Por mucho que la inteligencia afirme las verdades metafísicas y escatológicas, la
imaginación —o el subconsciente— sigue creyendo firmemente en el mundo, no en
Dios ni en el más allá; todo hombre es a priori hipócrita. La vía es precisamente el paso
de la hipocresía natural a la sinceridad espiritual.
Amar a Dios no es cultivar un sentimiento —es decir, algo de lo que gozamos sin
saber si Dios goza de ello—, sino que es eliminar del alma lo que impide a Dios entrar
en ella.
Frithjof Schuon