Deseo

Jardín del amor, Remedios Varo

Leer la Biblia de manera lineal y continua como si fuera cualquier otro libro, por cumplir un recorrido, es del todo absurdo. A menudo nuestra manera actual de entender el mundo va unida a esta visión lineal de la historia, los que hemos sido "educados" en escuelas o universidades llevamos todavía más insertado en el cuerpo esta estructura lineal del tiempo. Se nota, por ejemplo, cuando inicias una ruta de senderismo con mucha gente, que la ansiedad aparece cuando hay complicaciones que impiden llegar a eso que el sistema ha definido como "final de la ruta". Pero, quien todavía no haya enterrado del todo a su niño interior, podrá descubrir ese enorme placer de recorrer de nuevo un camino que, siendo el mismo, es cada día diferente, así como también los niños tienen esa capacidad de leer una y otra vez el mismo cuento porque son capaces de recorrerlo de manera infinita, no lineal.

El caso es que en cada versículo de la Biblia está a su vez toda ella contenida, introducirse en este universo es como entrar en una sala de espejos del infinito, te invade una sensación de plenitud tal, que es necesario quedarse a vivir un rato en cada parada. Llevo tiempo emocionada solo por la perspectiva de entrar en el libro de Jeremías, pero lo increíble es que todavía existan personas en este mundo con un nivel de riqueza interior tan sublime como el de Jeremías, ciertamente una empieza a creer en los ángeles cuando la vida te pone en el camino a personas así, hasta qué punto le estoy agradecida no lo sabe bien, ella es mi maestra, mi segunda madre... y leyendo a Jeremías la escucho y la veo a ella...
A modo de acción simbólica, antes de ayer ocurrió un pequeño "incidente" que ya me daba pistas de hasta qué punto me invade la emoción, mi casa se inundó de agua y por una especie de casualidad mágica los lugares que permanecieron a salvo de la invasión fueron precisamente mi habitación y la cocina, ésos que, con su ayuda, trato de aprender a cuidar mejor. Pero detengámonos en uno de los primeros versículos con los que arranca el libro de Jeremías:

Antes de que yo te formara en el vientre de tu madre, ya te conocía. Antes de que nacieras, ya te había elegido...

De otra forma muy parecida lo expresó también Francoise Dolto cuando dijo "el deseo es creador de hombres", pero ese deseo no nos pertenece, es el misterio de la vida que nos atraviesa y del cual no podemos adueñarnos, es la vida la que nos vive a nosotros, o como lo expresó Lacan: "el sujeto no habla, sino que es hablado (por el Otro desde el inconsciente).

No advierto en qué puede consistir la "medicina del deseo" mientras el enigma del deseo permanezca intacto. La vida es algo que jamás habremos de ver, aun con los más perfeccionados instrumentos de observación. Ninguno de estos ginecólogos puede decir que él da la vida in vitro. A lo sumo: "Yo asisto al intercambio de energías de dos gametos." Como psicoanalistas, sabemos que la vida es el deseo mismo. Pero cuidado, el deseante de vivir no es el progenitor, sino quien ha de nacer. Con la concepción, el deseante, llamado o no, toma cuerpo.
Francoise Dolto

El deseo no tiene objeto, salvo, como muestran sus singularidades, aquel accidental, normal o no, que llegó significar, ya sea en un relámpago o en una relación permanente, los confines de la Cosa, es decir, de esa nada en torno de la cual toda pasión humana estrecha su espasmo de modulación corta o larga y de retorno periódico.
Lacan

Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.

Prov 4:23 

Estoy segura de que un pedacito del corazón de mi madre está ahora guardado en el reloj que lleva de mi padre, aunque es posible que no fuera suficiente porque tuvo que perder su propio móvil (de última tecnología) para poder llevar el de mi padre, ese del que tanto se quejaba porque no había quien lo entendiera. Qué importa todo lo que pueda complicarle a uno la existencia perder el móvil, si a cambio puedes llevar contigo un pedacito de corazón, que es fuente de vida, un reloj convertido en jardín, ese es el verdadero y el más importante valor de los objetos. 

Es habitual que los relatos mayoritarios que invaden hoy nuestro mundo nos den soluciones ya cerradas y pensadas por otros, las cuales nos impiden reflexionar un poco más detenidamente acerca de los diferentes matices y prismas de la realidad. Al eliminar los imposibles de la ecuación, todas las respuestas que nos ofrece la sociedad son cerradas y a menudo las únicas posibles. La muerte se ha convertido en un derecho, pues en efecto a menudo se asocia el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos únicamente cuando se trata de morir (eutanasia, aborto, etc), las palabras no son inocuas y utilizar la palabra derecho para algo que es en realidad una ayuda con la que hacer frente a una realidad dolorosa, falsea y deforma la verdad. Pero cuando se trata de decidir sobre la vida, entonces existen ya unos protocolos de actuación sanitaria ante los cuales la libertad para tomar decisiones está bastante coartada. Pareciera que existen más intereses económicos y fuerzas sociales al servicio de la lucha por dejar morir que al servicio de la lucha por la vida. En la poesía bíblica, sin embargo, no hay respuestas cerradas, hay una verdad eterna, la cual nos permite comprender el mundo desde una perspectiva mucho más tolerante y comprensiva. Sabemos que Francoise Dolto fue una gran lectora de la Biblia, pero aunque no lo fuera, importa poco, la letra de las palabras de Jeremías está tallada en las de esta psicoanalista francesa.

"Nosotros seguimos ignorando qué es encarnarse para un ser que es lenguaje -lenguaje de deseo, por la mediación de otros dos seres que pueden manipular las potencialidades de un devenir humano-. Por lo tanto es perverso prestar al deseo de los progenitores y de los tutelares el poder de dar y mantener la vida del niño. Sólo cada niño se da vida por su deseo de vivir. No nos engañemos sobre el sentido del: "Yo no he pedido nacer". Esta denegación emana con frecuencia del adolescente demasiado adulado cuyos padres devoradores han agotado en él la fuente misma del deseo. Se ha vuelto incapaz de reconducir el deseo de vivir, e interpreta retroactivamente que son los otros los que decidieron su concepción, su nacimiento y su supervivencia. Acoger bien a un recién nacido es, ante todo, respetar su deseo de llegar al mundo, tal como es, se asemeje o no a lo que se ama. El feto aporta consigo una energía nueva. Si se lo deja desarrollarse utilizando esta energía, la irradia en su derredor y tiene su posibilidad de realizarse adulto. Creará siempre cada día, por poco que tenga con qué sobrevivir y sostener la valentía de sus padres si, de vivir, conserva él el deseo.
A cada joven le corresponde asegurar la parte de transformación de su entorno que le permitirá salir adelante, a riesgo de morir. El riesgo de la muerte forma parte de la vida: así, la nuestra no pertenece a los demás, aun cuando otro pueda ponerle fin. El enigma del deseo plantea el verdadero problema de sociedad: legalizar el aborto pone a la colectividad en peligro de legalizar la muerte de un sujeto deseante. Sería más justo despenalizar la ayuda a una mujer que quiere abortar, como despenalizar la eutanasia."