Las Tres Gracias

Las Cárites, más conocidas como las Tres Gracias son, en la mitología griega, tres diosas hijas de Zeus y de la ninfa Eurinome, quien a su vez era hija del famoso titán Océano. Sus nombres eran Eufrosine (gozosa), Talía (floreciente) y Áglae o Aglaya (deslumbrante) y eran las diosas del hechizo (el encanto), la alegría y la belleza. Se representan siempre juntas, nunca por separado y suelen aparecer entrelazadas, y formando un círculo, como a punto de iniciar una danza. Uno de los rasgos más característicos de las representaciones de las Tres Gracias es que siempre aparece una de espaldas al observador.


Como recoge Goethe en su Fausto:

«Aglaia: Al vivir damos gracia:

¡poned gracia en el dar!

Hegemone: Poned gracia en el recibir también.

Conseguir el deseo es muy hermoso.

Eufrosine: Y encerrados en días de sosiego,

¡tenga el agradecer suprema gracia!»




Las tres Gracias. H. s. IV – II a.C.
Biblioteca Piccolomini, Siena


El esquema tradicional de sus posiciones es configurado ya entre los siglos IV y II a.C. como muestra el grupo escultórico romano, copia de una obra griega de época helenística, ubicado en la Biblioteca Piccolomini de Siena: cogidas por los hombros entre sí, la figura del centro se halla de espaldas al espectador y con la cabeza de perfil. 

Rafael toma como fuente de inspiración las Metamorfosis de Ovidio así como interpretaciones artísticas que artistas anteriores habían hecho de este mito y representa a las tres jóvenes mientras cada una de ellas sostiene una manzana a la que presta toda su atención. Es interesante notar la semejanza de la obra de Rafael con algunos frescos pompeyanos que jamás pudo ver, dado que Pompeya fue redescubierta en el siglo XVIII, dos después de su muerte. Este parecido denota la difusión geográfica y temporal de esta forma de disposición de las figuras. El esquema iconográfico irá evolucionando ligeramente a lo largo de los siglos, de manera que se introduce la interrelación de las tres figuras a través de la mirada. 



Fresco s. I.
Pompeya



Mosaico romano  s. III - IV.
Museo de Arqueología de Cataluña (Barcelona).


Las tres Gracias. Rafael, 1504 – 1505. 
Museo Condé, Chantilly.


Creemos que la importancia de mantenerse fiel al modelo nos demuestra que a pesar de las pequeñas variaciones que cada época pueda aportar, gracias al esquema tradicional de sus posiciones, miradas, agarres y contactos, ha llegado hasta nosotros un significado más profundo y oculto en las formas externas.

Homero escribió que formaban parte del séquito de Afrodita, añadiendo al amor y la fertilidad que ella representa un componente de encanto, placer y alegría. Las Gracias también se asociaron con la generosidad y la gratitud. Aristóteles afirma en su Ética nicomáquea que las buenas acciones deben ser retribuidas en especie: “Es por ello por lo que los hombres conceden un lugar destacado al santuario de las Gracias, para que haya retribución, porque esto es propio de la gratitud”. Sabemos que siglos antes se emplazaron estatuas de las Gracias cerca de algunos manantiales en agradecimiento a la naturaleza. Probablemente hay un reflejo de esta práctica en la actualidad tanto en el idioma español como en el italiano, donde las palabras gracias y grazie se utilizan para expresar gratitud por algo recibido.

También de ellas provienen las fiestas que hoy conocemos como de “Acción de Gracias”, denominadas en Grecia como las Caritesias o Carisias, festividades consagradas a las Cárites, en el río Cefiso, cerca de Delfos, durante las cuales se practicaba el banquete “Charistía” en el que se comía torta de miel.



Las tres Gracias en La primavera de Sandro Botticelli, 1477-1478
Pintura al temple sobre tabla



Tres Gracias, Lucas Cranach el viejo, 1530
Óleo sobre tabla


Fue un tema de gran interés entre los humanistas neoplatónicos al que también pertenecía Rubbens. Algunos fragmentos de los clásicos nos insinúan la existencia de unos misterios de origen órfico en torno a las Tres Gracias, misterios heredados por los neoplatónicos renacentistas que, también veladamente, los narraron y representaron para sus continuadores futuros, la teoría de que las Tres Gracias serían una representación del Alma en su triple proyección. Plotino aclara que Zeus debe identificarse con la inteligencia, como esa primera actividad emanada de el Uno-Bien que identificamos con Dios y desde el que todo surge y al que todo retorna. A su vez, de la Inteligencia emana el Alma del universo que gira en torno a ella : «El Alma, en cambio, danzando por fuera alrededor de la Inteligencia, mirando a ésta y escrutando el interior de ésta, mira a Dios a través de la Inteligencia.» (1)

«Pues bien, afirmamos que hay dos Afroditas y decimos que la celeste es descendiente de Urano (Cielo) y que la otra nació de Zeus y de Dione, y que la segunda se ocupa, como patrona, de los matrimonios de aquí abajo, mientras que la primera no tiene madre y está por encima de los matrimonios, ya que en el cielo ni siquiera hay matrimonios. Síguese forzosamente que la celeste, que cuentan que nació de Crono – que es el Intelecto, hijo de aquel– (Urano sería el Uno-Bien), es un Alma divinísima que, nacida directamente –pura de pura– de la Inteligencia, se quedó allá arriba de tal modo que no baja acá abajo porque ni quiere ni puede, pues no ha nacido para andar por aquí abajo siendo como es una realidad trascendente y una sustancia impartícipe de materia» (2).

«Zeus ha de ser idéntico a la Inteligencia, mientras que Afrodita (Venus), que es su hija, nacida de él y con él, habrá de ser identificada con el Alma, llamada Afrodita por la esplendorosa belleza y la delicada inocencia del Alma. Además, si a los dioses varones los identificamos con el Intelecto y a las diosas con las Almas de aquellos basándonos en que junto con cada intelecto hay un Alma como socia, también por este concepto Afrodita se identificará con el Alma de Zeus.» (3)




Las tres Gracias, Francesco Furini, 1633
Óleo sobre lienzo

Por tanto el alma, que parte del mundo inteligible para desplegarse sobre el mundo físico en el que cae, se embute y al que vivifica, siendo una sustancia, conserva una porción primera e inmediata (Alma intelectiva) que queda arriba, cerca de la Inteligencia y separada de la materia, es trascendente.

«En cambio, la vida del Alma, la del Alma primera que subsigue a la Inteligencia (Alma intelectiva), está más cerca de la realidad, y por la Inteligencia es boniforme esta Alma (la Inteligencia trascendente implanta en el Alma una inteligencia inmanente), mas poseerá el Bien, si mira hacia él.» (4)

Sobre el Bien o el Uno Plotino nos dice que «de los seres de los que decimos que son un ser, hacemos esta afirmación con una referencia concreta a su propia realidad. De modo que cuanto menos ser menos unidad, y cuanto más ser más unidad. Así también el alma, que es diferente del Uno, tiene más unidad en la medida en que posee más ser; pero eso no quiere indicar que ella sea el Uno. Naturalmente que el alma es una, mas la unidad es para ella como un accidente. Alma y uno debemos considerarlos, pues, como dos cosas distintas, como si fuesen cuerpo y uno.»
«Además, el alma, que nosotros consideramos una, es múltiple, aunque no se advierten en ella partes componentes. Es múltiple, porque se encuentran en ella diversas facultades, como la facultad de razonar, o la de desear, o la de percibir, todas enlazadas entre sí por el vínculo de la unidad. He aquí por consiguiente, que el alma da una unidad a los seres, que, a su vez, ella recibe de otro ser.»(5)

Su proyección última (Alma sensitiva o concupiscible) anima la materia íntimamente adherida a ella; en medio queda esa otra parte del Alma (racional) que puede mirar a ambos lados. Así, siendo una, son tres.

«Hay que admitir, en cambio, que, de nuestra alma, una parte está siempre aplicada a las cosas de allá, otra vuelta a las de acá y otra en medio de ambas. Porque ocurre que, como nuestra alma es una sola naturaleza en multitud de potencias, unas veces toda ella es transportada junto con la parte mejor de sí y del Ser, pero otras la parte peor de ella, arrastrada hacia abajo, arrastra consigo la parte intermedia. Pues no sería justo que arrastrase consigo el alma entera. (El alma intelectiva no desciende jamás). Y ese percance le acontece al alma porque no se quedó en la región sublime, allí donde permanece el Alma que no es parte y de la que nosotros ya no somos parte (porque el alma encarnada es un alma particularizada), dando así al cuerpo mismo universal la posibilidad de recibir cuanto es capaz de recibir de ella, al par que ella misma se queda ociosamente, no gobernando por la reflexión ni rectificando cosa alguna, sino ordenando con potencia maravillosa merced a su contemplación centrada en quien es anterior a ella… Y así, recibiendo de allá, da al siguiente; y como quien ilumina por siempre, así es iluminada.» (6)

«Este es, pues, el sentido del enigma divinamente formulado: de la fusión de ambas esencias, de la que es indivisible y se mantiene siempre invariable y de la que se hace divisible en los cuerpos, sacó una especie tercera de esencia. El alma es, pues, una y múltiple al modo dicho; las formas inmanentes en los cuerpos son múltiples y unas; los cuerpos, solamente múltiples, y el Ser supremo, solamente uno.» (7)

«El alma es el mejor observatorio para conocer la realidad, porque, estando situada en el medio, es perceptiva de ambos mundos: el inteligible y el sensible» (8)



Las tres Gracias, Pedro Pablo Rubens, 1630-1635
Óleo sobre tabla de roble

En occidente hemos recibido por medio de diferentes tradiciones mitológicas/paganas la tríada Acción, Amor y Conocimiento, representada por Atenea, Afrodita y Zeus o Thor, Freya y Odin. La unidad de Afrodita (Venus) desarrollada en la trinidad de las Gracias o la unidad de Cronos (Saturno) en la trinidad de Zeus (Júpiter), Poseidón (Neptuno) y Hades (Plutón).

Una característica definitoria de la trinidad es la relación, con el uno nace el ser, con el dos la división, y con el tres el retorno, la religación, el reintegro, la relación. Por tanto cada una de las patas sobre las que se sostiene una tríada nos conduce a su vez a un reintegro, retorno o religación permanentemente vivo con otra de las patas de otra tríada, en una dimensión temporal que nada tiene que ver con la linealidad. Y es así, que al introducirnos en las dimensiones de lo sagrado podemos hablar de aquello que nunca fue, pero que siempre está aconteciendo. No en vano, también el tiempo conforma una tríada: presente, pasado y futuro (las tres parcas, o moiras).

Aspectos como paraíso, infierno y purgatorio; espíritu, cuerpo y alma; supraconsciencia, infraconsciencia y consciencia; amor, acción y conocimiento… se expresan en el hombre de la misma manera que éste, a su vez en la voz de Dios. Lo divino, lo humano y lo cósmico entrelazado hasta el infinito. Las tres cosas son a la vez, relacionándose desde un centro equidistante perfecto entre las tres. Hermes guiaba la danza de las estaciones, emplazando al invierno a transformarse en primavera, una danza circular que transcurre desde diferentes centros en los lugares del planeta, una estación da paso a la siguiente, al mismo tiempo que también todas transcurren a la vez.


Las tres Gracias, William Etty, 1807/1849
Óleo sobre cartón

El triángulo es interrelación, es integración y es transformación. Cada ser humano tiene la capacidad de recoger en sí mismo lo que recibe de la naturaleza, de sus antepasados, agradecerlo y transformarlo. Las Tres Gracias forman una tríada, entrelazadas a punto de comenzar una danza cuyo centro está en todas partes, y que comienza a partir de la capacidad de integrar lo recibido.

«Nuestra deiformidad implica que nuestro espíritu esté hecho de absoluto, que nuestra voluntad esté hecha de libertad, y que nuestra alma esté hecha de generosidad; dominarse y superarse es levantar la capa de hielo o de tinieblas que aprisiona la verdadera naturaleza del hombre.» (9)


Referencias:

1 Plotino (c. 270 d.c.) Enéada I (Sobre qué son los males y de donde provienen)

3 Plotino (c. 270 d.c.) Enéada III (Sobre el amor,8 )

4 Plotino (c. 270 d.c.) Enéada I (IV. VALORACIÓN DE LA VIDA Y DE LA MUERTE, 2)

5 Plotino (c. 270 d.c.) Enéada VI, Sobre el Bien o el Uno

6 Plotino (c. 270 d.c.) Enéada II (9 Contra los gnósticos, 2)

7 Plotino (c. 270 d.c.) Enéada IV (Sobre la esencia del alma, 2, referencia al Timeo)


9 Frithjof Schuon (1977) El esoterismo como principio y como vía.