sobre el mar. Una paloma con una rama de olivo en su pico completa la imagen, correspondiéndose con el episodio del texto bíblico en el que se relata que, tras esta señal divina, la maldición habría terminado y por tanto podrían por fin atracar en tierra firme tras la difícil travesía.
El tema de la Barca y los viajes sobrenaturales nos conecta con un relato literario de navegación prodigiosa que fue La Navegación de San Brandán, monje evangelizador irlandés del siglo VI (484-578) y abad del monasterio de Clonfert, cuya leyenda influirá mucho en los relatos hagiográficos de Europa occidental; se trata de un texto que cabe interpretarse como un viaje iniciático y purificador en busca del Paraíso Terrenal. Tuvo su trasvase cultural a Galicia en el monje gallego Trezenzonio. La leyenda de Trezenzonio proviene de un manuscrito en Latín del siglo XI, Trezenzonii de Solistitionis Insula Magna, donde aparece recogida una historia de aproximadamente el siglo VIII, sobre la búsqueda del paraíso y la existencia de las islas de los muertos en las costas del occidente de Europa. Trezenzonio divisa e incluso visita desde el primitivo faro romano de A Coruña (Brigantium) hasta la isla paradisíaca de Solistición (donde el sol se esconde, puesto que en el Paraíso la luz es perpetua y no existe ya la oscuridad), relato místico que trata del viaje espiritual, en búsqueda personal del más allá. Pero nuestro protagonista navegando por el mar representa claramente a un alma guiada por su fe a través de un mar desconocido y lleno de peligros. Debemos tener presente que su destino es el Paraíso y este lugar sólo le es revelado a algunos privilegiados. Trezenzonio nunca podría llegar a este lugar si Dios no lo hubiese escogido y guiado a su destino. Además, la isla se le revela de una manera fortuita, por mera casualidad, nadie le indica que debe subirse al faro o iniciar un viaje, como sí ocurre en el caso de San Brandán o el Conto do Amaro.
(2) Piedad Bonnett, Lo terrible es el borde. Antología poética. (Ed.Visor Libros)
(3) Santiago de la Vorágine. La leyenda dorada,1. (Alianza Forma)
(4) René Guénon. Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada (Editorial Universitaria de Buenos Aires)
https://www.arsgravis.com/la-idea-del-centro-en-las-tradiciones-antiguas-segun-rene-guenon/
https://www.arsgravis.com/la-leyenda-de-isis-y-osiris/
https://sites.google.com/site/tradicionrc/islam/titus-burckhardt/el-simbolismo-del-agua