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“Con apoyo en las Sagradas Escrituras y los Padres, declaramos unánimemente, en el nombre de la Santísima Trinidad, que se rechazarán y se quitarán y maldecirán de las iglesias cristianas cada imagen que se haya hecho de cualquier material y color cualquiera que sea el malvado arte de los pintores... Si cualquiera se atreve a representar la imagen divina del mundo después de la Encarnación con colores materiales, ¡será anatema!... Si cualquiera pretende representar las formas de los Santos en pinturas sin vida con colores materiales que no son valiosas (pues esta idea es vana y la ha creado el demonio), y no representa más bien sus virtudes como imágenes vivas en sí mismas, ¡será anatema!"

“Satán confundió a los hombres, de manera que veneraron a la criatura en lugar de al Creador. La Ley de Moisés y los Profetas cooperaron para eliminar esta ruina... Pero el anteriormente mencionado demiurgo del mal... gradualmente trajo de nuevo la idolatría bajo la apariencia de Cristianismo”.

Fragmentos de las actas de concilio de Hiereia, año 754


“La representación de Cristo no se encuentra en la semejanza con un hombre corruptible [...] sino en la semejanza con el hombre no corruptible [...] porque no es un simple hombre, sino Dios hecho Hombre”

San Juan Damasceno:
Los apóstoles han visto corporalmente a Cristo, sus sufrimientos y sus milagros y ha oído sus palabras; también nosotros queremos ver y oír para ser beatos. Ellos lo vieron cara a cara ya que estaba presente corporalmente; también nosotros puesto que no esté presente corporalmente, escuchamos sus palabras a través de los libros y por ellos somos santificados y beneficiados, y lo adoramos venerando los libros que nos han hecho oír sus palabras. Lo mismo ocurre para el icono dibujado; nosotros contemplamos sus trazos y por cuanto a Él está en nosotros captamos en espíritu la gloria de su divinidad”

Teodoro de Estudita

Los griegos usaban la palabra βίος (bios) para hablar de la vida finita en el planeta y la palabras Ζωή (zoé), sin embargo, para expresar la vida que permanece eterna en el planeta gracias a la finitud de los seres que la habitan. En ese sentido el hombre muere pero la cultura es eterna y es alimentada permanentemente por el conocimiento y las creaciones humanas. En el primero de los textos se condena la realización de imágenes "sin vida", esta definición podría hacer alusión a aquellas creaciones desconectadas, desligadas de la vida eterna y puestas el foco en la fatuidad o narcisismo del que las crea (mortal). La conexión de la creación con la Verdad o lo Sagrado convierte al hombre en un mediador que canaliza lo divino que crece en su interior. En ese sentido observamos como con la sucesiva laicización de la sociedad y el consiguiente desprendimiento de lo sagrado se ha incrementado enormemente la banalidad de las imágenes y los contenidos, hasta tal punto que incluso aquellas imágenes que deberían despertar en nosotros algún tipo de conciencia, de compasión ante el dolor ajeno, incluso ésas quedan neutralizadas. Las imágenes tienen una enorme capacidad de impresionar, conmover o perturbar al público. Ahora bien, esa afectación no siempre genera una conciencia, no siempre genera conocimiento. Susan Sontag, en referencia a las fotografías que retratan el sufrimiento, lo expresa así “Sufrir es una cosa; otra es convivir con las imágenes fotográficas del sufrimiento, que no necesariamente fortifican la conciencia ni la capacidad de compasión. También pueden corromperlas. Una vez que se han visto tales imágenes, se recorre la pendiente de ver más. Y más. Las imágenes pasman. Las imágenes anestesian” (Sobre la fotografía 29).
Por tanto, las imágenes son un arma de doble filo. Afectan y anestesian, su sobreexposición también puede adormecernos, insensibilizarnos e, incluso, paralizarnos.

Corruptible sería todo aquello que nos separa y divide en lugar de religarnos, conectarnos y hacer crecer en nosotros la vida y la continuidad. Sobre el poder corruptor de las imágenes tratan ambos textos y ciertamente podrían ser aplicables a la realidad con la que convivimos en nuestros días. Imágenes y relatos que nos separan del conocimiento, que nos dividen, multiplican, encapsulan o clasifican según los gustos o las tendencias de cada uno, creamos nuevas palabras y nuevas imágenes con el afán de protegernos del dolor que supondría acercarnos a la Verdad, pues al igual que ocurre con la luz del sol, no podemos mirarla frontalmente, es la luna y la oscuridad la que nos dan la posibilidad de, al menos, observar su reflejo durante unas horas. Si en la antigüedad los sabios miraban al cielo para tratar de comprender el mundo, hoy día miramos al dedo que señala la luna, para evitar así observar cualquier cosa que quede fuera del radio de nuestra ombligo. Pero quienes no hayan contactado y aceptado la profunda dimensión de su drama personal, vivenciarán como agresión cualquier intento de mostrarles la verdad. Quienes, dotados de coraje, hayan madurado la necesidad de enfrentar su temor a la verdad, su apertura hacia la sanación se hará inequívoca. Es este temor, el principal escollo que obstaculiza la recuperación del ser. 

“Dreyer es una demostración de aquello que Pascal llamaba "estilo natural ". "Cuando lo encontramos nos sorprendemos-dice Pascal-porque esperábamos ver un autor y vemos un hombre". Sí, siempre andamos buscando, como Diógenes, un hombre; y normalmente no encontramos nada más que autores, de cuyas obras puede decirse aquello que añade Pascal: "Plus poetice quam humanus locutus est ", donde "poetice" debe traducirse por retóricamente. En Dreyer tenemos, pues, algo rarísimo en el arte: no personajes vistos por un autor, sino hombres visto por un hombre. Él siempre tiene presente que una persona es una intimidad y que, como hemos dicho, sólo puede ser comprendida desde dentro. Por eso el centro, el núcleo, la médula de todas sus películas son sus actores-sus actrices- y más concretamente el rostro de esto: el rostro humano. "Lo único que me interesa -dice- es mostrar tan sinceramente como sea posible sentimientos lo más sinceros posible. Penetrar en los pensamientos de mis actores a través de sus expresiones más sutiles, esas expresiones que desvelan el carácter de los personajes, sus sentimientos inconscientes (... ). El rostro humano es un territorio que uno nunca se cansa de explorar".