Conversión/vocación de San Pablo


 Madrid, M.A.N. 55479. Arte Edad Media. Fuste de columna con Pablo, Andrés (con filactelia) y Pedro (con la llave). Caliza. s.XII. San Payo de Antealtares, Santiago de Compostela.


A menudo la palabra conversión nos hace pensar en un cambio de religión, de ideas o de creencias que se produce de una manera instantánea y fruto de la voluntad, más todavía en la era de internet y el marketing digital, el cual emplea esta palabra para hacer referencia a acciones tan diligentes y breves como abrir un email, comprar un producto en una tienda online o registrarse en una página web. El relato estándar acerca de estas transformaciones que se relatan en la Biblia, habitualmente ha sido leído desde una interpretación simple y esquemática. Sin embargo, no resulta difícil imaginar que la transformación en la vida de Pablo tuvo que ser fruto de una evolución personal a lo largo de los años, no hay ninguna transformación en el ser humano que se produzca de la noche a la mañana, sino que es el resultado de un trabajo previo, desde este punto de vista diríamos que la conversión sería el aspecto menos relevante, ya que no es algo que se produzca a voluntad, Frithjof Schuon lo expresa muy bien cuando dice: «Amar a Dios no es cultivar un sentimiento —es decir, algo de lo que gozamos sin saber si Dios goza de ello—, sino que es eliminar del alma lo que impide a Dios entrar en ella.»
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También San Pablo lo expresa en 1 Cor 15,10 : «Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.»

Quisiera poner el foco en la importancia de los símbolos en el relato de la conversión de San Pablo, también conocida como caída en el camino de Damasco, pues más allá de las cuestiones anecdóticas o superficiales que ponen el acento en las diferencias evidentes entre las distintas narraciones (Hch 9,1-19; 22,6-16; 26,12-18), por el contrario el contenido simbólico ofrece a todos los relatos unidad y plena concordancia. En todos ellos está presente la vista, el resplandor, la luz, el oído, la resonancia, la voz, la llamada, la verdad, el bautismo, la vía recta, la caída, la oscuridad, el cielo y la tierra.

Podemos hablar de la conversión como un símbolo de la transformación del ser, y más concretamente utilizando una palabra propia de la tradición pagana: una metamorfosis, que como en los relatos de Ovidio narra profundas transformaciones en el ser espiritual.

Pero cuando desde el supremo éter contempló las tierras el infeliz Faetón, que a lo hondo, y a lo hondo, yacían, palideció y sus rodillas se estremecieron del súbito temor, y le fueron a sus ojos tinieblas en medio de tanta luz brotadas, y ya quisiera los caballos nunca haber tocado paternos, ya de haber conocido su linaje le pesa, y de haber prevalecido en su ruego. 2

San Pablo experimenta en su propio ser la resurrección de Cristo, el resplandor del rayo que ilumina la verdad divina es un rayo que deja ciego, que afloja los amarres con este mundo terrenal al que somos arrojados en la caída, el resplandor del rayo ciega la vista y el oído propios de este mundo, para abrirlos a un mundo que está más allá, a un reino que, como dijo Jesucristo, no es de este mundo. La experiencia de la ceguera conecta con la oscuridad de la noche y del inframundo al que también Perséfone desciende durante 3 meses antes de recuperar su puesto en el Olimpo. No en vano podríamos poner en relación el proceso de iniciación que se simbolizaba a través de la muerte y que tenía lugar en los misterios de Eleusis, propios de la tradición pagana, con los misterios crísticos que San Pablo transmitió. Hipólito nos cuenta que los participantes en las iniciaciones de Eleusis se reunían en torno a un gran fuego y el hierofante exclamaba: «La divina Brimo (Perséfone) ha engendrado un niño sagrado, Bromos.» 3

San Pablo, en su carta a los Hebreos 5,5 también lo expresa así: «Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy.»

Pablo cae en la tierra, como también lo hace la semilla, para ser después elevado por el Espíritu Santo y bautizado, en este sentido la función del bautismo en los inicios del cristianismo tiene una vinculación específica con un proceso de iniciación que se simbolizaba a través de la muerte, un paso previo a la resurrección, la cual era un proceso de transformación del ser.

De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos? ¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora? Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero.

1 Cor 15,29-31

En otro punto de la carta a los corintios también relata este momento de iniciación o segundo nacimiento haciendo alusión al simbolismo del proceso de germinación de la semilla en la tierra, la cual es transformada en planta a partir de una metamorfosis desde el interior, y que tenía en la doble diosa del grano Deméter/Perséfone un referente mistérico de iniciación. 

Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.

1 Cor 15, 42-47

La iniciación en los misterios ofrecía un acceso al saber tradicional de orden intelectual y espiritual acumulado por sabios de todas las épocas anteriores. También Saulo (ese era su nombre hebreo) había tenido una sólida formación teológica, filosófica, jurídica y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo) en la escuela de los mejores doctores de la Ley. Su doble nombre nos habla también de la importancia de las 2 culturas, la griega y la judía, tanto en su biografía como en su comprensión espiritual.

También en repetidas ocasiones Pablo habla de los niños que se deben convertir en adultos maduros, en perfectos (teleioi); asimismo, en las iniciaciones antiguas o en las religiones de Misterios, el que acababa de ser recibido era comparable a un niño (¿acaso el iniciado no es el que ha recibido el comienzo?) que, gracias a unos grados ascendentes, tenía que progresar hacia la perfección o la maestría.

Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.

Heb 5,11-14

Es interesante hacer alusión a la etimología de la palabra vocación, procedente del verbo latino vocare, como la acción y efecto de llamar, pues en el relato de Pablo, la voz juega también un papel importante, en algunos casos es solo él el que la oye, también Jesucristo había dicho que «muchos son los llamados, y pocos los escogidos» (Mt 22,14) o «el que tenga oídos, que oiga» (Mt 13,9).

Pablo de Tarso siempre se guió por una rígida observancia de las tradiciones fariseas, lo cual no le impidió acceder a una visión universalista y unificadora que le llevó a establecer un puente de unión entre la tradición judía, a la que él perteneció plenamente y la cosmovisión griega helenística con la que convivió y a la cual supo adaptar el mensaje de Cristo para hacerlo más comprensible a los gentiles. En sus cartas sentó las bases del desarrollo doctrinal y teológico del cristianismo, fueron una de las primeras interpretaciones del mensaje de Jesús, y es en efecto esta labor, la de haber sido un incansable divulgador del mensaje de Jesús la que más lo caracterizó.

Apóstoles Pedro, Pablo, Santiago y Juan en el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela, c. 1188. Obra del Maestro Mateo.

No pudo convertirse al cristianismo porque no existía todavía como tal, tampoco abandonó la religión judía, sino que recogió la visión universal de verdades y valores comunes a todos los pueblos que Cristo había anunciado sin contradicción alguna con su tradición farisea, no solo por no hacer diferencias entre hombres y mujeres, entre esclavos y hombres libres o entre judíos y paganos sino también porque en su profundo conocimiento de la Ley hebraica, experimentó en sus carnes la contradicción que supuso integrar la pluralidad propia de los politeísmos griegos con el monoteísmo del que habían emergido judaísmo, cristianismo e islam. Podemos notar un cierto paralelismo entre el relato de Abraham e Isaac (mito fundante del monoteísmo) con la experiencia de Pablo, pues en ambos hay una experiencia de contradicción entre, por un lado, la decisión de matar y cumplir con la Ley de Dios (o en el caso de Pablo perseguir a los cristianos) y por otro lado la decisión de no hacerlo. El problema de la necesidad de la ley al mismo tiempo que la necesidad de su liberación está muy presente en Pablo.

Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Rom 7, 4-6 

En un tiempo, yo vivía sin ley; pero cuando llegó el mandamiento le dio de nuevo vida al pecado, y a mí, en cambio, me produjo la muerte; y se vio que el mandamiento, dado por la vida, me había traído la muerte. El pecado aprovechó la ocasión del mandamiento para engañarme y con el mismo mandamiento me dio muerte.

Rom 7,9-11

Abraham no cumplió con lo que era la ley de Dios en su tiempo, es decir, sacrificar a su primogénito Isaac, de la misma manera que también Pablo entiende que su tradición judía (reflejada en este relato de Abraham) no se contradice con el mensaje de Jesús, Pablo es bendecido por Cristo, como Abraham había sido bendecido por Dios.

La relectura (del mito de Abraham) asegura la ambigüedad del texto. Se lo puede leer en sentido sacerdotal y del poder, o en sentido auténtico y de liberación. Eso da origen en Israel a una dialéctica, que nunca ha desaparecido de su historia hasta hoy. En el tiempo que describe la Biblia, se presenta como la dialéctica del sacerdote opuesto al profeta, de templo y opresión, por un lado, de justicia y liberación, por el otro. Se trata efectivamente de una dialéctica, no de una razón unilateral. La fe de Abraham, con su libertad que rechaza matar a su hijo en cumplimiento de la ley, presenta ya una esperanza más allá de cualquier factibilidad humana. No puede ser institucionalizada. Por eso aparece el poder sacerdotal que la invierte para poder legitimarse.4




Notas

1 Frithjof SCHUON, Las perlas del peregrino, Barcelona: José J. de Oloñeta 1990, 6 pp

2 Publio Ovidio NASON, Metamorfosis [en línea] https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Ovidio-Metamorfosis-bilingue.pdf [Consulta: 7 de octubre 2023]

3 Hipólito de ROMA, Refutación de todas las herejías [en línea] Madrid: Gredos 1983 https://archive.org/stream/refutacion-de-todas-las-herejias-hipolito-de-roma/Refutaci%C3%B3n%20de%20todas%20las%20herejias%20-%20Hip%C3%B3lito%20de%20Roma_djvu.txt [Consulta: 7 de octubre 2023

4 Franz HINKELAMMERT, La fe de Abraham y el Edipo occidental, Cap I [en línea] https://es.scribd.com/document/480890749/Cap-I-La-fe-de-Abraham-y-el-Edipo-Occidental-pdf [Consulta: 7 de octubre 2023]