A veces es necesario explicar los significados de las palabras que una utiliza, es el caso de la palabra esoterismo, palabra conflictiva donde las haya, pues para muchos viene a ser algo así como cosas de “magufos”, con prácticas extrañas de ocultismo y cuestiones paranormales. Por ejemplo la wikipedia nos dice que el esoterismo es un término genérico usado para referirse al conjunto de conocimientos, doctrinas, enseñanzas, prácticas, ritos, técnicas o tradiciones de una corriente de pensamiento que utiliza secretos, símbolos incomprensibles o de difícil acceso y que se transmiten únicamente a una minoría selecta denominada iniciados (véase sociedad secreta), por lo que no son conocidos por los profanos. La Real Academia lo define como: 1 Oculto, reservado. 2 Dicho de una cosa: Que es impenetrable o de difícil acceso para la mente. 3 Dicho de una doctrina: Que se transmite oralmente a los iniciados. 4 Dicho de una doctrina de la Antigüedad: Que era transmitida por los filósofos solo a un reducido número de sus discípulos.
Creo que el primer escollo en la definición de esoterismo es la palabra secreto, pues da a entender que se trata de una serie de conocimientos que un grupo de personas mantienen ocultos y escondidos con respecto a otro grupo de personas que no se enteran del asunto. La palabra secreto da a entender un cierto elitismo y desprecio hacia los que no tienen acceso a esos conocimientos, sin embargo nada más lejos de la realidad, pues lo principal del esoterismo es que es un conocimiento interior (palabra que en efecto parece no ser comprendida por la modernidad), por tanto el supuesto desprecio hacia otros no sería otra cosa que el desdén hacia uno mismo por no alcanzar un conocimiento más profundo de la existencia. El secreto al que alude el esoterismo no es más que esa parte de desconocimiento que siempre está integrada dentro de cualquier conocimiento y que nos permite justamente mantener una puerta abierta (y a la vez cerrada) a nuevas capas de significados. El significado es lo esencial del esoterismo, pues es lo que convierte algo en sagrado, desde un lugar de la naturaleza a un texto, un templo, o el propio cuerpo (tan desacralizado en la actualidad), el contenido de toda Revelación divina es precisamente dar significado a los hechos, por eso todas las religiones cuentan con un componente esotérico, sin el cual no podría haber nada sagrado. También resulta evidente lo poco sagradas que son hoy algunas prácticas religiosas, justamente porque han perdido significado, es decir, conexión con el esoterismo, al perder significado la religión se convierte en idolatría, eso que tanto intentaban combatir los profetas.
Como todo lo que se manifiesta nunca está del todo ahí, ya que su raíz, su causa y su fuente invisibles permanecen siempre inmanifestadas, podemos decir que el esoterismo revela que hay un inmanifestado y, por tanto, que hay velo. Muy diferente es la doctrina metafísica pura, cuyo lenguaje, hecho de los conceptos y principios más abstractos y de las secuencias más lógicas, es transparente. En efecto, en la medida en que la metafísica utiliza el lenguaje mismo de la inteligencia, el acto de intelección se hace uno con la inteligencia misma. En este sentido, el discurso metafísico realiza el caso límite de la hermenéutica última; es el último intérprete, y no puede ser interpretado a su vez por un lenguaje más transparente. Además, en su posición última, el lenguaje metafísico sólo puede indicar su superación esotérica sugiriendo su propio borramiento, con un apofatismo que no es formal sino total, implementando dialécticamente su «auto-abolición» «Bienaventuradas las inteligencias que saben cerrar los ojos», como ya indicaba San Dionisio Areopagita.
Como la inteligencia habla su propio lenguaje, el lenguaje de su naturaleza, se ocupará naturalmente incluso de las cosas sobrenaturales. Pero si está «en casa» en todos estos ámbitos, es porque naturalmente no se encuentra en ninguna parte («el intelecto entra por la puerta» o «desde fuera» dice Aristóteles). De ahí, una vez más, la muerte del discurso a la que conduce necesariamente la verdadera metafísica. Pero a este sacrificium intellectus, a esta aniquilación voluntaria de la inteligencia misma, a esta renuncia última, responde la resurrección; a la renuncia a la vanidad de la propia luz responde la entrada en la «Oscuridad más que luminosa» (San Dionisio Areopagita).
Bruno Bérard
El esoterismo nos conecta precisamente con nuestra capacidad para “no entender”, la que nos invita a buscar nuevos significados, esa parte es esencialmente la parte femenina que nuestra sociedad a menudo desprecia; la capacidad para reconocer que cuanto más material oculto y secreto descubramos en nuestra psique, más interés despertaremos por descubrirlo, por darle significado y ampliar los límites de nuestro verdadero ser, el cual se define precisamente por estar oculto a la consciencia. Cuando Lacan utilizó el termino no-todo para hablar de lo femenino estaba precisamente afirmando lo real femenino y no negándolo en pos de lo igual, que es lo que hacen muchos discursos feministas modernos, digamos que no todos, por aquello de romper una lanza en favor de la esperanza.
Quizás esa palabrita conflictiva como es “secreto”, podría sustituirse por esta no-palabra también conflictiva que es “no-todo”, el esoterismo es esa parte del conocimiento que nunca puede llegar a ser completa, y que por eso mismo nos conecta con lo "incognoscible" o "inexpresable" que está más allá de todo lenguaje, invitándonos a su vez a seguir ampliando significados, a profundizar en todo aquello que creíamos conocer. El mundo moderno se ha aliado con el goce fálico, el que está relacionado con el disfrute en el ámbito superficial del tener (dinero, éxito, trabajo, casa, conocimiento, libertad, amor, etc). Pero Lacan nos recuerda que el amor es “dar lo que no se tiene”, darnos allí donde nos reconocemos imperfectos, ese lugar es el que da sentido a la frase de Jesucristo por la que nadie que no reconozca el odio que alberga en su interior, puede iniciarse en el recorrido del amor. Pasaje que, por cierto, muchos traductores escandalizados pervierten y camuflan.
Es imposible no fijarse en que el esoterismo vincula a todas las religiones con el amor, y por ello su lenguaje no puede ser otro que la poesía, es decir el simbolismo, los cuales son en esencia femeninos, una grandísima oda al vacío, y al no entendimiento. Pero no solo es que el esoterismo no sea un tipo de conocimiento oculto, sino que precisamente por tener en cuenta que no todo se puede contar abiertamente y que no todos llegan al conocimiento al mismo tiempo, precisamente por eso, el esoterismo utiliza mecanismos para integrar estas dificultades propias del ser humano, esta es la particularidad del conocimiento simbólico, poético o metafórico, que integra lo imposible de conocer, y eso lo hace un poco más posible. El símbolo nunca te enseñará nada que no quieras saber, es el método educativo más democrático del mundo, ofrece grados de conocimiento intrínsecos en sí mismo para todos los niveles y sobre todo adaptados al deseo de saber de cada uno, el símbolo se amplía a medida que ampliamos nuestro deseo de encontrar significados, nunca se agota. La confusión entre necesidad y deseo es también un escollo propio de nuestro mundo, pues el verdadero deseo se oculta bajo una gruesa capa de múltiples falsos deseos confundidos con necesidades generadas por el sistema, el capitalismo estimula la capacidad para necesitar y la incapacidad para desear. El conocimiento simbólico, además de respetar la dificultad para abrirse al deseo de conocimiento, también intenta estimularlo constantemente, pues el deseo es lo único necesario e imprescindible en el camino del conocimiento.
«Esotérico» significa «que lleva hacia dentro» (esô) «más que» (ter); es por tanto un comparativo de superioridad, que indica movimiento (no puede ser ni fijo ni absoluto), hacia dentro (más allá de las apariencias) y relativo a su opuesto «exotérico» («más hacia fuera que»). Así pues, no puede haber esoterismo sin exoterismo, sin el apoyo de una tradición, sin apariencias más allá de las cuales conduce. Por consiguiente, no puede haber un esoterismo absoluto, como tampoco puede haber un exoterismo absoluto, puro, despojado de toda forma y libre de toda revelación (como hubiera deseado Hegel, por ejemplo).
Si el esoterismo, como el exoterismo, pertenece a lo sagrado, ambos permanecen por debajo del nivel del «conocimiento». En efecto, mientras que la gnosis identifica el conocer con lo conocido, el exoterismo y el esoterismo sólo corresponden al camino que conduce eventualmente a ello. Por tanto, ambos pertenecen a la categoría general de la hermenéutica: el arte de la interpretación y la explicación.
Bruno Bérard
Pero el deseo no es una función biológica; no está coordinado a un objeto natural; su objeto es fantasmático. Este conocimiento que el psicoanálisis sacó a la luz acerca del deseo está en relación con el mito de la creación que nos narra la Biblia, pues Dios crea al ser humano en último lugar, para completar todo lo creado anteriormente, es decir, la naturaleza. El ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, tiene una parte natural (animal) y otra "no natural" o espiritual, con la cual puede dar significado a la naturaleza y por tanto a sí mismo. El deseo, como el mismo deseo de Dios, es extravagante, inasequible a quien quiere dominarlo. Nos hace jugadas. Si el deseo desvía, en contrapartida suscita la invención de artificios, de falsedades. Si no es reconocido fabrica síntomas. El psicoanálisis lo que hace es tratar de interpretar, es decir, de leer en el síntoma el mensaje de deseo que encubre, su trabajo también es simbólico y cabría decir esotérico, pues busca y trata de desvelar los significados que estaban escondidos o habían sido reprimidos.