"En lo alto del puerto se alza un frondoso olivo/y a su lado se encuentra una grata y sombría cueva/consagrada a las Ninfas que se denominan Náyades./En su interior hállanse también crateras y ánforas/de piedra en las que las abejas fabrican sus panales/y también pétreos telares de grandes dimensiones, donde las Ninfas/tejen sus mantos coloreados de púrpura marina, encanto visual./Igualmente, manantiales de agua perenne, y dos accesos:/uno, hacia el norte, se destina como entrada a los mortales;/el otro, orientado al mediodía, se reserva a los dioses,/y nunca por él penetran los hombres porque es el camino de los inmortales." Porfirio, La Gruta de las Ninfas. Ediciones Clásicas, Madrid, 1991.