Recortes


Collage de varios textos de C. G. Jung y F. Dolto

Si estudias la historia de las religiones y analizas cuidadosamente lo que está en el fondo de todas esas ideas [sobre Dios], verás que consiste en algo psicológico, que no es el yo, que ejerce influencia sobre el hombre. (…) Ciertas peculiares cualidades o hábitos no humanos han sido siempre atribuidos a esa otra voluntad y ha sido imaginada con una apariencia no del todo humana –por ejemplo un animal que ayuda, un animal sanador, o un hombre dotado con poderes de hechicero, una suerte de superhombre. (…) Estos fueron los más tempranos símbolos de la deidad. (…) [Pero] Dios nunca fue inventado, fue siempre un suceso, una experiencia psicológica –y recuerden, todavía es hoy la misma experiencia. (...)

La idea de Dios o la imagen de Dios está muy influenciada por la disposición que tenga el hombre en el tiempo y en el espacio, por su temperamento, etc., pero es un hecho universal que en todo lugar encontramos ciertas ideas que son equivalentes a esta experiencia básica del hombre: a saber, que más allá de su propia voluntad, o además de su propia voluntad, todavía hay otra voluntad, sea lo que sea.

En la observación, la libido aparece actuando desde el origen de la vida del ser humano en la dialéctica narcisista. Desde el período llamado pasivo de la libido pregenital (cuando la zona erógena genital aún no es predominante), ésta parece animar la función simbólica; ello se ve con claridad en lo referente al individuo adulto y a la trama dialéctica narcisista e interrelacional, en lo que tiene ésta de intersubjetivo.
Sin duda, esta indisociabilidad de la vida consciente e inconsciente es lo que trastorna las leyes de lo que hemos creído que era la ciencia -observación de un testigo neutro, que no influye sobre lo observado-. Este trastorno del ordenamiento de la ciencia se produjo dentro de una técnica, por lo demás rigurosa, de no intervención: la técnica psicoanalítica. La libido genital es también la que actúa en los procesos de la inteligencia humana yoica, cuyo inmenso dominio se mantiene, sin embargo, en el registro narcisista, es decir, personal.
La libido genital observable en este registro conduce al investigador a la comprensión de lo impersonal. En ella, la simbología, descargada del peso de lo imaginario, parece desempeñar aún su papel creador (apreciable sólo en sus consecuencias fálicas), prueba incontestable de que la libido escapa al control limitativo impuesto por la observación de las existencias personales.

La libido nunca llega de lo inconsciente en un estado carente de forma, sino siempre en imágenes.

La energía mental (…) toma forma de idea o imagen. Cuando percibes energía psíquica, percibes una imagen; por lo tanto, toda imagen posee energía. La energía reprimida llega en forma de fantasía y mediante la realización de tal fantasía se libera la energía.

El primitivo concibe tal energía como “alma”. (…)

Las imágenes son energía o libido. Esta es la razón por la que el mago hace imágenes, porque tales cosas son energía – energía mágica. En la medida en que tales figuras te causan una impresión, se libera energía. Un objeto que puede hacer esto es, de hecho, mágico. Por ejemplo, la Mona Lisa atrae a la gente, es energía. Un cuadro así es mana, fetiche, etc. El valor mágico del objeto existe en ciertas imágenes.