Hay que atravesar la noche para llegar a la luz del día nuevo. De este camino hacia la luz hablaron los egipcios en el Libro de los muertos, cuya traducción auténtica es Libro para salir a la luz del día. El valor de este texto para los egipcios era incalculable, sus fórmulas permitían a los difuntos alcanzar el Más Allá, sin ellas la persona fallecida podía sufrir una segunda muerte que significaría su total aniquilación. Y es justamente una segunda muerte la que le acontece a Eurídice en el mito de Orfeo descendiendo al inframundo para salvarla.
Al igual que en el mito de Apolo y Dafne, en el de Orfeo y Eurídice se simboliza la virtud pero también la condena. La tensión vivificadora y a la vez dadora de muerte en la dualidad implícita que conlleva el simbolismo de la noche, entre la oscuridad y la luz. Orfeo ama perdidamente, suspira sin cesar tras el dichoso momento en el que verá a Eurídice en la morada de los vivos, al salir de la putrefacción vestida con el hábito blanco, indicio de la alegría y de la resurrección. Pero este amor exagerado no les permite aguardar al término prescrito por la naturaleza. Quieren forzarla a precipitar sus operaciones y lo echan todo a perder. El exceso de amor resulta finalmente en ausencia del mismo.