Verbo encarnado

 

La realidad siempre es imaginarizada, necesitamos de otro registro para no perdernos en la materia, en el delirio, en la imagen. Ese otro registro es el Verbo, la Palabra. 

Así como para el falo hay una posibilidad de explicación en lo biológico, para la castración no hay explicación posible. Queda así apuntada una dimensión que excede lo natural. La castración, como experiencia de realidad, no tiene ningún valor, por eso adquieren mucha más fuerza los valores simbólicos. Al igual que ocurre con la pulsión, son conceptos límites entre el cuerpo y lo simbólico. Entre lo representado y el símbolo se abren caminos o posibilidades que, aisladas, pierden los aspectos filiatorios, es decir, la trama en la que surge el sentido, el Logos, el Verbo, lo humano.


Somos una parte de otro y si ese otro no nos suelta, no podemos ser