Pozo de aguas vivas

 


Me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante […] El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la puerta septentrional y me llevó por fuera a la puerta del atrio que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho (Ezequiel 47,1-2).

Yo salí como canal de un río y como acequia que riega un jardín; dije: Regaré mi huerto y empaparé mis arriates, pero el canal se me hizo un río y el río se me hizo un lago (Eclo 24,30-31).

El templo es demasiado pequeño para contener el agua de la sabiduría, en ella está la pobreza y la pureza que deseamos desde el primer día. Ese día nos sentimos amigos de todos los sedientos, porque no hay posibilidad de libertad si primero no se asume la condición de esclavo. Está escrito:

Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. (Mt 7,7)

En el interior de todo hombre existe un pozo de agua viva, es el útero de Dios, en él se guarda la capacidad de amar que cada uno posee, en lo más profundo de ese pozo el hombre busca guardar sus secretos, en ocasiones se guardan tanto que se olvidan, por eso se dice que re-cordar es volver al corazón, es buscar los conocimientos que siempre han estado ahí pero que se pierden si no se cuidan. Cuando falta el impulso del amor verdadero, todo se convierte en un esfuerzo aparente y fastuoso para tapar esa debilidad. Caminar en la verdad no es una tarea sencilla, es una tarea que implica enfrentarse a un mundo que solo busca la meritocracia, hacer, hacer y hacer... Pero cuando Jesús en la cruz dijo: "perdónalos, porque no saben lo que hacen" tenía muy claro que para saber, primero hay que conocer al otro, ahí anida la gran miseria de este mundo, que no tiene ningún interés por el otro, nada quiere del otro.

Los romanos que crucificaron a Cristo fueron esclavos (a pesar de su condición exterior de libres) porque nada podían saber sobre el otro, acabaron descubriendo que Jesús era quien decía ser, pero por desgracia, como tantas veces en la vida, solo lo descubrieron cuando ya había muerto. A menudo nos decían de pequeños que si las personas se tiran de un puente uno no debía seguirlos. En cambio, en la adultez todo se vuelve al revés y asumimos que es peor quedarse mirando mientras otros caminan, buscamos la fortaleza en el reconocimiento exterior y en la anulación del otro, sin embargo solo el hombre es débil si le falta el impulso del amor verdadero.

A quien tiene este impulso le harán dudar infinitas veces de sí mismo, se repartirán sus vestidos como fieras salvajes porque quien está desnudo de amor, trata a toda costa de humillar y despreciar para disfrazar su carencia.

Y después que le hubieron crucificado, repartieron sus vestiduras, echando suertes; para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Repartieron entre sí mis vestiduras, y sobre mi ropa echaron suertes. (Mt 27,35)

El narcisismo patológico linda con la psicopatía, dos tendencias actuales que lejos de ser rechazadas, son cada día más aplaudidas y valoradas. Jesús supo que no tendría sentido enfrentarse a quien tenía sepultado en su corazón el impulso de amor verdadero, no cabría más que apiadarse y rezar por quien no puede ya ver ese resto de luz que anida en su interior. El mal no puede ser enfrentado más que con el conocimiento, nadie puede escapar a sus garras, pero solo unos pocos logran reconocerlo en su interior, solo unos pocos tienen valor de luchar en la única batalla posible.