Mutación antropológica

Pier Paolo Pasolini, última entrevista del 1 de noviembre de 1975

No es fácil encontrar, hoy día, ejemplos de verdaderos profetas y, si se encuentran, estarán tan camuflados que muy pocos tendrán capacidad para distinguirlos.

Se me vienen a la cabeza las cualidades visionarias de Pasolini y, aunque decir hoy antifascista, ya practicamente no significa nada, Pasolini lo fue, y fue, sobre todo, antiburgués, enemigo pasional del nuevo consumismo, del hedonismo de masas, de la tolerancia del nuevo “poder“, del desarrollo y, a fin de cuentas, de la modernidad.
Como el sentido de la palabra “antifascismo“ está hoy tan corrompido conviene, recuperar las reflexiones de Pasolini para aclarar que en ella se esconde una nueva forma, propiamente capitalista, de “fascismo consumista”. Y no solo eso: que este neofascismo es mucho más poderoso que el original, ya que sus secuelas son del orden de una verdadera “mutación antropológica”, capaz de engendrar una “homologación cultural” nunca vista, algo que el fascismo histórico nunca pudo lograr.

Pasolini lo comprendió cuando no estaba ni la mitad de claro que en la actualidad, hoy es una evidencia y aún así la gran mayoría sigue sin verlo.

«El capitalismo es hoy el protagonista de una gran revolución interna: se está convirtiendo, revolucionariamente, en neocapitalismo. La revolución neocapitalista se presenta taimadamente como opositora, en compañía de las fuerzas del mundo que van hacia la izquierda. En cierto modo, él mismo va hacia la izquierda. Y yendo (a su modo) hacia la izquierda tiende a englobar todo lo que marcha hacia la izquierda».

Esta gran intuición de Pasolini lo llevaría a afirmar, allá por 1972, que la llamada «libertad sexual» no era, en realidad, sino una vil argucia capitalista que, concediendo «una tan amplia como falsa tolerancia», somete aún más y de una manera más vil a los seres humanos, lucrándose con lo que disfraza de transgresión sexual.


«Existe un grave peligro que se cierne sobre el Partido radical debido precisamente a los grandes éxitos obtenidos en la conquista de los derechos civiles. Un nuevo conformismo de izquierdas se apresura a apropiarse de vuestra batalla por los derechos civiles «creando un nuevo contexto de falsa tolerancia y de falso laicismo». Precisamente, los intelectuales del sistema utilizarán la cultura radical de los derechos civiles, de la Reforma, de la defensa de las minorías como fuerza terrorista, violenta y opresora. El poder se prepara a «adoptar a los intelectuales progresistas como sus clérigos». La previsión de Pasolini se ha verificado, no sólo en Italia, sino también en el resto de la sociedad occidental en donde, en nombre del progresismo y del modernismo, se ha afirmado una nueva clase de poder totalizador y transformista, sin lugar a dudas mucho más peligrosa que las tradicionales clases conservadoras».

«Contra todo ésto vosotros no tenéis más que seguir simplemente siendo vosotros mismos, lo cual significa ser continuamente irreconocibles. Olvidad rápidamente los grandes triunfos y seguid impertérritos, obstinados, eternamente contrarios, en vuestro afán por pretender, querer e identificaros con lo distinto».

También Lacan, como Pasolini, fue portador de muy malas noticias. Cuando intentó presentar sus tesis sobre los “cuatro discursos”, desarrolladas en su seminario El reverso del psicoanálisis, en la Universidad de Vincennes, no pudo hacerlo porque fue interrumpido por los estudiantes, que lo acusaban de “cura” cuando no de “policía”, era el año 69, pero hoy la cultura de la cancelación está ya plenamente instalada. Lacan no dudó en decir a los estudiantes que la consigna del “goce sin trabas” no solo no contestaba la sociedad de consumo sino que por el contrario la afirmaba; que el ansia anarquizante de los estudiantes era inseparable del declive de lo simbólico y la ascensión de una nueva forma del superyó, de una suerte de autoridad interna a cada sujeto que menos que prohibir obligaba al goce, al consumo, a la performance. Lacan decía, en definitiva, que tratando el “goce” como un recurso perpetuamente renovable, gestionándolo de un modo empresarial, el capitalismo ya había logrado, aunque los estudiantes parecieran no haberse enterado, que la pulsión pierda su dimensión de exceso, su potencial desestabilizador.

Copiamos a continuación un texto que hemos extraído de la siguiente entrada, que invitamos a leer completa: https://lacaneman.hypotheses.org/4223#_ftn1

Y como Lacan, Pasolini atribuía esta transformación al declive de lo simbólico y al nombre del Padre que con más o menos éxito lo sostenía:

“Semánticamente el término ‘padre’ ha comenzado a cambiar, naturalmente con Freud y el psicoanálisis, para quién la ‘herencia’ del padre no es más necesariamente un dato positivo; e incluso puede ser interpretado como algo negativo”.[1]

Este fue el preámbulo a la mutación antropológica de la cual supo apropiarse el capitalismo, para crear la civilización infantilizada del goce sin límites y el consumo en la que vivimos. “Mientras, escribe Pasolini, a espaldas de ello, la `verdadera´ tradición humanista” es “destruida por la nueva cultura de masa y la nueva relación que la tecnología ha instituido (…) entre el producto y el consumo”[2].

La cuestión central, para Pasolini, no es tanto el “conformismo” como el arraigo que este tiene en el deseo inconsciente del sujeto popular, el cual lo lleva incluso a identificase con aquel que, abiertamente, lo desprecia:

“Tú dirás: los hombres han sido siempre conformistas (todos iguales uno al otro) y siempre hubo élites. Te contesto que sí, los hombres siempre han sido conformistas y en la medida de lo posible uno igual al otro, pero según su clase social. Y, al interior de estas distinciones de clase, según sus particulares y concretas condiciones culturales (regionales). Hoy, en cambio (y aquí aparece la ‘mutación’ antropológica) los hombres son conformistas y todos iguales uno al otro según un código interclasista (estudiante igual obrero, obrero del Norte igual a obrero del Sur): al menos potencialmente, en la ansiosa voluntad de uniformarse.”

Vemos que de un modo similar a Lacan, Pasolini liga el discurso capitalista con una forma nueva astuta del superyó: “El ansia de consumo es un ansia de obediencia a un orden no pronunciado”, escribe, anticipando las formas neofascistas que aparecen hoy en el panorama, donde el sujeto político pareciera demandar un orden autoritario y segregacionista que le permita consumir libremente. Y Pasolini agrega:

“Nadie en Italia siente el ansia degradante de ser iguales a los demás en el consumir, en el ser felices, en el ser libres: porque ésta es la orden que ha recibido inconscientemente y a la cual ‘debe obedecer’, a riesgo de sentirse distinto. Nunca ser distinto ha sido una culpa tan espantosa como en este período de tolerancia. La igualdad no ha sido conquistada efectivamente, sino que se trata de una ‘falsa’ igualdad recibida de regalo.”[3]



[1] Pier Paolo Pasolini, Scritti corsari, Garzanti, 2019, p. 19.

[2] Pier Paolo Pasolini, Scritti corsari, Garzanti, 2019, p. 18.

[3] Pier Paolo Pasolini, Scritti corsari, Garzanti, 2019, p. 60.