"Las fantasías provienen de algo oído que se comprendió supletoriamente,
desde luego son auténticas en todo su material. Son edificios protectores,
sublimaciones de los hechos, embellecimientos de estos, sirven al mismo
tiempo al autodescargo. Su origen accidental, quizás en las fantasías
onanistas".(Freud, 1897/1986, p. 254)
"Las fantasías sirven a la tendencia de refinar los recuerdos, de sublimarlos.
Son establecidas por medio de las cosas que fueron oídas y que se
apreciaron supletoriamente, y así combinan lo vivenciado y lo oído, lo
pasado (de la historia de los padres y abuelos) con lo visto por uno mismo.
Son a lo oído como los sueños son a lo visto. En el sueño no se oye nada,
sino que se ve". (Freud, 1897/1986, p. 256)
"Las fantasías primordiales —así las llamaría, junto a algunas otras— son
un patrimonio filogenético. En ellas, el individuo rebasa su vivenciar propio
hacia el vivenciar de la prehistoria, en los puntos en que el primero ha sido
demasiado rudimentario. Me parece muy posible que todo lo que hoy nos
es contado en el análisis como fantasía —la seducción infantil, la excitación
sexual encendida por la observación del coito entre los padres, la amenaza
de castración (o, más bien, la castración)— fue una vez realidad en los
tiempos originarios de la familia humana, y que el niño fantaseador no ha
hecho más que llenar las lagunas de la verdad individual con una verdad
prehistórica". (Freud, 1916/1978, p. 338)
"Lacan articula el síntoma del niño con esa estructura familiar. (...) recuerda que desde la perspectiva del psicoanálisis, el síntoma es el representante de la verdad y afirma que, en el niño, se pueden considerar dos posibilidades: o el síntoma representa a la verdad de la pareja parental, o revela la verdad del objeto de la fantasía materna." (Prates, 2012, p. 89)
"Lacan formula su noción de la fantasía fundamental que tiene la función de dar a cada ser hablante una respuesta inconsciente frente al trauma y al vacío con el que nos encontramos al inscribirnos en el orden simbólico y enfrentarnos al enigma del deseo del Otro. (...) Sólo podemos acceder una realidad articulada por el lenguaje y necesitamos una fantasía desde la que elaborar la ficción que nos permita simbolizarla. La realidad se sostiene, en algún sentido, desde esta Fantasía fundamental, ya que la verdad del sujeto está en el inconsciente y no en el yo, que es una pura construcción imaginaria, una ilusión". (Jusmet, 2013, s.p)
"Defiende la existencia de una fantasía fundamental, o sea, de que la fantasía
está en el propio origen del sujeto y proviene de lo que le falta, ya que está
permanentemente en busca de su objeto perdido. (...) Existen tres dimensiones
de la fantasía, correspondientes a tres instancias psíquicas: La imaginaria,
correspondiente a las producciones en imágenes del sujeto; la simbólica,
donde la fantasía se construye por medio de leyes del lenguaje; y la dimensión
real que refleja su imposibilidad de cambio. La fantasía entra en escena
haciendo una articulación entre la dimensión simbólica y la dimensión real, por
medio de la dimensión imaginaria. (...) El niño vive en una constante tentativa
de develar cuál es el deseo de su madre, y, por consiguiente vive imaginando
objetos que sean capaces de satisfacerlo. Sin embargo, este deseo nunca
podrá ser asistido ya que pertenece a la esfera de lo imposible, representada
por la dimensión real." (Pereira de Oliveira, 2008, p. 4)
"Debe capacitar al niño a experimentar sus emociones y fantasías a medida que
ellas surjan. Siempre fue parte de mi técnica no usar influencia educativa o
moral, pero mantener solamente el procedimiento psicoanalítico el cual, para
sintetizar, consiste en comprender la mente del paciente y hacerle llegar lo que pasa en ella. La variedad de situaciones emocionales que pueden expresarse
por actividades de juego son ilimitadas: por ejemplo, sentimientos de frustración
o de ser rechazado; celos del padre y de la madre, o de hermanos y hermanas;
agresividad que acompañan a tales celos; placer en tener un compañero de
juego y aliado contra los padres; sentimientos de amor y odio hacia un bebé
recién nacido o uno que se espera, así como también la ansiedad, culpabilidad
y deseo resultante de reparación. También encontramos en el juego infantil la
repetición de experiencias reales y detalles de la vida diaria, a menudo
entretejidas con sus fantasías. Es revelador que algunas veces sucesos muy
importantes en su vida no entran en su juego o sus asociaciones y que todo el
énfasis, por momentos, recae sobre sucesos menores. Pero estos sucesos
menores son de gran importancia para él, por cuanto ellos han movido sus
emociones y fantasías." (Klein, 1955/1993, p. 10)