Lo invisible

Los árboles son muy pequeños y se asientan sobre una mullidita alfombra verde perfectamente delimitada, como las murallas de una torre de marfil en medio del desierto, en medio de la inmensidad roja.

Hoy por fin ha empezado a llover en Madrid. La atmósfera estaba muy cargada y el aire no conseguía abrirse paso. Desde el aire arranca lo que yo a veces llamo dejarse atravesar, desde el suelo o desde la raíz, desde el río que se abre paso a través de las mañanas. Desde el cuerpo y desde el vacío, tratando de identificar la pequeña grieta que abra el camino y que lo cierre, con el torso o con la cabeza, con la montaña o con los brazos, la cadera, los piés, las rodillas, las manos, las raíces, la presencia, la renuncia, la pared, la propuesta, la entrega, el foco, el apoyo, la escucha, el agotamiento, la emoción, el frío y el calor. Enfriar la emoción.
A veces me gusta coger el tren que más tiempo tarda en llegar.
Cosas que parece que no existen en la realidad.
Lo invisible. La profundidad del reino misterioso de lo inútil.
Salen siempre, aunque intentes ocultarlos.