Me crió la melodía
del bosque susurrante,
y aprendí a querer
entre las flores.
Tú, que cuando me venía abajo en la encrucijada
me mostrabas consoladora una mayor belleza,
tú, que me enseñaste con quieto entusiasmo a ver
lo grande.
Transcríbelo por triplicado
y, con todo, seguirá indecible,
tal como es, inocente.
Friedrich Hölderlin