Edipo y la esfinge es un cuadro del pintor Gustave Moreau, realizado en 1864,
que se encuentra en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
que se encuentra en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
En muchas de las reivindicaciones feministas actuales lo que se vislumbra más bien es un profundo rechazo de lo femenino y por ende del enigma que simboliza la esfinge, el misterio insondable de lo femenino, un enigma que se reactualiza constantemente a través de los siglos. Las posiciones que adopta parte del feminismo moderno imposibilitan el encuentro y afianzan la dualidad, en oposición a la información que nos da la sabiduría sagrada con la trinidad o la vesica piscis y su camino hacia la unidad, esa figura que se conforma cuando 2 círculos comparten un radio.
La tragedia de nuestros días es que ningún rey está dispuesto a enfrentarse, como Edipo, al debate entre el deseo de conservar el poder y el conflicto de enfrentar la verdad de su historia, que pasa inevitablemente por la herida (la herida de la luz). La solución de Edipo en nuestros tiempos hubiera sido matar o desterrar a Creonte, un enemigo externo (que ni siquiera era externo, porque era su tío/cuñado) para evitar así enfrentarse al dolor de la verdad, y para evitar también enfrentarse a lo desconocido, a lo extraño que simboliza lo femenino y que nos obliga a inventarnos con cada nueva dificultad.
Como bien expresa Francoise Dolto
“La humanidad se ha lanzado a la carrera destinada a evitar la muerte corporal del individuo. ¿Qué ser humano no lo suscribiría? Pero ha llegado la hora en que es otra la muerte que amenaza al hombre civilizado: la del sentido de su vida y de su muerte, del sentido de su deseo, que es comunicación creadora, fuente de alegría viviente. Sin alegría, que es brote surgido de corazón a corazón por los intercambios de lenguaje sutiles de la comunicación, la comunicación creadora no es más que mortal funcionamiento de cuerpo a cuerpo, devenido cosa contra cosa. La simbolización aleja progresivamente al sujeto del recurso al placer del cuerpo a cuerpo, que eclipsa la relación de sujeto a sujeto."
Esta idea del cuerpo consumidor y consumido nos transporta de lleno a esa zarza ardiente que en la Virgen María no se consume, ya que en ella se trata del fuego divino, el que ha atravesado la oscuridad de la herida y por eso la misma llama que antes consumía, quemaba y vampirizaba ahora arde sin consumir, es la llama del deseo que encuentra la mediación de la palabra y su valorización humanizante, en ella germina el amor y la libertad divinas.
Francoise Doltó analizó los Evangelios a la luz del psicoanálisis, al igual que estudió el psicoanálisis y la educación siguiendo las exigencias evangélicas. Incluso se podría pensar que su concepción del sujeto humano, dotado de deseo y de lenguaje, enlaza con la de los pedagogos humanistas del siglo XV y XVI y su fervor cristiano. Su lectura es dolorosa, con ella te sumerges en la oscuridad más profunda (de la que muchos hablan pero a la que no muchos te acompañan) de una manera que solo es posible a través del corazón. Resulta fascinante comprobar que el misterio de lo femenino está también en la lectura de las sagradas escrituras. En ellas está también el enigma, el misterio, lo que no se dice directamente, el velo o lo imposible de definir y de conocer, lo femenino sagrado que tanto incomoda en la actualidad puesto que el racionalismo capitalista se sustenta precisamente sobre el ideal del “todo es posible” o el “para todos” provocando una dejación de las responsabilidades de cada ser humano, el desprecio de lo femenino genera sujetos, en el mejor de los casos, culpables y en el peor, cínicos o autistas en relación a su propio goce.